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Huellas N.5, Mayo 2012

VIDA DE CL / Cartas después del Triduo

«Para conocerme a mí mismo»

Ha sido algo verdaderamente imponente: 6.500 bachilleres, primero escuchando en un salón a José Medina, sacerdote español llegado de EEUU, y luego yendo detrás de una cruz que subía la colina hacia San Leo. Pero sobretodo por el impacto que los Ejercicios de Pascua han dejado en los corazones de estos chicos. Y en sus vidas. Les pedimos que nos contaran qué significó para ellos ese encuentro, pensando en utilizar algunos de sus apuntes, frases y opiniones. En cambio, nos han llegado muchísimas cartas y correos, sorprendentes por su riqueza y profundidad. Estos chicos ya empiezan a hablar de un ‘‘después’’, del cambio que se ha producido en ello. Por eso, os proponemos una selección que basta para intuir la novedad que se ha introducido en sus vidas. Lo demás lo veremos en los próximos meses.

Seis mil quinientos muchachos, llegados a Rimini para asistir a los tres días de Semana Santa y al Via Crucis, se han topado con un hecho imprevisto. Y ahora, ¿qué está pasando en sus vidas? He aquí algunas de sus sorprendentes respuestas

Todos me hacían la misma pregunta: «¿Por qué has venido hasta aquí desde Lituania?». Dios actúa a través de las personas y me estaba llamando a través de esas personas: quería que yo le contestara, que tomara más conciencia del porqué estaba allí. Después de la enésima pregunta, dejé de contestar con la misma historia: «Un día me llamó Cristina y me invitó a ir...». No, al final contesté solo con una palabra: Dios. También el Vía Crucis fue una experiencia que me lleva a decir que Él existe. Cuando en la ultima estación sujeté la cruz y todos se arrodillaron, pensé: «¿Por qué yo, cuando hay 6.500 personas mucho más dignas que yo de hacer esto?». También ante esta pregunta me resulta fácil responder: porque Dios me quiere sin medida. Esta semana, después de este Triduo, no he parado de sonreír, tanto que por la noche, al final del día, me dolían las mandíbulas. Era Él que me llenaba el corazón y me hacía sonreír, porque podía verle en cada persona con la que me cruzaba. Me daba cuenta de que viéndole a Él en estas personas, cayendo en la cuenta de que le pertenecen a Él, no podía seguir actuando en mi vida como antes.
Andrius

Después de la alegría que había experimentado en el Triduo de Pascua, me chirriaba que mis padres discutieran por una tontería: «¡Dejadlo ya! No puede ser que acabe de meter el pie en casa tan contenta y ya haya algo que me moleste y me entristezca». Entonces, mis padres, de repente, cambiaron actitud, como si se dieran cuenta de que algo había cambiado, que yo tenía una mirada diferente, como si advirtieran mi deseo de mantenerme atenta en medio de la rutina diaria. A partir de ese momento, fue maravilloso presenciar su cambio. En los siguientes días de vacaciones me ayudaron a mantener los ojos bien abiertos y a no pasar por alto nada de lo que hacíamos. Lo que más me impresionó fue que mi padre, volviendo a casa en coche, cautivado por la belleza de la puesta de sol, me llamó y me dijo: «Mira por la ventana, mira las nubes y la puesta de sol. ¡Es un espectáculo!». En aquel momento, mi padre me ayudó a levantar la mirada y a estar pendiente de la realidad. Lo mismo que habían hecho mis amigos hace unos días, que me habían ayudado a estar delante de una realidad tan extraordinaria como el Triduo de Pascua con una mirada atenta y curiosa.
Vera, Milán

El domingo por la mañana, mis padres se fueron de vacaciones por un par de días. Mi hermana y yo, entonces, invitamos unos amigos a cenar y acabamos de recoger muy tarde. Al día después, ya que mis padres no estaban en casa, decidimos quedarnos durmiendo y no ir a clase... Pero el día pasó sin pena ni gloria: todo me cansaba. Entonces, llamé a un compañero de clase, que saca todos sobresalientes, para pedirle si me dejaba copiar los deberes. Él me sorprendió, diciendo: «¿No tenías que contarme lo que te pasó la semana pasada? Parecías feliz…». A la vuelta de los Ejercicios estaba tan contento que le había prometido que le habría contado por qué estaba tan feliz. Entonces, al teléfono, empecé a contarle todo, con una libertad que nunca habría pensado tener. Y él, impresionado: «Yo quiero vivir como me estás contando tú. Me he cansado de la misma rutina, necesito un amigo como tú. Eres importante para mí, ayudémonos con el estudio porque no somos amigos sólo para perder el tiempo juntos». Yo me quedé de piedra. Nunca me lo habría imaginado. Estaba conmovido hasta las lágrimas. Este hecho me abrió el corazón y me cambió el día. Fui corriendo a una Iglesia. Es sorprendente ver que en el momento más insospechado Cristo toma mi nada, y mi vida entera, y los hace florecer. Él me devolvió la belleza que había visto en Rimini. Así que ahora veo mejor el camino que tengo que hacer. Con un amigo más a mi lado.
Luca, Roma

En aquellos días, en Rimini, he tocado a Cristo. Con esta certeza he vuelto a mi vida diaria pidiéndole que me enseñara a ver ese matiz que hace cada día único y especial. El miércoles, tenía que volver a clase. Me perseguía la actitud de mis compañeros de clase con su frase: «No quiero ir a clase…». Tengo amigos que sólo esperan que se acaben las clases, y hacen la cuenta atrás de los días. Yo, en cambio, estoy viviendo de manera diferente, buscando a Jesús en cada cosa. Mirando todo como un don que Dios me hace en este instante. Ahora, mis días son todos especiales y trato de vivir intensamente lo que se me da. Espero vivir siempre con esta certeza.
Vito, Bari

Cada cosa que decía el padre José Medina me correspondía. Era como si me conociera perfectamente. Mi mayor miedo era volver a casa y descubrir que todo había sido un sueño. Sin embargo, no fue así porque, gracias a mis amigos de GS, sigo viviendo cada día la belleza que he encontrado y tengo la certeza de que Él está. ¡Y está aquí ahora!
Nicoletta, Sassari

Me ha llamado mucho la atención un ejemplo que puso el padre Medina. Nos contó que un día, un amigo, le prestó su coche, y él se dio cuenta que se puso a conducir con extremada atención. El hecho de que no fuera suyo le llevaba a usarlo con mucha más atención. Estaba atento y vivía esa circunstancia con mayor intensidad. Lo mismo vale para la vida: si algo no es tuyo, sino de otro, tú lo tratas de manera diferente. Con el paso del tiempo, te das cuenta que la vida no la haces tú sino que se te da. Hay alguien que te quiere tanto que también te da una compañía. Entonces, cambia tu manera de vivir. Volviendo de Rimini, pensaba: ¿pero cómo trato yo a mis amigos? ¿Y a mi familia? ¿Y a lo que tengo que hacer? ¿Se puede vivir todo como un don? Pasé los días de Pascua en casa, con mi familia. No fue ni un peso ni una dificultad. Consciente de que todo es un don, me he sorprendido tomando en serio lo que tenía delante, también los tres días que me pasé estudiando, con mayor alegría y ligereza.
Paola, Milán

Durante el Triduo de Pascua me salía espontáneo relacionar todo lo que decía el padre Medina con ejemplos concretos de mi vida. Me reconocí en sus palabras cuando habló de Nicodemo y dijo que la relación con Cristo le había cambiado la vida. Las lecciones me han llamado mucho la atención. He cambiado, ha cambiado mi relación con los amigos con los que salgo normalmente, con los compañeros de clase que no son de CL y no van a la Iglesia. Por primera vez les conté claramente donde había estado e intenté explicárselo sin ocultar, como hacía antes, mi pertenencia al movimiento. Y cuando me invitar a salir con ellos la noche del Sábado Santo, preferí ir a la Vigilia Pascual para dar gracias por lo que había vivido. Mis amigos no lo entendieron, me decían que no servía de nada, pero supe decirles simplemente mis razones.
Andrea, Trento


Este sentir que al corazón
estas cosas no le bastan,
que tiene que haber algo más,
es el momento más humano,
es el vértice de nuestra humanidad,
es el momento en el que el impacto
del corazón con la realidad
te hace experimentar la grandeza del hombre.
(José Medina, apuntes de las lecciones del Triduo)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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