Ventas de perritos calientes en el colegio, o de dulces por la calle. Hasta pedir dinero a la puerta de la Iglesia. De varias partes de Brasil, historias de jóvenes que no tenían dinero para ir a ver al Papa a Río de Janeiro (23-28 de julio). Esto es lo que sucede cuando la espera es ya parte del encuentro…
«Lo que deseo de todo corazón es ver al Papa: estoy contando los días». Habla Rayssa, estudiante de bachillerato de Samambaia, periferia de Brasilia, que para conseguir el dinero necesario para el viaje a Río se ha puesto a vender tortas, pastas, bebidas y perritos calientes en los pasillos del colegio, en el recreo. Pero hay por ahí muchos corazones como el suyo. Al menos dos millones y medio. O quizá más, porque las estimaciones sobre las llegadas de todo el mundo a Río de Janeiro crecen de un día para otro y, además, que este sea el regreso a Sudamérica del primer pontífice latinoamericano está haciendo saltar algo las previsiones. El Brasil recién salido de la Copa Confederaciones de fútbol y todavía marcado por las protestas en las calles pidiendo menos estadios y más inversiones en la enseñanza, transportes y sanidad, espera la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará del 23 al 28 de julio en Río de Janeiro.
El lema del encuentro está tomado del Evangelio de Mateo: «Id y haced discípulos a todos los pueblos». La llegada del Papa está prevista para el día 22. Su agenda contiene, entre otras citas, la peregrinación al Santuario de Aparecida, el encuentro con los jóvenes en la playa de Copacabana, la visita a la favela de Varginha, la vigilia del sábado, la misa final del domingo… Y otros momentos seguramente destinados a marcar la vida del que esté en la metrópolis carioca o siga el encuentro en el resto del mundo.
«Preparaos bien…» Este número de Huellas sale en vísperas de la JMJ. El próximo saldrá más de un mes después, tras las vacaciones de verano. Tendremos que contentarnos, por ahora, con mirar lo que sucede según se acerca la Jornada. Pero también aquí, en este antes, se ven hechos importantes. El domingo de Ramos, el Papa Francisco – apenas llegado al Solio pontificio – había pedido a los jóvenes, refiriéndose a la cita en Brasil: « Preparaos bien, sobre todo espiritualmente, en vuestras comunidades, para que este encuentro sea un signo de fe para el mundo entero. Los jóvenes deben decir al mundo: Es bueno seguir a Jesús». Y basta echar un vistazo a los testimonios que llegan de Brasil para entender hasta qué punto la espera es parte del encuentro. Sólo son algunos ejemplos: se podrían poner muchos más, de todas partes del mundo. Pero son suficientes para dar una idea.
Por ejemplo, hay quien se ha puesto a mendigar para ir a Río. Literalmente. «Un día me levanté con una pregunta en la cabeza», cuenta Milena, profesora de Salvador de Bahía: «“Si necesitamos dinero, ¿por qué no se lo pedimos a la gente?” Yendo literalmente a la calle, en la puerta de las iglesias. Fui a trabajar con estas cosas en la cabeza y, llegando al colegio, me encontré con dos de los cuatro chicos que tenían intención de ir a Río. Les dije: “Se me ha ocurrido hacer una locura”. Cuando les expliqué lo que tenía en mente, estaban eufóricos: “¡Pues claro, hagámoslo!”. Se lo propuse también a los otros dos y empezamos a hacer esta experiencia en la puerta de la Iglesia de la Piedad y de San Pedro». Nueve días pidiendo limosna, todos los martes y jueves, «fue una experiencia bonita. Para mí, la Jornada adquirió su valor propio en ese momento. Empecé a entender su significado viendo cómo la gente se arremolinaba para dar dinero a alguien que no conocían. Y eran muchos los que lo hacían. A partir de cierto momento empezamos a llevar una cuenta para saber más o menos cuántas personas habían dado dinero».
Gran parte del dinero era calderilla: monedas de 50 centavos o un real (15-30 céntimos de euro; ndr.), limosnas en sentido estricto. «Y para mí fue un desafío, desde varios puntos de vista», dice Milena: «Pensé que no necesitábamos cosas grandiosas. Ese sencillo gesto de pedir dinero por caridad hizo que tuviéramos una gran experiencia de compartir, se hizo mucho más claro que había algo grande en juego. Me hizo caer en la cuenta de que yo no busco en mi vida cosas excepcionales, sino pequeños hechos que muestren claramente el rostro del Misterio. Y que el encuentro con todas esas personas puede ser una contribución al mundo, y también un ofrecimiento, un gesto misionero». Cuando sugirió a los muchachos que había que ponerse en marcha para conseguir dinero para la Jornada, Milena añadió que «quizá no seamos capaces de reunir todo el dinero. Pero si al final somos más amigos habrá merecido la pena. Y en efecto, así ha sido».
En Sao Paulo, el desafío de conseguir dinero para ir todos a la JMJ ha hecho nacer muchas otras iniciativas, muy creativas. «Preparamos ochenta buñuelos para vender a la salida de misa», cuenta Mónica. «Pasamos horas haciendo la masa, cociéndola, haciendo el relleno. Desaparecieron en tres minutos. Y esto se repitió los dos domingos siguientes». De ahí la idea de añadir paozinhos de queijo, los panecillos con queso típicos de Brasil, además de objetos de artesanía, pequeñas obras de arte… Hasta una lotería y, a finales de mayo, una fiesta al estilo italiano. «Pero lo más hermoso ha sido emplearme en ayudarnos a todos nosotros en esta aventura del viaje», dice Mónica: «Ninguna de esas ideas era mía; simplemente participaba en lo que se sugería con una profunda gratitud, y la certeza de necesitar siempre a estos amigos, necesitar Su compañía».
También en Macapà, en el norte, una ciudad de la que sólo puedes salir en barca o en avión «y por tanto sabíamos desde el principio que llegar a Río costaría mucho», como dice Andreia, se han vendido dulces, recogido dinero, se han llevado a cabo varias iniciativas. «Iremos con un grupo de dieciocho chicos entre los 14 y 19 años», añade: «Probablemente andaremos mucho y dormiremos en el suelo, pero es un sacrificio muy pequeño respecto al que el Señor sufrió por nosotros».
En Brasilia se han recogido fondos con el eslogan: «Adopta un peregrino». Erika, compañera de colegio de Rayssa, cuenta cómo comprometerse en recoger dinero ha hecho crecer la amistad entre ellas: «Antes no nos hablábamos apenas, incluso sentíamos cierta antipatía. Ahora somos amigas y estoy descubriendo que si quiero algo, puedo correr, luchar, y – con la ayuda de los amigos – conseguirlo.
Angela Rocha, profesora, de la capital también, se muestra «sorprendida, porque hasta muchos evangélicos están echando una mano a nuestros chicos que quieren ir a Río». Y cuenta: «Una compañera me dijo que su hija quería ir a la JMJ. Ella le dijo que no: “Río es peligrosa, quédate aquí”. Me preguntó qué pensaba yo. Le hablé de mí, de mi historia, de cuando fui a una Jornada con Juan Pablo II y cómo aquello había sido determinante para algunas decisiones importantes de mi vida. Me escuchó, en silencio. Una semana después me llamó por teléfono: “He decidido que mi hija vaya, ya está inscrita”».
¿Quiénes sois vosotros? La misma ciudad, escena parecida, también en el colegio: Camila invita a dos hermanas, Tamara y María Fernanda. Su familia quiere conocer a los adultos que han invitado a las niñas. Camila y sus amigos van a ver a la familia. Comida, conversación, cada uno habla de su historia. Al terminar un tío de las dos hermanitas pregunta: «¿Quiénes sois vosotros? ¿Por qué dais vuestro tiempo llevando a Río a estos chicos?». «Es como en el Evangelio», comenta Camila: «Es imposible dar cuenta de lo que sucede sin llegar hasta la presencia del Misterio». Y, como había pedido Benedicto XVI en su Mensaje para la Jornada: «Queridos amigos, nunca olvidéis que el primer acto de amor que podéis hacer hacia el prójimo es el de compartir la fuente de nuestra esperanza: quien no da a Dios, da muy poco». Pero el que va Río con el corazón abierto, como el de Rayssa, Andreia, Camila…
La exposición sobre Antoni Gaudí
LOS DÍAS DE UN HOMBRE QUE AMABA LA VIDA
Tras el éxito de la exposición dedicada a la Sagrada Familia en la JMJ de Madrid, este año un viaje a la obra y la humanidad del genio catalán
En la JMJ brasileña habrá una exposición dedicada al padre de la Sagrada Familia. Antoni Gaudí y los días de la creación. Los gestos de Dios – la luz, la naturaleza, el hombre – reflejados en los actos y en la obra del genio catalán, cuyo proceso de beatificación está en marcha y que en toda su vida no hizo otra cosa que colaborar en el hacer de Dios.
Hace dos años, en la JMJ de Madrid, una de las exposiciones más visitadas fue la dedicada a la Sagrada Familia, con setenta mil visitantes: los organizadores de la Jornada quedaron tan asombrados que pidieron relanzarla en el programa cultural de Río. Imaginaos la satisfacción de quienes la diseñaron. «Estábamos entusiasmados», cuenta Chiara Curti, arquitecta y comisaria de la muestra. «Pero después nos dimos cuenta de que no podíamos aceptar». Etsuro Sotoo, escultor de la Sagrada Familia, precisa: «No podíamos volver a proponer la exposición de Madrid porque no somos los mismos que hace dos años y hemos descubierto cosas nuevas». También las preguntas con que viven y trabajan son nuevas. «El momento de ahora es decisivo», cuenta Curti: «Se está empezando la construcción de partes de las cuales Gaudí no dejó ninguna referencia». Jordi Faulí, director de las obras de la Sagrada Familia, subraya: «Para continuar su obra hace falta identificarse cada vez más con Gaudí, descubrir cómo razonaba, de dónde empezaba». Cuál era su principio.
Si la exposición de Madrid estaba dedicada al Templo, la de Río quiere descubrir su origen: la personalidad misma de Gaudí, su espiritualidad, su estilo de vida, su método de trabajo. La exposición se abre con un vídeo. Escritos y entrevistas a los amigos de Gaudí, simples albañiles que trabajaban con él o gente que lo conoció, lo retratan: ojos dulces, siempre bajos, su forma de mirarte fijamente en determinados momentos, cómo hablaba, qué hacía cuando estaba cansado o se enfadaba, el camino que recorría por las mañanas, cómo trabajaba… «Y nosotros sólo somos testigos de lo que otros vieron en él», continúa Curti: «Su vida toda pobre y toda llena».
La muestra es una comparación entre los gestos de Dios y los de Gaudí. La gigantografía de alguna de sus obras, retro-iluminadas, muestran la primera palabra de Dios, la explosión de luz. Basta pensar en las columnas del interior de la Sagrada Familia, un bosque atravesado por el sol en las primeras horas de la mañana. O en la narración de un amigo suyo: «Cuando murió tenía la misma expresión que cuando estaba vivo. No le había cambiado la mirada porque él vivía ya en la luz». Y la ponía en sus obras.
La segunda sección (la naturaleza), reproduce un Edén salvaje, hecho de arquitecturas. «Sus obras eran una declaración de amor a la realidad creada y redimida». Gaudí tenía una mirad que contemplaba y gozaba, exclamaba siempre: fa goig! ¡Qué hermoso! «No por casualidad, en catalán su nombre se hace eco del verbo gaudir, gozar. Amaba la vida y decía: mi nombre me define». La última sección está dedicada al reposo. «Todas las obras de Gaudí reposan. Él no luchaba contra la fuerza de la gravedad, sino que la usaba». Se ven columnas inclinadas o arcos en catenaria. «Para él el reposo era oración, alabanza, no se contraponía al trabajo, a la acción».
En Río será posible, por último, conocer una obra poco conocida: los jardines de Sant Boi, un hospital psiquiátrico que Gaudí bordeaba cada día. La confirmación de que son obras suyas se debe al arquitecto David Agulló Galilea: Gaudí se puso en contacto con los pacientes del hospital y los involucró en la construcción de un maravilloso jardín de piedra.
«Nunca será posible terminar de conocer a Gaudí», concluye Curti, ni siquiera para los grandes expertos, como ella y el resto del comité científico de la muestra (Sotoo, Faulí, José Manuel Almuzara, Diego Giordani y Carmen Giussani): «En Gaudí es evidente lo que vale para toda persona: nunca se agota el conocimiento del otro, porque está hecho a imagen de Dios. No deja de sorprenderte».
A. S.
Y PARA LOS QUE SE QUEDEN ESOS DÍAS EN CASA…
Serán muchísimos los jóvenes que, aunque no vayan a Río, vivirán “contemporáneamente” el encuentro con el Papa Francisco. No sólo a través de los momentos de conexión, sino participando en momentos de oración, de compartir y de fiesta. Varias diócesis y regiones están organizando las Jornadas locales de la Juventud. Se harán vigilias “a distancia”, incluso en algunos lugares de peregrinación, como el santuario de Caravaggio. Al mismo tiempo el santuario piamontés de la Madonna di Oropa ofrecerá a los jóvenes de las diócesis de Biella y Aosta la posibilidad de vivir la JMJ. El programa de “RIOropa”, los días 27 y 28 de julio, prevé una breve peregrinación, catequesis, un momento de fiesta y una vigilia en conexión con el Campus Fidei de Guatariba de Río. El domingo: Laudes, momento penitencial y la misa final con el Obispo de Biella, simultánea a la de Río. «Muy pocos chicos de nuestras realidades tendrán la posibilidad de ir a Brasil», dice Francesca di Dio Busa, responsable de la organización: «Pero la JMJ es una experiencia que un joven no se puede perder. Pienso en lo que significó para mí la JMJ de Madrid. Estábamos con seiscientos muchachos, del norte del Piamonte. La adoración eucarística con Benedicto XVI fue reveladora para mi fe. Por tanto trataremos de compartir, desde aquí, aunque sea a pequeña escala, la intensidad del encuentro con el Papa».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón