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Huellas N.8, Septiembre 2011

LA THUILE / Asamblea de responsables

Con sus mismos ojos

Paola Bergamini

Las lecciones, los testimonios, la excursión y muchos encuentros. Diario de cinco días intensos en los que los responsables de CL, llegados de todo el mundo, han presenciado «un nuevo inicio»

«Tengo la neta sensación de que empieza una nueva aventura», me dice Iaia –un atuendo de perfecta ejecutiva, tacones incluidos– a la salida del salón de La Thuile, al terminar la misa. Es 31 de agosto, último día de los cinco de la Asamblea internacional de responsables. Todo ha terminado. Y en cambio, puede ser el comienzo. De nuevo. Por gracia, en los rostros, en los gestos, en las palabras y en los testimonios sencillos de los que el Señor ha puesto a mi lado en estos días. Ahora es más fácil escribir lo que esta vez me parecía imposible, hasta el punto de que llegué a pensar en dejarlo. Leer y releer los apuntes con esa frase en la mente se convierte en el reflejo de una experiencia de amistad atractiva. En un don.

Lo más querido para nosotros. Desde la primera noche en que, recién llegada, me encuentro en la cena a sor Caterina, misionera en Nigeria desde hace casi treinta años. Me dice: «Me alegro de verte aquí». Pocas palabras, desnudas, como corresponde a una bergamasca. Sin embargo, sus ojos dicen mucho más: sonríen. En un instante, su mirada sencilla te abraza y se te clava en el corazón.
En la mesa me dice una amiga: «Está Iaia». La busco entre las mesas. Ahí está. Nos damos un largo abrazo. «Te esperaba», me dice. Nos conocemos desde que, en 1995, siendo doctoranda en Filosofía, organizó el archivo histórico del movimiento en la sede de CL. Amigos queridos en común, sobre todo uno: don Giussani. Hoy tiene una empresa de consultoría. Estos últimos años nos hemos visto menos. Ahora no importa. Es una persona aguda, ingeniosa, libre de todo esquema. Por eso la provoco: «¿Qué haces aquí?». «Aunque no te lo creas, desde hace algunos meses soy visitor de la comunidad de Bélgica. Desde que estuve allí por motivos de estudio, siempre he mantenido buenas relaciones con ellos… y ahora me han propuesto visitarles regularmente. El Señor es muy imaginativo, ¿qué te parece?». Me parece que sigue teniendo la misma vivacidad. Juntas vamos hacia el salón para escuchar la introducción.
La frase de san Ambrosio campea a un lado del escenario: «Ubi fides, ibi libertas». Es el título. Mi fe, mi libertad. Junto a ella, un cartel con los nombres de los setenta y cuatro países presentes. Cantar al comienzo Desciende Santo Espíritu no es algo obvio porque, como subraya Julián Carrón, es pedir que el Señor nos conceda acoger lo que quiera darnos en estos días. Él se inclina sobre nosotros. El resultado de estos días depende de la disponibilidad de cada uno. Porque, y es la primera provocación que lanza Carrón retomando el último libro de Giussani que recoge los Equipes del CLU, «¿qué es lo más querido para nosotros?». ¿Qué llena la vida, ahora? Después de años en el movimiento, puede ofuscarnos la sombra del cansancio, de lo “ya sabido”, del cinismo. Pero la urgencia de esta pregunta, si uno es sincero, permanece. Y sólo hay un camino, indicado por don Giussani, como se repitió en los Ejercicios de la Fraternidad: que la fe se convierta en una experiencia vivida. Sólo así puede comprenderse su utilidad. Es un camino, como escribe Ratzinger hablando de san Agustín: «La conversión es un camino, un camino que dura toda la vida». Se trata siempre de un inicio. Sin dar nunca por descontado que es Cristo quien nos ha aferrado, «hemos sido elegidos para tener los mismos ojos con los que Él mira a los hombres». Tener la humildad de reconocerlo, de estar en tensión en nuestra carrera por aferrarle. Nuestros ojos fijos en los Suyos.
El domingo por la mañana, antes de la asamblea, cantamos la Ballata del amore vero. Delante de mí, el cardenal Simonis, emérito de Holanda, sigue la canción en el cuadernillo. De vez en cuando levanta la mirada hacia la persona que dirige. No pierde ni una palabra. Es anciano. Desde hace algunos años viene a la Asamblea de responsables. Alguien me ha explicado que, junto a su visita al Meeting, éstas son sus únicas vacaciones. 

Desde El Cairo hasta Ucrania. «Quisiera ver a Dios, pero no es posible», cantamos. Sin embargo, Él se ha acercado a cada uno de nosotros y nos ha abrazado. Toda la asamblea constituye el testimonio, dentro del drama de la vida, de un “yo” despierto. Para muchos, el punto de arranque fue el pasado 26 de enero, con la presentación de la Escuela de comunidad sobre El sentido religioso. El impacto con la realidad a la luz de la experiencia de la fe nos hace libres para encontrarnos con cualquiera que sienta esas exigencias elementales que le constituyen, aunque las sienta de forma distinta. Es lo que le ha sucedido a Alberto en el Meeting con el rector de la universidad de Al Azhar o con John Elkann, el presidente de la Fiat, con el que habló en una cena sobre los hijos y la educación. No hay estrategia que valga, se trata de no reducir la realidad a la apariencia. Pero el punto inicial es reconocer al Señor presente, como ha subrayado Costantino. Que es lo que me ha pasado a mí, en un instante. Ya no hay ningún a priori. Cristo no es un a priori. Esta es la verdadera sorpresa, aunque hayas pasado ya los cincuenta, tengas un puesto de responsabilidad, un trabajo importante… Como le ha pasado a Giorgio. Y esto te abre al mundo. Eres más que tú mismo. Esta asamblea es un destello del “yo”. Un inicio.
Fuera el sol aprieta e ilumina las montañas. Hay tiempo para un par de conversaciones rápidas. Pasa mi amigo Guido, que está en California desde hace años. Lo justo para preguntar: «¿Comemos mañana con los norteamericanos?». «¡Perfecto! Nos vemos en el comedor, al fondo a la derecha». Entonces Iaia me da un codazo. «Preséntamelo. He escuchado su intervención en el Meeting. Coincidimos en la universidad». Le llamo y hago las presentaciones. Ella le agradece sus palabras en Rimini, y él responde: «Trabajamos junto a Él. Reza por mí, Iaia». Se va corriendo. Después de comer me cruzo con Rose. Le pregunto cómo están sus mujeres, refiriéndome a las mujeres enfermas de SIDA de las que se ocupa en el Meeting Point de Kampala. «¿Las primeras?». No entiendo. «Mis compañeras de los Memores Domini, en cierto sentido “dan a luz”, introducen en una vida nueva a las mujeres del Meeting Point que están con nosotros». Y se va. Un regalo detrás de otro.
Por la tarde, dos testimonios para comprender que el carisma de don Giussani es para todos, sale al encuentro de todos. Wael Farouq, profesor de literatura en El Cairo, agradece la amistad que ha nacido con algunas personas del movimiento, «sin la cual yo no podría definirme a mí mismo». Para él, musulmán, la presencia de Dios en su vida tiene nombres precisos: Carrón, don Ambrogio, Emilia… Esta amistad llevó el pasado mes de octubre al evento milagroso del Meeting del Cairo. Aleksandr Filonenko, profesor y teólogo ortodoxo de la universidad de Charkov (Ucrania), nunca olvidará ese día de mayo de 2002, cuando conoció a los amigos de Rusia Cristiana. Y tampoco la invitación al Meeting para presentar la exposición dedicada a los «Jóvenes de la plaza Majakovski». Allí, en la atención y en la mirada de aquellas personas, conoció por primera vez a don Giussani, del que nunca había oído hablar. Se produjo una correspondencia inmediata. Porque, como escribe san Pablo, «somos de Cristo». Habla de vulnerabilidad, de la disponibilidad a dejarse tocar como condición sencilla pero necesaria en el camino cristiano.
Después de la cena, Nacho Carbajosa presenta el libro de Benedicto XVI Jesús de Nazaret, una obra que se inserta en la gran batalla para superar la fractura entre saber y creer. El Papa, como fino teólogo, hace un recorrido por los estudios que se han hecho sobre Jesús. Y desmonta las teorías que han tratado de separar al Jesús de la fe del Jesús histórico.

La hoja presente. Lunes por la mañana: puntualización. Así la ha llamado Carrón. A medida que va al fondo de la cuestión, resulta claro que nos está acompañando por un camino para llegar a ser más hombres, como sólo un amigo puede hacer. Y lo hace recorriendo el camino marcado por don Giussani en el capítulo décimo de El sentido religioso. El corazón de nuestra propuesta es el anuncio de un acontecimiento que sorprende. Un acontecimiento que potencia el núcleo de evidencias originales a las que damos el nombre de sentido religioso. «La fe hace del hombre un hombre. Nosotros, que participamos en este acontecimiento, somos más “vulnerables” ante el ser de las cosas. Sólo se hace experiencia en el impacto con la realidad». Pero nosotros, ¿estamos acostumbrados a «mirar como “presencia” una hoja presente»? No. Nos cuesta percibir la vibración del Ser. Es algo vertiginoso para la razón, pero fascinante. «La cultura del poder ha ofuscado, ocultado esta realidad más real». Esto se produce por dos motivos: «Uno: una razón frágil, por la que estamos de acuerdo de forma abstracta, pero que no nos provoca. Dos: una división entre el reconocimiento y el afecto. Podemos afirmar a Cristo como un a priori, pero sin ninguna vibración». La única salida posible es partir de nuestra experiencia, mirar nuestro “yo” en acción. De este modo, podemos ir contra la perfección de la realidad como algo obvio y ganar la conciencia de que es un don. Por tanto, nuestra primera actividad es una pasividad. Es decir, «caer en la cuenta de esta Presencia inexorable». Sólo en una posición así puede florecer el asombro. Como el chorro de una fuente. «Del mismo modo, lo que me constituye es el reconocimiento de la dependencia de este “Tú” que me hace y que la tradición religiosa llama Dios». Es la contemporaneidad de Cristo. El positivismo imperante bloquea este impacto originario con la realidad. ¿En qué se ve que somos positivistas? «En que nos ahogamos. Te ahogas en la circunstancia». Don Giussani nos ha marcado un único camino: vivir la realidad. Y es totalmente fascinante, porque exalta la razón y el corazón. El “yo”.

Traducción “genial”. Disponemos de algún tiempo para el trabajo personal o por grupos. La plaza frente al hotel es un barullo de conversaciones en distintas lenguas. A la comida se presentan dos americanos: Damian y Guido. Hablamos de la «puntualización». «Cuando he tenido que traducir  “dato”, he tenido algunas dificultades –cuenta Damian–. En inglés, la palabra correspondiente, given, tiene una acepción negativa. Quiere decir algo dado por descontado». ¿Qué has hecho? «He usado datum, que tiene una connotación científica, pero que refleja mejor la idea. ¿Qué te parece?». Me parece genial. «Anda ya».

El sombrero sobre la cima. Por la tarde, Giorgio Vittadini, Ilaria Schnyder y Nacho Carbajosa testimonian “lo más querido para nosotros” en la experiencia del Meeting recién concluido, en el trabajo de doctorado sobre el proyecto de AVSI en Salvador de Bahía y sobre la experiencia de Marcos y Cleuza Zerbini en Sao Paulo y en la participación en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. Es el relato de una experiencia en acto que se hace pública, que incide en la historia. Por la noche, la presentación de la exposición sobre la Eucaristía es el testimonio del corazón de la tradición cristiana.
Martes por la mañana. Excursión. En fila por grupos para alcanzar la cima. Por el camino coincido con Stefano. Hace veinte años que no nos vemos. Hablamos del trabajo, de la familia, de los tres hijos que tiene en acogida. Hablamos de la vida. Bromeamos. Por un segundo pienso que él y yo nos conocíamos prácticamente de vista. El Señor es verdaderamente irónico. Nos esperamos mutuamente, porque nos cuesta a los dos la subida. Pero nada más llegar, el espectáculo nos deja con la boca abierta. El día es limpísimo, el perfil de las montañas se dibuja nítido contra el cielo. Es un regalo. El regalo de un amigo. En esa belleza se impone una Presencia llena de anhelo. Y todo esto es para mí. Ha sido creado para mí. No estamos fuera de lugar, como dice Javier Prades durante la homilía de la misa. 
Empiezan los cantos de montaña. Se acerca Alberto: «Mira, la cima del Mont Blanc tiene un sombrero». Me doy la vuelta: sobre la cima hay una pequeña nube. Seguramente no le habría prestado atención alguna. Mejor aún: nunca habría pensado en un sombrero. Siempre hay un amigo que te indica el camino, que te dice: «Mira». Y te asombra. Mientras descendemos, un joven africano que va detrás de mí canta en voz baja Si tú me acoges. Mientras espero en el aparcamiento, me encuentro con don Giovanni, que está en Perú. Este año no hemos conseguido comer juntos. Le pregunto cómo va todo. «Hemos abierto otras cuatro sedes de la universidad católica Sedes Sapientiae de Lima. Una de ellas en la jungla. La obra de Andrea (Andrea Aziani, muerto hace tres años, ndr) sigue adelante. Un regalo».
El reflejo de esa belleza se hace visible en la asamblea de la tarde. En las intervenciones aparecen palabras que han tomado carne: experiencia, fe, razón, afecto, pasividad. Emerge el vínculo con la realidad a la que se somete la razón. Porque acoge. Carrón nos invita siempre a dar un paso más. Estos días son paradigmáticos. No por lo que se ha comprendido, sino por lo que ha sucedido. Estamos en camino.

Negro y blanco. A la salida busco a Franco. Tengo ganas de conocer al padre Stefano, que se halla de misión en Madagascar desde hace más de treinta años. «Mañana comemos juntos. Es un hombre de pocas palabras, pero esenciales. Tienes que conocerle. A lo mejor podemos ir juntos a Madagascar alguna vez», me dice. Me cuenta cómo se conocieron, el viaje que hizo a la isla. Pero, ¿por qué tanto afecto? «En el encuentro con él me he vuelto más consciente de nuestra experiencia. Eso es todo».
Las notas del Trío nº 2 para piano y cuerdas de Dimitri Shostakovich, interpretado en vivo, llenan el salón después de la cena. Es una música que grita tristeza, angustia. Y sin embargo es tan bella que te hace decir: la desesperación no es la última palabra.
Último día. Síntesis. La experiencia de estos días ha provocado un trabajo. Se ha despertado el deseo de ponerse manos a la obra. Para continuar, Carrón indica algunas sugerencias. «La relación entre razón, libertad y afecto, y la realidad. Razón y afecto se mueven juntas sólo cuando la realidad nos alcanza. Porque si no reconozco la realidad, mi afecto no se adhiere a ella». Y te permite decir: «Esto es negro y esto es blanco». Es lo que fascinó a Carlo Wolfsgruber, bachiller de los primeros momentos, uno de los primeros alumnos de liceo de don Giussani. Un hombre libre, porque es verdadero. Otra sugerencia: «La relación entre acontecimiento y libertad. La libertad presupone que en las decisiones fundamentales cada hombre se tiene que poner en primera persona. Lo que nosotros tenemos es un tesoro, pero no llega a ser nuestro sin nosotros». La novedad de mirada que el carisma tiene nunca llegará a ser nuestra repitiendo conceptos. Es un atractivo que se renueva siempre. «La verdadera decisión es si estamos disponibles para dejarnos generar por el carisma». Por Cristo.
Y la partida se juega todos los días.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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