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Huellas N.3, Marzo 2011

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

EL SENTIDO RELIGIOSO
¿Quién ha escrito ese libro sobre mí?En uno de nuestros viajes a Uganda estuvimos en Matany, un hospital de los combonianos aislado en medio de la sabana semidesértica del noreste del país. Los domingos a las 16h teníamos la Escuela de Comunidad, que se anunciaba en el tablón de anuncios del hospital. Asistían unas 30 personas, algunos trabajadores del hospital pero sobre todo enfermos. Además de nosotros dos, sólo había dos personas de CL, el director del hospital, Daniele Giusti, italiano, y Joseph, un joven ugandés que trabajaba en la administración. El resto, mezcla variopinta de católicos, protestantes, musulmanes y animistas, todos escuchando y participando muy activamente. Precioso. Leíamos El Sentido Religioso. Joseph era de un poblado cercano. Desde los 6 años, desnudo y con su arco al hombro, había pastoreado con su hermano las vacas de su padre, a veces sin volver a casa en varios días. A los 10 años se escapó para ir a la escuela, y finalmente entró como auxiliar administrativo en el hospital. Un día me contó cómo había conocido el movimiento: «Un domingo a poco de llegar, vi anunciada la Escuela, y, como no había nada que hacer pensé ir, sin muchas ganas porque ya habían venido a mi poblado unos blancos leyendo de un libro gordo, (eran protestantes) que no me habían gustado. Cuando llegué acababan de empezar, y por si acaso me quedé de pie junto a la puerta. No leían de un libro gordo, sino de uno finito, y eso me pareció interesante. De pronto me quedé paralizado, porque me di cuenta de que estaban hablando de mí. ¡De mí! No podía moverme del susto. Pensé que todos se iban a dar cuenta de que hablaban de mí y se volverían a mirarme, pero no, no me miraban. El director seguía leyendo. Pero, ¿quién había escrito ese libro sobre mí? ¿Quién había en Europa que sabía lo que yo pensaba cuando cuidaba las vacas? ¡Si ni siquiera se lo había dicho a mi hermano! Era el capítulo VI de El Sentido Religioso, con la poesía de Leopardi “Canto nocturno de un pastor errante de Asia”. Me fui al terminar, pero no podía con la impaciencia de esperar el siguiente domingo y saber qué más decía ese libro».
María Rosa, Madrid (España)

LA FIDELIDAD DE DIOS
Escribe Benedicto XVI: «El hombre aspira a una alegría que no se acabe, a un gozo que no tenga límites, anhela lo infinito». La vida es una alegría en sí misma, pero es más plena cuando reconocemos al Misterio que la hace. Conocí Comunión y Liberación en el segundo ciclo de estudios. Me enamoré con tanta fuerza de Dios y su infinito amor por nosotros, que todo era un acontecer, un estar atenta y disponible. Sin embargo, con el paso del tiempo, comencé a conocer a otros amigos, le di más prioridad a su compañía, a los momentos de diversión, de reírnos juntos, de hacer nuestras travesuras, en pocas palabras, de ¡pasarlo bien! Definitivamente esta forma de ver la vida minimizó mis deseos, mis exigencias de felicidad y de aquella familiaridad que había encontrado. Los amigos de siempre se volvieron extraños para mí. Lejos del movimiento, sentía constantemente un vacío tremendo, que cada vez era más y más grande. Lo único que hacía era cubrirlo con momentos de felicidad efímeros, que desaparecían inmediatamente, dejándome más insatisfecha. Se me hizo claro cuando supe que una persona muy valiosa para mí había tomado un camino muy peligroso, y además mi vida se veía determinada por un sentimiento efímero y no duradero. Fue un duro golpe con la realidad. No pude más con el dolor que sentía ante la realidad que se imponía, ver que la vida de otra persona se tornaba vacía y que yo me había dejado arrastrar tontamente. Retomé la amistad con mis antiguo amigos y tomé la propuesta de las vacaciones. Ya no podía más, y lo necesitaba como el primer día en que conocí el movimiento. Llegamos a Tingo María (Huánuco) el 3 de febrero, después de 17 horas de viaje, muertos de cansancio, pero el sacrificio valió la pena: la naturaleza y su belleza llena del Misterio hicieron brotar en mí las preguntas de Leopardi: «Y cuando miro en el cielo arder las estrellas, me digo pensativo: ¿Para qué tantas luces?¿Qué hace el aire sin fin, y esa profunda serenidad?¿Qué significa esta soledad inmensa? ¿Y yo, qué soy?». Era una respuesta total y definitiva: «Mira a ver si, conviviendo conmigo, encuentras algo interesante que haga tu vida más plena, más grande, más feliz. Lo que tú no puedes obtener con tus esfuerzos, lo podrás tener si me sigues». Siguiéndolo a Él a través de estas dificultades y de los amigos he vuelto a renacer. Fueron días llenos de estupor, de compañía con chicos súper pilas, con juegos en unión, y de enriquecernos con el testimonio de Enzo Piccinini, el testimonio del P. Aldo Trento, la presentación de la vida y de las obras de Gaudí. Pude ver cómo otros se enamoraban de lo mismo que cada mañana te golpea el corazón.
Elvia, Lima (Perú)

LA SORPRESA DE SER CRISTIANO
Soy maestra en un colegio público de Fuenlabrada. Esta mañana, miércoles 9 de marzo, entre otras festividades, ha sido Santa Juana, patrona de nuestra ciudad. A este día también se le llama aquí “el día de la tortilla” porque es costumbre celebrarlo yendo al campo a comerse una tortilla. Además, ha sido el entierro de la sardina. Los alumnos de mi clase de 1º no lo sabían, ninguno. Tampoco sabían que hoy es miércoles de ceniza, comienzo de la Cuaresma. ¡Ninguno lo sabía! Ni siquiera los que dan religión. Les hablé de las tres vacaciones del año, de las que sólo conocían las de Navidad y el verano. Al preguntarles qué celebrábamos en Navidad contestaron a un grito: «¡El nacimiento de Jesús!». Es algo que a primeros de diciembre no sabían y, además, curiosamente, la primera en empezar a responder ha sido una niña que no da Religión. Después, les hablé de la Semana Santa y les dije que, entonces, recordaremos Su muerte y, luego, Su resurrección. Que en ese momento habrán pasado 40 días desde hoy, que estos 40 días se llaman Cuaresma y que hoy se llama “miércoles de ceniza”. Les expliqué el porqué del nombre y lo que significa la ceniza para “los cristianos”. Entonces una niña me preguntó quiénes son los cristianos y, cuando le contesté que todos los que se han bautizado, una niña de las que no dan religión, soltó: «¡Anda, yo soy cristiana!». Y han empezado, uno tras otro: «¡Y yo!», «¡Y yo!»… Sí, todos somos cristianos.  Qué sorpresa y qué alegría se veían en sus caras. Un verdadero espectáculo, belleza en estado puro. Hoy Cristo se ha hecho presente, verdaderamente, en mi vida y en la de estos niños.
María del Mar, Fuenlabrada (España)

BUSCANDO ALGO QUE “DURE”
Si bien dentro de lo que normalmente entra en mis preferencias a la hora de sentarme a escribir, en mi tarea como escritor del Observador Semanal (semanario iniciado hace algunos años con el P. Aldo Trento) y futuro periodista, no suele estar el relato testimonial de hechos acaecidos en mi vida, este hecho ha merecido (y me ha empujado) a dedicarle unos minutos de mi tiempo para reflexionar sobre él. Me refiero a las vacaciones de los Universitarios de Comunión y Liberación (CLU). Han sido días de una intensidad única para mí. Tengo que admitir que en un principio me sentía hasta reticente a lo que se venía, dubitativo, cauteloso, escéptico, visualizando la (o lo que yo pensaba que era así) poca movilización logística y bajo contagio de alegría al grupo. Sin embargo, aprendí que la movilización o no del grupo (podrá sonar egoísta) no importa, sino la movilización de mi yo, que se muestre cautivado, o se deja cautivar, por la amistad, por la renovación constante de aquel encuentro que cambió el rumbo de mi vida. Fueron 4 días, de un compartir y convivir cotidiano, entre juegos, risas, cantos, peñas, incluidas también la conmoción, el enojo, la “pichadura” (competir y aprender a perder no es precisamente el fuerte de la gran mayoría, entre los cuales yo me incluyo) sin embargo al final del día, al momento del silencio, todos mirábamos al mismo punto, guiados por la compañía de dos adultos con todas sus letras: el P. Daf y Felipe, y grandes amigos que nos ayudaban a mantener fija la mirada donde debería permanecer siempre. Más allá de los límites, del temperamento, del físico, de la antipatía, por encima de todo había “Algo” más. ¿Qué es lo que permitía a un grupo de más de 40 jóvenes universitarios (de los más variados caracteres, edades, gustos y carreras) convivir, participar, caminar en silencio mientras se realizaba una caminata (escalada) a un cerro? ¿La buena onda, la simpatía, el buen carácter, pasar el tiempo, veranear? Evidentemente estos factores no han sido preponderantes porque no en todos hay “buena onda”, no todos son lo que llamaríamos “simpáticos” (tengo que admitir que yo no soy precisamente de los más simpáticos). Para encontrar esto basta irse de compras y solucionado. Entonces ¿qué hay detrás de todo esto? ¿Hipocresía quizás? Les puedo asegurar que no. Lo que hay detrás es una búsqueda intensa de algo que “dure”, que dé sentido a la vida, de la confirmación de aquello que tantas veces habíamos repetido: el cambio de la vida, permitiendo abrazar cada circunstancia cotidiana de manera diferente, por el encuentro con una realidad humana “diferente”. Los años (soy joven, pero la vida ha tenido para mí sus momentos duros), el intenso estudio “racionalista”, han dejado en mí un vestigio de duda sobre la existencia de lo que algunos llaman “Dios”, dudas que encuentran su respuesta en la cotidianeidad de los hechos que me han permitido asentir a la existencia del misterio de Dios que por nosotros quiso hacerse hombre. He conocido unos rostros humanos que, viviendo su vida con una intensidad diferente, me han permitido descubrir la existencia de algo que “dura”, de la alegría que da la compañía cristiana y que me permite vivir la vida mirándola con otros ojos.
Juanki, Asunción (Paraguay)

LOS ANÁLISIS QUE NO SALEN Y LAS EXIGENCIAS DEL CORAZÓN
A hora mismo estoy la universidad, y aprovecho el descanso de la comida para escribir. Desde comienzos de febrero no va mi investigación como yo querría. Nadie consigue comprender el motivo, ni los profesores en Italia ni los libaneses. Seguramente no me falta una buena dosis de mala suerte. Me lo tomo con ironía, pero no ha sido siempre así. En los primeros momentos, cuando vi publicados los análisis sin que apareciera lo que estaba buscando, exploté. Había trabajado duro y de forma muy meticulosa. Tenía un plan de trabajo muy apretado, que me habría permitido las últimas semanas viajar un poco por Líbano, una tierra preciosa. Eso sin contar que la investigación que estoy haciendo tiene también una perspectiva de utilidad que no me deja indiferente. Y en cambio, inexorablemente, mis imágenes sobre el futuro se han estrellado contra el muro infranqueable de la realidad. Una tarde volví a casa lleno de amargura, no quería escuchar a nadie. Sin embargo, en un cierto momento, decidí volver a empezar. Con gran esfuerzo busqué un viejo texto de Vittadini que había encontrado casualmente en mi apartamento. No sabía de qué hablaba. Tomé esas tres páginas y las leí. Lo hice porque yo sé que he encontrado algo desde donde volver a empezar. Tengo esa certeza. Incluso en medio de una marejada que parece servir únicamente para arrollarme, tengo un puerto seguro que, a lo largo de estos años, se ha mostrado como un lugar en donde verdaderamente puedo respirar, sin eliminar ni olvidar ningún aspecto de mi persona. El esfuerzo de pelearme con mi orgullo y admitir: «No consigo estar contento con mis solas fuerzas» no ha bastado para detener el grito de mi corazón que decía: «Tú deseas algo más que esta tristeza». Respiré hondo, me miré a mi mismo y me pregunté: ¿por qué tengo toda esta amargura? Si los análisis resultaran bien, ¿estaría contento? Inmediatamente he tenido que admitir que ningún análisis habría bastado para hacerme estar contento, porque verdaderamente yo deseo algo que es más grande que este mar azul que tengo ante mí. He tenido que admitir que había pasado días enteros en el trabajo sin mendigar que Cristo saliese a mi encuentro. No Le negaba, pero discurría en paralelo a mi vida. Pero basta con que suceda algo que yo no había previsto, para que todo se venga abajo, mostrando la mentira con la que creía mantenerme en pie. En este caso, una estupenda tesis. Había construido un castillo de proyectos, sin pensar en los cimientos. A través de la ayuda vía email de mi amigo Dado, me he dado cuenta de que existe un modo más verdadero de vivir todo. Verdaderamente, tenemos necesidad de los amigos. Por la mañana rezo el Ángelus, por la noche Completas; durante el día, cuando me sorprendo distraído, pido poder ser cada vez más Su amigo. En las cosas cotidianas trato de hacer un juicio serio, relacionando todo con mis exigencias más verdaderas (amor, justicia, verdad, felicidad). Haciendo esto, las cosas vuelven a hablar de Él. Y la espera de mi corazón que nunca deja de gritar: «Quiero más» es el primer signo de Su compañía. De este modo, toda la realidad vuelve a ser mi aliada, porque vuelve a susurrarme Su nombre. Él no falta a la cita, y puedo volver a empezar en cualquier instante. Basta con ser leal.
Carta firmada, Beirut

«SI NOS HA PUESTO EN EL MISMO CAMINO, SERÁ POR ALGO»
Publicamos la carta de un preso a su prometida.
Querida, encuentra la fuerza en la palabra del Señor, busca a Jesús en los que están cerca de ti y vive esta vida tan bonita. Al igual que el buen Jesús, yo también estoy cerca de ti, todas las noches te encomendaré a la Virgen, rezaré por tu bien y no sólo. No permitas que nada te distraiga; en todo lo que haces, en cualquier pensamiento que tengas, ponle a Él en el centro. Todo depende de Él, con Él podemos hacerlo todo, todo es posible. Al igual que hago yo, confíate plenamente a Él, antes incluso de suplicarle en el desaliento, confíate a Él, pídele antes de hacer cualquier cosa. Verás que no te faltará un signo de Su presencia, de Su amor por ti. Él nos ama más de lo que nos amamos nosotros. Por eso, alégrate y sonríe, tus esfuerzos verán su fruto, pero, sobre todo, sentirás Su cercanía. Como me sucede a mí, como sucede en nuestra relación, no te dejes arrastrar por el sentimiento cuando estás atareada; sé racional y confíate completamente. Te quiero mucho, pero dejarse arrastrar por los sentimientos no es bueno para nosotros. Es justo que exista el sentimiento, pero éste no debe sumergir lo que nos ha llevado al encuentro, no debe oscurecer Su luz, no puede separar nuestra mirada de Él. Es duro, será duro para ambos, pero con paciencia, con fe y con confianza en Él todo irá bien. Te quiero, te echo de menos y me pesa la lejanía. Me gustaría estar cerca de ti y vivir lo cotidiano haciéndote compañía, pero sentirme cerca a 300 km. y verte cada sesenta días es lo mejor para vivir una relación de forma pura y sencilla. El Señor lo ha decidido así, y no creo que se haya equivocado, no pienso que esté jugando. Si nos ha puesto en el mismo camino, aunque sea feo, será por algo; pero yo no quiero saberlo, lo vivo y ya está, y abrazo lo que Él ha proyectado para mí.
Filippo

DIEZ MINUTOS DE BATALLA ENTRE EL “YO” Y EL “TÚ”
Acaba de terminar mi estancia en Chiapas, México, a donde he acudido dentro de la misión sanitaria de los Minnesota Doctors for People. Hemos llegado hasta las aldeas más remotas, organizando ambulatorios para asistir a todas las personas que quisieran, desde niños hasta ancianos. Hemos dado asistencia a cuatrocientos sesenta y nueve pacientes, a lo largo de diez días. Hay un aspecto del trabajo que he realizado que me ha impresionado mucho. En mi trabajo como intérprete, había siempre un momento, durante cada visita, en el que el paciente y el intérprete esperaban a que el médico volviese de la farmacia con las medicinas. He de admitir que era uno de los momentos más comprometidos de mi trabajo. Mientras que el resto del día transcurría a menudo en un flujo continuo de personas, y la consulta en sí requería muchísima concentración, esos momentos con el paciente eran una ocasión para detenerse un poco. Primero intercambiábamos tímidas sonrisas, y al cabo un rato, empezaba finalmente el diálogo. He aprendido a comprender que la tensión de esos momentos era decisiva. Era una batalla entre lo que dentro de nosotros nos hace ser egoístas e introvertidos, y esa naturaleza que hay nosotros que, como decía Giussani, «nos empuja a interesarnos por los demás». A veces me he sentido superada con dolor por la diferencia entre lo que era “normal” para mí y lo que era “normal” para la persona que tenía sentada delante de mí. También ha habido otros momentos llenos de gracia, como cuando comprendí que un anciano de ochenta años, que sufría de cataratas, que vivía en una aldea remota de Chiapas, deseaba la felicidad igual que la deseaba yo. He comprendido que nosotros dos éramos más parecidos de lo que las circunstancias y las apariencias pudiesen hacernos creer. Hace falta tener un corazón sencillo y valiente para dar el salto más allá de la barrera que nos separa a “nosotros y ellos”, pero al final he aprendido que dar ese salto me corresponde mucho más que permanecer prudentemente en mi posición. Ahora que he vuelto a casa, le pido al Señor que pueda mirar a mi marido, a mis amigos, a mi jefe y a todos aquellos con los que me encuentro cada día con la misma ternura.
Stephanie, Crosby (EEUU)

MOMENTOS QUE NO MORIRÁN NUNCA
Querido Julián: hace tres años conocí el movimiento. Todo empezó con la invitación de un grupo de amigos que se ayudan a vivir. Desde aquel momento ya no me he separado de ellos, y la relación ha ido creciendo poco a poco: los encuentros del miércoles contigo, los Ejercicios de los trabajadores, la Jornada de apertura de curso, en definitiva, una compañía cada vez más presente en mi vida. Hace pocas semanas murió mi cuñada, que tenía 46 años, y era madre de tres hijos. En aquel momento sentí con fuerza tu frase: «El impacto del “yo” con la realidad desencadena la pregunta humana. ¿Cuál es el significado último de la existencia? ¿Por qué existe el dolor, y la muerte? ¿Por qué vale la pena realmente vivir?». En aquel momento, hice las cuentas con Cristo. ¿Quién eres tú, Cristo? ¿Puedo yo eliminar todo lo que he vivido hasta hoy, por el dolor que en estos momentos pesa en mi corazón? Cristo es presencia y eternidad en mi relación con Él, que vive a través de este carisma al que quiero adherirme con toda mi persona, mejor, que me atrae hasta la médula. Este carisma que me hace decir que la vida merece la pena ser vivida cada instante, incluido éste, porque estos momentos no morirán nunca, porque esta compañía nunca se marchitará. Para mí ésta es la comprobación de que Cristo actúa.
Antonella, Verona (Italia)

La espera de un hijo
ESOS CINCO DÍAS LLENOS DE PETICIÓN
Cuando, hace tres semanas, la ginecóloga me dijo que el pequeño Daniele tenía problemas de crecimiento, yo enseguida encontré la solución: medicinas y reposo, y la cosa se solucionaría. Pero la mañana que voy a revisión, me vuelven a citar para cuatro días después. Esto se convierte en un signo, como si Dios me dijese: «Te quiero muchísimo, y deseo más para ti, no te quedes en lo que ya has comprendido. Deseo abrazarte por completo, no sólo apretarte la mano y darte dos golpecitos en la espalda. Quiero abrazarte fuerte». Aquellos cinco días estuvieron llenos de una petición y de una búsqueda, a veces incluso afanosa. Luego vino la visita. Mientras iba, me decía a mí misma: «Él me prefiere porque sigue dándome oportunidades, porque me sigue diciendo: “Te quiero”». Durante la ecografía, comprendemos que hay algo más que no va bien aparte del peso. Algo con lo que tú no has contado: algo completamente gratuito. Un estribillo no se aparta en mi mente: eres Tú, Señor, que me dices: «Quiero abrazarte por completo, no sólo darte la mano». Mientras hablábamos de la gravedad del asunto llorando –porque el deseo de un padre es que su hijo esté sano– me acordaba continuamente de los rostros de Enrico y Angela, y de Consuelo, que tienen hijos con problemas graves. La alegría de sus ojos me hace intuir la posibilidad de un ciento por uno para mí, la conveniencia del cristianismo, de los testigos vivos, es más, de los protagonistas de la historia. Yo también quiero formar parte de este equipo. Para mí no sería posible una apertura así, esta inmensa perspectiva de un bien, sin el trabajo que nos invita a hacer Carrón y en el que nos acompaña.
Chiara, Abbiategrasso (Italia)

Vivir en el extranjero
«ÉSTAS SON “NUESTRA” CASA, “NUESTRA” CIUDAD»
Querido Julián, somos dos jóvenes familias italianas que se han trasladado a Inglaterra por motivos de trabajo, a la provincia de Liverpool. Hemos llegado a una tierra que no conocíamos, hemos empezado un trabajo nuevo chocando a menudo con una cultura distinta de la nuestra. En el día a día, esto terminaba generando en nosotros una hostilidad y un lamento constante. El resultado era una soledad que nos llevaba a esquivar los problemas o a aquellos que podían crearlos. Este sentido de distancia de la realidad, como si fuésemos espectadores alienados más que los protagonistas de nuestra vida, era un camino sin salida. Después de algunos meses nos encontramos, y la comunidad había crecido misteriosamente de cinco a diez personas. Esto produjo en nosotros una gran impresión, fue el signo de una ternura inesperada para con nosotros. Ante una realidad dada, empezamos a abandonarnos. Si Él nos estaba llamando a vivir aquí y ahora, debíamos poner en juego toda nuestra humanidad en esta realidad. Por eso, la nueva casa, la nueva ciudad en la que vivimos, no es “una” casa, “una” ciudad, sino “nuestra” casa, “nuestra” ciudad. Esto nos ha permitido abrir los ojos frente al lugar en el que vivimos, y nos ha hecho descubrir que es mucho más bonito de lo que pensábamos. Gracias a la iniciativa de Giovanna, hemos aprendido algunos cantos tradicionales de la zona. ¡Son preciosos! Luego, otro signo inesperado: hemos descubierto que, a pocos kilómetros de nuestras casas, hay una parroquia en la que reposan los restos del Beato Domenico Barberi, un sacerdote italiano de vida sencilla y extraordinaria, caracterizado por una fe cierta y por una paciencia incansable, pero sobre todo por un amor infinito por el pueblo inglés. Domenico trabajó asiduamente por la unidad de la Iglesia, no como un concepto abstracto o ideológico. Ciertamente, estamos lejos de lo que vivía y comprendía el Beato Domenico, pero también nosotros, en nuestra pequeñez, hemos visto nacer una unidad que nos sorprende, que va más allá de nuestras certezas, de los kilómetros que nos separan, de las lenguas y de las tradiciones de las que procedemos. Esta unidad, que no es nuestra, nos cambia y ensancha nuestro corazón. Hemos empezado la experiencia de la caritativa en compañía de una familia inglesa, deseando que cada instante y cada rostro que esta tierra nos regala pueda convertirse verdaderamente en el punto de partida de un diálogo con Dios.
Luca, Margherita, Luca, Giovanna, Liverpool (Gran Bretaña)

LAS PUYAS DE LOS COLEGAS Y EL DESPERTAR DE LO HUMANO
Hola Julián. A causa de mi tesis, desde el mes de octubre trabajo en un laboratorio en donde soy la única cristiana, y en donde todos me provocan sin cesar. Pero últimamente, se está produciendo en esta situación el despertar de mi humanidad. Empiezo a ser protagonista de la realidad. Puedo incluso estar callada ante las puyas de mis colegas, pero me veo empujada a buscar las razones de mi fe y de mi forma de actuar. Me estoy interesando incluso por la política, por lo que dicen unos y otros y que yo trato de juzgar, trabajo que antes dejaba a los demás, para luego decir: «Es justo», o bien: «Es equivocado». Siempre podemos correr el riesgo de dejar que otro responda por ti, y para mí ha sido así hasta ahora. Dejaba que el movimiento respondiese a mis preguntas. No es que no las tuviese, sino que las bloqueaba enseguida con el juicio estupendo que habían preparado los demás. Ahora esto ya no me basta.
Laura, Milán (Italia)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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