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Huellas N.9, Octubre 2008

CULTURA

Lectura

a cargo de Elena Alonso Serrano

Nicolas Sarkozy
La república, las religiones, la esperanza
(Traducción de A.C. Ibáñez)
Ed. Gota a gota, Madrid 2006
pp. 190 – 21 E


¡Aire fresco! Respondiendo en primera persona y lejos de lo políticamente correcto, Sarkozy hace política. En el libro, escrito en forma de entrevista, Sarkozy expone los fundamentos morales y jurídicos de la política que desarrolló en su etapa de ministro de Cultos de Francia en 2002, cargo adjunto al de ministro del Interior, en un momento en el que en Francia ya había una presencia de cinco millones de musulmanes franceses. En él aborda de modo serio cuestiones a las que nuestros políticos normalmente no responden, es más, eluden por no tener razones suficientes para afrontarlas. Sarkozy no duda en responder a las preguntas que le hacen los dos entrevistadores, Thibaud Collin –catedrático de filosofía– y Philippe Verdin –religioso dominico–, y que tienen que ver con el hecho religioso y la laicidad, con el islam y la República, con las leyes francesas que abordan la cuestión religiosa, con las sectas, con las iglesias y Europa y, por último, con la religión y la educación. Las respuestas que da son, como indica el propio autor en el prefacio, resultado “de este encuentro, no programado por mí, entre una evolución personal y el desempeño de funciones ministeriales” que le ha llevado a reconocer a la libertad religiosa como la libertad para esperar, un bien para los ciudadanos y, por ende, un bien para la República.
Así, nos encontramos con afirmaciones del tipo: «La religión se preocupa de lo esencial, es decir, del sentido y el porqué de la vida. Esta reflexión, lejos de inquietar a la República, le es útil por ser profundamente complementaria»; «En los últimos años se ha sobrevalorado la importancia de los asuntos sociológicos, mientras que el hecho religioso y la cuestión espiritual han sido muy ampliamente infravalorados»; «El extremismo religioso es la perversión de la esperanza individual»; «aprovechar la actualidad para ampliar el debate de la laicidad a fin de que el fenómeno religioso sea mejor conocido y considerado»; «Creer, vivir la propia fe, son libertades que es necesario defender. Para la nación, la fe y el compromiso de los ciudadanos creyentes son positivos. No son riesgos, amenazas ni desviaciones»; «Las religiones minoritarias tienen que llegar a convivir con la religión mayoritaria que ha dado forma desde hace mucho tiempo a la organización de nuestra vida social y que sigue siendo su base principal»; «Integrar en Europa a todos, incluidos los países que no son europeos, supone correr el peligro de disolver la identidad europea en beneficio de la concepción anglosajona de gran mercado». Respuestas sorprendentes, que se agradecen y que hacen que echemos de menos políticos de esta altura en el momento actual en España. Respuestas que ayudan a establecer un debate serio desde la realidad, evitando generalizaciones, y que facilitan la toma de posición en cuestiones que no nos son ajenas.
(Ramón Rodríguez Pons)


Joel James Shuman
El cuerpo de la compasión.
Ética, medicina e iglesia
Ed. Nuevo Inicio, Granada 2007
pp. 328 – 22 E


Acercarse a este libro supone ante todo una experiencia de agradecimiento, tanto por la claridad de juicio expresada sobre la medicina actual como por la propuesta que ofrece. El autor, fisioterapeuta, se basa en su propia experiencia que transita la vida, enfermedad y muerte del propio abuelo.
El libro se estructura en dos partes: una introducción en la que se nos anuncia la incumbencia de la fe cristiana en relación con el mantenimiento y recuperación de la salud del cuerpo humano; y un desarrollo en el que relata, precisamente, cuál ha sido y debe ser la explicación y el modo de articular y desplegar un cuidar y ser cuidado a la altura de la dignidad humana. El autor establece cuatro grandes pasos que coinciden con los enunciados de los capítulos: una explicación crítico-histórico-teórico-práctica de la medicina actual que no tiene desperdicio para quien quiera entender la historia de la medicina; el nacimiento de la bioética médica a mediados del siglo XX y su plasmación en tres modelos clásicos; la propuesta de una formulación más completa del cuidar y ser cuidado a partir de un modelo alternativo y explícitamente cristiano, basado en una “ontología teológica del cuerpo” que no suplanta, sino que enriquece, necesariamente el discurso de la biomedicina contemporánea; y por último, la articulación de dicho cuidado auténtico o cuidado totalizante del cuerpo inscrito en lo que se denominaría teoría de la virtud moral.
Desde el comienzo mantiene una postura muy crítica con la biomedicina reducida a ciencia y técnica, y propone retomar la naturaleza moral del cuidado médico. Llega a afirmar que la medicina como institución ha contribuido a la alienación de las personas entre ellas y respecto a sus cuerpos, y por tanto, también a la forma de vivir y morir, llena de significado y basada en la vida de una comunidad, eso sí, con el disfraz de la verdad definitiva acerca de la vida y la muerte. Igualmente señala la gradual erosión de la medicina como arte. O que el concepto de bien se relativiza reduciendo el conocimiento a lo que dicte el poder o el individuo en forma de autonomía personal. Realiza un apasionante análisis de por qué la medicina moderna apenas trata a los seres humanos más allá de su mera corporalidad y cómo el intento de articular una respuesta a esta visión reducida de la medicina, que en sí constituye la bioética, ha fracasado por la falta de una preocupación de naturaleza teológica por el cuerpo del hombre. Sugiere que la salud no está relacionada con unas funciones corporales en ausencia de patología (indisposición, dolencia o enfermedad), sino más bien con la interrelación dinámica entre la persona y el mundo y su interdependencia de los bienes del cuerpo y los bienes de la vida (health is membership). Así, la salud física no constituiría el bien humano supremo: la salud es un bien deseable, pero no absoluto.
Para una visión predominantemente técnica la bioética clínica jugaría de árbitro a la hora de determinar los derechos de los individuos a una asistencia adecuada, basada en las prácticas existentes, y en la gestión de esa asistencia. Frente a esta visión reductiva el autor sugiere una comprensión teológica del cuerpo que se basa primordialmente en las prácticas litúrgicas cristianas. Comprensión por la cual el cuerpo queda vinculado al cuerpo de otros bautizados y pasa a formar parte del cuerpo de Cristo, una comunidad cuyos bienes y cuya política determinan la forma en la que sus miembros deben ser cuidados cuando están enfermos o cerca de la muerte.
El último capítulo explica de forma práctica esta formulación, al hacer referencia al testimonio de este cuidado de toda la persona que se llama caritativo en cuanto pertenece a la virtud cristiana de la caridad.
(Salvador Santabárbara)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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