En la JMJ la verificación de una propuesta educativa dirigida a jóvenes y adultos. Son innumerables los testimonios de un bien que nos ha llevado al corazón de la Iglesia
La reciente Jornada Mundial de la Juventud ha supuesto un bien innegable para la Iglesia, para el Movimiento y para la sociedad española. De ello dan fe multitud de testimonios y algunos artículos periodísticos. Muchos de ellos proceden de los numerosos voluntarios de CL que se han implicado durante días o meses en la guía de exposiciones, los actos culturales, el servicio de orden, las infraestructuras o la acogida a los peregrinos. Sin duda una ocasión para poner en juego nuestro carisma, la humanidad y percepción de la realidad en la que somos educados.
Al pasar por el portal, Inma saluda al portero de su casa. De tradición musulmana, el conserje siempre inicia las conversaciones hablando del tiempo. Pero hoy ha cambiado de disco: «¡Cómo está Madrid hoy! ¡Lleno de color!» Inma se detiene para preguntarle a qué se refiere. Entonces, él le cuenta que, cuando viene en el metro por las mañanas, normalmente solo ve caras de enfado, pero que aquel día le había sorprendido ver gente tan joven y contenta: «¡Da alegría verlos!». No hace falta ser cristiano para reconocer el bien que ha sido para los madrileños la semana de la JMJ, basta con tener un corazón sencillo.
Madrid parecía otra. Legados de todo el mundo la recorrían de un extremo a otro, ataviados con vistosas camisetas, mochilas y gorros, portando banderas de su país. Caminaban por las aceras en grupos, bajo el sol abrasador, llenaban el metro, los autobuses, los restaurantes: «Madrid estaba irreconocible y, a decir verdad, más viva y acogedora que nunca», comenta Irene, una bachillera que ha trabajado como voluntaria.
De la JMJ se ha beneficiado no solo Madrid, sido la entera sociedad española. Las cifras hablan por sí solas: la vigilia y la eucaristía en el aeródromo de Cuatro Vientos suscitaron la mayor concentración humana que se recuerda en la capital, con un millón y medio de asistentes, más otro medio millón que no pudo acceder al recinto.
Novedades en la JMJ. Con respecto a ediciones anteriores, la JMJ 2011 ha introducido varios aspectos novedosos. La clara preferencia del Papa por la esencialidad litúrgica en detrimento del frenesí festivo ha sido uno de estos aspectos. La respuesta de los jóvenes ha estado a la altura de la propuesta. «Su apertura a todos los grupos que encontraban, su atenta escucha a las palabras del Papa, su silencio impresionante, revelan una juventud más educada y con una mayor conciencia de pertenencia a la Iglesia. Ellos son una prueba de la humanidad que genera y educa la Iglesia, frente a un mundo incapaz de suscitar una juventud constructiva y deseosa de aprender, alegre y agradecida», señala José Miguel García.
Esto se hizo patente durante la vigilia de Cuatro Vientos, cuando tras una fuerte tormenta de lluvia y viento, Benedicto XVI decidió acortar el acto y renunciar a su intervención para dar paso a la adoración del Señor Sacramentado, exhibido en la monumental custodia toledana de Arfe. El Papa indicaba así al verdadero protagonista de la JMJ y los jóvenes se sumaban a este gesto con un sobrecogedor silencio. «Yo he visto con mis ojos un sinfín de jóvenes con una obediencia, recogimiento y alegría que imagino debía de ser la misma de los discípulos cuando conocieron a Jesús. Daba igual el calor, el cansancio, la sed, la incomodidad… Como decía el Papa, su fe era más fuerte que cualquier inclemencia», atestigua Matilde, otra voluntaria.
Un silencio que también fue unánime en el Via Crucis que recorrió el céntrico Paseo de Recoletos ante la asombrosa belleza de los 13 pasos escultóricos traídos de diversas ciudades españolas. No muy lejos de allí, en El Retiro, el parque más emblemático de Madrid, se podía ver una imagen insólita: decenas de sacerdotes confesando a todas las personas que lo pedían.
Guías que marcan la diferencia. También para la comunidad española de CL, que se ha implicado activamente en la organización, los preparativos, el trabajo cultural y de infraestructuras y la acogida de peregrinos, la JMJ ha sido un gran bien. Muchos son los que en estos días han visto acrecentada su fe, su afecto y su pertenencia a la Iglesia. Más de 300 voluntarios han trabajado durante meses en la planificación y organización de los más de 350 actos culturales y de las exposiciones. Cinco exposiciones –El Pórtico de la Gloria, Sagrada Familia_Moved by beauty, Santo Toribio de Mogrovejo, Las Reducciones jesuíticas de Paraguay, y la científica Una tierra para el hombre– surgen directamente de la experiencia de CL.
Cuenta Diego, uno de los guías de la muestra sobre la Sagrada Familia, instalada en el Parque del Retiro: «Personalmente he podido experimentar cómo la belleza es capaz de alcanzar el corazón de todo hombre: de los que creen y reconocen en ella el resplandor de la Verdad, y de los que paseaban por el parque y que aún no han encontrado a Dios y que inesperadamente se sentían atraídos por las increíbles imágenes, los textos o el testimonio de fe viva que los guías transmitían a los visitantes».
Lo confirma Miguel Ángel, comisario de la exposición sobre el Pórtico de la Gloria: «La belleza ha sido el instrumento que nos ha permitido acercarnos a todos, cristianos y no cristianos. Cuando la belleza nos pone en relación con el Misterio es más fácil vencer el prejuicio, y que haya personas que, a pesar de sus diferencias y distancia con la Iglesia, pueden empezar la visita con cierto escepticismo y salir conmovidos por el mensaje del Pórtico o por lo que han escuchado durante la visita».
Encuentros llamados a perdurar. La colaboración en el área cultural de los voluntarios de CL con otras realidades eclesiales ha dado lugar a encuentros llamados a perdurar. Por ejemplo, con el padre jesuita Enrique Climent, a raíz del trabajo común sobre las Reducciones de Paraguay. Al final de la JMJ, el padre Climent escribía estas líneas de agradecimiento: «Hemos vivido una experiencia de comunión. La casi totalidad de guías y responsables de esta semana de locura y gracia han sido gente de Comunión y Liberación, hablando de la Compañía de Jesús con una entrega y generosidad impresionantes. Gracias a Dios y a vuestro apoyo. De corazón».
Los voluntarios llamaron la atención por el modo en que guiaban las exposiciones. No repetían una explicación prefabricada, sino que hacían suya cada muestra y ponían su propia experiencia delante de los visitantes. Esto sucedía también cuando guiaban exposiciones diseñadas por otras entidades, como ocurrió con la muestra sobre los cristianos perseguidos, organizada por la asociación Ayuda a la Iglesia Necesitada. Su director, Javier Menéndez Ros, enviaba este mensaje al cierre de la exposición: «De verdad que nos habéis asombrado a todos por vuestra disponibilidad, por vuestra entrega y por la calidad con la que desempeñabais las tareas que os encomendábamos. Con la increíble afluencia de visitantes que tuvimos, sin vosotros hubiera sido absolutamente imposible atenderlos con visitas guiadas, que, desde luego, marcan la diferencia».
La comisaria de la exposición sobre la Sagrada Familia expresa sin ahorrarse adjetivos cuál es esa diferencia que ella ha advertido en sí misma, mientras explicaba una de las muestras: «Trabajar en esta exposición ha generado una Chiara nueva, más inquieta, más curiosa, más atenta, más enamorada, más herida, más viva».
La forma más concreta. Pablo se había pasado varias horas colocando vallas a lo largo del Paseo de la Castellana y su hermana Inés se había levantado a las cinco de la mañana para preparar bocadillos para los peregrinos italianos y portugueses. Nunca en su vida habían trabajado tan duro. Estaban agotados pero su cara irradiaba felicidad, al igual que los otros 140 voluntarios de orden o los 180 bachilleres y profesores que atendieron y dieron de comer a 1.600 peregrinos en los colegios Newman y Kolbe. Todos tenían grabada en la mente la frase de don Giussani, que Nacho Carbajosa les había propuesto el primer día: «Verificad personalmente que “el trabajo es la expresión más concreta, más árida y concreta, más fatigosa y concreta, del amor a Cristo”».
«Bachilleres de toda España trabajábamos codo con codo para que todo saliera bien», recuerda Irene, quien se dedicó a atender a peregrinos en el Newman. «La primera vez que les atendimos acabamos agotados, tanto la gente de la cocina, como los de la barra y los camareros. Al final predominaba la alegría, surgida de un modo tan espontáneo y natural que debe de proceder de una fuente divina. El hecho de que la gente del turno del desayuno se quedara voluntariamente al de comida o limpiando baños sólo es posible por la gratitud que se ha podido percibir en toda la JMJ».
Macarena se pasó la semana atendiendo a peregrinos. Por las noches dormía con ellos en algún instituto. «La verdad es que el trabajo ha sido muy cansado. Me ha fascinado descubrir cómo el trabajo, como dice don Giussani, es la forma más concreta de amar. No se sirve un plato de comida de la misma manera si tienes esto presente. De esta forma, trabajar se convierte en algo bello».
Necesidad de belleza. La belleza se puede expresar cortando cebollas o sirviendo un plato, mostrando una exposición o al entonar un canto. Precisamente, la belleza fue el tema de la velada de cantos y lecturas que CL organizó el jueves 18 en el parque de Berlín, en el marco de la JMJ, y a la que asistieron 3.500 personas.
El mensaje que el entonces cardenal Ratzinger envió al Meeting 2002 sirvió de hilo conductor a la velada sobre: “La gran necesidad del hombre”. El fado Foi Deus, Lela, o el I still haven’t found what I’m looking for, de U2, sonaron acompañadas por imágenes de Cristo del Románico catalán, la secuencia de la última cena de la película De dioses y de hombres o el Agnus Dei, de la Misa de la Coronación, de Mozart, cantado por Kathleen Battle. La velada culminó con un montaje de fotografías tomadas en las obras sociales y de caridad nacidas de la experiencia de Comunión y Liberación en España, y la invocación Non Nobis, Domine, sed nomini tuo da gloriam.
«Quiero agradecerles lo educativo y hermoso del gesto porque me conmovió mucho –escribiría algunos días después Leonardo Marius desde Venezuela–, fue de una belleza muy correspondiente. Me ayudó a ponerme en la postura adecuada frente al Papa, a dejarme tocar por la belleza de sus palabras y me hizo estar más disponible y dócil a los hechos de esos días».
También para Yara, una voluntaria de Barcelona, la velada en el parque de Berlín resultó fundamental para vivir la JMJ: «La belleza me ha salvado. Sin la noche del jueves creo que se hubiese quedado todo un poco en el aire. Hubiese olvidado que no soy sólo una simple pulguita más entre el millón que sigue los gritos por las calles sino que quiero que lo que hago tenga un sentido».
Una presencia. Algunas personas que escucharon a un grupo del CLU cantando en la Plaza Mayor buscaron al día siguiente el stand de CL en la feria vocacional instalada en el Parque del Retiro. Emilio y Silvia eran dos de los 12 que pasaron la semana de la JMJ atendiendo a gente en ese stand. Para Silvia «la primera sorpresa fue encontrarme un rincón muy acogedor que parecía el salón de estar de una casa». En vez de abordar a la gente, Emilio, Silvia, Gonzalo y Andrea esperaban. Se acercaban entonces personas que en alguna ocasión habían conocido a alguien de CL en su trabajo, en su facultad, en el vecindario o en unas vacaciones y querían saber cuál era el secreto que hacía que aquella persona fuera distinta.
En lugar de tratar de convencer, apelaban al corazón de cada persona, porque el corazón es capaz de reconocer la Verdad. «En este sentido –señala José Miguel–, me ha sorprendido como la ideología, que es una posición tomada de antemano, no se deja tocar por la realidad aunque ésta sea imponente. Mientras que la gente sencilla se ha abierto; por ejemplo, las familias que han acogido a jóvenes durante estos días, han visto a Cristo actuando en medio de ellos. Todas estas familias han quedado agradecidas, y en algunos casos se ha avivado su fe, que con el paso del tiempo se había entibiado».
Isabel narra lo que le ocurrió a su hermana: «El sábado se fue a Cuatro Vientos; mientras, su novio y sus amigos tuvieron una fiesta de esas que ella hubiera dado lo que fuera por ir, pero me dijo: “Isabel, por primera vez no me ha dado envidia. Me ha liberado confesarme y no tengo miedo a expresar a todos mis amigos que quiero pertenecer a la Iglesia. Incluso lo he manifestado en Facebook”».
Miguel Ángel cuenta lo que le ocurrió explicando la exposición a un hombre de 65 años que frecuenta el centro para mayores en el que se instaló la muestra: «En un momento dado, me mira y me pregunta: “¿tú quién eres?” y “¿quién es ese Giussani?”. Le propuse irnos al stand de CL en el Retiro, es decir, le invité a que conociera mi casa. Luego, se fue a comer con el cuadernillo de los Ejercicios de Carrón bajo el brazo. En los días siguientes, nos ha acompañado y ha comenzado el día rezando con el grupo de los guías».
Reacciones sorprendentes. Policías, taxistas, enfermeros, directores de museos, todos los que han sabido mirar la realidad sin prejuicios han elogiado el comportamiento de los peregrinos de la JMJ. El servicio municipal de emergencias sanitarias de Madrid (SAMUR) mostró públicamente su asombro por el hecho de que en una concentración masiva de jóvenes no se hubiera registrado ni un solo coma etílico.
La mayoría de los medios de comunicación no han podido negar la evidencia y hasta el diario El País ha admitido el éxito clamoroso de la JMJ. El Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa publicaba una columna en las páginas de este periódico en las que afirmaba que «creyentes y no creyentes debemos alegrarnos por eso de lo ocurrido en Madrid en estos días en que Dios parecía existir».
En ese mismo artículo el prestigioso novelista manifestaba: «¿Es esto bueno o malo para la cultura de la libertad? Mientras el Estado sea laico y mantenga su independencia frente a todas las iglesias, a las que, claro está, debe respetar y permitir que actúen libremente, es bueno, porque una sociedad democrática no puede combatir eficazmente a sus enemigos –empezando por la corrupción– si sus instituciones no están firmemente respaldadas por valores éticos, si una rica vida espiritual no florece en su seno como un antídoto permanente a las fuerzas destructivas, disociadoras y anárquicas que suelen guiar la conducta individual cuando el ser humano se siente libre de toda responsabilidad».
En las páginas del diario ABC, Hermann Tertsch no ocultaba su emoción ante las multitudinarias concentraciones de peregrinos ante el Papa: «Es toda una marea de actitud mucho más que positiva, como se suele decir ahora, bendita. De aproximación ilusionada y expectante a unos acontecimientos para los que se han preparado durante meses o años. Y por los que ya muestran su alegría, su esperanza y, sobre todo y en todo momento, esa gratitud que emociona también, y quizás especialmente, a quienes en nuestra trayectoria vital tan lejos hemos estado de esa fe que los mueve, motiva y enaltece. (…) Estos jóvenes demuestran que precisamente ahora, cuando las ideologías redentoras sólo presentan un devastador balance de desolación, soledad humana y angustia, existe la respuesta de la alegría y la esperanza».
“Por si acaso” tiene razón. Desde el diario liberal El Mundo, su director, Pedro J. Ramírez, sacó a colación una conversación que mantuvo hace siete años con un recién investido Rodríguez Zapatero. Tras revelar que el flamante presidente del Gobierno se había confesado ateo y dispuesto a liberar a la sociedad española del lastre que a su modo de ver suponía la Iglesia Católica, el director afirmaba: «Si escucho siempre con interés y respeto al pensador profundo que hay en Benedicto XVI es “por si acaso” tiene razón. O, para ser más exactos, porque hay una parte de lo que dice –todo lo relacionado con la dignidad de la persona y de la vida humanas– que resulta muy certero y razonable, al margen de cuáles sean las convicciones religiosas de cada cual. Incluso si no fuera verdad ninguno de los hechos extraordinarios descritos en el Catecismo y en el Credo, el aporte a la convivencia y la civilización humanas de una organización que difunde el amor, predica la paz y atiende a los más necesitados continuaría siendo tan digno de encomio como impagable». Una verdadera presencia la de la JMJ, que ha hablado al corazón, es decir, a la razón de todos.
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