Han venido de todos los rincones de EEUU y han llenado el Manhattan Center durante cuatro días, con coros de góspel, debates sobre la crisis y la economía, un encuentro sobre Leopardi y otro sobre El sentido religioso… Crónica de un evento en la Gran Manzana que induce a preguntarse por su origen
A la izquierda del escenario en el Manhattan Center de Nueva York, envueltos en sus túnicas negras, los miembros del Coro de Góspel St. Charles Borromeo. La mayoría son mujeres “hermosas” con voces cargadas de espiritualidad. Viven en el Harlem profundo y vienen para traer su desbordante alegría a esta Misa de apertura del New York Encounter 2011.
A la derecha, un grupo de quince sacerdotes con sus albas blancas aportan serenidad, clima de oración con sus brazos y manos levantadas, en un silencioso gesto de bendición.
En el centro, sobre el altar, delante del obispo chileno Fernando Chomali, la razón de todo esto: el sacramento de la Eucaristía.
«Habla a mi corazón», canta el coro de góspel en el ofertorio, haciéndose eco de las palabras del obispo, que recordaba que esta cita metropolitana, en una ciudad que vive día y noche ininterrumpidamente tiene sólo un motivo: la gratuidad de Cristo que se hace presente en nuestra nada.
«No es sólo necesario, es fundamental iluminar al mundo con la palabra de Cristo», agregó monseñor Chomali en la homilía, glosando el encuentro de Juan con Jesús y el de Jesús con el mundo. «Nadie puede permanecer neutral, nadie puede quedar indiferente ante Cristo. La indiferencia ante Él es una negación», advierte el obispo.
Ni por la puerta de atrás. Y realmente, la indiferencia se quedó fuera del New York Encounter, desde su apertura el 14 de enero, hasta el último debate del lunes 17. No habría podido introducirse en el Manhattan Center aunque alguien lo hubiera intentado por la puerta de atrás del centro de congresos de la Calle 34.
De hecho, apenas hubo espacio para recibir a los miles de participantes, a los 120 voluntarios, a los patrocinadores y a los expositores, que ocuparon cualquier hueco libre durante los cuatro días del evento. Los que llegaban tarde a los actos, a los espectáculos musicales o a la representación teatral de La anunciación a María tenían que subir a las galerías superiores, donde tampoco había espacio porque se ubicaron allí las exposiciones.
Esta sensación de masa, de cercanía estrecha, se advertía por doquier. Paradójicamente, supone un reconocimiento a los organizadores, que este año decidieron celebrar el evento en una sede distinta de la anterior, Times Square, sin duda mucho más pequeña: «En cierto sentido me alegro de que no hubiera sitio suficiente», bromea el presidente, Maurizio Maniscalco a la hora de hacer balance. «Esta vez habíamos optado por una sede bastante más grande, y vemos que sigue siendo insuficiente. Eso quiere decir que estamos creciendo. Ahora, nuestro reto es buscar otro espacio que nos permita crecer aún más».
Maniscalco cuenta que su mayor sorpresa fue el número de visitantes que diariamente han acudido a la kermesse. Los organizadores esperaban que la gente estuviera entrando y saliendo de viernes a lunes; sin embargo, llegaban y, al recibir una cálida acogida, se quedaban. «Es un resultado fantástico, porque ha permitido que la gente pudiera charlar, compartir un rato y conocerse unos a otros», continúa el presidente.
Además, la calidad intelectual de los ponentes y el óptimo nivel de las representaciones artísticas fueron la clave del evento: crear un espacio público para que la realidad de Cristo se hiciera presente en el corazón de Nueva York.
El coro de góspel vino desde Harlem para encender los corazones de los ciudadanos de Manhattan. El saxofonista “Blue Lou” Marini llegó el domingo por la noche para ofrecer un «viaje virtual por las calles de Nueva York», con músicos cuya audiencia habitual es la multitud que pasa por las estaciones de Metro de la ciudad.
También hubo momentos comprometidos, como el debate del sábado por la tarde sobre la necesidad de construir una economía más a la medida del hombre. Se debatió la fragilidad de la recuperación económica actual, terriblemente lenta, y nuestra capacidad para mejorar un sistema que ha tenido un efecto devastador sobre la vida de mucha gente en Nueva York y en el mundo entero. «No estamos diciendo que Central Park se vaya a llenar de barrios de chabolas como en los años treinta... pero sí que corremos el riesgo de que EEUU vuelva a ser escenario de enfrentamientos igualmente dramáticos», aseveró durante su intervención Anujeet Sareen, director de gestión de una importante institución financiera. «Hemos invertido en la recuperación más dinero que en ningún otro momento de nuestra historia, pero hasta ahora los resultados son mínimos. Seguimos teniendo siete millones de americanos sin trabajo».
El método de la belleza. Si bien resulta imposible que en una intervención de 90 minutos los ponentes ofrecieran una solución para los problemas económicos estadounidenses o mundiales, en general mostraron con claridad que la drástica recesión de 2008 se juntó con los errores de la clase dirigente y, todavía más, con un problema antropológico fundamental: el olvido de la verdadera naturaleza del hombre.
Lo explicó Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, en un acto donde habló junto a Michael Waldstein y al cardenal Sean O’Malley.
Despertar lo humano es un factor clave, más decisivo aún que los problemas económicos. Además, constituye el hecho central del encuentro cristiano. «Si la fe cristiana no es capaz de despertar el yo, ¿sería razonable ser cristianos?», preguntó Carrón con firmeza al abordar el tema “Realidad, razón, libertad: la raíz de la búsqueda religiosa”. Siguiendo «el método de la belleza» del que escribe Luigi Giussani en El sentido religioso, Carrón nos invitó a responder a esta pregunta glosando el relato del encuentro de Juan con Jesús, el Cordero de Dios; o viendo como Cristo mismo retó a los primeros discípulos: «Venid y lo veréis».
Despertar en el “yo” lo que es verdaderamente humano, afirmó Carrón, significa mirar el mundo con los «ojos abiertos de par en par, como niños».
Podemos ver la belleza de una obra maestra como La anunciación a María, la belleza de la vida diaria en una ciudad frenética o la belleza terrible de la muerte que acecha. En cualquier caso es indispensable que estemos dispuestos a mirar como niños.
Permanecer fieles a la realidad. El sábado por la tarde, una mesa redonda con trabajadores del ámbito sanitario canadiense ilustró cómo la sociedad rechaza la invitación a «ir y ver» la experiencia de la vida, desde su inicio hasta su fin, y esto sirve de argumento para quienes defienden la eutanasia como una opción médica válida para poner fin a la vida. Ante un auditorio abarrotado, los ponentes hablaron de sus intentos, en el ámbito político, de obstaculizar el proyecto de ley promovido por el gobierno, que pretende introducir sutilmente la eutanasia en el sistema sanitario público de la provincia canadiense de Quebec. Una joven estudiante de Medicina, Laurence Rivest, conmovió a la platea con el relato de su experiencia mientras cuidaba de su abuela, que murió a causa de un cáncer cerebral. «Cada día, a medida que la muerte se acercaba, estaba más guapa. (...) Era un misterio al que yo quiero permanecer fiel. Si pensamos que la eutanasia es la solución, lo único que estamos haciendo es cerrar los ojos». Estas palabras nos recordaron a todos una frase del desaparecido doctor Jerome Lejeune, fundador de la citogenética y descubridor del gen responsable del síndrome de Down. Su contribución a la investigación estuvo presente en el New York Encounter mediante la intervención de su hija, Clara Gaymard, y con una exposición sobre su vida. Uno de los paneles reproducía esta cita: «La superioridad absoluta, la novedad radical del hombre está en el hecho de que ninguna otra criatura puede experimentar una suerte de complicidad entre las leyes naturales y la conciencia de su propia existencia. La capacidad de sorprenderse sólo existe en los seres humanos». El asombro, naturalmente, sólo puede nacer de un encuentro. No podemos sorprendernos de verdad por algo que no nos toque concretamente.
El cuadro en blanco y negro, el claroscuro de la existencia, sólo se puede recomponer en su totalidad si fijamos continuamente la mirada en la realidad del Misterio que encierra, es decir, si miramos con los ojos abiertos de par en par, como un niño.
La guinda final del evento, el lunes por la mañana, fue el acto sobre la poesía del menos infantil de los poetas, Giacomo Leopardi. Hubo un amable desacuerdo entre dos de los ponentes, no tanto sobre los méritos de Leopardi como poeta, sino sobre el alcance de su visión del ser humano. Jonathan Galassi, presidente de la Editorial Farrar, Strauss and Giroux, autor de la última traducción al inglés de la obra poética de Leopardi, se aventuró a afirmar que su obra refleja un deseo de «algo más allá del presente», impregnado por «una añoranza, un sentido de ausencia contrario al cristianismo». Por su parte, Joseph Weiler, su cordial antagonista, director del Straus Institute for the Advanced Study of Law and Justice y del Tikvah Center for Law and Jewish Civilization, aventuró un juicio sobre Leopardi como un poeta tan falto de misericordia que es incapaz de perdonar: «En Leopardi no encuentro piedad alguna, ni compasión, comprensión o perdón para el tiempo presente. El futuro siempre es prometedor, el pasado siempre es bello, pero el presente siempre es triste, melancólico, deprimente».
El poeta Davide Rondoni tuvo que dirimir la cuestión. Es verdad, dijo, que el pesimismo leopardiano nace de una visión en la que el presente es como si fuera “devorado” por la vida, pero al mismo tiempo su pesimismo cobra tal forma que llega a ser una pregunta, más aún, una provocación. Admirar a Leopardi puede suponer aceptar la contradicción del pesimismo humano, considerado como una posibilidad de búsqueda y no como un juicio irrevocable y cerrado.
«El hombres es por naturaleza un ser contradictorio», recordó Rondoni, «que no puede encontrar solución en sí mismo».
Desde el Harlem hasta el centro de Manhattan, y más allá. En el vasto mundo que nos rodea, pocas palabras bastan para captar el corazón de un “New York Encounter”.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón