Dos familias con niños discapacitados se ayudan mutuamente para darles lo mejor. Empieza así una aventura contagiosa
Es fácil intuir cómo el deseo de compartir las fatigas y alegrías de ser padres, en el caso de familias con niños discapacitados, puede dar lugar a relaciones de gran cercanía y solidaridad. Este es uno de los frutos maduros de la experiencia de la Casa de Oro, una obra nacida de la iniciativa de dos familias de Cremona con el objetivo de crear un lugar más a la medida de sus hijos afectados por graves discapacidades cognitivas, sensoriales, motoras, comunicativas y relacionales.
Los niños de este tipo o bien están exentos de las obligaciones escolares, o bien corren el riesgo de frecuentar un lugar totalmente inadecuado para acogerles (el colegio). Pero estos padres desearon y pidieron más. «¿Por qué dejar de esperar que la calidad de vida de nuestros hijos pudiera mejorar? ¿Por qué no intentar imaginar un lugar más adaptado a ellos?», cuenta uno de los protagonistas.
El desafío evidentemente les desborda, por eso el nombre de la obra que han creado se refiere a las letanías del Rosario, conscientes de que en primer lugar confían estos niños a la Virgen. Pero los objetivos siguen siendo ambiciosos: insertar a estos menores en un contexto educativo y asistencial de máxima flexibilidad y accesibilidad; recuperar y potenciar sus capacidades cognitivas, sensoriales y comunicativas; favorecer el cumplimiento de sus obligaciones escolares y su inclusión en la comunidad educativa mediante la elaboración de sinergias y estrategias especializadas; poner en marcha un centro de ayuda mutua para las familias, donde favorecer encuentros, intercambios de experiencias y valorar la competencia asistencial madurada con el tiempo.
El centro, inaugurado hace un año con cinco niños, acoge hoy a ocho y tiene una discreta lista de espera. Cada niño hace su recorrido, pero el fruto más maduro son las relaciones entre los padres, relaciones sostenidas por una esperanza, que sostiene la fatiga y la dureza de estas pruebas.
Con motivo de la muerte de Diego, uno de los niños, muchos padres compartieron el dolor de su madre mostrando un afecto conmovedor. Para estar a su lado, otra madre participó en la oración fúnebre de rito católico a pesar de ser musulmana.
No se trata sólo de relaciones entre protagonistas de experiencias de este tipo, sino también con otros sujetos sociales e instituciones de la provincia de Cremona que han nacido para hacer posible esta experiencia: la cooperativa Il Cortile (El cortijo), que gestiona guarderías y jardines de infancia; la CÁRITAS diocesana, que ha concedido en préstamo para su uso una estructura de la Curia de Cremona; el Ayuntamiento, la Fundación Banca CARIPLO, la administración educativa provincial, las estructuras sanitarias públicas y la Región de Lombardía, que ha financiado el proyecto.
Y así, sin hacer nada, llueven las iniciativas a favor del centro por parte de los que se topan con esta historia, como el responsable de Compagnia delle Griglie (Compañía de las planchas) que, al conocer la experiencia de la Casa de Oro, organizó gratuitamente una barbacoa para trescientas personas para recoger fondos. Caridad y subsidiariedad son contagiosas.
* Presidente de la Fundación para la Subsidiariedad
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