Tercera etapa del viaje a las comunidades de Italia. Esta vez los chavales de Milán y sus alrededores nos hablan del estudio, las vacaciones y las iniciativas que llevan a cabo. De su vida y del encuentro que la cambió y la sigue cambiando
Última etapa de este viaje entre las comunidades de Gioventù Studentesca. Terminamos allí donde todo empezó hace casi sesenta años: en Milán y sus alrededores. Es imposible describir todo lo que hemos visto y que estos chicos nos han contado. O de quienes hemos tenido noticia, tantas son las experiencias que florecen por doquier. «Tibios jamás», ha pedido el papa Francisco a los cristianos. En efecto, para muchos de estos chicos la fe es así, algo que quema. Una vida. Nada queda al margen de su fe y de su amistad: la relación con los compañeros, las dificultades familiares, el estudio y la diversión. Para cada uno de ellos Jesús tiene el rostro de un amigo, de un adulto, del profesor que una vez les dijo: «Ven y verás». Y ellos se fueron. No hay nada más sencillo.
MILÁN
Siete chavales hablando en un bar, al lado de la plaza Loreto. El tema: la espera. Cada uno de ellos lee el texto de un autor que han estudiado. Discuten sobre ello durante horas. «Cuando Ale, Carlo y los demás amigos de GS me invitaron, pensé que sería algo demasiado intelectual; en cambio, hemos tocado lo sublime», relata Franco, en tercero del Liceo Clásico Carducci. La amistad entre estos chicos lo invade todo, todas las pasiones, todos los resquicios de la vida. «Eso es lo bonito. Nada queda fuera. En resumen: o estás ahí hasta el fondo o no vale la pena», dice Francesco. También porque, para muchos compañeros de Liceo ser “esos de CL” significa ser personas que “no valen la pena”, por usar un eufemismo. «Es cierto», dice Alessandro. «Pero luego en clase estás tú. No hay división entre el Ale de GS y el Ale que está en clase. Quizá por eso es por lo que mis compañeros no me dejan en paz. Me llaman beato, pero luego están siempre ahí preguntando». Interrumpe Franco: «Es decir, esta amistad se basa en algo eterno y te abre a todo. ¡Tibios jamás!». “Sublime”, “eterno”, llaman la atención estas palabras en boca de chicos de secundaria. Son el reflejo inmediato del encuentro con ese Amigo que les hace felices. Carlo, del último curso, dice: «No estoy con ellos porque me caen bien, sino porque se les ve contentos».
Giulia, en cuarto del Liceo Artístico Sacro Cuore, encontró esta compañía fascinante en primero a través de la amistad con los chicos mayores. Una noche estaba en crisis, en casa siente que se ahoga, sale y llama a uno de ellos. Relata: «No se lo pensó ni un instante y vino a mi casa. Y al día siguiente tenía la tercera prueba del examen de selectividad. ¿Quién le obligaba a hacerlo? Había algo más grande en esta amistad. Después pensé que quizás, cuando estos amigos acabaran sus estudios, todo terminaría para mí». Lo comenta con Marco, profesor de Arte y responsable de la comunidad. Esa relación le hace renacer, le hace ver la posibilidad de vivir cada día ese encuentro con sus amigos. Francesco antes tenía su panda de amigos. «Lo que se llama malas compañías», explica. En la escuela los de GS le invitan más veces. Acepta y de vez en cuando sale con ellos por la noche y cuando vuelve a casa siempre tiene el mismo pensamiento: «¿Pero por qué con estos estoy tan contento?». La cosa le corroe por dentro, hasta preguntarse: ¿pero quién me quiere de verdad? La novia lo deja. Está con la moral por los suelos y se desahoga con un viejo amigo. «Lo siento mucho, pero no pienses en ello. Hagamos otra cosa», son las únicas palabras de consuelo. Pero él está mal. Se lo cuenta a una amiga de GS. «Ha estado a mi lado, no me ha abandonado. Sin muchas palabras. ¿Quién la obligaba a hacerlo?». Para muchos chavales del Sacro Cuore la estancia de estudio en el extranjero durante un año se convierte en un punto de inflexión. Nos cuenta Matteo: «No conocía a nadie en Nueva York. Vivir solo era imposible. Me la jugué del todo en la relación con Chris y los demás. A la vuelta ya no podía vivir con tibieza la experiencia de GS».
Viernes por la tarde, procedente de una de las aulas de la parroquia de San Justino, en Cesano Boscone, a las afueras de Milán, se oye el grito: «¡Ya basta!». Los chavales de primero de la Escuela Media se callan un momento, miran a Lorenzo, el catequista, y enseguida empiezan de nuevo. «El impacto es fuerte. Están desatados. La caritativa con ellos es una apuesta», explica Lorenzo, en cuarto del Liceo Científico en Córsico. «Aquí es imposible dar una clase “normal”. Pero eso es lo bonito: los implicas en aquello que en primer lugar te ha atraído a ti. De lo contrario no lo consigues». En Navidad los más desatados han hecho regalos a sus “catequistas”. La vida de la comunidad de GS se ha entrelazado con la de la parroquia al conocer a don Marco. Aquí vienen los lunes a estudiar o a la iglesia por la tarde a rezar el Rosario por un amigo que está ingresado en el hospital. Don Michele, el coadjutor, les ha conocido en el instituto: «Sabía poco del movimiento. Cuando les veo moverse en la escuela o el bien que son para los chicos de la catequesis, es Jesús quien se muestra ante mis ojos». Una compañía que abraza todo, concreta. «No hay ningún discurso que valga», dice Giovanni. «Dado me dijo: “Ven y pruebas”. Y me quedé. Comprendí que sólo puedo actuar cuando alguien me llama por mi nombre. Voy detrás de otro. Es sencillo». «Porque nadie te juzga», interviene Martina. «El año pasado estaba en crisis. Suspendí. ¿Qué hacer? Volví a empezar partiendo de la amistad con ellos y con Dado y Flora (profesores y responsables de GS, ndr.), que no te dan respuestas teóricas, sino que están contigo y comparten tu vida».
Al final de una tarde de estudio en casa de Lucia, Giulia propone a su amiga: «¿Rezamos las Vísperas?». «De acuerdo». «Voy a la cocina a sacar el libro del bolso». A los pocos minutos Lucía la ve aparecer de nuevo en la habitación... seguida por sus padres. Rezan juntos. Relata: «Fue una sorpresa. Mi padre siempre ha sido muy escéptico con respecto a la experiencia de GS que yo había encontrado en el instituto, pero mis amigos le llaman la atención. Es algo que me construye como persona y cambia a los que están a mi alrededor». Niccolò, bachiller como ellos en el Liceo Alexis Carrell, pensaba por el contrario que ningún cambio puede ocurrir si no está bien planificado de antemano. Todo programado. Luego un día, observando cómo Anna y Giulia se escuchaban, el interés de la una por la otra, más allá de lo que se decían, eso le sorprende. «¡Un imprevisto podía ser... bello! Me parecía imposible. Lo mismo sucedía en su relación conmigo. Me escuchaban, cuando tenía algo que decir. La realidad no se clasifica, se acoge. Y esto nos hace felices». Matteo no miraba con buenos ojos a los de GS. Le gustaba ir a la discoteca y al bar con sus amigos. En el fondo podía bastar, si no hubiera sido por ese “vacío” que sentía dentro. Lo comenta con algunos compañeros. Lo invitan al Triduo de Pascua. Es escéptico; nunca había querido ir al raggio. Esta vez, ni siquiera él sabe por qué, acepta. Recuerda: «Han sido los tres días más bonitos de mi vida, desde el viaje en autobús. A estos nuevos amigos el vacío se lo había llenado Jesús».
COMO
Márika entra despacio en la habitación para no despertar a su hermana gemela. Pero Carlotta no duerme y le pregunta: «¿Dónde has estado?». «Con los chicos de GS. Me invitó Antonella, la tutora. Ha sido precioso. No sé cómo explicártelo. La próxima vez tienes que venir tú también. Es para nosotras». Viven en Cantù y todos los días van a Como, donde asisten a la Escuela Profesional Oliver Twist, nacida dentro de la experiencia de acogida de las familias de Cometa. Carlotta nunca ha visto a su hermana tan feliz. La situación familiar es difícil y ella va a clase, pero a menudo se adormece o se distrae. Decide fiarse y comienza a ir al raggio y el sábado, con los demás chicos, a preparar las cajas de alimentos para las familias necesitadas, y a pasar juntos la tarde. La vida cambia. También en la escuela. Un día intenta inútilmente hacer los ejercicios de matemáticas con vistas al examen. Nada que hacer, ni un resultado correcto. Hasta que Antonella le dice: «No eres la fracasada que crees ser». Recuerda: «Pensé que la vida podía ser bella incluso dentro de las dificultades. Sin estos amigos no habría sido posible. Ahora soy yo misma y puedo decir quién soy. A Cristo lo reconozco todos los días en sus rostros». En el simulacro de examen ha sacado 81 sobre 100.
El padre de Francesco tiene una incapacidad desde que él tenía tres años. Es un hecho que siempre le ha cabreado, aunque su padre le dijera que sin de todos modos él es un hombre feliz. «Esto no lo tragaba. Porque veía que era verdad. Quería serlo yo también. Pero únicamente había rabia». Tras dos años de liceo, decide que ese no es su camino y llega a Cometa, donde asiste al curso profesional de trabajador de la madera. «Sólo quería disfrutar de la vida. No sentía ninguna estima por mí mismo», comenta. La que en cambio sí sienten por él Paolo y Antonella. «Empecé a observarles. Ellos eran felices. Como mi padre. Los he seguido. Las circunstancias se han convertido en positivas. Es verdad que el primer lugar donde el Misterio acontece soy yo. No me quiero separar de estos amigos. Aunque para venir tenga que hacer más de una hora de viaje».
MONZA-BRIANZA
En el Liceo Clásico Zucchi de Monza en otoño hay una huelga. Se puede fingir que no pasa nada y quedarse tranquilamente en casa. Pero a Giovanni eso no le va. Por la noche, con la ayuda de su padre, escribe un panfleto sobre por qué él no está de acuerdo. Al día siguiente lo distribuye. Él solo, porque de GS en su liceo son... tres. «Algunos me tomaban el pelo y otros querían quemar los panfletos. Invité a todos a una asamblea para intercambiar opiniones. Vinieron muy pocos. No importa: no quería pasar esto por alto».
Como símbolo tiene el honey badger (el tejón de la miel). «Lo hemos estampado incluso en las camisetas», explica Alessandro del Instituto Técnico Industrial de Carate Brianza. «A pesar de sus pequeñas dimensiones, es el animal más valiente del mundo. Como él, queremos ser valientes al afrontar la realidad de manera positiva, confiando en las amistades que la vida nos regala». Quedan los viernes por la noche a cenar con Gibo, su profesor, y además organizan excursiones para descubrir los sitios más bonitos de Brianza. Un día invitan a Edoardo, el líder de los estudiantes. No tiene nada mejor que hacer y acepta. «Esa noche me impresionó la unidad entre ellos en nombre de algo importante». Los acompaña al Triduo de Pascua a pesar de que su madre no está muy de acuerdo. «Han sido tres días realmente bellos. Ahora entiendo qué es lo que buscan estos amigos: la libertad, que es relación con Dios. Por eso he vuelto a ir a Misa. Si miro para atrás me parece que antes mi vida era sólo el estudio y pasar el día. Podría haber sucedido lo mejor del mundo y no me habría dado cuenta».
Lo “mejor” Giovanna, en segundo curso en la escuela profesional InPresa en Carate. La vio al final de la excursión durante las vacaciones de invierno en Zuoz. «A Stefano, el profesor, le decía que no podía más con esa caminata y él decía: “Venga, aguanta un poco más”. Cuando llegamos a la cima y vi el panorama, los amigos, dije: “Bueno, valía la pena”. Son cosas que dichas por un amigo dejan huella. Pienso todos los días en una frase de Bale, una como yo pero mayor: “Giovanna, la vida no da asco”. Para ella es así».
Letizia, en el último curso del Liceo Tecnológico de Desio, cuando veía a sus padres discutir se hundía. En la familia flotaba un clima de sospecha, difícil de soportar. Su pensamiento era: si no me equivoco, mis padres seguramente me querrán. Pero no es tan fácil. En la escuela conoce a Gabriella. «Tenía sus problemas, pero estaba contenta. He probado a seguirla. Me he quedado con estos nuevos amigos. La situación no ha cambiado, pero mi límite, mis errores, han dejado de ser una guillotina. Puedo ser amada como soy. La situación familiar no ha cambiado, pero no me aplasta. El Señor tiene un motivo para dármela. Y Él quiere mi bien, no mi mal».
BUSTO ARSIZIO / GALLARATE
Un gran mesa rectangular. Alrededor, quince chavales procedentes de varios institutos de las zonas de Busto Arsizio y Gallarate. Y basta con plantear una pregunta: «¿Qué pasa en vuestra vida?». Matteo, con el cálculo de probabilidades que tanto le interesa últimamente, te dice que «en la vorágine del tran tran cotidiano en el que siempre corres el riesgo de caer, estoy descubriendo que mi primer problema es vivir de verdad». Luigi, de primero, tiene que recuperar alguna asignatura y busca qué es lo que puede quitar la angustia de no lograrlo cuando está encima de los libros. Giacomo estudia carpintería en Cometa y está sorprendido y agradecido porque, desde que hace las prácticas en una obra preparando el mortero, sus amigos han cambiado el horario de la Escuela de comunidad para esperarlo. También, Maddalena, Paolo, y Stefano, que con algunos compañeros han traído la muestra del Meeting sobre los jóvenes a Gallarate. En el grupo también está Gloria, que estudia contabilidad en un instituto público. «Conocí GS en primero a través de una profesora, María. Me apasionaba su manera de explicar. Su libertad. Hacía que todo te gustara». Ya no le da clase esa profesora. «Con algunos profesores es duro. Te explican las cosas así, sin pasión... Pedí a María estudiar a Leopardi en su casa. Y me llevé a Nicola, un compañero. Uno a quien jamás he visto tomar apuntes. Escribía. Y estaba entusiasmado». Tanto que lo comentan al día siguiente delante de una compañera y quiere unirse también ella. Es como tener una marcha más, comenta Gloria: «Gracias a haber descubierto lo que todos, en el fondo, desean».
Chiara está en quinto. «Empecé en GS hace un año. Siempre había estado en contra. Es más, lo odiaba. Quería hacer una “grupo alternativo”...». Recuerda bien cuándo abrió los ojos. «Era la tercera hora de clase. Lección sobre la familia. Yo, con mis padres separados, y aquella profesora que decía que el matrimonio es “para siempre”. Ni hablar. “El para siempre no existe”, pensaba. Fui a buscarla en el descanso». ¿Cómo podía decir eso? Hablan, la profesora la invita a la Jornada de apertura de curso de GS. «Recuerdo que escuchaba y lloraba. Porque todo aquello me agitaba el corazón». Ella, que jamás habría derramado una lágrima en público. «Me descubro cambiada. Y tampoco mis compañeros se lo creen. Con la selectividad cerca, me buscan para estudiar. “Tú no repites las cosas”, dicen: “Cuando te preguntan, surge siempre algo que es para ti”».
También Francesco toma la palabra. «El sábado 18 de mayo no fui a ver al Papa». Desde hacía un tiempo todo se le quedaba pequeño: «Desde el Triduo de pascua, estaba siempre triste». Ese sábado por la mañana la tristeza es aún mayor. «Llego a clase. La profesora nos hace leer un texto que habla de rutina e indiferencia. Luego explica que siempre se puede volver a comenzar. Y me doy cuenta que lo deseo. Volver a empezar. ¡Volver a vivir!». Llama a los amigos que están en la plaza de San Pedro. «“Pedimos por ti”, me dicen. Me he conmovido. Pero un bien así, ¿quién me lo da?».
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