Un don para la Iglesia
Siempre me ha sido difícil expresar aquello que el corazón quiere hacer llegar a aquellos que en distintos momentos de mi vida han acompañado mi caminar, espero que estas letras sobre el papel puedan de alguna manera dar forma a los sentimientos de mi corazón. En estos momentos son dos las expresiones que me brotan del fondo del alma: ¡Gracias Señor! y una vez más, ¡qué grande has estado conmigo! ¡Gracias Señor! por Pablo, Ana, Juanjo, MªSol, Juan y Bernabé. Como dice don Giussani, todo encuentro en la vida es una invitación a dejarse acompañar y crecer en el amor que Dios nos tiene por ello cada encuentro es un fragmento preciso de la voz de Dios que llama a cada uno por su nombre. Y esto, es precisamente lo que ha sucedido, todos y cada uno de vosotros habéis sido una gran oportunidad para volver a escucharle decir mi nombre, reconocerle y sentirme abrazada por Él. Son muchos los gestos que desde vuestra persona han hecho presente la cercanía y ternura de Dios: me habéis abierto vuestra casa, vuestro corazón, vuestra vida… Una vez más, ¡qué grande ha estado el Señor conmigo!, no me ha dejado sola, de nuevo me ha mostrado el rostro maternal de la Iglesia, madre que se preocupa y que nunca abandona a sus hijos. Esta vez lo ha hecho a través de Comunión y Liberación. ¡Qué gran don para la Iglesia! Un camino donde el hombre puede encontrarse con la verdad sobre sí mismo y descubrir la promesa para la que ha sido llamado, esta ha sido mi experiencia con CL: redescubrir la promesa de la vocación que como Hija de la Caridad he recibido, pero sobre todo como Hija de Dios. Pediros por último que estéis siempre ahí tan dispuestos a abrir el corazón y la vida a aquellos que, al igual que habéis hecho conmigo, necesiten que les acompañéis en su caminar.
¡Gracias amigos! ¡Para siempre en el corazón!
Sor Mª Julia, Madrid (España)
Para el que mira y ve
Encontrarse con los amigos es siempre una alegría inmensa, más aún cuando esos amigos recorren cientos y más de un millar de km. para celebrar el V encuentro de las comunidades norteñas de Argentina en la ciudad de Yerba Buena en la provincia de Tucumán a finales de octubre. Un aire limpio y un cielo diáfano nos permitieron contemplar las cadenas de montañas del Aconquija y Cumbres Calchaquíes hacia el oeste. Alicia, Luca y Sergio vinieron desde Buenos Aires. Fueron el rostro visible de Quien nos confirma y guía en el camino de la fe, y por tanto de nuestra humanidad necesitada. Me conmovió el testimonio fresco de Carolina y Rodolfo de Salta, y el rezar juntos los Laudes: «Soy Yo quien hago nuevas todas las cosas». ¡Qué gratitud al experimentarlo! Guitarra en mano, me pidieron algún canto de estas latitudes, y así afloraron las coplas de Atahualpa Yupanqui “Para el que mira sin ver”. En uno de sus versos dice «campo adentro y cielo limpio, cha’ que es lindo galopar y sentir que adentro de uno se agranda la inmensidad...». Sin pedirme permiso las lágrimas me afloraron por la claridad del sentido religioso que contiene. Años atrás, cuando experimentaba similares emociones me decía que era por nostalgia de tiempos y recuerdos de la niñez y adolescencia entre amigos camperos, pero hoy sé que todo lo vivido me pertenece con sus yerros y aciertos, que todo me fue dado para siempre y que nada, pero nada se pierde cuando se ama. Qué paz, qué gozo, libertad y esperanza me dan las palabras vivas de don Giussani sobre la desproporción que tengo entre mi deseo y todo lo que me rodea. Mi vida ya fue salvada por Él, sólo me queda mendigar y adherirme con todo mi ser a esta comunión. Tan simple la invitación y tan estúpido cuando me aparto de esa mendicidad y seguimiento. El darme cuenta de que me aparto, me atrevería a decir que es casi instantáneo, porque justamente pierdo la paz, el gozo, la libertad y caigo en mi propia esclavitud. Deseo para mí y cada uno de nuestros amigos en estas incipientes comunidades norteñas de la Argentina, lo que otro Amigo dijo en una ocasión: «Os deseo que nunca estéis tranquilos, que siempre haya alguien que os haga aflorar vuestra necesidad».
Javier, San Miguel de Tucumán (Argentina)
Soy una chica italiana…
Estudio en San Juan de Puerto Rico. Vine primero gracias a un intercambio con mi universidad, y regresé luego para escribir mi trabajo de investigación de Maestría. Aquí, a través de caras concretas, me descubrí amada, por primera vez abrazada en toda mi humanidad. Experimento que Cristo me ofrece esta compañía para ir hacia Él. Daniel, con su presencia constante y su ayuda en mis días de trabajo, me enseñó a ser fiel a los deseos de mi corazón, es decir, a tomar en serio lo que me gusta y aprovechar para aprender y escribir bien mi tesis. Michelle, con su sencilla pero fundamental presencia, me ayuda cada día, rezando conmigo el Angelus, a empezar la jornada siguiendo Su voluntad y no la mía. Y Pedro, que con su sencillez no tiene miedo de obedecer a la realidad, y que me invita a seguirle, adhiriéndome a las iniciativas que el Movimiento propone. En estas últimas semanas estoy viviendo pequeños milagros. El primero fue la distribución de volantes con el juicio sobre las elecciones políticas en los semáforos de las Avenidas de Hato Rey que es el corazón Financiero de San Juan, bajo el sol de las 4 de la tarde. Yo no quería ir para nada primero porque tenía que estudiar y segundo soy italiana y no voto aquí. Pero a regañadientes le dije sí a Pedro, después de sus insistentes llamadas, por la amistad que tengo con él. Este sencillo gesto fue la posibilidad de ir al corazón de lo que dice don Gius: «La fe es obediencia de corazón, es decir, amistad, porque la amistad es la obediencia suprema». Yo al final del día estaba contenta, porque mi corazón estaba lleno, satisfecho, porque, quizás por primera vez, me daba cuenta que había le obedecido a Él y no a mis ideas y pensamientos. Además, acudo a la caritativa a un hogar de personas mayores una hora los sábados por la tarde. Sé que estar delante de estos viejecitos, que la mayoría no entienden ni siquiera lo que le dices parece tiempo perdido; en cambio dar por lo menos una hora de mi tiempo a la semana me hace entender que el tiempo no es mío, sino que me es dado. Ahora, cuando me despierto, entiendo que es un milagro que todas las mañanas pueda abrir mis ojos porque es Otro que me da la vida cada día, cada instante. También fui a vender Huellas a una Parroquia y acudí a la presentación del libro ¿Se puede vivir así? en la Universidad del Sagrado Corazón en San Juan. Gracias a estas propuestas entendí mejor mi vocación: «Cristo os ha elegido como instrumentos para decir a los demás lo que Él es, para despertar a los demás el amor a lo que Él es».
Letizia, San Juan (Puerto Rico)
La casa de Paraguay en Vallecas
Mi nombre es Celso y tengo 26 años. Soy de Paraguay. Hace un año decidí venir a España en busca de un futuro mejor. Pero cuando pasaron pocos meses desde mi llegada ya me preguntaba si valía la pena la decisión que había tomado. Entonces conocí la parroquia de San Pedro en Vallecas. Empecé a ir y pedía a Dios que me guiara y me ayudara. Un viernes conocí a Piza y otros amigos en el campo de fútbol donde iba a jugar por las tardes. Me presenté y le pregunté si podía jugar, y él me respondió si sabía jugar. Le dije que sí, que podía ser portero y él me respondió que jugara de defensa. Así empezó todo. Dios me hizo encontrar a estas personas. Enseguida yo reconocí la oportunidad que Dios me estaba dando porque a través de este hecho empezó a responderme lo que le había pedido. De un modo sencillo Piza me empezó a hacer partícipe de su vida: ir a unos encuentros los lunes en la Iglesia de los Jerónimos, los encuentros que hacen los amigos en Vallecas de la Fraternidad o ir a la casa de los enfermos terminales de SIDA de las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta un sábado al mes. También me invitó a las vacaciones con los amigos en los Pirineos. Todo esto que Dios me regala me hace creer más en Él, y es una bendición que me ayuda a vivir mejor las circunstancias que vivo y a ser más consciente cada día del amor que Dios me da. Estoy muy agradecido por el regalo que Dios me da todos los días de mi vida.
Celso, Madrid (España)
Fue sencillo decir “sí”
Hace unos meses sucedió algo inesperado, cuando parecía que todo empezaba a encajar en nuestra vida (recién casados, nuevos trabajos, embarazo, etc.) recibimos una llamada que nos rompió los esquemas. La ONG CESAL nos ofrecía un puesto de trabajo de cooperación internacional en la República Dominicana. Nuestra primera reacción ante esta propuesta fue descartarla pensando que eso no era para nosotros. Luego, nos dimos cuenta de que era más adecuado tomar la propuesta en serio y enterarnos mejor de qué se trataba. Nos dijeron que otro matrimonio había estado allí con sus tres hijos y casualmente nos los encontramos en un obra de teatro para recaudar fondos para la campaña “Manos a la Obra” en Vallecas. Nos invitaron a cenar en su casa y, al escuchar su experiencia, empezó a atraernos la propuesta. Un amigo nos animó a dar el paso si era la circunstancia que el Señor nos ponía delante para crecer en la relación con Él. Fue sencillo decir “sí”, y en octubre salimos a trabajar a la República Dominicana por unos años, seguros del bien que supone para nuestras vidas.
David y María, Vallecas (España)
Fac ut ardeat
Una vez, en una reunión con otros amigos donde leíamos y conversábamos sobre un texto de Giussani, comenté que yo no entendía que significaba ser hijos de don Giussani. Creo que ahora lo sé, soy un hijo de don Giussani porque antes he sido hijo de Andrés Aziani. Hijo, no sólo por un apego afectivo porque casi no conocí a mi padre biológico, sino porque Andrés literalmente nos enseñó a mis amigos y a mí a cantar, a bailar, a gritar, a caminar en la montaña, a jugar, a correr, a pensar, etc. Así crecimos junto con él, con toda su humildad, libertad, ternura y afecto, él siempre estuvo atento a mí, como lo estaba con todos los que éramos sus amigos. Conocí a Andrés cuando tenía 18 años, en esa época empezaba la universidad (hace 14 años) y unos amigos me invitaban por primera vez a una Escuela de comunidad en la sede principal del movimiento en Lima. Este recuerdo lo tengo muy grabado en mi mente: lo primero que vi cuando entré al salón fue a un hombre alto y delgado, en medio de todos, agitando las manos y hablando muy fuerte, diciendo frases sobre el yo y sobre que debíamos ir contra la corriente. Era Andrés y estaba comentando un texto de don Giussani. Cuando estaba con él, no se porqué pero yo no podía hablarle de mis problemas o mis peros o mis límites, como mucha gente normalmente me contaba que hacía; yo no podía hacer eso, a mí me bastaba con mirarlo y escucharlo y realmente me sentía contento de hacerlo. La última vez que fue a cenar a casa con mi esposa y dos amigos más, comiendo y hablando del movimiento, Andrés se preguntaba con cierta tristeza que había pasado con nosotros que habíamos perdido ímpetu en nuestra dimensión misionera, ¡y se incluía él¡, Andrés que vivía ya en misión en Lima desde muchos años. «Fac ut ardeat con meum, in amando Christum Deum», ¡haz que mi corazón arda de amor por Cristo! Creo que esta invocación resume la vida de nuestro amigo y padre Andrés y es nuestro grito secreto al Señor de que así sea también para nosotros sus hijos.
Omar, Lima (Perú)
Marta y la fe del pueblo
El pasado 9 de julio he perdido a mi hija Marta de tan sólo seis meses. La encontré muerta en la cuna a la hora de la siesta, muerte súbita. Sin embargo, no quisiera hablar del dolor que hemos pasado mi marido y mis otros tres hijos y que seguiremos pasando toda la vida con la ausencia de Marta, sino de la victoria de Cristo sobre la muerte. Hoy una amiga me reenviaba una carta del padre Aldo Trento en la que dice «para tener el coraje de mirar a la cara a la muerte hace falta estar acompañados». Puedo afirmar con rotundidad que esto es así: bendito sea Dios que un segundo antes de que me encontrara a Marta ya estaba allí conmigo y me suscitó llamar por teléfono, inmediatamente después de llamar a mi marido, a dos amigos sacerdotes: uno de ellos, Alfonso, como un padre para mí desde hace veinte años; el otro, Jorge, sin duda mi mejor amigo hacia el Destino. Y a través de ellos desde el primer grito de dolor allí estuvo Cristo conmigo abrazándome y acompañándome con mi hija recién muerta aún en los brazos. La experiencia de estos tres meses es inenarrable ahora en unas líneas, pero se resume en unas palabras: libertad, paz y gratitud. Libertad de poner ante estos dos amigos durante las tres primeras horas desde la muerte, con la niña en brazos, todo lo que soy, mi dolor, mis miedos, mis dudas, mi rabia, mi angustia, mi cansancio, mis recuerdos, mis deseos... nada quedó en un recoveco, tuve la gracia de ponerlo todo allí delante de Cristo sin censurar nada y fueron las tres horas más libres de mi vida porque todo encontró respuesta a través de ellos: Cristo mismo me dijo a través de su presencia «Mujer, no llores, no tengas miedo, yo estoy contigo todos los días hasta el fin del mundo». Paz de los dos meses inmediatos, milagrosa y misteriosa, humanamente imposible, fruto sin duda de haber experimentado que con Él hasta en la muerte es posible estar de pie en la vida, entonces ¿qué temer? tan sólo hay que pertenecer. Y gratitud porque todos los días nos llegan noticias de los milagros que Dios está obrando regenerando la fe de todo un pueblo conmocionado por la muerte de Marta, que está encomendándose a ella cotidianamente porque en nuestra experiencia dolorosa han podido tocar la Misericordia: está porque actúa.
Virginia, Madrid (España)
Espectadores privilegiados
Ya han pasado casi cuatro meses desde que murió nuestra hija de muerte súbita. Hace poco vinieron a cenar a casa Alfonso y Jorge, ambos sacerdotes, que estuvieron con nosotros las tres horas siguientes a la muerte de Marta. Lo que más me conmovió de la cena es volver a caer en la cuenta de lo verdadera que fue la sugerencia que nos hizo Alfonso en aquel momento: «No perdáis el tiempo, lo que está en juego es o Cristo o la nada; este grito que ahora lleváis dentro, esta nostalgia y este deseo es similar al que todos tenemos pero exaltado por una urgencia mayor, abriros a Aquél que responde a este grito. Estad atentos a reconocerle, pedid reconocerle cuando este grito os vuelva a urgir cada día». Y me doy cuenta de que han sido tantos los signos de Su presencia durante este tiempo que puedo decir convencido que en mí prevalece el agradecimiento por lo que Él ha ido obrando. Es misterioso pero cierto, el dolor no se quita pero «donde abundó el pecado (en última instancia el mal, la muerte) sobreabundó la gracia», la muerte no tiene la última palabra. Hemos sido espectadores privilegiados de Su presencia como un hecho excepcional que corresponde con los deseos de nuestro corazón. Ha sido Él quien nos ha sostenido durante estos meses y nos ha permitido vivir agradecidos por cada vez que nos hemos acostado contentos contra todo pronóstico por reconocer Su presencia: desde el abrazo concretísimo de nuestros amigos en la misa de gloria al silencio que evidenciaba: «¡Es el Señor!; siempre recordaré la imagen de Aniceto y Salva llevando en brazos el féretro de mi hija; el regalo de Berna al ofrecernos hacer el velatorio en su parroquia; los milagros que hemos visto, por ejemplo, mi hermano que me dijo: “Venía sin saber cómo ayudaros y lo que veo es que quiero estar con vosotros para que me ayudéis a mí”. Hoy al subir en el ascensor al volver de trabajar volvía a acordarme de ella, primero me ha entrado nostalgia, luego, casi automáticamente, alegría porque Marta que nos cuida desde el cielo es ahora para mí el signo más evidente de la victoria de Cristo sobre cualquier circunstancia, el signo evidente de que Él nos acompaña, nos sostiene con una ternura infinita, de forma palpable, no teórica y nos permite vivir las circunstancias, incluso la muerte de una hija, sostenidos, con paz.
Joserra, Madrid (España)
A trabajar con gusto
Dado mi curriculum vitae en el área económica, y mis habilidades lingüísticas, me asignaron a vender playeras de las pasadas ediciones del Meeting en un puesto de dos metros cuadrados. Os cuento cronológicamente. Primer día: tengo turno de mañana y me escapo para participar en la Misa de apertura y, luego, para escuchar la plática de Marcos y Cleuza. En resumidas cuentas no hice mucho en las primeras horas y a los pobres incautos que iban llegando a mi “puesto” a comprar playeras les hacía poco caso. Marcos dice: «Les agradezco por su compañía, porque son el rostro a través del cual Cristo se me hace presente... mi felicidad pasa a través de ustedes que están en este encuentro». O sea: éste ni me conoce y agradece mi presencia, pero lo raro es que lo decía de corazón. A estas alturas, pienso: y yo ¿agradezco a los que vienen a mi puestecito de playeras? ¿Les miro a la cara? Entonces me lanzo a mi puestecito a ver qué playeras tenía, las coloco por talla, por modelo, las doblo. Saco una de cada modelo y la doblo cada vez que llega alguien, porque a todos les gusta tocarla, deshacerla y botarla... así que vuelvo a ponerla en orden. Luego pienso: si el Meeting es una obra para dar gloria a Dios, como las catedrales en su tiempo, pues pongo a mi disposición mis talentos para que el Señor disponga de ellos. Mmm… buena pregunta, ¿qué talentos tengo? Me apunto para introducir alguna exposición en español, si alguien quería, y así no se las perdieran por la barrera del idioma. La verdad nunca me llamaron, el Señor no quiso usarme así. Así que a regresé a mi puesto, pero ahora llegaban y yo preguntaba: ¿qué desea? ¿Es la playera para usted? ¿Para su esposo? (casi todas eran mujeres) ¿para sus hijos? ¿de qué edad? Mire señora, este color le va mejor a su cara... o sea, hasta diseñadora de modas. La diferencia la hace el Misterio que se hace presente en un hecho. Fui a visitar la exposición sobre la libertad que se puede vivir también en las cárceles. Había un preso que había escrito: «Yo secuestré y maté. Era un animal, porque nunca había sido tratado como persona. He sido lo peor de todo... y no entiendo cómo es que existe gente que se levanta temprano para venir a ayudarme a estudiar para que yo me supere, y no sólo eso, sino que tomen en cuenta mis necesidades. Muchos habían tratado de regenerarme, pero no lo habían logrado, ellos lo están consiguiendo. Ahora puedo decir: “he sido querido, ahora soy hombre”». ¿Cómo se regresa a trabajar después de ver un abrazo así? Resulta casi obvio percibir mucho más que “el Meeting”, es decir, la preferencia del Señor por mi vida.
Claudia de Oaxaca, desde Siena
¡Todo era para nosotros!
Querido padre Carrón: Con algunos amigos de la Fraternidad San José de México quisimos peregrinar al santuario de la Virgen de Juquila, para poner en el corazón de la Virgen la vocación de cada uno. ¡Qué protagonismo he visto en esta ocasión! Antes, me invitaron a leer un texto de don Gius sobre “La vocación de la vida”. El 27 de septiembre, a las 6:15 de la mañana, salimos juntos. Éramos 17. Rezamos el Angelus delante de la Virgen de Guadalupe y ¡hasta el chófer de la camioneta se unió! Viajamos en camioneta unas cinco horas y media, y a la salida del sol rezamos Laudes en tono recto. Luego, desayunamos y leímos las palabras de Giussani. Después, una asamblea, un tiempo de silencio y el Rosario. Hacia las doce estábamos llegando a Juquila. ¡Qué obediencia de cada uno, qué unidad entre nosotros! Al llegar al Santuario, estuvimos en silencio frente a la Virgen, y yo me conmoví porque entendí que Ella nos esperaba, pues siempre hay una multitud, y en cambio ese día no tuvimos que esperar nada para pasar bajo su manto. Enseguida participamos en la Misa, ¡todo era para nosotros! Una lectura habló de los jóvenes, y al recibir la comunión, el sacerdote bajó a darla a cada uno y en el tumulto de gente que estaba ahí, el primero a quien se la dio fue a uno de nuestros amigos, Arturo. ¡Nuestra Señora lo ha recibido dándole a su Hijo! ¡Qué alegría! Antes de partir, comimos juntos, y la comida se multiplicó. De regreso, cantamos a más no poder. Éramos otros. Es que uno no queda igual después de un gesto así. ¡Hasta el chófer estaba contento! Cada detalle, los paisajes imponentes de las montañas, el clima de silencio, el rostro de cada uno, la sorpresa del chófer al mirarnos, la lluvia, los cantos, todo sirvió para reconocer al Señor.
Raquel, Oaxaca (México)
Para el que mira sin ver
la tierra es tierra nomás,
nada le dice la pampa
ni el arroyo ni el sauzal.
Pero la pampa es guitarra
que tiene un hondo cantar,
hay que escucharla de adentro
donde nace el manantial.
En el silbo de los montes
lecciones toma el zorzal,
el cardo es como un pañuelo:
dice adiós y no se va.
Campo adentro y cielo limpio,
cha’ que es lindo galopar,
y sentir que adentro de uno
se agranda la inmensidad.
Un mundo en cada gramilla,
adioses en el cardal,
y pensar que para muchos
la tierra es tierra nomás.
(Atahualpa Yupanqui)
Ir a las urnas
Desde hace 8 años trabajo como psicólogo en el Hospital Psiquiátrico de San Juan. Hoy tengo día libre porque se vota, al igual en los EEUU continentales donde hoy también se decide el Presidente. Sin embargo, en Puerto Rico el momento de la votación coincide con una reflexión sobre este pedazo de tierra que flota en el Atlántico. Cada cuatro años vamos a las urnas y nos miramos al espejo. La participación del voto aquí es del 80%, una de las mayores del mundo. Aquí marcar una cruz debajo de un símbolo significa mostrar una forma de percibirse, de identificarse –de mostrar identidad– frente a sí mismos y frente al mundo. Existen tres partidos “tradicionales”: el Partido Popular Democrático, fundado por el padre de lo que es el Puerto Rico contemporáneo y que desea que la relación política de la isla con respecto a los EEUU permanezca más o menos igual; el Partido Nuevo Progresista que persigue, grosso modo la anexión a los EEUU como el Estado 51; y el Partido Independentista Puertorriqueño. En estas elecciones se presentó un nuevo partido, el partido Puertorriqueños por Puerto Rico, que nace de la interesante idea de reunir transversalmente personas de distintas “ideologías” políticas y que no está determinado por el status político de Puerto Rico frente al gigante americano. En una sociedad donde cada vez más se rompe la familia (de 3 matrimonios el 2.3 se divorcian; menos del 60% de las parejas puertorriqueñas están casadas según el último censo aunque no se sepa si en primeras, segundas o quintas nupcias) el partido unen a la familia. La unión con los lazos familiares pasa a través de una cruz en la papeleta. Otros se dejan llevar por las plataformas económicas de cada partido; pues dentro del crack económico y financiero que azota el mundo, esta es una isla que sigue comprando y consumiendo: todas las megastores norteamericanas están en Puerto Rico y algunas, como SAM`S o Macys, venden aquí más que en el resto del mundo. En una economía que es un tercio menor que la del Estado de Mississipi, el más pobre de la Unión Americana. En Puerto Rico el gasto está al orden del día. Si el ingreso anual per capita es de más o menos 18,000 dólares, cada puertorriqueño debe más de 40,000 al año por tarjetas de crédito. Este pueblo va a las urnas y se mira al espejo: dentro de los 4 millones de puertorriqueños que viven en la isla y algunos cientos que regresan de EEUU para votar (ahí viven otros 4 millones), un reducido grupo de amigos, con vista a estas últimas elecciones, se ha arriesgado a decir que el criterio para votar, es decir, para identificar los rasgos característicos de nuestro pueblo y favorecerlos, es el hecho cristiano. Su identidad concuerda históricamente con el cristianismo. Un grupo de jóvenes en el centro financiero de San Juan la Milla de Oro –Midtown– entregábamos el volante, con el mismo gesto que hacían los amigos de San Francisco y Sto. Domingo. Un conductor me dijo entre sorprendido y fascinado “¡Doctor! ¿Qué hace usted aquí?”. Ahí, en el mismo lugar donde jóvenes consumidos por la heroína piden limosna. Esta fue la misma experiencia de belleza en Ponce –la capital del Sur de la isla– y en Ciales, pequeño pueblo de montaña. Todo esto es como una semilla y ha comenzado a dar pequeños frutos en el ámbito del trabajo, del estudio, en las relaciones afectivas y de las relaciones personales. Por ejemplo, le regalé a una compañera de trabajo que es evangélica una copia de ¿Se puede vivir así? Tenemos la posibilidad de proponer una presentación del capítulo sobre la esperanza teniendo en el Panel a un pastor evangélico que tanto ella como yo estimamos mucho.
Daniel, San Juan (Puerto Rico)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón