Trabaja en Boston, y su trabajo consiste en mover todos los días millones de dólares. ¿Qué le ayuda a tener los pies en la tierra? He aquí su forma de afrontar el trabajo
Usted trabaja con grandes sumas de dinero, con una riqueza enorme que no es visible físicamente. En la vorágine de la crisis, hay quien reclama una vuelta a la economía “real” basada en la producción y en la agricultura. ¿Cómo consigue “tener los pies en la tierra”? En otras palabras, ¿cómo conserva la conciencia de que aquello con lo que trabaja es algo real, con consecuencias reales para usted y para los demás?
El problema no es tener una economía basada en la producción o una economía agrícola. Lo que hacen las sociedades de gestión de las inversiones es algo que necesitan todas las economías: al igual que un banco, tienen la tarea de tomar en depósito los ahorros de la gente y usarlos para invertir en otros sectores de la economía, para favorecer la creatividad y el desarrollo. Las cosas creadas con el dinero invertido son cosas visibles. Sin embargo podemos perderlo de vista en dos casos. En primer lugar, cuando se pierde el sentido de lo que se está haciendo. Se había llegado a un punto en el que los productos financieros eran creados con la única finalidad de generar un retorno económico. Habíamos perdido de vista el fin de favorecer las inversiones de la economía real, mientras que nosotros estamos aquí para esto: para ayudar a las empresas a invertir, no sólo para generar ganancias financieras. Lo segundo es que la gente se vuelve demasiado optimista y utiliza demasiado el instrumento del aliciente financiero. La gente quiere cada vez más, el deseo del hombre nunca está satisfecho. Todo esto se puede definir como avaricia, pero no creo que se trate sólo de esto. Es que uno trata siempre de hacerlo mejor.
¿Cuáles son los momentos de su vida laboral que le aportan más satisfacción?
Existen dos tipos de sociedades de inversiones: las que operan a nivel micro con empresas específicas y las que operan a nivel macro, que afectan a economías enteras. Yo me ocupo de estas últimas. Observo el sentido religioso, es decir, el espíritu creativo del hombre, a nivel macro. Cuando el dinero se mueve de un país a otro no se trata sólo de cosas, sino de muchos otros factores, como por ejemplo la forma en que economías enteras se relacionan con aspectos distintos de la realidad. Se trata de su historia, de la energía que hace avanzar la producción, la industria... Y yo debo comprender la historia, la cultura y la política de países diferentes. Comprender de qué forma se manifiesta ahí el corazón del hombre. Tomemos como ejemplo a Asia. Corea y Japón se hallan ambos en crisis. Pero Corea tiene una fuerte presencia cristiana, y por este motivo ha tenido la capacidad de reconocer la crisis más rápidamente que Japón, que quería salvar la imagen, silenciar todo. Para mí resulta fascinante ver cómo el cristianismo ha hecho posible esta diferencia en Corea. Simplemente han dicho, «nos hallamos contra las cuerdas», y están afrontando la crisis. Es posible hacerlo porque de alguna manera saben que ésta no será la última palabra sobre ellos como pueblo. El peligro del mundo financiero es que los inversores empiecen a pensar que las finanzas son como las ciencias, que las leyes de las finanzas son tan exactas y previsibles como las que regulan la ciencia, que existen determinadas leyes que valen siempre. Sin embargo, lo que la gente olvida es que las finanzas no son un concepto que tenga que ver con cosas inanimadas. Tiene que ver con los comportamientos, con las decisiones de las personas. Tiene que ver con el hombre en su totalidad: con la racionalidad, con la irracionalidad, con el deseo, con todo. Las finanzas no pueden reducirse a un conjunto de leyes fijas.
¿Ha visto usted pasar el dinero de los países ricos a los países pobres?
El dinero se mueve en ambas direcciones. De Europa oriental a Europa occidental, de Estados Unidos a Méjico, de Méjico a Brasil. Y este es un punto crucial: muchas veces, invertir en estos países más pobres no es lo que más les ayuda, porque la comprensión del valor del dinero que tienen estos países es distinta, y hay que estudiarla caso a caso. Con frecuencia, estos mercados emergentes no terminan de emerger nunca, porque existe la corrupción, o por una multiplicidad de factores. Lo que ayuda a un país pobre, a largo plazo, no es recibir dinero de un país rico, sino la formación. La economía, la productividad y el crecimiento de la fuerza de trabajo son importantes. Pero uno de los factores principales es la formación de la fuerza de trabajo. Uno de los motivos por los que China está avanzando tanto es porque se ha preocupado de dar una formación a su pueblo. En segundo lugar, tiene la suerte de no tener materias primas como el petróleo. Si un país no dispone de “comodidades”, entonces se da cuenta de que tiene que trabajar.
¿Cuáles son las perspectivas para EEUU después de la crisis?
No existe un sistema perfecto, porque tenemos que contar con la persona. EEUU se está preguntando: «¿Quién soy?». Pensábamos que el capitalismo era la respuesta, y ahora no sabemos a dónde ir. Es una posición que genera un cierto vértigo. Ahora corremos el riesgo de pensar que tenemos que defender a la humanidad de la humanidad. Se trata de un paso proteccionista, tal vez socialista. Ante lo que parece un fracaso del sistema, ¿cuáles son las respuestas posibles? Una es la respuesta cristiana: todo esto forma parte de nuestro ser hombres. Sólo hay una forma de mirar esta dificultad: buscar el único lugar en el que existe la esperanza. Al margen de esta vía, el único camino alternativo es: debemos controlar, debemos gestionar todo esto. No me malinterprete: no estoy en contra de las reglas, no estoy en contra del gobierno. Pero el riesgo es decir que el gobierno tiene siempre la mejor solución. Esto es lo que me preocupa.
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