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Huellas N.11, Diciembre 2011

BREVES

Responden los hechos
LA ESPERANZA ESTÁ VIVA, PERO NO DONDE MIRAMOS NOSOTROS

John Waters

Está en labios de todos, como una «necesidad imperiosa». Tal vez porque está ausente o ya no sabemos lo que es

Esperanza es una palabra extraña que hoy reaparece con frecuencia en los discursos políticos. Aunque, a nivel superficial, el hombre se siente más inteligente y más en la vanguardia que nunca, permanece todavía la percepción de que la esperanza es una necesidad imperiosa. Y aunque el hombre tiende a reducir la complejidad de sus necesidades, éstas permanecen e incluso crecen justamente porque son reprimidas. Que la esperanza esté en labios de todos nos lleva a pensar que en cierto modo está ausente, aunque no entendamos bien por qué. Las cosas van mal en la economía y en la política, y por esto la esperanza humana parace menguar. Las respuestas son invariablemente de carácter técnico o proceden de nuevos líderes que ofrecen esperanza igual que podrían proponer una reducción de la presión fiscal.
Estas propuestas tienen una esperanza de vida muy breve. En los años 60 surgió una generación que encarnaba la idea de la esperanza política para todos los aspectos de la vida humana. Kennedy, Martin Luther King, Elvis, Beatles... A su manera, todos ofrecían un mundo en el que la libertad sería absoluta, tocando los deseos más profundos de los jóvenes. Hoy en día, la cultura trata de recrear esos momentos mediante nuevos personajes, cuya credibilidad como heraldos de un nuevo mundo más perfecto parece tener una vida breve. Estos personajes van y vienen a lo largo de meses o de semanas.
Barack Obama es uno de ellos, al que se ha aferrado durante algún tiempo la esperanza de distintas generaciones de occidentales. Pero este entusiasmo se debilita y se agota cada vez más. Además, en este último año este síndrome ha afectado la realidad de algunos Estados africanos, que han derrocado largos regímenes despóticos para encontrarse después ante el riesgo de nuevas tiranías que resurgen de las cenizas de las viejas.
Por muy cansados que estemos, cuando se presenta un cambio, siempre nos vemos atraídos por la posibilidad de un nuevo inicio. Pero luego termina en nada o en casi nada, o es deformado por la naturaleza humana o por la maquinación del poder, fuerza que actúa sobre la fragilidad humana. Podemos ver cómo se repite este mismo proceso en la crisis financiera europea: nuestros dirigentes se aferran a un sistema obsoleto, sin darse cuenta del mal que provoca, porque no toleran la idea de volver a partir de cero.
Tal vez hablamos mucho de esperanza porque hemos olvidado qué es y de dónde viene. La esperanza en los seres humanos y en lo que pueden ofrecer depende de la cualidad de “vitalidad” que ellos y nosotros experimentamos. No consiste en algún tipo de recurso político, sino en una energía del corazón humano que en última instancia responde a la lógica de un origen particular. Y nosotros conocemos el nombre de este origen: Cristo, nuestra esperanza, nuestro Salvador y Redentor. Cristo no es un personaje político, pero no es ajeno o yuxtapuesto a la política. Su esperanza puede florecer también aquí, pero sólo si comprendemos que esta esperanza está detrás de todas las demás, infundiendo vida a nuestros sueños y deseos. Cada día Él nos pide que volvamos al origen de nuestro deseo para partir hacia un destino nuevo, sin buscar otra cosa que no sea Él. Es la única manera de que la esperanza nunca decaiga.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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