Va al contenido

Huellas N.6, Junio 2011

BREVES

Responden los hechos
¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO DECIMOS “ESPERANZA”?

John Waters

Las visitas a Irlanda de Obama y de la Reina Isabel de Inglaterra. y una palabra que tiene nombre propio

El pasado mes de mayo dos eminentes jefes de Estados extranjeros visitaron mi país. Fueron recibidos con gran entusiasmo y en esa ocasión se habló mucho de “esperanza”.
El primero fue el presidente de EEUU, Barak Obama; luego la reina Isabel de Inglaterra, que viajaba a Irlanda por primera vez.
Estas dos personalidades evocaban historias y relaciones totalmente diferentes: las relaciones de Irlanda con Inglaterra, aunque se hayan hecho más amistosas en los últimos tiempos, tienen a sus espaldas una historia larga y traumática. Por el contrario, nuestras relaciones con EEUU se han caracterizado siempre por un hondo vínculo de amistad.
Se ha hablado mucho de esperanza, durante y después de estas visitas, aunque lamentablemente no se note ningún cambio concreto. La reina Isabel no aludió en ningún momento a la difícil situación económica del país, y Obama se limitó a algunas afirmaciones rimbombantes, asegurando que EEUU no nos dejará en manos de la tormenta.
Obviamente, nadie se esperaba que el gobierno de EEUU hiciera algo por nosotros y, en general, era muy improbable que se diera “un encuentro” insospechado como el que se dio en Gran Bretaña con la visita de Benedicto XVI, el año pasado. Todo estaba ya escrito y seguía un guión prefijado.
Hoy la palabra “esperanza” se oye quizás más que antes, pero es difícil no pensar que esto se debe a que en el ámbito público se utiliza sin reparar en qué significa en realidad o de dónde provenga.
Hubo un tiempo en que la esperanza humana de mi pueblo brotaba de la conciencia de estar en manos de la Providencia, de las promesas de Cristo y de la evidencia compartida de que Dios se ocupaba de la vida de los hombres. Ahora, en cambio, la esperanza parece más bien brotar de un sentimentalismo debido a un proceso de autosugestión. Muchos piensan que la esperanza se debe a la casualidad, que nace al azar. Repetimos la palabra “esperanza” e imaginamos, por una suerte de autohipnosis, qué forma cobra.
Es algo preocupante, o quizás es simplemente una máscara de lo que nuestra cultura se niega a reconocer. Quizás deberíamos caer en la cuenta de cómo las culturas modernas han logrado ser muy hábiles en dar una expresión pública a los deseos humanos con formas que evitan cuidadosamente cualquier referencia a su verdadera naturaleza.
Pero yo creo que, escarbando más a fondo, la calidad de nuestra esperanza no ha cambiado.
Benedicto XVI escribe en la Spe salvi que el elemento distintivo de los cristianos es que saben que tienen un futuro. A lo mejor, no saben con detalle lo que les espera, pero «saben que su vida no acaba en el vacío».
Creo que esta es la auténtica naturaleza de la euforia que han despertado nuestros ilustres visitantes. Pero, si es así, esta es la hora en la que no nos atrevemos a pronunciar el nombre propio que tiene la esperanza.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página