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Huellas N.11, Diciembre 2012

PRIMER PLANO / Oriente Medio

Llevar la cruz en Gaza

Andrea Avveduto - Fotos de Giovanni Zennaro

Una semana de infierno. Una tregua frágil, que no se sabe cuánto durará. Entre las incursiones de Hamas y la ofensiva de Israel, para los cristianos que viven en la Franja la Navidad supone hacer cuentas con la razón de su fe y su presencia. Una realidad que parece nada ante el poder de los demás. Las vidas de George, Johnny, Hanna, Diana… Una pregunta continua: «¿Por qué?». Y sólo una seguridad: «Dios está trabajando»

«Hola Gabriela, espero que estés bien…» La carta de George a su amiga empieza con una preocupación. Por ella, que vive en la apacible Italia. George Antone está atrapado en la Franja de Gaza desde que nació, y es cristiano. Una de las 2000 almas entre un millón y medio de musulmanes. Empieza estas breves líneas mientras un ataque israelí está bombardeando la casa del vecino. «Gaza está en guerra, pero sabemos, en lo profundo del corazón, que el Señor no nos deja solos». Las llamadas van y vienen por las líneas de teléfono y George confía muchas de sus preocupaciones, con miedo y esperanza, a las redes sociales. Y también en algún correo que envía a sus amigos. «Ahora nuestra vocación es llevar una parte de la cruz de Cristo y mostrarla a los demás. Sostener ese leño glorioso en lo que vivimos es el deber de todo cristiano».
Incluso cuando la vida te depara miedo y violencia. Momentos que George ha vivido a menudo, en esos días de guerra que terminan en las portadas de los periódicos de todo el mundo, antes de una tregua tan frágil que, sin duda, no permite que el miedo pase. Los ataques de Hamas. La ofensiva israelí. La Tierra Santa de nuevo al borde de la guerra. Y ellos, los cristianos, tienen que hacer cuentas otra vez con las razones y las raíces de su presencia, tan pequeña que puede parecer nada bajo las bombas y ante el poder de los “demás”, y sin embargo tan importante, decisiva, allí donde todo empezó.

«Salid a su encuentro». Dentro de poco será Navidad. Y George se acerca a ella así, sin electricidad y con las ventanas de su casa abiertas para que el ruido de los misiles no rompa los cristales. Y además pasando las noches en vela, junto a su hija Laila. «Cada vez que los misiles retumban le decimos que están llamando a la puerta». Pero no abre nunca, por miedo de quién – o qué – pueda entrar. George teme que la pequeña pueda sufrir algún trauma que la deje marcada para el resto de su vida. «Rezad por los niños – escribe en Facebook durante las noches en blanco –, ellos no tienen la culpa de lo que está sucediendo entre estas falsas ideologías». Y después añade: «A vosotros que estáis sufriendo, haced como dijo Él: id a su encuentro. No en coche o a pie, en avión o en un misil. Usad el rosario».
En la comunidad cristiana local son muchos los que lo rezan, cada día. Cada uno en su casa, escondido del miedo, durante esa semana de infierno. Tras la tregua, confía tres simples palabras a su diario: «Dios está trabajando». George nunca ha dudado. Basta mirar a sus ojos, en las fotos de estos días publicadas en Facebook, para estar seguros. Sí, Gabriela, y también George, están bien. Incluso se podría decir que es un hombre feliz.
«¿Por qué Dios permite que pasen estas cosas en Gaza?» El desahogo de Johnny hace callar en seguida a sor Nabila, amiga suya desde hace tiempo, que le había preguntado cómo estaba. Eran los primeros días de guerra. «Si quieres puedes preguntárselo a Él», y le entrega una pequeña corona para rezar. No se pone a la defensiva. Son días difíciles para Johnny y su familia. No se puede salir de día ni dormir de noche. Una prisión más pequeña dentro de la gran prisión de la Franja. «No entendíamos nada de lo que estaba sucediendo», cuenta: «Oíamos explosiones fortísimas y no sabíamos si eran misiles palestinos o el ataque de los israelíes». Exhausto, intenta llamar a un amigo el domingo por la noche, hacia las once, mientras una nueva incursión vuelve a bombardear Gaza. De nuevo la misma pregunta: «¿Por qué?». «No lo sé», le responde Mujib: «Pero nosotros somos cristianos y debemos perdonar. Yo estoy rezando por ellos». Su amigo le habla después de Abu Boulos Salem, un cristiano muerto hace poco. Padecía del corazón y, tras la enésima incursión, «cuando hay momentos en que no estás seguro de llegar a mañana», su corazón cedió.

El funeral de Salem. Al día siguiente, Mujib decide ir al funeral. En el último adiós a Salem estaban todos. Su mujer y sus cinco hijos, sus amigos y los que no le conocían. Centenares de feligreses han abandonado durante unas horas sus casas. Una locura, arriesgarse de esa manera mientras vuelan los misiles. «Las familias a veces no tienen qué comer porque no es seguro salir a la calle», cuenta el párroco, el padre Jorge: «Y en cambio más de 200 personas han decidido venir aquí, a rezar por él». Pero no es sólo una cuestión de números. «Yo estaba impresionado, veía a estas personas alegres, sonriendo. Me hablaron de los días que han pasado en casa, rezando el rosario en familia. Lo contaban contentos». También Johnny estaba en el funeral de Salem. Y, quién sabe, si después de haber visto aquella multitud tan numerosa y feliz, también él ha encontrado una respuesta a la pregunta que le angustiaba.
Hanna y Diana se casaron hace diez años. Viven en Gaza desde que nacieron, hace alrededor de 35. Claire, su única hija, tiene 8 años. En 2009, en la última guerra, destruyeron la furgoneta de Hanna, y perdió el trabajo (conducía por toda la Franja y hacía entregas a sus clientes). «Pocos meses después, enfermé de cáncer», cuenta Diana: «Cuando empezó esta guerra nos temíamos lo peor. Aún teníamos en los ojos la operación “Plomo fundido”». Claire estaba a menudo con sus abuelos durante esa época porque sus padres estaban fuera de casa. Desde entonces quedó traumatizada. «Se hacía pis en la cama a menudo, y cuando oía un ruido o un disparo empezaba a temblar». Por eso, «cuando oímos las primeras explosiones, corrimos a casa». Claire les esperaba, agitada. Diana corrió a su lado y la estrechó en su pecho. «Esos minutos no pasaban nunca», cuenta: «Nos quedamos ahí, en la habitación, bajo las mantas. Claire me pidió que rezásemos un avemaría juntos». Cuando los misiles dejaron de sobrevolar Gaza, Claire le dijo a Diana: «¿Sabes, mamá? Este ha sido el peligro más bonito de toda mi vida». Ya no tenía miedo. Probablemente había tenido el mismo miedo que hace cuatro años. Pero ahora su madre estaba junto a ella. La presencia que te sostiene en la vida. Eso lo cambia todo.

Un problema aplazado. Pocas horas antes de la firma de la tregua, los últimos ataques habían destruido algunos edificios. Ni siquiera el edificio de los medios de comunicación se había salvado. Incluso varias viviendas de civiles habían sido arrasadas. La familia Sruir volvía de la iglesia latina. Habían pedido el don de la paz en la adoración eucarística del padre Jorge. Cuando llegaron a su casa, sólo encontraron escombros. Todas sus cosas habían desaparecido bajo los restos. Corrieron a pedirle al párroco algún camastro libre. Todavía ahora, de noche, hay quien se refugia allí. «Cuando les vi volver, no sabía qué decir», cuenta el padre Jorge. Había intuido algo, estaba buscando las palabras adecuadas para responder a todas las preguntas que le harían sobre el sentido de lo que estaba pasando. Pero el señor Sruir se le adelantó: «Alabado sea el nombre del Señor, porque es bueno».
Ahora toda Gaza suspira aliviada. La tregua anunciada en el Cairo ha impuesto el «cese del fuego» por ambas partes, aunque el acuerdo haya mostrado ya su precariedad. La gente sabe, por experiencia, que este tipo de treguas aplazan el problema seis, siete meses. Un año como máximo. Todos quieren una paz serena y duradera, incluidos los 2000 cristianos de la Franja. Pero lo que han descubierto estos días de guerra no lo cambiarían por ninguna otra cosa.


“LA FRANJA EN GUERRA”
La Franja de Gaza es un territorio entre Israel y Egipto, no reconocido por la comunidad internacional como Estado soberano, y reclamado por la Autoridad Palestina como parte de sus territorios.
1948. Egipto gobierna la Franja hasta 1967. Con la Guerra de los Seis Días pasa a Israel, que se retira en 2005, obedeciendo en parte la resolución 242 de la ONU de 1967 (que contemplaba también el final de la ocupación del Golán y del este de Jerusalén, todavía militarizados). Israel mantiene, por los acuerdos de Oslo, el control del espacio aéreo, de las fronteras y de las aguas territoriales. Para la ONU, Gaza es un «territorio palestino ocupado».
2006. Tras un periodo de control por parte de Al Fatah (el partido del presidente de la Autoridad Palestina), los islamistas de Hamas vencen las elecciones. Hamas, tras una guerra civil, obtiene el control de la Franja el 14 de junio de 2007. Desde ese momento, Estados Unidos y Europa deciden el bloqueo de las ayudas. Israel reacciona con el embargo.
2008. El 27 de diciembre Israel ataca para neutralizar a Hamas, respondiendo al lanzamiento de ataques Qassam contra objetivos civiles, respuesta de los palestinos a las violaciones de la tregua por parte de Israel. La guerra termina el 8 de enero de 2009.
Hoy. El 14 de noviembre, el conflicto se reanuda: Israel inicia la operación “Columna de Nube”. El “alto el fuego” se firma después de ocho días, con el coste de la vida de 140 palestinos y 5 israelíes. El 29 de noviembre la ONU ha admitido entre sus miembros (con 138 sí, 9 no y 41 abstenciones) a Palestina como Estado observador. Italia se ha manifestado a favor. Estados Unidos e Israel en contra.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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