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Huellas N.7, Julio/Agosto 2013

ESPAÑA / Asamblea de responsables

¿Cómo se puede vivir?

Valentín Frodo

Un fin de semana con Julián Carrón en Miraflores de la Sierra. El juicio sobre la sociedad española y sobre la censura de lo humano. Relatos y testimonios que plantean una pregunta: ¿Cuál es nuestra tarea en el mundo actual?

La cita empieza a ser clásica: el primer fin de semana de junio, cerca de Madrid, un centenar de responsables españoles de CL se reúnen con Julián Carrón en una mezcla de diálogo intenso, descanso y montaña.
La primera noche, nada más llegar, Ignacio Carbajosa arriesga un juicio personal sobre la situación de la sociedad española. Los últimos decenios, que vieron el crecimiento económico del país, se caracterizaron por una sistemática censura de lo humano, de la verdadera problematicidad. Se puede incluso hablar de una “autocensura” del problema religioso, casi una autolimitación de algo que se asume debe ser privado y no tiene dignidad pública (por tanto no es “real”). Las consecuencias se pueden ver hoy (quizá mejor que hace unos años, “gracias” a la crisis): una erosión de lo humano que lleva consigo desesperanza y dolor en la gente, aturdida ante la realidad, despojada de toda palabra de comprensión de su vida, de toda mirada de simpatía por su humanidad. Porque no entender el corazón, no tener maestros, duele.
Como consecuencia, las expresiones públicas están cargadas de dialéctica y violencia. Las personas que ya no tiene memoria de la Transición asumen casi por ósmosis que la política es una lucha irremediable entre facciones irreconciliables. No han visto otra cosa ni pueden imaginarla.

Leyendo El País Pero Carbajosa no se detiene en una descripción de la sociedad: advierte del peligro de un catolicismo reaccionario, del que CL puede participar inconscientemente. Lo ilustra poniendo un ejemplo personal: la reacción que le provocaron dos artículos de un conocido columnista del diario El País. En el artículo más reciente, el periodista arremete contra el proyecto de ley de educación del Partido Popular que pretende introducir de nuevo una asignatura de religión a la altura del resto de las materias. Considera que el proyecto es una «hazaña legislativa de la Conferencia Episcopal, aliada con un Gobierno meapilas». Los argumentos y descalificaciones que utiliza son un buen resumen de la mentalidad laicista y racionalista que ha dominado buena parte de la intelectualidad española en los últimos decenios. Es uno de esos artículos que te provocan dolor de estómago.
Sin embargo, unos meses antes, el mismo periodista había escrito un artículo en el que, seguramente de forma inconsciente, mostraba toda la herida de su humanidad, es decir, su potente sentido religioso: «Desesperado, entro en la Fnac a la caza de un libro que me salve la vida (…) pero del que no me haya hablado nadie todavía, que no haya salido en los periódicos, que no se encuentre entre los diez mejores del año, quizá que ni siquiera se haya publicado, aunque misteriosamente esté ahí, para mí, y nos reconozcamos al instante. Con la desesperación intacta, abandono la zona y bajo al metro donde una pareja de adolescentes (…) se salvan la vida el uno al otro a cuchilladas, si sus lenguas fueran dos cuchillos (…). Ya en el tren, una mujer ecuatoriana observa con desasosiego la pantalla del móvil a la espera de una llamada, de un mensaje, de un whatsApp que le salve la vida (…)».
Impresiona pensar que somos capaces de fulminar con juicios lúcidos y bien fundados al periodista del primer artículo sin salir al encuentro de la humanidad que el mismo periodista muestra en el segundo.

La pregunta. «Está en juego si hoy es posible la experiencia que narra el evangelio: “Se acercaban a Jesús los publicanos y pecadores para escucharlo”», subraya Carbajosa. E inmediatamente engarza con el juicio que en los últimos Ejercicios Julián Carrón, retomando a don Giussani, lanzaba sobre nuestra posición en el mundo de hoy: «El gran problema del mundo de hoy ya no es una pregunta teórica, sino una pregunta existencial. No “¿quién tiene razón?”, sino “¿cómo se puede vivir?”. El mundo de hoy ha vuelto a la miseria evangélica. En los tiempos de Jesús, el problema era cómo vivir, y no quién tenía razón; este último era el problema de los escribas y fariseos. Esta observación cambia incluso el planteamiento de nuestra preocupación». La pregunta quedaba lanzada para todo el fin de semana: ¿cómo cambia el planteamiento de nuestra preocupación esta observación? ¿Qué tipo de presencia estamos llamados a poner ante el mundo?
Al día siguiente se entra en el salón, ya preparados para la montaña que seguirá después. Carrón afronta las cuestiones de la noche anterior, que liga a la necesidad de la personalización de la fe: «Nosotros no existimos para ser una facción. Para ser de todos hay que ser de Uno. No de algunos. En tiempos de Jesús había muchas facciones. La de Jesús, sin embargo, era una presencia original, a la que se acercaban todos. Y por eso se la cargaron. ¿Qué tipo de cambio debe darse en nosotros para poner en la realidad una presencia original?».
Interviene Mamen, madre de tres niños, que todavía lucha contra un cáncer de mama, que ilustra bien el cambio necesario, un diálogo intenso entre sus circunstancias y el juicio de la Escuela de comunidad: «Vivo pegada a las cosas que dices, cosas que a mí no se me ocurren, pero que cuando te las escucho las veo totalmente pertinentes y ciertas en mi vida». Y cuenta del cambio en su vida y del cambio que se produce a su alrededor. «Esto es lo que necesitamos», subraya Carrón, «personas que, con sencillez, toman en sus manos la hipótesis, la verifican y la plantan en la realidad. Porque no hay hecho privado y hecho público. La vida es un hecho público. Nuestro cambio perturba el ambiente y documenta su Presencia».

Una perturbación. ¿Qué quiere decir perturbar el ambiente? Ramón sale a contar el episodio de una universitaria de Córdoba que se presenta en comisaría para retirar una denuncia que ella misma había presentado días antes. Una compañera suya de clase la había amenazado y le había causado desperfectos en el coche. Tras la denuncia pertinente ella no se había quedado tranquila, sobre todo cuando veía a su compañera en clase. «¿Cómo se puede juzgar a una persona por un hecho aislado? ¿Cómo retomar una relación con una denuncia de por medio?». En la comisaría le piden las razones para retirar la denuncia: «¿Ya le han pagado los daños? ¿Le ha pedido perdón?». «Ni una cosa ni otra. Mire, yo soy católica. El otro día estaba en misa y me daba cuenta de que a una persona no se le puede juzgar por un solo acto…». El policía, tras escuchar pacientemente concluye: «Entonces anoto que la denuncia no procede». «No, no. Anote lo que le he dicho». Y el policía comienza a escribir leyendo en alto: «La demandante dice ser católica. Estando en misa se da cuenta de que…». Poco a poco el resto de funcionarios dejan de trabajar y se levantan para acercarse a aquella joven: «en 20 años de trabajo no habíamos visto nada igual». Perturba el ambiente. Como en los primeros años del cristianismo, tal y como nos cuentan los Hechos de los Apóstoles.
Cierra la asamblea un diálogo sobre el valor del instante para reconocer su Presencia como un acontecimiento que me precede. Nace de una pregunta: «Leo Huellas, voy a la Escuela de comunidad, recibo los Sacramentos, estoy atento a la sucesión apostólica y a la palabra de Dios, y me doy cuenta de que me renuevan. Sin embargo, hay muchos momentos donde no está esto. Entonces ¿qué significa volverme a Él cuando no está esto?». «Nos falta la capacidad de descubrir en cada cosa que nos sucede la modalidad a través de la cual el Misterio se hace presente», responde Julián. «Ahora podemos entender mejor la insistencia de don Giussani: “Cristo ha venido para educarnos en el sentido religioso”. Y así es como nos salva, permitiéndonos vivir con la apertura a la realidad que Él tenía, consciente de la pertenencia al Padre».
No hay tiempo para más, hace un día precioso y nos espera la montaña. Alguno se queja de que este año se hace montaña de verdad. Pero el paisaje que se ve al llegar arriba merece la pena. Por el camino se suceden conversaciones que son testimonio de una vida que “hierve”. Prades celebra la misa y nos hace mirar lo que podría parecer obvio: la imponente belleza de las montañas que dilata el corazón. Comemos y cantamos bajo la mirada atenta de algún montañero que no acaba de ubicarnos en sus esquemas. «El milagro es la realidad humana vivida cotidianamente(…), es la realidad del comer, del beber, del velar y del dormir revestida de la conciencia de una Presencia», decía don Giussani.

Como un niño. De vuelta al hotel, la cena es una ocasión para echar más carne al fuego. Un grupo de estudiantes y profesores universitarios invita a Julián a su mesa. Alfonso toma la palabra, cuenta cómo todos los viernes, al empezar la Escuela de comunidad del CLU, siente un nudo en el estómago. Piensa sinceramente que es imposible que suceda algo a la altura del deseo de los que tiene delante. «Cómo me gustaría sentarme abajo con todos», dice. Julián le mira y comenta que a él también le pasa, pero que luego se da cuenta de que su única tarea es señalar lo que Otro hace, «ser responsable del movimiento es sencillo». Alfonso se queda sin palabras, es su misma experiencia. Cuando la Escuela de comunidad va avanzando le cambia la cara, porque, efectivamente, Él actúa delante de sus narices. Entonces empieza a disfrutar como un niño, porque está ante el espectáculo de su Presencia imponente. Escucha cómo cambian las personas a raíz de un encuentro, ve con sus propios ojos los pasos que van dando los que llevan más tiempo, y percibe cómo en él mismo está sucediendo algo. Entraba con el corazón algo duro, sin esperar demasiado, y poco a poco su vida se llena de esperanza, de intensidad; él mismo comienza a cambiar.
“A mí no me pasa como a Alfonso”, dice con tristeza Rocío, la universitaria que lleva la Escuela del CLU con él. “¿Y cuál es el problema?”, responde Julián, “lo más interesante para la vida es que Él esté, y tú ves a tu lado a un hombre cambiado, eres testigo de Su hacer en la historia. Me da igual si sentimentalmente te sucede lo mismo que a él o no, lo verdaderamente importante es que tú estás participando de Su victoria: puedes ver el cambio del que tienes al lado”. Rocío respira. No podía imaginar una respuesta así. Los demás comensales miran atentamente cómo un hombre de carne y hueso lee el corazón necesitado de esta chica. Alguno comentará después: “estábamos como los discípulos en el evangelio:mirándole hablar”.

Guías Michelin. Por la noche, tres testimonios de un modo original de estar en la realidad, a partir del carisma. Guadalupe cuenta cómo ha revolucionado su forma de dar clase en la Universidad, huyendo de las quejas de profesores por la ignorancia y desinterés de los alumnos. «Llevan años sentados en un pupitre sin que nada les llame la atención, sin que nada les interese; es normal que se abandonen al botellón». César, junto con algunos amigos, ha encontrado un modo de dar salida a su vieja vocación de cocinero con un grupo de chavales sudamericanos (que se autodenominan “los negros”) a los que “ha salvado” de un destino incierto ofreciéndoles un contexto bello y educativo en el que aprender una profesión. Con el atrevimiento ingenuo que sólo puede brotar de la fe, han llamado a la puerta de los grandes chefs que adornan las guías Michelin… que sorprendidos les han regalado la receta de un nuevo plato. Por último Ferrán cuenta a grandes pinceladas la odisea de varias familias que dejan una posición cómoda en la ciudad para arriesgar abriendo un colegio en la Cataluña rural donde la Iglesia casi ha desaparecido. Y empieza el cristianismo.
El domingo se abre con los preparativos para el viaje de vuelta a casa. Pero queda la síntesis de Julián, que recoge el trabajo del fin de semana y lanza su personal desafío. Parte recordando las palabras de don Giussani: «Las circunstancias por las que Dios nos hace pasar son un factor esencial de nuestra vocación (…); Si el cristianismo es el anuncio de que el Misterio se ha encarnado en un hombre, las circunstancias en las que uno toma posición ante este hecho frente al mundo entero son importantes para la definición del testimonio». «Esta afirmación de Giussani», continúa Julián, «es una síntesis estupenda del desafío que tenemos delante como cristianos en este mundo cambiante. ¿Cuál es nuestra misión en este mundo? ¿Cómo concebimos nuestra presencia en el mundo? No tenemos el manual de instrucciones. Las cosas que han servido en otro momento ahora no sirven. Nuestra contribución depende de cómo podamos ayudar a definir o a aclarar la modalidad de esta presencia». Y aquí retoma uno de los hilos conductores del fin de semana: «en el final de una época todos estamos llamados a confrontarnos con la realidad, también los cristianos. Por eso la pregunta pertinente no es quién tiene razón sino cómo se puede vivir. Y nosotros somos afortunados porque don Giussani nos ha acompañado durante años a verificar la pertinencia de la fe a las exigencias de la vida. Y este es el desafío que nosotros tenemos». La personalización de la fe: sólo podremos proponer aquello de lo que ya hemos hecho experiencia.

La presencia de un amante. Una frase de Ratzinger ilumina el camino que tenemos por delante: «No se puede sostener el oprobio de la vida si no es con la presencia de un amante». «Nosotros, sin embargo», continúa Julián, «consideramos abstracta esta hipótesis: que sea la Presencia de Cristo, el amante, la única Presencia que da consistencia al instante, densidad a las cosas». Los Ejercicios de la Fraternidad son una propuesta que la compañía de Giussani nos ofrece a cada uno de nosotros para afrontar el desafío descrito. El modo de ponerse ante ellos, o lo que es lo mismo, el modo de hacer Escuela de comunidad, es decisivo. Y retoma la conversación con Alfonso. Se ve que vive de lo que le sucede, se deja corregir por lo que ve: «El que guía la Escuela es el primero que sigue, sigue lo que el Misterio hace suceder y lo convierte en criterio. Y eso nos da una libertad absoluta, porque quien guía no debe ser necesariamente genial».
La vuelta a casa se convierte en la verificación de la verdad que hemos vivido: todo se hace más sencillo. Lo que parecía imposible se torna posible en la presencia del Amado.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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