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Huellas N.11, Diciembre 2012

ENTREVISTA / Fe y razón

La pregunta radical

Samuele Busetto

Es «un hombre culto», «un europeo de nuestros días». JOHN HUGHES, reverendo anglicano y decano en Cambridge, se mide con la pregunta de Dostoievski: ¿todavía es posible creer en la divinidad de Cristo? Una pregunta más actual que nunca en este Año de la Fe

Paredes de ladrillo rojo. Pilares de piedra. Arcos de ojiva. Alrededor, todo es hierba verde y árboles de espeso follaje. El Jesus College, con su encanto austero, lleva allí desde 1496. Antaño fue un monasterio que alojaba a una comunidad de benedictinas fundada en el siglo XII. En este lugar glorioso estudiaron varios pilares de la cultura inglesa, entre otros el poeta romántico Samuel Taylor Coleridge, el teórico de la demografía Robert Malthus y el filósofo contemporáneo Roger Scruton. Actualmente el decano y capellán es el jovencísimo reverendo doctor John Hughes. Nacido en 1978, anglicano, apasionado por los viajes y el buen comer, da clase de Filosofía, Ética y Doctrina en la Facultad de Teología. En 2007 escribió The end of work: theological crithiques of capitalism (El final del trabajo: crítica teológica del capitalismo). En su época de estudiante se acercó al movimiento anglicano Radical Orthodoxy, fundado por el teólogo John Milbank, gracias al cual Hughes conoció a algunos estudiantes de CL. Es un hombre culto, un europeo de nuestros días. Trabaja inmerso en un contexto cultural trabado de secularismo y pensamiento positivista.
Por eso le invitamos a medirse con la pregunta de Dostoievski: «Un hombre culto, un europeo de nuestros días, ¿puede creer, verdaderamente creer, en la divinidad del Hijo de Dios, Jesucristo?». Le entrevistamos a los dos meses de abrirse este Año de la Fe.

Doctor Hughes, ¿qué puede responder a la pregunta del escritor ruso?
En el ambiente que me rodea, hasta hace veinte o treinta años la actitud más común era la de una cierta simpatía hacia la imagen de Jesús en cuanto hombre bueno, pero su divinidad no se tomaba en seria consideración. Sin embargo, hoy el reto de Dostoievski a la cultura europea se está haciendo más radical. Entre mis alumnos hay dos posiciones. Por un lado, están los que ya no creen en Jesús ni siquiera como hombre. Encerrados en un nihilismo de fondo, han dejado de creer siquiera en la humanidad, en lo humano en general. Por otro, están los que vuelven a formas de cristianismo integral, al encuentro con el Cristo real, que es Dios. Esta pregunta está más viva que nunca aquí, entre algunos de los más cultos – a veces, supercultos – profesores europeos. La cuestión de la divinidad de Cristo resulta absolutamente vital, y hay personas que responden de forma afirmativa. Algunos de mis compañeros más cultos han entregado su vida a Cristo, tanto profesores como estudiantes. Pienso a menudo que, al menos por lo que respecta la experiencia de mis alumnos, la cultura europea no es necesariamente lo que les aleja de Cristo. Pienso al menos en un par de personas, estudiantes y profesores, cuyo descubrimiento de Cristo en estos últimos años empezó precisamente a partir de la cultura, gracias a obras maestras de la literatura o de la poesía cristiana. A menudo, es justamente el colapso total de la cultura lo que aleja a los hombres de Cristo.

¿Pero usted cómo identifica la divinidad de Cristo en su vida cotidiana, en la relación con sus alumnos y compañeros del college?
Sobre esto, he aprendido mucho de Comunión y Liberación y de otros teólogos católicos que he leído. En mi ambiente, en la cultura académica, existe el peligro real de una separación entre el corazón y la mente. Esto genera una tendencia a hablar de la fe en términos puramente intelectuales, que no tienen ninguna incidencia en la propia vida concreta. O al menos la gente parece como intimidada, reacia a hablar verdaderamente de cómo la fe influye en su existencia. Sin embargo, creo haber descubierto que, incluso cuando la gente se entusiasma con las ideas, como dice Julián Carrón, el papel del corazón es clave. No el corazón como algo sentimental, contrapuesto a la mente. Más bien, el corazón como el nivel más profundo de la conciencia que tenemos de quiénes somos y cuál es nuestro deseo más verdadero. Esto tiene que ver con la totalidad de mi vida.

El corazón entendido como juicio personal sobre lo que me sale al encuentro, lo que tengo delante...
Exactamente. Recuerdo que esto era muy fuerte en mí cuando era joven, cuando empecé a descubrir la fe. Yo imparto un curso de catequesis anual para la preparación de adultos al Bautismo y la Confirmación. Cuando hablo con estas personas, muchas veces me conmueve ver cómo ellos, que a menudo desean llegar a ser auténticos intelectuales, tienen una percepción profundamente singular de cómo han encontrado a Cristo en su vida. Inicialmente, creía que uno de ellos había llegado sólo en una mínima parte a la fe gracias a sus estudios. Carecía totalmente de background religioso y estudiaba libros sobre la tragedia. Una vez me contó que la fe para él era algo real y personal. Dijo que una persona muy cercana a él había enfermado, y que fue entonces cuando empezó a rezar. Se dio, por tanto, una convergencia entre lo que él estaba estudiando y la experiencia del sufrimiento y de la incertidumbre respecto al futuro que vivió. Dijo que el confiarse a Dios mediante la oración en aquella situación le había convencido para hacerse cristiano. Ver cosas como éstas me ha cambiado.

¿Por qué?
Me ha hecho más consciente. Ahora, cuando predico el domingo por la mañana trato de hacerlo teniendo estos hechos en la mente. Lo mismo cuando administro el sacramento de la Confesión, que para la Iglesia de Inglaterra no es una tradición muy importante. Se ve más bien como una práctica que va más allá de la común devoción. En estos encuentros cara a cara, hay gente que pide ayuda para comprender de qué manera Dios puede ser real para ellos en las decisiones de cada día, ante los desafíos morales y espirituales que tienen que afrontar. Como he dicho, la centralidad del corazón es lo que más he aprendido de CL. Creo que ha cambiado realmente mi ministerio. Incluso me ha ayudado a ver que es algo realmente importante para muchos de mis estudiantes.

¿En qué sentido?
En mi college hay estudiantes que, a partir de un background protestante, han asumido una impronta muy evangélica. Creo que la amistad con los chicos de CL y el descubrimiento de la importancia del corazón en la vida cristiana me han ayudado a comprender mejor de dónde nacían las exigencias de ese grupo de gente, algo que de otro modo no habría llegado a entender. He visto que no me basta con saber hablar de un modo preciso y competente sobre cómo Cristo es real hoy. En el carisma de don Giussani, la importancia de la presencia de Cristo evita la unilateralidad que tiende a infiltrarse en la concepción del corazón: el acento sobre el corazón no se convierte en sentimentalismo, ni en anti intelectualismo, ni en individualismo – todos ellos peligros presentes en nuestra “versión inglesa” de la devoción –, porque va unido a la centralidad del hecho histórico de Cristo y a la naturaleza social de la Iglesia.

Usted ha escrito un libro sobre el significado del trabajo, donde repasa diversas concepciones del trabajo – desde Karl Marx a Juan Pablo II – y documenta la progresiva pérdida de vínculos con lo trascendente, que constituye la verdadera dignidad del trabajo. Carrón alude a la dificultad que supone percibir a Cristo separado de la vida real. ¿Cómo percibe en nuestra sociedad esta distancia de Cristo respecto al trabajo?
Esta distancia tiene dos orígenes. En el primer caso, la distancia nace de la presión de la cultura secularizada, que nos empuja, en cierto modo, a pensar en las cuestiones de todos los días como totalmente separadas de Dios. Así, se reduce la fe en Cristo a devoción, en vez de considerarla como algo que da forma a la vida entera. En el segundo caso, se establece una distancia cuando lo que hacemos por Cristo es algo vacío, sin interés real, que tenemos que llenar con nuestros intereses particulares. Se pierde por tanto la relación entre las exigencias del corazón humano y Cristo. Sin embargo, esta relación debería ser la fuente viva de cualquier acción cristiana: del trabajo a la política. Incluso el estudio de la Biblia o la oración pueden quedar al margen de la relación con Cristo, y así acaban en la nada. «Sin mí no podéis hacer nada». La clave es cómo nosotros volvemos a fundar en Cristo nuestra vida cotidiana, como personas y como sociedad.

¿Qué le ayudado a hacer frente a este desafío?
He leído muchos libros, sin duda. Pero lo más importante, tanto en el encuentro con Radical Orthodoxy como con CL, ha sido la amistad. Todo comienza siempre, y continúa, con la amistad. Veo que esto es algo de lo que también se dan cuenta mis alumnos.

¿Por qué?
Los estudiantes están en un periodo particular de la vida, en el que saben lo importantes que son las relaciones, y están llenos de energía y de apertura, y por tanto también están abiertos a Cristo. Con Radical Orthodoxy fue así: en los últimos 14 años, estas personas, mis profesores y mis compañeros, han sido también mis amigos; me han mostrado a Cristo, y qué significa seguirle, y seguirle hoy.

¿Esta experiencia repercute a nivel cultural?
En mi reflexión sobre el trabajo, por ejemplo, afirmo que gran parte de la forma que tiene el mundo moderno occidental, con una irrefrenable carrera hacia el dinero, el juicio negativo sobre el tiempo libre, el ansia de beneficio, el deseo de hacer que todo sea funcional, se debe al hecho de haber eliminado la relación con Dios del trabajo y de la vida del hombre.

Don Giussani subraya a menudo que la relación con Cristo, con su divinidad, es lo que hace florecer nuestra humanidad…
Sí, Cristo verdaderamente nos habla a cada uno de nosotros. Eso se debe a que es Él quien nos ha hecho. Por eso su divinidad es tan importante. Él nos habla como nadie más puede hacerlo, porque es nuestro creador. Por eso satisface todas nuestras necesidades más profundas, porque nos ha hecho tal como somos. En teología, podríamos definirlo como “creación orientada a la salvación”. Me parece comprobarlo a mí alrededor: cuando uno descubre la relación con Cristo, no lo percibe como algo ajeno sino como la materialización de lo que siempre había deseado y buscado. De esta manera, uno se siente en casa, vuelve a casa.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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