Todos los hombres tienen el deseo de dejar huella, pero para hacerlo necesitan ser generados y pedir. Apuntes sobre el lema del Meeting
La palabra protagonista se utiliza muchas veces de manera parcial y equívoca. Por otra parte, la disyuntiva “o protagonistas o nada” puede resultar de primeras algo exagerada, pero si uno se detiene un momento, se comprende sencillamente que es verdadera. Lo cierto es que cada hombre, por su propia naturaleza, aspira a ser protagonista; cada uno de nosotros siente el deseo de dejar rastro. Nos resulta insoportable la idea de que el tiempo transcurra sin que lo vivamos hasta el fondo, nos repugna sobre todo la idea de que nuestra existencia en cuanto tal no sea algo único. La juventud es precisamente el momento en el que aflora la urgencia de ser protagonistas de la propia vida.
Sin embargo debemos constatar una debilidad extrema: es difícil que la realidad nos interese, como si nos hubieran convencido de que la realidad sólo nos afecta de manera marginal, o que puede reducirse a la parte que nosotros queramos escoger de ella. Es como si los hechos hubieran perdido eficacia, y se perciben como obstáculos de los que hay que liberarse o como límites que hay que superar. Nuestro interés por la educación nace precisamente de ser conscientes de esta dificultad con la que todos nos encontramos.
Nada de extraño
¿Qué idea de protagonista es la que ha fracasado? La pretensión de hacerse a uno mismo, de que uno mismo sea el centro. Este es el fallo del hombre moderno: identificar la realización de uno mismo como la superación de toda dependencia, creer que la personalidad nace de la autonomía. ¿Existe otra posibilidad fuera de la derrota definitiva de nuestro deseo innato de ser enteramente protagonistas? Don Giussani responde: «Protagonista no significa tener la genialidad o la espiritualidad que algunos tienen, sino tener un rostro propio que, en toda la historia y para toda la eternidad, es único e irrepetible».
¿De dónde procede esta irreductibilidad que nos hace protagonistas? ¿Se trata de una capacidad o de una decisión nuestra? No, es un dato de la realidad: yo no me estoy haciendo a mí mismo. Esta es una evidencia accesible para la razón. Tener por un instante esta conciencia significa un instante de verdadera conmoción: algo que no se justifica por sí mismo es algo que viene dado gratuitamente, por una presencia tan misteriosa como real. De ahí nace un nuevo afecto por lo que hay, que ya nunca se sentirá como extraño. Entonces, protagonista es el hombre que se da cuenta continuamente con asombro de que el propio “yo” está generado por algo que no es él mismo, por un infinito.
Uno comienza a ser protagonista cuando se encuentra con alguien que le llama por su nombre. No se trata de hacer grandes cosas: si uno se siente mirado así, se convierte en un sujeto inagotable, en un protagonista positivo. Si es cierto que el Misterio infinito ha entrado en la historia, entonces el protagonista es Él y nosotros llegamos a serlo en la relación con Él, siguiéndole.
La única respuesta
Por eso, paradójicamente, la única condición verdadera para ser protagonista es la sencillez. Somos pobres: ni podemos darnos la vida ni la respuesta a la felicidad. Por eso nuestra única posibilidad es mendigárselo a Él.
Concluyo con estas palabras de don Giussani: «El hombre vuelve a ser él mismo cuando se hace mendigo, mendigo de su destino. El verdadero protagonista de la historia es el mendigo: Cristo, mendigo del corazón del hombre, y el corazón del hombre, mendigo de Cristo».
SE HA DICHO
JEAN-LOUIS TAURAN Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso
«No creemos en la fatalidad de la historia. Creemos que el hombre no es necesariamente malo. Confiamos en el hombre porque sabemos que Dios le dio inteligencia y corazón, y con Su ayuda puede ser protagonista de un mundo mejor. Tenemos que estar unidos para decir al mundo que la humanidad es en primer lugar una familia en la que todos somos queridos por Dios personalmente».
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