Hace falta valor para afirmar que la realidad es positiva. Sobre todo, en estos tiempos. Y, en cambio, es la clave del juicio de Comunión y Liberación sobre la crisis, que tenéis en revistahuellas.org. Es el punto de partida para aceptar la actual situación de crisis que estamos viviendo, sin soportarla pasivamente, sino como una ocasión para cambiar. ¿De dónde nace este valor?
En un reciente encuentro público en Milán, Julián Carrón ha contestado a esta pregunta y conviene volver a leerse este documento a la luz de sus palabras.
Primero. Reconocer que la realidad es positiva no es una suerte de “interpretación católica”. No reconocemos la realidad como un bien en obediencia a un precepto religioso, mientras que «otros, que no tienen este mismo punto de vista, la interpretan de manera distinta y pueden decir que la realidad es negativa. Es decir, pueden llamar a las cosas por su nombre porque no están obligados por ninguna ideología a decir lo contrario. ¡No! Éste es el desafío: no se trata de “bautizar” la realidad, sino de reconocer su verdadera naturaleza».
¿Y cuál es su verdadera naturaleza que la razón está llamada a reconocer? «Todo lo que existe lo permite de alguna manera el Misterio –porque todo tiene su origen en aquel Tú misterioso–, todo lo que sucede, por el mismo hecho de que ha acontecido, supone una provocación para nuestra vida, una indicación para cambiar, una ocasión para dar un paso hacia nuestro destino. Digámoslo, es un signo: la realidad es un signo». Por ello, es «ontológicamente positiva», en sí misma positiva.
¿Y por qué no lo reconocemos? Porque muchas veces «cedemos a la tentación de entender de manera sentimental o moralista esta afirmación: “La realidad es positiva”; como si “positiva” significara deseable o agradable. Y ya que existen circunstancias que no son deseables, entonces nos parece una trampa, o un juego sucio, afirmar que la realidad tiene un valor positivo». ¿Por qué? «Porque si no llegamos a mirar una hoja presente como presencia, o una enfermedad como presencia, o cualquier cosa como la presencia de un Tú que está en su origen, no podemos decir que la realidad es positiva».
¿Es entonces un problema de fe? No, de razón. Reconocer la realidad por lo que es implica un uso de la razón según su verdadera naturaleza de «capacidad de reconocer la realidad en todos sus factores». La razón capta la realidad como un dato vibrante, que nos atrae y nos invita, nos provoca. En cambio, «ya sea por nuestra fragilidad, ya sea por el influjo del poder que nos rodea» muchas veces la usamos de manera reducida, limitada.
¿Qué ayuda vino a traernos Jesucristo? «Puesto que nos encontramos en esta situación existencial, Cristo se encarnó, se hizo hombre, no para ahorrarnos este trabajo de la razón, sino para hacerse compañero nuestro en el camino, para volver a despertar toda la posibilidad que tiene nuestra razón de reconocer la realidad por lo que es. Vino para que pudiéramos ser hombres capaces de mirar la realidad según su verdadera naturaleza, sin ser unos visionarios».
Nuestra esperanza y la contribución que podemos ofrecer a la sociedad nacen de aquí. Como nos invita constantemente a hacer Bendedicto XVI, tenemos que recobrar toda la amplitud de la razón para entrar en la realidad, en todas sus concreciones. El documento sobre la crisis llega hasta allí: señala algunos ejemplos y propone instrumentos de trabajo. En particular, nos recuerda que la iniciativa y la energía de cada persona son un bien para todos, pues de ellas nacen la innovación y el cambio de una sociedad.
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