Tres días de encuentros, exposiciones, espectáculos, bajo un lema que en la Gran Manzana parece obvio: la libertad. Sólo que aquí, en vez de discutir sobre ella, se ha elegido otro camino, el de la experiencia. Del párroco de Newtown al alto directivo, pasando por Chesterton, el sonido afro y doscientos voluntarios, crónica de un evento que con el tiempo se ha convertido en un punto firme
Desde la esquina entre la calle 34 y la 8ª Avenida se ve despuntar el Empire State Building con toda su majestad. Un poco más allá, en la octava, brillan el cristal y el acero del rascacielos de Renzo Piano, sede del New York Times. El Manhattan Center fue construido a principios del siglo veinte para servir como Opera House. Después se convirtió en un estudio de grabación para artistas de la talla de Arturo Toscanini, Leonard Bernstein y Plácido Domingo. Desde hace tres años es también la sede, a mediados de enero, del New York Encounter, la manifestación promovida por la comunidad de Comunión y Liberación en EEUU y por el Centro Cultural Crossroads. Una voz en medio del estruendo de la Gran Manzana. La ciudad sigue girando en su vorágine, mientras el Encounter es ya un punto firme. Original. Que este año se permite el lujo de afrontar el tema clave de la cultura americana: la libertad. No sólo “Freedom (libertad)”, en abstracto, sino “Experiencing Freedom”, tener experiencia de la libertad, como reza el título de la edición de 2013.
Virus cultural. Tres días, tres conciertos, nueve conferencias, dos exposiciones, un bar, un restaurante, una decena de stands y más de doscientos voluntarios de todos los Estados Unidos. La manifestación crece y cobra fuerza. Y suscita cada vez más interés. Basta ver los cientos de personas que llenaban, en los principales encuentros, los 1200 asientos del Manhattan Center. Y los nuevos potenciales patrocinadores venidos expresamente para valorar si merece la pena invertir en los próximos años. Entre los voluntarios hay un poco de todo: el estudiante, el profesional, la chica coreana (ver box en la p. 42) que hace unas semanas empezó a participar en Escuela de comunidad. El corresponsal en Nueva York de un diario italiano trabaja aquí de voluntario como camarero. El estudiante milanés que acaba de llegar, que nunca había estado en EEUU, a quien han puesto a cargo del guardarropa de los voluntarios. Un puesto donde no se ve nada del Encounter y donde hay pocas visitas. En las cocinas está también un veterano de Iraq y Afganistán que apenas sabía lo que era CL, pero que llegó aquí invitado por su novia, que desde hace un tiempo queda con los amigos del movimiento. Al cabo de unas horas se mueve a sus anchas, como si estuviera en su casa.
Abriendo el evento se encuentra monseñor Lorenzo Albacete que, con su sonrisa socarrona, enseguida comenta: «Me han dado treinta minutos para hablar de la libertad. Realmente no tenemos vergüenza...». Sin embargo, ha sido media hora de la que sentirse orgullosos. «Para comprender lo que es la libertad, hay que mirar estos días a las personas que han hecho experiencia de ella: la experiencia de una satisfacción», arranca decidido Albacete: «No es fruto de una ideología o de un programa político. Sino el resultado de la obra de un hombre: Jesucristo. La experiencia de la presencia de Cristo está ligada a la experiencia de la libertad». Existe, sin embargo, un virus cultural (sí, en los días de la alerta por gripe dictada por las autoridades de Nueva York, Albacete utiliza adrede esta imagen) que reduce la posibilidad de tener experiencia de la libertad. Se trata del virus que la separa de la fe. «No es que se reduzca el alcance de la divinidad de Cristo; la separación se produce cuestionando su humanidad, es decir, su capacidad para responder a las exigencias de la vida de los hombres. Es el virus de la des-encarnación».
El primer testigo de esta manera original de concebir la libertad es Joshua Stancil, que lleva 17 años en la cárcel, en la actualidad en el Nash Correctional Institute en Carolina del Norte, y que ha escrito una carta con ocasión del Encounter: «¿Se puede estar agradecido por la cárcel? ¿Por la desintoxicación? ¿Por el cáncer? ¿Por el dolor de la infidelidad? ¿Por la debilidad personal? ¿Por cualquier clase de prueba? Hace diecisiete años habría contestado que no. Pero ahora... Aún me resulta muy raro decirlo, sólo puedo susurrarlo, pero la respuesta es sí. Porque en cualquier circunstancia puedo afirmar a Otro, puedo ofrecer, puedo decirle: “Tú”. Y puedo hacerlo teniendo la certeza de Su bondad y de la bondad última de la realidad, incluso cuando la apariencia es tan dura y fea que me turba hasta el silencio».
Las palabras del preso Joshua, leídas por el actor y escritor Tony Hendra, han resonado en la sala del Manhattan Center como una aguda provocación para un modo aburguesado de concebir la fe. Especialmente en una América que cuando habla de libertad piensa que se puede prescindir de la fe y cuando habla de la fe piensa que se pueda prescindir del deseo de libertad. Palabras provocadoras también para quien, como católico, piensa que la experiencia de la fe tiene un papel público que afecta todos los deseos del hombre, sus pasiones, sus intereses... pero que demasiado a menudo reduce su presencia en el mundo al activismo pro-vida. Del aborto, significativamente, no se ha hablado en el Encounter 2013, por lo menos de manera directa. Se ha hablado, sin embargo, de libertad religiosa, economía, derecho, literatura, música, arte contemporáneo.
La carga de los seiscientos. Entre los protagonistas de las tres jornadas neoyorquinas se encuentra Harold Korrell (ver box en la página de la izquierda), presidente del Consejo de Administración de la Southwestern Energy. Es uno de los ejecutivos mejor pagados de EEUU y ha venido al Encounter a hablar de lo que le permitió descubrir el mayor yacimiento de gas natural del país. Lo encontró donde nadie esperaba que pudiera estar: gracias a una fuerte curiosidad y a la capacidad de prestar atención a los indicios de la realidad, sobre todo los imprevistos. Debía quedarse sólo para su intervención. Al final se quedó tres días. A continuación, el ministro para las minorías de Pakistán, Paul Bhatti, hermano de Shahbaz Bhatti, asesinado por los fundamentalistas islámicos por su lucha en favor de la libertad religiosa. Francis Green, profesor en el Saint Francis College de Nueva York, ha propuesto en cambio una relectura del arte de los dos últimos siglos desde el punto de vista de la libertad: un recorrido apasionante desde Eugène Delacroix a Marina Abramovic, pasando por Kandinsky, Rothko y Warhol. Mientras que Dermot Quinn, del Instituto G. K.Chesterton para la Fe y la Cultura, ha mostrado la frescura y el anticonformismo del pensamiento chestertoniano. Angelo Sala, director del Crossroads, suda la gota gorda para vigilarlo todo. Y admite: «Jamás habría apostado que en Nueva York hubiera 600 personas dispuestas a seguir una conferencia sobre Chesterton un sábado a las 10 de la mañana».
En la “New York Encounter Trattoria” se come una estupenda pizza amatriciana. A la hora de la comida hay un gran bullicio de gente. Los camareros tienen que dar saltos mortales. El efecto es un poco el estruendo de las mesas. Pero es aquí donde la gente de verdad se encuentra. Para los amigos que viven en extremos opuestos de los EEUU, el Encounter se ha convertido en una cita fija. Davide, profesor en la Universidad de Indianápolis, el año que viene quiere traer también a sus hijos: «Sería un gasto importante, pero cada año merece más la pena».
A misa tras la masacre. Las veladas del Encounter han estado todas dedicadas a la música. Longing for Freedom, un recorrido por la música de autores americanos pensado por Jonathan Fields y seguido por The Manhattan Wind Ensemble; The Katrina Letters, un espectáculo, creado por Christopher Vath, dedicado a las cartas encontradas por una familia de Nueva Orleans, escritas por los padres durante su noviazgo en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Es la historia de un amor puro, sencillo. Libre, dentro del drama de él, que está en Europa luchando, y de ella que, temblando, lo espera.
En su intervención, Julián Carrón ha vuelto a proponer las palabras de Benedicto XVI para la apertura del Año de la Fe: hoy la fe ya no es un presupuesto obvio, es más, «este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado». El Papa habla de “desertificación” de la sociedad. Y para Carrón no faltan las señales de alarma: «La cuestión educativa, que se ha hecho aún más dramática precisamente aquí, en EEUU, por la reciente masacre de Newtown, la crisis económica y financiera, la disminución de la confianza en las relaciones, con la consiguiente disgregación de los vínculos sociales y la inseguridad del futuro». Y precisamente de la masacre de Newtown es de lo que ha hablado el padre Peter Cameron, director de la publicación Magnificat, y que trabaja como coadjutor en la parroquia católica en esa pequeña ciudad de Connecticut. «El domingo siguiente a la masacre, estaba en la sacristía de la iglesia antes de la misa de las 7.30 de la mañana. Entró un hombre. Nunca antes lo había visto, pero algo me decía que tenía alguna relación con lo que había sucedido. Se presentó como Michael Murphy, el marido de Anne Marie Murphy, una de las profesoras asesinadas. Pero, ¿por qué el señor Murphy estaba en la sacristía a aquella hora? “Tengo cuatro hijos mayores”, me dijo, “y están pasándolo muy mal por la muerte de su madre. ¿Podría, por favor, decir algo para ayudarles?”. ¿Por qué vino Michael Murphy a buscar a un sacerdote, en lugar de un asesor, o un analista o un psiquiatra? Por una espera infinita... a la cual sólo Jesucristo puede dar respuesta. La fe no es algo opcional». Y después el pequeño que, acompañado por su madre, quiere que le bendiga su medallita. La madre confiesa en voz baja: estaba en la Sandy Hook, lo vio todo, logró escapar porque el chico se detuvo para volver a cargar el fusil». Ejemplos de vidas “tomadas” por la fe. Existencias sorprendidas por una inesperada libertad.
En la fiesta final Maurizio Maniscalco, presidente del Encounter, habría querido que la Arturo O’Farrill Band no dejase nunca de tocar. Mirar a la gente que baila es tan bello que no te cansarías nunca de hacerlo. Es la música afro-cubana, es verdad. Pero quizá se trata también del impacto recibido en estos días. Una novedad que se está introduciendo en ellos. La Estatua de la Libertad está allí quieta. Ellos bailan.
«OFRECÉIS A TODOS UNA EDUCACIÓN»
Debía hablar y volverse a ir. Pero cuando ha visto, Harold Korrell, director de empresa, ha decidido quedarse. Y ahora...
«Estoy aquí porque me invitaron dos amigas que participan en el Crossroads en Houston. Luego, cuando vi el programa, me preguntaba quién podía hacer algo de este tipo y por qué. Entonces decidí venir a verlo. Siento curiosidad», le dijo Harold Korell a Maurizio Maniscalco. Presidente del Consejo de Administración de la Southwestern Energy, gerente de 31 millones de dólares (Forbes), llegó a Nueva York en su jet privado. En su intervención habla de su modo de trabajar: «No pensar nunca que ya lo sabes, lo que dicta lo que hay que hacer son los acontecimientos inesperados». Como el Encounter: una sorpresa. Por eso ha querido quedarse más tiempo del debido. Se ha quedado encantado con la explicación sobre la música que ha hecho Jonathan Fields. «Nunca había comprendido gran cosa, pero ayer por la noche, con aquel hombre que te cogía de la mano y te hacía ver... He seguido todo, he comprendido todo. Ha sido bellísimo». Después ha querido seguir el testimonio de John Waters titulado “Deseo, libertad y satisfacción”: «Despertaba mi curiosidad la palabra “satisfacción”». ¿Satisfecho, precisamente? «Mi padre era camionero en Wyoming. Tuve que esforzarme y luchar para poder ir a la universidad. Para tener una educación. Aquí en el Encounter vosotros ofrecéis una educación a todos. Gratis».
«PERDONE, PADRE, PERO ¿QUIÉNES SON ESOS?»
Historia de KIM, que de Corea se ha encontrado en la trattoria del Encounter porque un día, en la parroquia...
Kim es una figurilla delgada que se mueve veloz entre los fogones de la Trattoria del Encounter. Tiene 25 años, nació en Corea y estudia Economía en Nueva York. Recibió hace poco el Bautismo en la parroquia del Santísimo Sacramento en el Upper West Side de Manhattan. «Me hice católica por dos motivos», relata: «Mi abuela era católica. Era una persona abierta a todos. Era siempre optimista. Sólo hoy comprendo por qué. El otro motivo es que oí hablar al padre O’Connor, el párroco de la Blessed Sacrament Church. Había ido a muchas iglesias. Los pastores a menudo hablan de cómo debemos comportarnos. En cambio él hablaba del amor por Cristo». Va a catequesis. Muchos adultos y personas mayores. Pero al llegar a los encuentros ve también a otro grupo que se mete por una puerta lateral. Gente joven, de su edad. «¿Quiénes son?», pregunta al padre O’Connor. Él dice: «Los amigos de CL». La semana siguiente entra por la otra puerta. Desde entonces va a Escuela de comunidad. «¿Por qué trabajo como voluntaria? No puedo ir a Afganistán o a África. Este es mi modo de empezar con lo que tengo». ¿Pero por qué? «Cuando era adolescente tuve muchas dificultades. Tenía problemas que no lograba superar sola. Ahora sé lo que significa tener a alguien al lado. Estoy aquí para poder ser yo también una ayuda». Este es su primer Encounter. «Hay gente de todas las edades. De proveniencias dispares. De distintas profesiones. Estos días han sido como un cuento de hadas».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón