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Huellas N.10, Noviembre 2011

BREVES

Responden los hechos
¿QUÉ ES LO QUE LIBERA VERDADERAMENTE LA VOZ DEL DESEO?

John Waters

Del “búnker” del que habla el papa a la muerte de una estrella pop, siempre hay un drama que queremos evitar, aplazándolo al futuro

Cuando al abrirse de cada nuevo día, reemprendemos nuestro camino en la tierra, ¿cuánto llevamos de nosotros que corresponda a la verdad de nosotros? No tanto como estamos acostumbrados a pensar, porque el mundo nos provee enseguida de descripciones, versiones de nosotros mismos que más o menos funcionan en el mundo “real” pero que, en último término, no están en armonía con la gran historia que guía nuestra naturaleza y nuestro deseo.
En su reciente discurso en el Parlamento alemán, el papa Benedicto XVI ha hablado de un verdadero y auténtico “búnker” que el hombre construye para convencerse a sí mismo de que la realidad está bajo su control. Modificando ligeramente la metáfora, me atrevería a decir que quizás el “búnker” está hecho de palabras, ideas, hipótesis e imaginaciones sobre el futuro, calculadas cada una para seducir al hombre en una visión de su propia vida que excluya la idea de un creador o la posibilidad de un destino último. A cambio de la eternidad, la mentalidad “de búnker” propone una utopía: mañana, la próxima semana, el año que viene, en un continuo impulso hacia delante que rehúye los límites del presente.
Pero los límites del presente serán los mismos en el futuro, porque le son propios a la naturaleza del hombre, a lo que el Papa en su discurso ha llamado la «ecología del hombre», mientras nuestra cultura trata de convencernos de lo contrario.
Cada día tenemos ejemplos de ello, cito solamente uno. En julio, a todos nos sacudió la noticia de la muerte de la cantante inglesa Amy Winehouse. Al principio las circunstancias no estaban claras, pero una investigación apenas oculta reveló que había muerto, principalmente, por una intoxicación de alcohol, habiendo bebido en un breve lapso de tiempo tres botellas de vodka.
Los hechos de este tipo se cuentan y acogen en nuestra cultura como sensacionales y aún, de forma extraña, predecibles. Amy Winehouse era una estrella pop, y eso implicaba que el “exceso” fuese una constante en su vida cotidiana; por tanto, su destino es “trágico” y admonitorio, pero quizá también inevitable. Después de todo, sabemos que las estrellas pop están algo desequilibradas, porque la fama y el dinero las trastornan.
Pero hay una verdad más profunda: Amy Winehouse daba voz a algo profundo en la naturaleza del hombre, era la voz de un deseo a la vez infinito y específico en su ser. Quizá tenía una brizna de conciencia de él, quizá no, pero cuando cantaba daba testimonio de él. Fuera del escenario, su vida hablaba de una realidad distinta: de una humanidad algo perdida en la realidad que se había construido ella misma. Cuando cantaba, recogía algo que la mayor parte de nosotros apenas percibíamos como un deseo no correspondido, pero cuando no cantaba, también ella sufría la angustia de la ausencia de aquello de lo que su canto daba testimonio. Tal vez, tocada por este don pero privada de los medios para comprenderlo hasta el fondo, le perturbaba más que al resto de nosotros darse cuenta de que, cuando la música terminaba, se sentía sola y perdida en un mundo distante.
En una cultura en tensión a la verdad, los titulares de los periódicos habrían sido, más o menos: «Una cantante muere a causa de su deseo no reconocido». En el mundo “real” han recitado: «Amy Winehouse bebe hasta matarse en su última borrachera».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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