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Huellas N.11, Diciembre 2012

BREVES

La Historia

«Porque estoy vivo»

Sábado 24 de noviembre, primera hora de la tarde de la Jornada Nacional de Recogida para el Banco de Alimentos. Frente a la cárcel de Opera, en la periferia de Milán, Carlomichele mira el reloj. Guido le da un codazo: «Tranquilo, que ahora llega. ¡Nos has hecho venir media hora antes! Y aquí nos tienes». Desde hace tres años Carlomichele, junto a su amigo Lorenzo de la asociación “Encuentro y presencia”, todos los sábados acude a la cárcel para ver a los presos. Sabe que para ellos hoy es un día fuera de lo común. Se oye una voz: «Ahí está. Acaba de aparcar». De un coche sale el ex capitán del Milán, Franco Baresi. Saludos y apretones de manos. «¿El peto?», pregunta. Guido le acerca uno. «Estamos todos, vamos».
Se abren las puertas. Dentro les está esperando el equipo de dirección de la cárcel. Más saludos. «En el almacén del fondo están los palés con los alimentos que han donado los presos», les señala uno de los trabajadores. «Como el año pasado», piensa Carlomichele. Esta vez esperaba recibir las cajas directamente de manos de los presos. Pero al menos este año les dejan entrar en las secciones. Empieza la visita.

Primera sección. Las celdas están abiertas. Al fondo se oye: «¡Forza Milan!». Risas y un gran griterío. «Ante todo, queremos daros las gracias a todos por los alimentos que habéis donado», explica Guido. A los pocos segundos, un preso de la primera celda dice: «Perdonad, pero yo no sabía nada. ¿Puedo daros algo ahora?». Carlomichele se acerca: «Lo siento, ya no es posible. Pero no importa…». «¿Cómo que no importa? Ven, quiero dar algo». No le deja irse hasta que no acepta un paquete de pasta y una botella de zumo de frutas. Y empieza el boca a boca.
A lo largo del pasillo suenan más voces: «Yo también quiero dar». «No lo sabía». «Espera que busco algo en la despensa». «No os vayáis sin algo mío». «Yo ya he colaborado, pero he encontrado otra cosa…». Y así en las cinco secciones. Mientras Baresi estrecha manos, se para a hablar con ellos y regala autógrafos, cinco grandes cestas, surgidas de la nada, se llenan de alimentos. Uno de los presos llama a un voluntario: «Ven. Toma. Lo acabo de comprar. Está delicioso». Le pone entre las manos un trozo de jamón. «Se va a estropear, no podemos aceptarlo». «¿Pero tú no sabes que este es uno de los bienes más valiosos que hay aquí dentro? Donarlo me hace feliz». Estás muy contentos. Parece una fiesta.

Última sección. La comitiva ya está al final del pasillo. Carlomichele vuelve atrás, a la celda de un preso que prácticamente ha vaciado su despensa. «¿Pero por qué lo has hecho? ¿Por qué te importa tento?». El hombre le mira: «Doy porque estoy vivo».
Unos días después, Carlomichele recibe un mail de la dirección carcelaria: próximamente permitirán entrar a otros seis voluntarios de la asociación. «No me lo esperaba». Tampoco se esperaba para nada ese día de recogida…

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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