De niño jugaba en los jardines delante de las obras. Hoy, al cabo de veinte años sirviendo al templo expiatorio, es el arquitecto director y coordinador. JORDI FAULÍ explica qué significa seguir a un maestro para construir «el templo y la propia persona». El trabajo en equipo, la fidelidad al origen, y la finalidad: «Despertar a los corazones adormecidos». Un camino humano en el que «cada día es un desafío»
«Nací cerca de la Sagrada Familia. Recuerdo que de niño venía a jugar a estos jardines que están delante de las obras. Bajo mi mirada veía crecer la fachada de la Pasión».
Quien habla así es Jordi Faulí, desde hace poco más de un mes nombrado nuevo arquitecto director del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona, la única “catedral” contemporánea en construcción. Lleva toda una vida trabajando en ella: empezó recogiendo limosnas para el templo (es un templo expiatorio y se sostiene solamente con donaciones privadas; ndr.); se convirtió en el coordinador de una parte de los voluntarios que se repartían por las calles de la ciudad para recoger donativos, hasta que en 1990, todavía sin terminar los estudios universitarios, «el director de entonces, Jordi Bonet, me propuso que colaborara con él en la construcción del templo».
Después de Gaudí y de sus asistentes, siguieron varias generaciones de constructores, pero todos – arquitectos, albañiles, obreros o picapedreros – fueron llamados a “colaborar en la creación”, según lo que amaba decir el mismo Gaudí, y a contribuir a «despertar de la tibieza a los corazones adormecidos», como consta en el pergamino colocado el 19 de marzo de 1882 en la primera piedra del templo.
Hablando con el arquitecto Faulí, la conversación no se centra en un pasado que queda para la historia o en un futuro del que sacar exclusivas (se prevé que las obras finalicen en 2026). Lo que sorprende en él es la pasión por el presente, por el trabajo “bien hecho”, por su tarea, como si fuera un regalo cotidiano que recibe como persona y como profesional. Por ello, día tras día, alimentándose de esta sorpresa que “despierta el corazón”, entrega su vida a la edificación de este templo.
Usted lleva muchos años trabajando en la Sagrada Familia. Para un profesional como usted, ¿qué significa tener que seguir el proyecto de otro?
En mi caso particular, este “otro arquitecto” no es uno cualquiera: es Antoni Gaudí. En cierto sentido, yo me siento un colaborador suyo, con toda la responsabilidad que esto conlleva. Colaboro con un arquitecto al que no puedo dirigirme directamente, del que conozco las aspiraciones y modelos detallados, dibujos y bocetos. Mi tarea – nuestra tarea – es la de mirar constantemente a lo que de él se ha conservado, “interpelando” lo que él nos dejó, estudiándolo, interpretándolo y progresando con la mayor fidelidad a los documentos originales. Por otra parte, tenemos una ventaja innegable a la hora de trabajar: Gaudí dedicó los últimos años de su vida a preparar materiales, modelos y formas que nosotros pudiéramos comprender y realizar en el futuro. Lo cual nos ha llevado a conocer cada vez más a fondo a Gaudí y nos ha proporcionado informaciones cada vez más claras sobre cómo construir, y sobre todo sobre cómo él pensaba que se podría llevar a cabo su proyecto.
¿Quién es hoy para usted Antoni Gaudí?
Gaudí encontró en la arquitectura la manera de servir a los demás – a sus clientes, a la sociedad y a Dios – con sus edificios. Era una persona con una gran fe, lo cual le permitía tener ideas muy claras sobre la vida y el camino para buscar en ella la felicidad. Tenía muy claro qué significaba ser católico. Para él vivir como Jesús era la mejor manera de vivir en esta tierra. Toda su arquitectura lo demuestra, no sólo en sus formas y simbolismo, sino también en su manera de construir.
Actualmente, ejerce la misma responsabilidad que tuvo Gaudí en esta obra, es decir, ante la humanidad entera y ante Dios…
Gaudí pensó en la Sagrada Familia como en una obra de arte en primer lugar bella, porque la belleza es el primer cauce para comunicar el mensaje del Evangelio y mostrar a todos la presencia de Dios.
Esto supone una responsabilidad a dos niveles: el primero es la responsabilidad del proyecto, de la construcción. Tenemos que edificar fielmente, siguiendo su propuesta, fruto de una creatividad extraordinaria. En el interior de la Sagrada Familia existen espacios con una estricta función litúrgica y otros que, aún sin tener claramente esa función, deben igualmente expresarla, ser signos de la realidad salvada, devuelta a su significado, mediante una belleza y una sensibilidad acorde con el edificio. En este momento, por ejemplo, estamos ultimando el proyecto de la torre central dedicada a Jesucristo: su interior se podrá visitar y tenemos que pensarla a partir de una belleza que no desmerezca el alcance simbólico de la torre, mediante un recorrido ascendente hacia la cruz de cuatro brazos que culminará la torre.
El segundo nivel es el de implicar a cada persona, valorando su aportación particular al trabajo común: es indispensable propiciar el mismo espíritu de colaboración que perseguía Gaudí, de manera que cada cual aporte lo mejor que pueda para realizar el bien común que es la edificación del templo. Se trata sin duda de una gran responsabilidad.
También Gaudí, aún siendo el responsable último, no estaba solo. De la misma manera nosotros somos un equipo de arquitectos y obreros muy buenos y con una sólida experiencia profesional que juntos permitimos que las obras avancen.
Sin embargo, también en la Sagrada Familia sería posible trabajar siguiendo una especie de rutina o en virtud de la mera competencia...
Hay algo que es muy importante: aquí cada día es distinto. Y cada día supone un desafío. Es una de las grandes ventajas que tiene el hecho de trabajar en la Sagrada Familia. Trabajamos en continuidad con el origen, desde la colocación de la primera piedra. Una de nuestras responsabilidades es la de no interrumpir esa continuidad. Somos conscientes de ser los sucesores de quienes nos han precedido, tanto en la experiencia como en el proyecto, tanto en la manera de construir como en el modo de trabajar, en las relaciones humanas. Por ello, tratamos de mejorar y de resolver los problemas que se nos presentan día tras día.
¿Cuándo puede afirmar usted que «tiene experiencia»?
Mire... ¡lo comprueban los hechos! Por ejemplo, cuando vemos realizado lo que Gaudí nos dejó en maquetas de yeso. Hemos tenido que estudiar muy a fondo estas maquetas: estudiar las proporciones, las formas, las intersecciones, para poder realizar la nave central tal y como la pensó Gaudí. Mediante estos estudios obtuvimos la información que necesitábamos para diseñar los prototipos que luego hemos aplicado en otras partes del proyecto, de las cuales Gaudí sólo nos dejó dibujos sin más detalles. Gracias a estos estudios se han podido proyectar el transepto y el ábside. Lo que hemos realizado se debe a Gaudí, porque sin él no lo habríamos conseguido.
Hay también aspectos que se refieren a cuestiones distintas, me refiero a las personas. Es importante que todos los que trabajan aquí participen en el desarrollo de la obra. En un momento dado, las opiniones de un albañil o de un modelista, nos han dado muy buenos resultados. Preguntar y escuchar nos ha llevado a entender mejor detalles del proyecto, porque lo que es valioso no es solamente mi experiencia, sino la de todos y cada uno de los trabajadores.
Trabajar en la Sagrada Familia, por tanto, implica también un camino humano.
Sin duda. Yo he madurado, he crecido, ¡y mucho! He aprendido a estimar, a querer y a valorar a mis colaboradores, he aprendido a tener la paciencia necesaria para integrar la aportación de todos. Hay cosas que no te salen al primer intento, y tienes que aguantar y tener paciencia para conseguirlas; algunas relaciones al comienzo no resultan fáciles. He aprendido a confiar en las personas. El hecho de ocupar este cargo me obliga a conocer más a Gaudí, no sólo su arquitectura, sino también su vida. He aprendido mucho de las visitas a la Sagrada Familia, de los comentarios que hacen las personas que acompaño y los amigos; he aprendido de mis colegas arquitectos, de los que me han precedido y de los que me acompañan ahora.
Además, no estoy solo. En primer lugar, trato de que me acompañen mis compañeros de trabajo, los responsables de las distintas áreas, mis directos colaboradores. Luego, me ayudan personas que aman a Gaudí y a su obra: amigos míos, amigos que pertenecen a la Iglesia, tanto si trabajan en la Sagrada Familia como si no, los responsables del arzobispado, y la Iglesia del mundo entero que llega hasta aquí para visitarla. Necesitamos de esta comunión en nuestro trabajo cotidiano.
¿Cuándo puede decir: «Ya lo hemos conseguido, esto está bien»?
Hay un elemento fundamental, una técnica extraordinaria que consiste en la observación de las maquetas y los modelos, tanto los que nos dejó Gaudí como los que elaboramos. Las tres dimensiones, en efecto, sirven mucho mejor que los planos en dos dimensiones o las visiones virtuales. Cuando preparamos las maquetas, los criterios de los proyectistas de la oficina técnica – inicialmente distintos – se acercan unos a otros progresivamente hasta que las soluciones cobran cierta evidencia, o por lo menos muestran el camino a seguir.
Es necesario dejar que pasen los días. Todo tiene que reposar, necesitamos reflexionar, revisar el proyecto, escuchar. Y en un momento dado llega la hora de decir que “sí”. Obviamente esto resulta más fácil si disponemos de maquetas originales de Gaudí.
Un ejemplo: el capitel del ábside. Después de 43 versiones todas distintas, llegamos a una solución muy parecida a la de Gaudí. No era indiferente que el capitel reprodujera o no el movimiento de los astros alrededor de los planetas, para mostrar cómo la geometría tiene su fundamento en un fenómeno de tipo natural.
Su carrera de arquitecto ha sido bastante distinta de lo tradicional. ¿Ha estado siempre contento con su trabajo?
Sobre todo en mis primeros años, pensaba: me gustaría crear proyectos, hacer “mi” arquitectura. Es curioso, pero desde el punto de vista profesional no tengo la necesidad de diseñar otros edificios. Me honra continuar la obra de Gaudí, trabajar hombro con hombro con mi equipo.
Mi aspiración no es la de ver acabada la Sagrada Familia, sino más bien la de construir lo que me toque con el máximo cuidado y la mejor calidad, para que viéndolo se despierte en el corazón de las personas el asombro por Dios.
“QUIÉN ES”
Jordi Faulí i Oller nace en Barcelona el 30 de septiembre de 1959. En 1990 empieza a trabajar de arquitecto en la Sagrada Familia, formando parte del equipo de Jordi Bonet i Armengol. Tres años después le nombran arquitecto director adjunto (en la foto, aquí al lado, una imagen inédita tomada desde lo alto). El 1 de octubre de 2012 sucede a Jordi Bonet como arquitecto director y coordinador, cargo que le confiere el Patronato de la Junta Constructora de la Sagrada Familia.
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