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Huellas N.6, Junio 2012

BENEDICTO XVI

Educar con el testimonio personal

Visita pastoral a la Archidiócesis de Milán con ocasión del VII Encuentro Mundial de las Familias (1-3 de junio de 2012)
Fiesta de los testimonios, Parque de Bresso, 2 de junio de 2012

Cat Tien (niña de Vietnam): Me gustaría mucho saber algo de tu familia y de cuando eras pequeño como yo…
Gracias, querida, y gracias a tus padres: gracias de corazón. Me preguntas por los recuerdos de mi familia: ¡serían tantos! Pero quisiera decir sólo unas pocas cosas. El punto esencial para nuestra familia era siempre el domingo, aunque el domingo empezaba ya el sábado por la tarde. Mi padre nos leía las lecturas del domingo tomadas de un libro muy conocido entonces en Alemania, donde también se explicaban esos textos. Así empezaba el domingo: entrábamos ya en la liturgia, en una atmósfera de alegría. Al día siguiente, íbamos juntos a Misa. Mi casa estaba cerca de Salzsburgo, así que teníamos mucha música – Mozart, Schubert, Haydn – y cuando empezaba el Kyrie era como si el cielo se abriese. Y luego, en casa, era muy importante, naturalmente, la comida juntos. También cantábamos mucho: mi hermano es un gran músico, componía ya desde pequeño para todos nosotros, y toda la familia cantaba. Mi padre tocaba la cítara y cantaba; son momentos inolvidables. Además, naturalmente, hacíamos viajes juntos y dábamos largos paseos, vivíamos cerca de un bosque, y caminar por los bosques era algo muy bonito: aventuras, juegos, etcétera. En una palabra, éramos un solo corazón y una sola alma, con muchas experiencias comunes, también en tiempos muy difíciles, porque era la época de la guerra, antes de la dictadura, y de la pobreza. Pero ese amor recíproco que había entre nosotros, esta alegría incluso por cosas sencillas era muy fuerte, y así pudimos superar y soportar todo lo demás. Me parece que esto era muy importante: que incluso las cosas pequeñas eran fuente de alegría, porque era así como se expresaba el corazón del otro. Y así crecimos en la certeza de que es un bien ser hombres, porque veíamos que la bondad de Dios se reflejaba en nuestros padres y hermanos. Y, a decir verdad, cuando intento imaginar un poco cómo puede ser el Paraíso, siempre pienso en el tiempo de mi infancia y de mi juventud. De hecho, en ese contexto de confianza, de alegría y de amor éramos felices, y creo que en el Paraíso debe ser parecido a lo que viví en mi juventud. En este sentido, espero ir «a casa», cuando vaya «al otro lado del mundo».

Serge y Fara (pareja de novios de Madagascar): Hablando de matrimonio, hay una palabra que nos atrae más que ninguna otra y al mismo tiempo nos asusta: el «para siempre»...
(…) El enamoramiento es hermoso, pero quizá no siempre perpetuo, igual que sucede con el sentimiento: no permanece para siempre. Por tanto, se ve que el paso del enamoramiento al noviazgo y luego al matrimonio exige varias decisiones y experiencias interiores. Como he dicho, es hermoso ese sentimiento de amor, pero debe ser purificado, debe recorrer un camino de discernimiento, es decir, deben entrar también la razón y la voluntad; deben unirse razón, sentimiento y voluntad. En el rito del Matrimonio, la Iglesia no dice: «¿Estás enamorado?», sino «¿Quieres?», «¿Estás decidido?». Es decir: el enamoramiento debe convertirse en verdadero amor, implicando la voluntad y la razón en un camino, esto es el noviazgo, de purificación, de mayor profundidad, de modo que realmente todo el hombre, con todas sus capacidades, con el discernimiento de su razón y la fuerza de su voluntad, pueda decir: «Sí, esta es la vida que yo quiero». Pienso en las bodas de Caná. El primer vino es buenísimo: el enamoramiento. Pero no dura hasta el final: debe llegar un segundo vino, es decir, debe fermentar y crecer, madurar. Un amor definitivo que llegue a ser realmente el «segundo vino» es más bello, mejor que el primero. Esto es lo que debemos buscar. Y aquí es importante, además, que el yo no esté solo, el yo y el tú, sino que esté implicada también la comunidad de la parroquia, de la Iglesia, los amigos. Esto, toda la justa personalización, la comunión de vida con otros, con familias que se apoyan unas a otras, es muy importante, y sólo así, en esta implicación de la comunidad, de los amigos, de la Iglesia, de la fe, de Dios mismo, crece un vino que vale para siempre. (…)

Familia Paleologos (Grecia): (…) Hay días y noches, Santo Padre, en los que nos preguntamos cómo hacer para no perder la esperanza. ¿Qué puede decir la Iglesia a toda esta gente, a estas personas y familias que ya no tienen perspectivas?
(…) Digamos una primera palabra sobre política: me parece que debería crecer el sentido de la responsabilidad en todos los partidos, que no prometan cosas que no pueden realizar, que no busquen sólo votos, sino que sean responsables del bien de todos y que entiendan que la política es también siempre responsabilidad humana y moral frente a Dios y frente a los hombres. (…) Intentemos que cada uno haga todo lo que pueda, que piense en sí mismo, en su familia, en los demás, con un gran sentido de responsabilidad, sabiendo que los sacrificios son necesarios para seguir adelante. ¿Qué podemos hacer nosotros? Esta es mi pregunta en este momento. Creo que tal vez el hermanamiento entre ciudades, entre familias, entre parroquias, podría ayudar. (…) Y estad seguros de que yo, y muchos otros, rezamos por vosotros, y este rezar no es sólo decir palabras, sino abrir el corazón a Dios, que genera así también creatividad para buscar soluciones.

Familia Rerrie (EEUU): Entre tantas obligaciones impuestas por la sociedad contemporánea, ¿cómo ayudar a las familias a vivir la fiesta según el corazón de Dios?
Una gran cuestión, y creo entender este dilema entre dos prioridades: la del puesto de trabajo que es fundamental, y la de la familia. Y cómo reconciliar ambas prioridades. (…) Hay empresas que permiten casi cualquier extra para las familias – el día del cumpleaños, etcétera – y ven que conceder un poco de libertad al final repercute en el bien de la empresa, porque refuerza el amor por el trabajo, por el puesto de trabajo. Por eso, querría invitar desde aquí a los empresarios a pensar en la familia, y a pensar también en cómo ayudar a que las dos prioridades puedan conciliarse. Segundo: me parece que se debe buscar naturalmente una cierta creatividad, y esto no siempre es fácil. Al menos, aportar cada día algún elemento de alegría a la familia, de atención, alguna renuncia a la propia voluntad para estar juntos en familia (…) y así, con la preocupación de dar algo bueno cada día, encontrar una reconciliación de las dos prioridades. Y finalmente, está el domingo, la fiesta (…). Me parece muy importante el domingo, día del Señor y, como tal, también “día del hombre”, porque somos libres. Esta era, en el relato de la Creación, la intención original del Creador: que un día todos sean libres. En esta libertad del uno con el otro y consigo mismo, se es libre para Dios. Creo que defendemos la libertad del hombre al defender el domingo y las fiestas como días de Dios y por tanto días para el hombre.

Familia Araujo (Brasil): Los fracasos matrimoniales siguen aumentando. (…) Sabemos que la Iglesia sufre por estas situaciones y que le apremian estas personas: ¿qué palabras y qué signos de esperanza podemos ofrecerles?
(…) El problema de los divorciados que se vuelven a casar es uno de los grandes sufrimientos de la Iglesia hoy. Y no tenemos simples recetas. El dolor es grande y sólo podemos ayudar a las parroquias y a las personas individuales a ayudar a estas personas a soportar el sufrimiento que conlleva el divorcio. Yo diría que lo más importante, naturalmente, es prevenir, es decir, profundizar desde el inicio en el enamoramiento para llegar a tomar una decisión sólida, madura; además, es bueno acompañar a las personas en su matrimonio, para que las familias nunca se encuentren solas, sino que estén realmente acompañadas en su camino. Por lo que respecta a estas personas, debemos decir que la Iglesia las ama, pero ellas necesitan ver y sentir este amor. Creo que es una gran tarea de una parroquia, de una comunidad católica, la de hacer realmente todo lo posible para que ellas se sientan amadas, aceptadas, para que no se sientan «fuera», aunque no puedan acercarse a recibir la absolución y la Eucaristía: deben poder ver que también en esta situación viven plenamente en la Iglesia. Quizás, si bien no es posible que reciban la absolución en la Confesión, puedan tener un contacto permanente con un sacerdote, con un guía del alma, y esto es muy importante para que vean que son acompañados y guiados. También es muy importante que sientan que la Eucaristía es verdadera y participada si realmente entran en comunión con el Cuerpo de Cristo. Aunque no puedan recibir «corporalmente» el Sacramento, pueden estar espiritualmente unidos a Cristo en su Cuerpo. Es muy importante que se les ayude a comprender esto. Y puedan realmente vivir una vida de fe, con la Palabra de Dios, con la comunión de la Iglesia y experimentar que sus sufrimientos son un don para la Iglesia, porque sirven también a todos los demás para defender la estabilidad del amor, del Matrimonio; y que este sufrimiento no es sólo un tormento físico y psíquico, sino un sufrir en la comunidad de la Iglesia por el bien de los grandes valores de nuestra fe. Pienso que su sufrimiento, si es realmente aceptado interiormente, es un don para Iglesia. Deben saberlo, que precisamente así sirven a la Iglesia, están en el corazón de la Iglesia.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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