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Huellas N.3, Marzo 2013

BREVES

La Historia

La resonancia

Esta mañana se despierta contenta. «Porque he dormido». Después de varios intentos, han dado con los calmantes adecuados. «Y porque existo». Todo debía haber terminado hace cinco años y medio, cuando le diagnosticaron un tumor en el seno, con metástasis en los huesos y también en el hígado. «Existo». Y luego dice que para ella «es demasiado fácil…». ¿El qué? «Ver que todo es un regalo».
Lela habla muy claro. «Es fácil porque vivo siempre en suspenso. ¿Se entiende? Pendiente de lo que pasa»: del hecho de que cada día en el hospital tiene encuentros inesperados, de que hay alguien que se acerca sólo para verla, del enfermero que la recibe, de la doctora «que es extraordinaria», de un amigo que la acompaña, de otro que va a recogerla. «Después no sé cómo irá la jornada. Los fármacos son muy fuertes, me están destrozando los órganos. Mientras, la enfermedad sigue avanzando. Así que estás allí y piensas: ¿y si tengo que dejar de tomar estos calmantes y vuelvo a gritar de dolor por las noches? ¿Y si hoy sufriera de repente uno de esos efectos secundarios que leo?...». Los interrogantes retumban como un zumbido, a veces violento. «Pero yo sólo tengo una necesidad, la del infinito». Lo dice como si dijera el nombre de alguien. «Busco lo que deseo allí donde estoy. Y normalmente estoy en el hospital».

Va allí todos los días. Una prueba tras otra, quimio, morfina y cortisona, y la radioterapia para aliviar el dolor de huesos. Mientras tanto, sus tres hijos están rodeados de amigos y familiares, un círculo que se agranda, «se agranda cada vez más». El día que se enteró de su enfermedad le pidió a don Giussani, al pie de su tumba, el milagro. «Y sucede todos los días». Hoy alguien recoge al pequeño para llevarle a clase de batería, luego lo lleva de vuelta a casa y le ayuda a hacer los deberes. Los otros dos tienen que ir al dentista; alguien los lleva y está con ellos. «Estamos rodeados de ayuda y compañía». Le encanta elegir. Me encanta elegir vestidos y cosas para la casa. «Me compro ropa que quizá no tendré tiempo de ponerme». Algunos la miran desconcertados cuando va de compras, «pero mi vida sigue. Y yo voy de compras». Todo lo contrario de derrumbarse. «Antes tenía una vida normal, de madre y esposa. Ahora tengo una vida plena. Y más bella. Porque la presencia de Cristo es palpable, la veo, la toco, todos los días».

Como en la última resonancia. Antes de entrar estaba tensa. La prueba diría si la enfermedad había afectado a los huesos. Después le espera otra ecografía importante. Pero mientras está esperando, con su marido y un amigo, recibe un sms: «El Papa ha renunciado». Se quedan de piedra. Llegan otros mensajes: «Expresaban malestar y confusión por la decisión del Papa. Yo no. En aquel momento me sentí en paz». Miraba el teléfono y pensaba: «¿Pero cuál es el problema? La vida es algo más grande que nosotros. Este hombre se abandona con toda su humanidad delante del Padre». Llega su turno, entra. «Este gesto tan verdadero del Papa me hizo abandonarme dulcemente. Me acompañó durante toda la prueba». Una hora y media dentro del tubo de la resonancia. «Estaba segura de que, fuera lo que fuera lo que sucediera después, sería la respuesta a mi pregunta. A mi pregunta de infinito».
Las pruebas no fueron bien. La enfermedad avanza. «Este es el resultado y también es la respuesta a mi pregunta, porque me abre al infinito que está Presente».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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