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Huellas N.8, Septiembre 2011

PRIMER PLANO / La historia soy “yo”

«La certeza sucede»

Costantino Esposito

La incertidumbre nos inquieta precisamente porque nos reta a descubrir que el comienzo de nuestra vida está indeleblemente marcado por una certeza. Ésta es la sorpresa que nuestro mismo ser nos tiene reservada: sólo porque en cierto modo ya conocemos esta certeza, podemos padecer su ausencia. No se trata de una suerte de seguro o de una garantía previa al desarrollo de nuestra vida, sino de la experiencia original que compartimos con cualquier hombre: la de ser queridos y acogidos por la mirada amorosa de nuestra madre (…). Cuando digo que debemos ir hasta el fondo de la incertidumbre que nos inquieta, no quiero decir en absoluto que tenemos que conformarnos con una condición de precariedad y confusión; al contrario, estoy planteando la hipótesis de que ni siquiera podríamos experimentar nuestra debilidad si desde su fondo no emergiera lo que es una especie de sello de nuestro yo, es decir, la certeza de un significado que nos viene de otra cosa y que está antes que nosotros mismos. La certeza no es en primer lugar un fruto de nuestras manos, sino algo que recibimos. (…).

La certeza es algo que se descubre continuamente, no es un “absoluto”, como se suele interpretar superficial o ideológicamente, sino algo que ha “sucedido”, más concretamente, algo que sigue aconteciendo, porque si no se renovara en el presente caería en el vacío.
En realidad, ¿cómo podría el hombre superar la verificación más exigente de la certeza, la que se exige ante el límite y ante el mal? Incluso nuestra certeza más original –la de la relación con nuestra madre– correría el peligro de sucumbir frente al dolor y a la muerte. (…) El drama de la certeza muestra aquí toda su radicalidad: su necesidad es infinita, y nada que sea menos que el infinito la puede satisfacer.

Tuvo que acontecer algo inesperado y sorprendente para dar vía libre a otro tipo de certeza posible, frente a la necesidad propia del mecanismo natural o a la deducción lógica, algo que no quedara reducido a una esperanza irrealizable en el presente. Tuvo que venir Cristo, en la carne del mundo, para reabrir el ciclo inexorable del tiempo natural, situándose como principio de conocimiento nuevo, el único capaz de valorar hasta el fondo la necesidad de significado y, por tanto, la espera de cumplimiento y el deseo de felicidad de todo hombre. Cristo es ese caso único en la historia del hombre en el cual el significado, el logos, se hace amigo de lo que de otra manera sería un simple caso. Desde entonces, cada “caso” –cada persona y cada acontecimiento– ha dejado de ser sólo un caso (…). Gracias a Su resurrección en la carne, se cumplió la verdadera “revolución copernicana” que ha dado al hombre la posibilidad de conocer y de alcanzar certeza. Ese hecho (…) afirma una presencia misteriosa del ser que no se puede reducir a la naturaleza, pero gracias a la cual podemos alcanzar la certeza de que la naturaleza misma y la vida se nos entregan como un don, son “para” nosotros.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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