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Huellas N.7, Julio/Agosto 2013

PRIMER PLANO / Meeting de Rimini

La Europa que existe

Martino Cervo

La jaula económica, los valores no negociables y la crisis institucional. ¿Qué queda hoy de la identidad de la Unión? ¿Y por qué merece la pena seguir creyendo en ella? GIORGIO VITTADINI nos presenta la exposición que aborda en Rimini todos estos interrogantes

Hace falta valor para hablar de Europa. Para millones de personas, las instituciones comunitarias, la moneda única, sus funcionarios y dirigentes parecen hoy, si no el problema, sin duda muy alejados de ser la solución para la crisis más grave que Occidente vive desde 1929, y que parece afectar a la zona euro más que en ningún otro sitio. Sin embargo, el Meeting vuelve a empezar desde aquí. Con una exposición que inaugurará el primer ministro italiano Enrico Letta y que lleva por título Sinfonía del “nuevo mundo”. Una Europa unida, del Atlántico a los Urales. Huellas anticipa algunos de los temas centrales en una entrevista con Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación por la Subsidiariedad y uno de los comisarios de la exposición.

¿De dónde nace esta opción valiente? ¿No existe el riesgo de hablar de una Europa abstracta, frente a problemas muy concretos?
En el Meeting – y esto no es nuevo – hablamos de Europa desde el Atlántico hasta los Urales, conscientes de que esta es la dimensión geográfica natural en donde se enraiza nuestra civilización. La experiencia cristiana tampoco tiene como horizonte los Estados nacionales por separado, sino el continente europeo, y después el mundo entero. Y el elemento fundante de nuestra civilización puede verse bien reflejado en el lema de este año: “Una emergencia: el hombre”. Esta tensión a la cuestión humana es lo que ha permitido vivir décadas de unificación sin guerras, y le ha valido a la Unión Europea uno de los pocos premios Nobel de la Paz justos de los últimos años. Esto no significa que haya que dejar de interrogarse sobre la idea de Europa que debemos perseguir, especialmente en un momento como este, donde los nacionalismos pujan por una hegemonía económica.

Concretamente, ¿qué verán los visitantes?
La primera parte es un reconocimiento del pensamiento de los fundadores (De Gasperi, Adenauer, Schuman, Monnet) que llevó a una idea de Unión Europea como lugar de libertad, desarrollo y paz; y de los “re-fundadores”, es decir, esos protagonistas de la política y de la cultura que – sobre todo en los años ochenta – devolvieron fuerza e inteligencia nueva a los ideales europeos: Kohl, Andreotti, Delors, Juan Pablo II, Havel, Walesa… Luego, desde los años 90, subieron a la palestra personajes de un perfil más bajo, con políticas miopes que impusieron un eje franco-alemán que la política nacional no consiguió frenar. En esos años nace el euro, sin una concepción política y cultural que esté a la altura. Nuestra intención es mostrar que, a pesar de los retrasos, las dificultades y los errores, Europa existe, es necesaria y vale la pena trabajar por ella. De hecho, la segunda parte de la exposición cuenta con testimonios de estudiantes, profesores, empresarios, trabajadores sociales, investigadores, representantes de la comunidad científica, personas de distintas religiones y etnias que mostrarán esta Europa que existe. La tercera parte arroja luz sobre ciertas propuestas de orden económico, social e institucional que podrían favorecer estas realidades de hecho existentes.

¿Por ejemplo? ¿Qué tienen que decir los católicos a propósito de esto, ahora que las instituciones comunitarias se suelen percibir como “agentes hostiles” en relación a los llamados principios no negociables?
Precisamente porque esta dinámica existe, hace falta entender hasta el fondo cuál es la seña de identidad europea, su idea de hombre como “único e irrepetible”, tomada del hecho cristiano. El punto más bajo de la discusión sobre Europa en estas décadas ha sido a mi juicio la negación de sus raíces cristianas en el tratado constitucional, junto a la ridiculización – por parte de la Francia de Chirac – de quienes defendían posiciones más realistas y respetuosas. Como muestra la exposición, la Iglesia siempre ha luchado contra los nacionalismos, incluso cuando era impopular hacerlo, para afirmar una dimensión más profunda, llamada a salvaguardar el valor de toda comunidad humana. Es la salvaguardia de esta dimensión lo que hace posible una batalla contra la cerrazón que se opone a la vocación europea: que lleva a reducirla a un lugar donde se tramitan las decisiones que no adoptan los parlamentos o los gobiernos, es decir, una posición desde la que imponer ciertos protectorados, ya sean económicos o culturales.

¿Qué implica en este contexto la llegada de un Papa sudamericano? ¿Concuerda con los que consideran que la decisión del Cónclave ha puesto en evidencia que el Occidente cristiano europeo ya no tiene nada que decir?
Qué tontería. El Papa Francisco es un reclamo precioso para concebir Europa, precisamente debido a su identidad, no como un lugar cerrado sino abierto a abrazar el mundo. El Pontífice nos llama a todos a asumir una gran responsabilidad. Ante todo, reaviva la conciencia de que, frente a la crisis antropológica que estamos viviendo, el hombre sólo puede recobrar su identidad allí donde es más desafiado, es decir, justamente en Europa.

¿Cómo se conjuga este enfoque antropológico con el agobio de la situación económica que priva de eficacia las decisiones de los parlamentarios y los gobiernos? ¿Tienen razón los que invocan un “brazo de hierro” para ciertos temas?
Pongo una premisa: lo grave de la situación actual no es in primis la dificultad económica. Europa siempre ha estado en crisis. Hemos tenido oleadas migratorias inmensas, dos guerras, totalitarismos rojos y negros, los desafíos de la reconstrucción. Como dijo hace tiempo el primer ministro Enrico Letta, que abrirá el Meeting, Italia, después de haber sido un país grande en un mundo pequeño, corre el riesgo de convertirse en un país pequeño en un mundo grande. El verdadero problema ahora es dudar de que podemos salir de esto, pensar que esta crisis es irreversible. No niego que una cierta Europa dé miedo, por el dominio de posiciones protestantes nihilistas. Lo cual resulta paradójico, porque la crisis financiera es signo justamente del límite de una concepción hobbesiana del hombre, determinado tan sólo por sus propios intereses. Por tanto, no cabe duda que hay que batirse, incluso duramente, por una Europa de los pueblos, del desarrollo y de la solidaridad. Una Europa reducida a guerra entre protestantes y católicos, como señalaba Augusto Del Noce, es una Europa falsa. Porque es una abstracción: uno de los errores más graves de los últimos 20 años ha sido abandonar una dimensión mediterránea de la política comunitaria. Por tanto, se trata de reconsiderar el nexo entre el individuo, con sus ideales, las formaciones a las que pertenece, y las instituciones, que se caracterizan por la subsidiariedad horizontal y vertical.

Más allá de ciertas demagogias, autorizados economistas abogan por salir del euro. ¿Es realista?
Desde el momento en que la unión monetaria nace débil porque carece de unión económica real, me parece más razonable completar el proceso que interrumpirlo. La realidad muestra que este avance es posible: lo es en la investigación científica, en muchos sectores del mercado, en las infraestructuras, en las posibilidades que se han abierto en este tiempo y que la exposición quiere testimoniar.

Ha mencionado la presencia en la inauguración de Letta, ¿qué valoración hace del actual gobierno italiano? ¿Cree que conseguirá superar el bipolarismo? Desde su punto de vista, ¿eso sería malo?
No soy experto en escenarios políticos. Creo sin embargo que este ejecutivo, por las exigencias que le han hecho nacer y por las personalidades que lo componen, puede hacer todo menos improvisar. La prueba está en el hecho de que ha nacido con el respeto de todas las diversas formaciones políticas, algo que en estos años habíamos olvidado. Esta es al mejor forma de tutelar nuestros intereses y devolver legitimación a las instituciones con un sentido menos partidista.


Sandro Lombardi
AGUSTÍN Y LAS CONFESIONES «ASÍ TENDRÉ QUE LLAMAR DE “TÚ” A DIOS»

Luca Fiore

«¿Qué eres tú para mí? Ten misericordia de mí para que te lo pueda decir. ¿Y qué soy yo para ti? Dios mío, ¿quién eres tú?». Comienzan así Las Confesiones de san Agustín y comenzará así también el Meeting 2013, que propondrá estas palabras como espectáculo inaugural. Las recitará, en la nueva traducción de Costantino Esposito y Fabrizio Sinisi, y bajo la dirección de Otello Cenci, un actor de excepción: Sandro Lombardi. Se trata no sólo de uno de los hitos del pensamiento occidental, como observa el mismo Lombardi, sino también de una obra maestra de la literatura de todos los tiempos. Por su radicalidad y profundidad parecen el manifiesto adecuado para «Una emergencia: el hombre».

¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de este texto?
De Agustín me impresiona su estatura como escritor. Es impresionante la atención a los movimientos más recónditos, más escondidos y huidizos de su propia psicología, de su propia alma. Son palabras escritas cuando está cayendo el mundo antiguo, pero para encontrar un nivel de retrospección similar será necesario esperar a los grandes escritores de la memoria: Chateaubriand, Proust…

Además de la introspección, sin embargo, hay también un relato.
Sí, está presente esa cualidad que poseen únicamente los grandísimos escritores de ser capaces, con pocos trazos, de hacer resucitar un mundo ante tus ojos. Es algo casi prodigioso, por ejemplo, cuando cuenta los ratos que pasaba de joven con sus compañeros cantando por las calles de Tagaste. Posee la magia del gran escritor. Además de esto están presentes las grandes preguntas filosóficas y religiosas ligadas al propio “yo”. Pero para mí esto no llega después, sino junto al placer de redescubrir, de releer, de poder hacer escuchar a otros el latido de esta escritura tan nueva.

El espectáculo del Meeting consiste en una lectura dramatizada. En estos casos, ¿qué trabajo tiene que hacer como actor?
Es bastante difícil de explicar. Cuando a mi alrededor no existe el así llamado “espectáculo” (en Rimini habrá músicos y otras personas, pero no se puede decir que sea una verdadera puesta en escena), yo estoy absolutamente solo con el texto. No tengo nada más. Me dejo guiar por esta conciencia y no pretendo añadir nada. La soledad con el texto me lleva a ponerme a su servicio dejándome guiar por las palabras. Me sitúo en una dimensión pasiva con respecto a lo que recibo, pero al mismo tiempo estoy activo tratando de responder con las cuerdas que el texto toca y hace vibrar dentro de mí. Y con estas cuerdas trato de responder a las sugerencias que me vienen de las imágenes extraordinarias de Agustín.

¿Qué cuerdas han tocado en usted Las confesiones?
El amor por la madre, el gran afecto por el amigo y por tanto el gran dolor por su muerte, el sentido de nostalgia y de añoranza. Y también la autocrítica que hace Agustín de su juventud. Sin embargo, como todos los grandes poetas, mientras describe con tres o cuatro palabras su propia “disipación”, que critica según escribe, al mismo tiempo evoca con gran poesía su fascinación e intensidad. Estas son las cuerdas de la intimidad, del diálogo consigo mismo. Además, en Las Confesiones se da el uso de la segunda persona del singular.

¿Qué significa para un actor leer en segunda persona?
En este caso, Agustín se dirige a Dios. Pero para mí lo que cuenta es salir de uno mismo. Podrían haber sido también las Cartas a Lucilio de Séneca… En el uso de la segunda persona se produce inmediatamente la implicación de otro. Otro distinto de ti. Para mí esto es esencial. Que luego este otro sea un amigo o Dios es algo que viene después.

¿Por qué es tan importante esta relación?
Tal vez porque está ligada a mi oficio, que es ser actor, que es inconcebible sin una segunda persona delante de ti. Por desgracia, nosotros los actores tenemos esta limitación física. Nuestro arte necesita de alguien que escuche. No importa si es uno solo.

Usted debe hablar a otro con las palabras de otra persona.
Sí, y para hacerlo debo meter dentro de mí esas palabras hasta llegar a hacerlas mías. Hay autores con los que es más fácil hacerlo, porque son capaces de hacer vibrar todas mis cuerdas, no una u otra, sino todas. Cuando esto sucede, me siento el instrumento físico, corporal, de las palabras del autor. Yo doy carne, en el sentido de voz y cuerpo, a pensamientos, recuerdos, memorias e invenciones de otros. Cuando además se da el caso de que no se trata de fabulae, sino de la vida misma de determinados autores, como en el caso de Agustín, la tarea resulta a la vez más fácil y más difícil.

¿Por qué?
Porque no se puede hacer trampas. Los actores tenemos muchos trucos que forman parte de nuestro oficio. Pero un actor puede renunciar a sus trucos de forma consciente. Y lo hace cuando se encuentra ante textos tan emocional, cultural, literaria y religiosamente intensos que es mucho mejor desnudarse que cubrirse de oropeles. Uno decide permanecer inerme.

EL ESPECTÁCULO
El recital sobre Las Confesiones de san Agustín nace de una idea de Costantino Esposito. Los pasajes seleccionados serán leídos por Sandro Lombardi, con dramatización de Fabrizio Sinisi y dirección de Otello Cenci. Domingo 18 agosto, 21.45, Auditórium D5.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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