La desilusión política. y una pasión por la necesidad del otro que no tiene límites. Así Ernesto se une a algunos amigos…
Hay un impulso que habita en el corazón del hombre y no le deja tranquilo: que también los que están alrededor de nosotros puedan ser ellos mismos y realizarse. Éste es el impulso que han seguido un grupo de amigos unidos por el compromiso político inspirado en los ideales comunistas y de izquierdas y en la militancia sindical que, después de haberlos dejado cansados y desilusionados, les ha lanzado a dar un giro. Dice Ernesto Pisanu: «en el fondo de la desilusión pensábamos en cómo sacar fruto de las ideas y las pasiones adquiridas en estos años para tratar de responder a aquella necesidad primera que siempre nos golpeaba: los “problemas sociales” unidos a la falta de trabajo que pone a la persona en las condiciones de no reconocerse ya y tal vez de no encontrar de nuevo el camino».
Ernesto y sus amigos, a principio de los noventa, fundan la Cooperativa social Futura con el fin de realizar actividades diversificadas encaminadas a la inserción laboral de personas impedidas, como incapacitados físicos, psíquicos, sensoriales o presos. Si su objetivo era el desarrollo de la humanidad de las personas con que se encontraban, su método ha sido desde el principio partir de las personas en su concreción y especificidad. Por ejemplo, cuando conocieron chicos desorientados, seguidos por un centro psico-social, y descubrieron que antes eran magníficos encaladores, crearon el ramo de empresa de los “encalados y mantenimiento empresarial”. Intentando siempre construir el trabajo a partir de la persona, nacieron las actividades de higiene ambiental, limpieza doméstica o mantenimiento de las áreas verdes. En la idea de acrecentar la dignidad profesional y cultural de los trabajadores se puso rápidamente en marcha también la actividad de formación profesional. Hoy la Cooperativa está compuesta de sesenta socios, de los cuales más del 70% provienen de una situación de discapacidad; al corazón con que la Cooperativa partió, se han añadido durante los años la experiencia y la profesionalidad que permiten ser competitivas en el mercado a muchas personas que antes nadie quería. Sin duda, no es un camino de rosas, pero, como toda realidad viviente y dinámica, la Cooperativa ha aceptado cambiar a lo largo de los años y se ha abierto a nuevas oportunidades, como el encuentro con otros amigos que les han ayudado a reemprender con una mirada nueva. Añade Ernesto: «cuando trabajas en una cooperativa los problemas son tantos y a veces tan pesados que corres el riesgo de estar volcado exclusivamente sobre ellos y sobre ti, que tienes que resolverlos. Después, con el tiempo, entiendes. No eres tú la respuesta a los problemas de los chicos, y el trabajo y la Cooperativa sólo son instrumentos en manos de Otro. Cada dificultad que encuentras se convierte en algo que te obliga a mirar la realidad en su totalidad y no sólo un problema que resolver». Ernesto no duda que valga la pena: «Me basta pensar en un solo rostro de los que trabajan conmigo». Como el de Angelo, que se había pasado toda la vida en la cárcel: el respeto por las leyes y las reglas nunca había sido su fuerte; ahora sabe apreciar el trabajo y usar las reglas; o Andrea, que vive en una comunidad de recuperación, pero se siente libre y autónomo porque trabaja. Hay hasta quien en la pizzería siempre pide media cerveza de más, para después levantarla y dedicarla a los compañeros que están todavía en la cárcel y quien, después de haber aceptado a regañadientes un trabajo de limpieza en cementerio, deja cada mañana caramelos en las tumbas de los niños. En una palabra, concluye Ernesto, «vale la pena porque cada paso que da uno de nuestros chicos hacia la reconquista de su humanidad también es un redescubrimiento de mi propia humanidad». Esta dinámica que pone así en marcha lo humano es el objetivo de la subsidiariedad.
*Presidente de la Fundación para la Subsidiariedad
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