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Huellas N.4, Abril 2013

BREVES

Responden los hechos
EXISTE UN DESIGNIO EN EL CASO CHIPRE, PERO ES (MUCHO) MÁS GRANDE QUE NOSOTROS

John Waters

Lo que sucede en la isla rebasa otro límite de la confianza. Y nos hace enfadar. Sin embargo, plantea una pregunta

Muy a menudo, en mi trabajo como periodista, tengo que enfrentarme al búnker que el papa emérito Benedicto puso ante nuestros ojos en su discurso al Bundestag de Berlín en septiembre de 2011.
Lo sucedido con los depósitos bancarios en Chipre ofrece un claro ejemplo de ello. Le pregunté a un amigo, dirigente de banca, si podía resumir en una frase la naturaleza exacta de la crisis económica. Me puso delante tres palabras: falta de confianza. Es imposible regenerar un sistema bancario – me dijo – sin que los bancos y quienes los dirigen gocen de la confianza de sus clientes.
Al día siguiente, ojeando los primeros titulares sobre la “bomba” chipriota, me preguntaba si alguien habría escuchado a escondidas nuestra conversación. Me sentía en la obligación de escribir sobre la crisis, e inevitablemente lo hice en términos de crítica. Esta historia me ha hecho enfadar a muchos niveles, empezando por la evidente estupidez de cuantos tomaron la decisión de la retirada forzosa sin tener en cuenta los efectos que podría tener en la frágil economía europea.
Pero también sentí una gran indignación ante la idea de que se había rebasado otro límite, y que las autoridades políticas y económicas habían demostrado estar dispuestas a desmantelar lo que hasta ahora había sido un punto firme, indiscutible: que los ahorros privados de los ciudadanos no deberían utilizarse para subsanar la insolvencia de los bancos. Al escribir sobre este punto, decía que el análisis más profundo se resumía en una palabra puesta en la pancarta de una manifestación a las puertas de un banco de Nicosia: «Ladrones».
Así, en esa parte de mi trabajo que tiene que ver con el búnker como tal, yo era intransigente en mi respuesta, pero no me percataba de las consecuencias. Expresaba mi rabia ante la traición de la confianza. Y al afrontar el tema de este modo, caí en una especie de desesperación. ¿Cuándo empezarán los responsables de la economía europea a prestar atención a lo que sucede en la realidad, a la gente?
Pero poco a poco, a medida que reflexionaba, me sorprendía otro pensamiento, casi opuesto: todo esto conduce a una meta, y lo que conocemos de la realidad en sus dimensiones más amplias nos dice que en último término esta meta será un lugar mejor. La realidad, lo sabemos, no es enemiga. Los hechos suceden dentro de un designio que, aunque pueda emplear mucho tiempo para manifestarse, es en último término un designio de esperanza. Yo tenía justamente esa sensación. Me parecía que, al rebasar el límite de la confianza, el caso Chipre encerraba también la promesa de un nuevo inicio. No sé explicar esto en los términos de la lógica cotidiana del búnker, pero tengo una fuerte sensación de que debe ser así.
Esto es lo que nuestra experiencia nos dice. Que Cristo, el centro de la historia, sólo desea el bien para su pueblo. Confianza y esperanza no son términos necesariamente ligados el uno al otro en el mundo terreno, pero en el fondo, en la realidad infinita, sí lo están. Al final, todos sabemos que existe una Providencia que vela por nosotros. A veces es difícil ver a través de qué mecanismos terrenos puede actuar. A veces, las acciones de los hombres van en la dirección contraria. Pero la esperanza trasciende todo eso. No es algo naïf ni irreal, al contrario, mantiene a la fe anclada en algo más grande que los mecanismos insignificantes producidos por el hombre. Y precisamente por eso, sabemos que pase lo que pase, la luz de la mañana de Pascua seguirá manifestándose como el significado último de la realidad.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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