Ya conocemos lo que sucedió en el evento celebrado a orillas del Nilo. Uno de sus protagonistas nos cuenta ahora la repercusión que ha tenido en los medios y en el mundo árabe. Allí donde se busca siempre una razón oculta para todo, han surgido infinidad de preguntas. Y una certeza: «Los valores necesitan de una carne»
Los medios de información árabes se distinguen muchas veces por su omnisciencia, en particular por lo que respecta a las maniobras secretas y a la agenda oculta de Occidente. En su opinión, los occidentales no harían nada por amor a Dios o a la humanidad. La defensa de los derechos humanos, de la libertad de expresión, de la libertad de credo y de la democracia no serían sino una tapadera para esconder sus ansias económicas y políticas. Esta larga lista de valores occidentales no sería más que un caballo de Troya para penetrar en las sociedades árabes islámicas, con el fin de destruir sus valores y tradiciones y desfigurar su identidad. Por este motivo, la pregunta «¿Por qué?» nunca se usa para preguntarse realmente, sino para levantar dudas sobre intenciones y fines.
En cambio, la pregunta «¿Por qué?» dirigida a los organizadores y a los invitados del Meeting del Cairo ha sido de otro tipo. Era una expresión sincera de sorpresa y de curiosidad: ya no era un medio para investigar causas y fines, sino un instrumento de conocimiento y de comprensión de las personas. ¿Por qué Marco Bersanelli es Marco Bersanelli? ¿Por qué Emilia Guarnieri es Emilia Guarnieri? ¿Por qué asumen el esfuerzo y los costes de este viaje sólo para decirnos que nos quieren?
El farmacéutico Ayman Salah, el contable bancario Mohammed Qasim, la ingeniera de telecomunicaciones Mary Matta y otras decenas de voluntarios de toda edad y profesión, ¿quiénes son? ¿Cómo es posible que no les hayamos visto antes? ¿Por qué no nos hemos dado cuenta de su existencia? ¿Han sido de verdad ellos los que han organizado este gran evento? ¿De dónde ha llegado este amor y este entusiasmo por el encuentro con el otro, en una sociedad que sufre de fanatismo confesional? ¿Cómo han pasado estos jóvenes del papel de espectadores al de protagonistas? ¿Cómo han podido trabajar juntos, en completa armonía, cristianos de distintas confesiones (católicos, ortodoxos y protestantes) y musulmanes de distintas orientaciones, desde el Movimiento por la Paz de Suzanne Mubarak a los Hermanos Musulmanes de al-Azhar?
Éstas son algunas de las preguntas recurrentes que han aparecido en los medios egipcios que han seguido el evento, con treinta y siete páginas en distintos periódicos egipcios y más de cuatro horas de emisión en canales de televisión gubernativos y privados.
«Me siento importante». Por lo que a mí respecta, estas preguntas son el mayor éxito del Meeting del Cairo, porque expresan un momento de despertar de la conciencia, un momento de descubrimiento de uno mismo y de la realidad. Pocos meses antes del Meeting, cuando empecé a organizar encuentros y conferencias para presentar el Meeting del Cairo, al explicar la experiencia que nos había empujado a realizar esta iniciativa, pasaba la mayor parte del tiempo respondiendo a una infinitud de preguntas, y a cada respuesta mía seguía más de una pregunta. Por eso, cuando me preguntaban qué hacía falta para participar en el Meeting, yo respondía: «¡Lo único que necesitáis es esa curiosidad que ya se da en vosotros!».
En las distintas entrevistas que se han realizado después del Meeting algunos voluntarios han declarado: «Por primera vez siento que soy una persona importante que puede influir en la sociedad», «No sé lo que haré ahora, porque no puedo volver a mi vida de antes. Ya no quiero volver a vivir al margen de la vida». Después del Meeting, muchos jóvenes han comprendido que han participado en él no para “dialogar” y «mostrar la civilización de los egipcios», sino en respuesta a una exigencia íntima suya, cuyos síntomas más importantes eran la curiosidad y el deseo de encontrar respuesta a sus preguntas.
Cuando anuncié, durante el Meeting, el homenaje al padre Christian van Nispen (el jesuita holandés que ha dedicado su vida al estudio del Corán y de las relaciones con el islam, ndr), se desencadenó en la sala una gran ovación; y después del Meeting no hemos dejado de recibir llamadas preguntando por él y por sus libros. Es algo que me ha llenado de asombro, dado que la Iglesia y al-Azhar organizan con frecuencia eventos de este tipo, pero no son objeto de todo este interés. ¿Por qué el padre Christian ha atraído, por el contrario, toda esta atención? He comprendido de nuevo que los valores abstractos propugnados por la diplomacia del diálogo entre al-Azhar y la Iglesia necesitan de un cuerpo, de una persona.
He aprendido mucho trabajando para el Meeting del Cairo. Pero lo más importante que he aprendido sobre mí mismo es que todo aquello en lo que creo lo he vivido en la relación con alguien. No existen valores humanos abstractos, porque si son humanos no son abstractos. La verdad no es verdad a menos que se encarne, porque toda verdad es una persona, y toda persona es una verdad.
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