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Huellas N.6, Junio 2012

CONVERSOS / Gustavo Corção

La apasionante provocación de un Chesterton brasileño

Francisco Pou Feliu

Nos asomamos a la vida de este ingeniero y humanista de fino humor inglés a través de su libro autobiográfico. El testimonio de un camino personal hacia la conversión y el descubrimiento de que la caridad, la esperanza y la fe son formas de conocimiento

Hay libros que viven cuando se leen. Como El descubrimiento del Otro, de Gustavo Corção. Un científico y técnico en radio, pero sobre todo, un humanista de fino humor inglés y un apasionado latino que encanta desde el primer momento. Desde su Río de Janeiro, siguió todas las convulsiones que llevaron a la II Guerra Mundial. Testimonio personal de conversión, latido a latido, en una inteligencia que duda, pregunta, busca. Busca (¡y con humor serio!) las preguntas “trágicas” en el pleno sentido de respuestas últimas, definitivas.
Corçao, obsesionado con su galvanómetro, cae en la soledad de su ciencia sola: «adquirí un cierto aire de lógica que me hartaba la razón». «Me parecía extraño que los hombres consiguieran por medio de la ciencia descubrir tantas cosas maravillosas para el servicio de la estupidez». Estaba en la época de lo que él llama la revolución española. «Formamos enseguida un grupo conspirador donde había un poco de todo lo que fuese revolucionario: leninistas, troskistas y fascistas. (...) Pasábamos las noches cambiando ideas (...) viviendo una especie de adolescencia mental, citando autores mal leídos, condenando otros absolutamente ignorados, inventando filosofías, acusando a la Iglesia de idealismo en nombre de Marx y Hegel».
Corçao, contempla un día la puesta de sol, su mujer agonizando de enfermedad. Y «dos o tres años de trabajos arduos habían hallado razón de ser en un solo minuto, habían sido superabundantemente rescatados con un pedazo de pan», resumirá luegoese momento; como el inicio de un descubrimiento que culmina con la Encarnación y la Eucaristía. La muerte de su mujer, para la Ciencia – pensaba ante la puesta de sol – era sólo una anécdota cósmica de un puñado de electrones de un pequeñísimo planeta junto al sol que contemplaba. Como riéndose de esa reducida visión, se reía también de la respuesta a esa muerte que la doctrina de “su” célula marxista destilaba noche a noche, llenando ceniceros en su casa. «Era un caso particular, un ínfimo caso particular metido en el universo y en el tiempo. Pensé en el materialismo histórico y sentí de repente un calor de vejamen en el rostro. Sentí una vergüenza intensa».

Saber si existe una aventura positiva. Sus anécdotas son afiladas y de un humor que cautiva. Un día le piden un reconocimiento médico de trámite. El médico, tras aplicarle la oreja en la espalda, pide una segunda opinión a otro galeno. Los dos afirman con la cabeza y le encargan una radiografía. La semana de espera para esa sesión (estamos en 1940), Corçao llega a la convicción de su tuberculosis. Va anotando sus planes de lucha contra la enfermedad, los lugares de curas y climas-milagro. Cómo afrontar en su vida esa lucha. Hasta que llega el día de la radiografía. Tras una larguísima espera animada por la historia de los furúnculos de una anónima señora en la cola, su radiografía es clara: pulmón normal. Pero la reacción de Corçao tiene profundidad. «Era mucho más fácil decidir qué hacer con la tuberculosis. La vida en toda su extensión surgió ante mí como un problema de insoportable extravagancia. ¿Qué hacer con mis pulmones normales? Esa pregunta podía ser generalizada para todas las vísceras y para toda la vida. ¿Qué hacer?».
Corçao no quiere evadir la tragedia, la respuesta que necesita el sentido de cada vida. «El problema que se planteaba ante mí era el de saber si existía una aventura positiva, una extraordinaria aventura. (...) De no existir esa aventura, entonces, decididamente mis pulmones normales no servirían para nada y la vida entera sería una chanza estúpida».

Hacer las cuentas con un hecho. Buscando Corçao la objetividad, llega a la conclusión de que es más objetivo quien contempla. Es más objetivo el conocer de un niño, o de un monje contemplativo que un científico o un vendedor de quesos, que quieren encerrar la realidad en cuentas y datos que no acontecen finalmente en nada. Después de su proceso, el vendedor de quesos ha movido vacas y leche y lo ha transformado en dinero, que es una nada, un eterna potencia para convertirse “en algo”, pero una realidad, la del dinero, que en sí misma ni existe, no es nada. O sobre la opinión: «una actitud que el sujeto toma delante del objeto sin que el objeto importe (...), la opinión es segregada por la voluntad, no proviene de un conocimiento sino de un apetito».Ve ahí el «gran desvío del pensamiento moderno: la voluntad se arroga un derecho de conquista».La “objetividad” atribuida a la afirmación evolucionista, donde «el ser es la duración, el tiempo es un demiurgo. (...) El caballo es algo como un cuarto de hora».
Corçao descubre el punto central de la objetividad en el hombre, en una referencia en la Historia, en un hecho narrado. «O Cristo es, o no es. O es el verbo encarnado que habló de Sí mismo, o no es. (...) o Cristo resucitó o no. O Él es el camino o no. (...) Amigo, deja tus convicciones, tu ética, tus sistemas, porque si no tienes a Cristo no tienes nada». Cristo no “se piensa”, ni “se opina”. «Escéptico es el individuo que no ataca a sus (propias) opiniones».Pensar, opinar, sobre Cristo, es como el eterno novio; su romance acaba en luto mientras echa cuentas.

Un hito. Corçao descubre a Péguy, a Maritain, quienes con Chesterton, considera un hito en su camino humano. Descubre que la caridad, la esperanza y la fe son formas de conocimiento. Y descubre que se encarnan en el espacio y en el tiempo en una Eucaristía que para él es objeto de contemplación, la más excelsa forma de conocer, para descubrir la divinidad y la humanidad del Otro, y su presencia en todos los otros. Un hito fue cuando «por primera vez abrí la boca y hablé alto sobre mi problema religioso». Al poco, «había caído del caballo».
No es fácil dejar a medio leer un libro de Corçao, pero no es fácil encontrar sus libros. Tuve la suerte de conocerlo husmeando una librería de viejo en el barrio gótico de Barcelona. Hay una extensa obra de este autor, casi ignorado, más de una docena de títulos. Pocos, muy pocos, salieron del brasileiro. Pero la fuerza de la sangre latina de una especie de “Chesterton” que seduce página a página volverá a las imprentas para una generación, la nuestra, en la que Corçao tiene mucho que decir.


“VIDA”

Gustavo Corção (Río de Janeiro, 1896 –1978) fue un escritor y pensador católico brasileño, autor de diversos libros sobre política y comportamiento social, así como de una novela.
Fue miembro de la antigua União Democrática Nacional (UDN) y un exponente del pensamiento conservador en Brasil.
Su obra está influenciada por la apología católica del escritor inglés G. K. Chesterton, una influencia extensamente explicada en su ensayo Três Alqueires e uma Vaca.
Corção obtuvo notoriedad a los 48 años, con la publicación del libro A Descoberta do Outro, narración autobiográfica de su conversión al catolicismo. Como ingeniero, fue un apasionado de la electrónica. Durante muchos años, fue profesor de esta disciplina en la Escola Técnica do Exército, actualmente Instituto Militar de Engenharia. Su amor por la electrónica y la música sacra le llevó a ser un estudioso y un intérprete del Órgano Hammond (un instrumento musical basado en los principios del electromagnetismo y de la amplificación a través de altavoces individuales, creado por el inventor estadounidense Laurens Hammond, 1895-1973). Este instrumento musical llegó a ser una de sus pasiones, tanto por la ingeniosidad de su construcción como por su bellísima sonoridad.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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