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Huellas N.9, Octubre 2011

PRIMER PLANO / El Papa en Alemania

Vino para volver a despertarnos

Christoph Scholz

El discurso en el Parlamento y la misa en el estadio, la oración con los protestantes y el diálogo con los judíos y los musulmanes. En su visita a su patria Benedicto XVI ha barrido de un golpe meses de críticas y hostilidades, dirigiéndose sin ambages a la espera del corazón

La visita de Benedicto XVI a su patria ha sido paradójicamente una de las más complejas de su Pontificado. Una larga lista de peticiones de reformas internas de la Iglesia, presiones acerca de nuevos pasos que dar en dirección al ecumenismo y a determinados cambios en cuestiones morales. Desde el inicio el Papa ha aclarado que no ha venido para satisfacer estas expectativas.
Su aspiración era por un lado más modesta, y por otro más pretenciosa, como ha declarado en la ceremonia de bienvenida en el Castillo de Belelvue: «No he venido aquí para alcanzar objetivos políticos o económicos, como hacen otros hombres de Estado, sino para encontrarme con la gente y hablar con ella de Dios».
El presidente federal Christian Wulff le presentó en seguida una lista de peticiones de reformas internas de la Iglesia: desde la situación de los divorciados y los que se vuelven a casar hasta los escándalos de los abusos, desde el papel en las funciones eclesiásticas de la mujer y de los laicos hasta el ecumenismo. A éstas se sumó luego el presidente del Bundestag, Norbert Lammert, preguntando en qué medida los más altos representantes del Estado están autorizados a inmiscuirse en cuestiones internas de la Iglesia. Antes de su viaje, fueron sobre todo el Linkspartei (el sucesor del SED, el partido único de la República Democrática Alemana) y algunos grupos de los Verdes y de los laicistas de la SPD los que negaron al Pontífice el derecho a intervenir en el Bundestag. Unos 80 diputados no se presentaron, perdiendo así la oportunidad de participar en «un momento decisivo de la historia del Parlamento Alemán», como lo han definido algunos otros diputados. El Pontífice fue aplaudido durante varios minutos en señal de reconocimiento de la altura intelectual de su discurso.
El Papa abordó los fundamentos del Estado y desplazó el problema de la fuente del derecho al «corazón dócil» de Salomón: si el hombre escucha su propia naturaleza, descubre dentro de sí los criterios fundamentales del derecho. El suyo ha sido un llamamiento a dirigir una mirada abierta a la realidad y a la naturaleza humana: «Es necesario volver a abrir las ventanas, hemos de ver nuevamente la inmensidad del mundo, el cielo y la tierra, y aprender a usar todo esto de modo justo».
Tras la visita, trescientos parlamentarios siguieron al Papa al estadio olímpico, en el que setenta mil fieles llegados de todos los Länder participaron en la Santa Misa. El arzobispo Rainer María Woelki ha hablado de «un acontecimiento histórico esperado desde hace tiempo, no sólo por la Iglesia de Berlín». En una capital «caracterizada por el olvido de Dios y por el ateísmo», explicó, donde sólo un habitante de cada tres pertenece a una iglesia cristiana, pero que al mismo tiempo es una «ciudad de mártires» (fue la ciudad donde murió por la fe el número más alto de cristianos en el siglo XX).

Lutero y la pregunta. Las persecuciones bajo la RDA forman parte de la historia de los mártires de la Iglesia. Además de la persecución física, hubo muchas condenas sociales y fuertes discriminaciones: desde el veto a inscribirse en la universidad hasta graves limitaciones en el ámbito laboral y personal. Fue sobre todo la experiencia de una Iglesia concretamente vivida en un pueblo la que mantuvo unidos a los católicos de la región de Eichsfeld y a los que pertenecían al grupo étnico de los sorabios. Para agradecer a los cristianos su firmeza, el Papa ha visitado Erfurt y el santuario de Etzelsbach, donde subrayó durante la homilía que «los cambios políticos del año 1989 en nuestro país no fueron motivados sólo por el deseo de bienestar y de libertad, sino, y decisivamente, por el deseo de veracidad». «Es como si el Papa hubiera besado el cristianismo antaño tan vivo en Turingia y quizás en toda la RDA, volviendo a despertarlo del sueño en el que había caído durante años», ha comentado un diario alemán.
La etapa de Erfurt se centró también en el ecumenismo, con un momento de oración común con los exponentes del protestantismo en el antiguo convento de los Agustinos. Por primera vez un Papa ha hablado en el lugar en donde Lutero interpretó la Palabra de Dios: «La pregunta: ¿Cómo se sitúa Dios respecto a mí, cómo me posiciono yo ante Dios? Esta pregunta candente de Lutero debe convertirse otra vez, y ciertamente de un modo nuevo, también en una pregunta nuestra, no académica, sino concreta. Pienso que ésta es la primera cuestión que nos provoca al encontrarnos con Martín Lutero».
También los jóvenes se esperan algo más de la Iglesia. Al referirse a las velas que los chicos habían encendido en la vigilia en la Feria de Friburgo, el Papa dijo: «Una vela puede dar luz solamente si la llama la consume. Sería inservible si su cera no alimentase el fuego. Permitid que Cristo arda en vosotros, aun cuando ello comporte a veces sacrificio y renuncia. No temáis perder algo y, por decirlo así, quedaros al final con las manos vacías. Tened la valentía de usar vuestros talentos y dones al servicio del Reino de Dios y de entregaros vosotros mismos, como la cera de la vela, para que el Señor ilumine la oscuridad a través de vosotros. Tened la osadía de ser santos brillantes, en cuyos ojos y corazones resplandezca el amor de Cristo, llevando así la luz al mundo».

Con las víctimas de los abusos. Benedicto XVI también ha evitado una reducción moralista de la figura de santo, a menudo objeto de caricaturas y distorsiones, «como si ser santos significase estar fuera de la realidad, ingenuos y sin alegría. A menudo se piensa que un santo es sólo aquél que hace obras ascéticas y morales de altísimo nivel y que precisamente por ello se le puede venerar, pero nunca imitar en la propia vida. ¡Qué equivocada y decepcionante es esta opinión!». Cristo no se interesa tanto «por las veces que flaqueamos o caemos en la vida, sino por las veces que nosotros, con su ayuda, nos levantamos. No exige acciones extraordinarias, pero quiere que su luz brille en vosotros. No os llama porque sois buenos y perfectos, sino porque Él es bueno y quiere haceros amigos suyos. Sí, vosotros sois la luz del mundo, porque Jesús es vuestra luz. Vosotros sois cristianos, no porque hacéis cosas especiales y extraordinarias, sino porque Él, Cristo, es vuestra, nuestra vida. Vosotros sois santos, nosotros somos santos, si dejamos que su gracia actúe en nosotros».
La transmisión de la fe ha sido una de las cosas que más ha apremiado al Papa en este viaje. La respuesta no está tanto en una determinada serie de reformas como en la concreta entrega a los hombres «a quienes les falta la experiencia de la bondad de Dios». Estos hombres «necesitan lugares donde poder hablar de su nostalgia interior. Y aquí estamos llamados a buscar nuevos caminos de evangelización», ha afirmado el Papa en Friburgo. «Uno de estos caminos podrían ser pequeñas comunidades donde se establecen amistades que se profundizan en la frecuente adoración comunitaria de Dios. Aquí hay personas que hablan de sus diarias experiencias de fe en su lugar de trabajo, en el ámbito familiar o entre sus conocidos, testimoniando de este modo un nuevo acercamiento de la Iglesia a la sociedad».
Las celebraciones multitudinarias en el estadio olímpico de Berlín, en Erfurt y en Friburgo no han sido un montaje eclesiástico, sino signos de una respuesta concreta a las preguntas fundamentales del hombre que la Iglesia puede ofrecer. Signos de la presencia de Dios. El Papa ha sabido devolver una renovada conciencia a una Iglesia insegura y abatida. Una conciencia que va pareja con la humildad del cristiano que sabe que no es él quien “crea la Iglesia”.
Uno de estos signos de humildad y caridad ha sido el diálogo con las víctimas de los abusos sexuales. Un encuentro y a la vez un desafío lanzado a cada uno personalmente para que vuelva a medirse seriamente con sus preguntas fundamentales: «Los agnósticos que no encuentran paz por la cuestión de Dios; los que sufren a causa de sus pecados y tienen deseo de un corazón puro, están más cerca del Reino de Dios que los fieles rutinarios, que ven ya solamente en la Iglesia el sistema, sin que su corazón quede tocado por esto: por la fe».
Y en la cita final, al dirigirse a los católicos comprometidos en la Iglesia y en la sociedad, el Papa ha recordado a la beata Madre Teresa. Cuando «le preguntaron una vez cuál sería, según ella, lo primero que debería cambiar en la Iglesia, su respuesta fue: Usted y yo». Este discurso ha sido a la vez vértice y síntesis del mensaje que Benedicto XVI ha dirigido a su patria, y no sólo. En apenas veinte minutos hizo resplandecer la grandeza y el carácter misterioso de la Iglesia católica. La Iglesia «no posee nada por sí misma ante Aquél que la ha fundado, de modo que se pudiera decir: ¡La hemos hecho muy bien! Su sentido consiste en ser instrumento de la redención, en dejarse impregnar por la Palabra de Dios y en introducir al mundo en la unión de amor con Dios». Por lo tanto, «la Iglesia debe hacer una y otra vez el esfuerzo de desprenderse de esta secularización suya» que el Papa ha enmarcado en la historia de la salvación: «La historia viene en ayuda de la Iglesia a través de distintas épocas de secularización que han contribuido en modo esencial a su purificación y reforma interior».

Sin fardos. Luego llegó lo que para algunos ha supuesto un verdadero reto y para otros un escándalo: Benedicto XVI ha pedido a la comunidad quizás materialmente más rica, pero espiritualmente más pobre, una «profunda liberación de formas mundanas», que la haría estar de nuevo dispuesta a cumplir con su verdadera misión: «Liberada de fardos y privilegios materiales y políticos, la Iglesia puede dedicarse mejor y de manera verdaderamente cristiana al mundo entero; puede verdaderamente estar abierta al mundo. Puede vivir nuevamente con más soltura su llamada al ministerio de la adoración de Dios y al servicio del prójimo».
Este discurso ha surtido el efecto de una sacudida al final de un viaje en el que el Papa ha desbaratado muchas previsiones, para centrarse en la espera del corazón humano y la misión de la Iglesia en respuesta a esta necesidad de cumplimiento y redención. Como dijo hace seis años, al comienzo de su nuevo ministerio: «No hay nada tan hermoso como conocer a Cristo y comunicar a los demás la amistad con él».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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