Hombres en fuga.
Se embarcan cada noche. Se hacinan en los barcos para huir de sus países. «Para dejar de sentirme encarcelado», dice Samir, un albañil de veintiocho años que, después de cuatro días de travesía, llegó a Lampedusa. Otros no lo consiguieron. Así es el mar. Eritreos, etíopes y sobre todo tunecinos y libios. En poco más de dos meses, veintidós mil personas han arribados a las costas italianas. El año pasado, en el mismo periodo, llegaron veinticinco. «Una emergencia humanitaria sin precedentes», afirma el ministro de Interior, Roberto Maroni. Mientras, la isla siciliana es evacuada y se buscan otros lugares de acogida a los que puedan llegar estos hombres. Luego, seguramente volverán a escapar hacia la frontera francesa. Continuando con su fuga.
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