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Huellas N.8, Septiembre 2010

ACTUALIDAD / América Latina

«Vivo la política como vivo la vida»

“Se habla de esto cada dos años y después se olvida”. ¿Qué desafío supone el periodo electoral? ¿Y qué tiene que ver el trabajo por el bien común con “la amistad”? Extractos de una intervención de MARCOS ZERBINI, candidato al Parlamento de São Paulo

Creo que es bueno tener una opinión sobre política, pero lo que más me preocupa es la sensación de que todo el mundo considera la política como algo separado de la vida. Como si fuera algo que se repite cada dos años y que suscita debates, pero luego pasan otros dos años en que se vuelve a la vida de todos los días y se olvida la política. Por tanto, me parece que lo más esencial es entender que la política no está separada de la vida. La política forma parte de la vida, está integrada en la vida.
Cuando la gente me pregunta “¿qué hay que hacer para vivir la política?”, yo respondo: “Lo mismo que para vivir la vida”. En la política no tengo que ser diferente de como soy en la vida. Si queremos aprender del movimiento, de don Giussani, de Carrón, debemos ser serios en la vida, debemos ser serios en la política, debemos ser serios en el trabajo, en la familia, en la educación, debemos ser serios en todo, ¡debemos ser verdaderamente serios! La gente sigue tratando la política como algo separado de la vida, pero yo creo que hay que aprender a eliminar esta dicotomía, a no separar las cosas. Si no lo hacemos, si no nos acostumbramos a discutir sobre cuestiones políticas, a valorarlo todo, a intervenir, entre nosotros cada vez habrá más distancia y cada dos años tendremos que afrontar una tarea que resulta muy fastidiosa. Cada vez será más aburrido y cada año diremos que hay menos posibilidades. Creo que es urgente preocuparse por la política como nos preocupamos por cualquier otra cosa. Y no sólo cuando llegan las elecciones, la gente debe empezar a entender quiénes son las personas que tienen esta vocación.
¿Qué es la política, en esencia? La política es el arte del bien común. Creo que todos aquellos que tienen una vocación por el arte del bien común deben empezar a discutir sobre política, deben empezar a participar, a pensar en las acciones que se pueden realizar para ayudar a la comunidad, para cambiar la realidad en que vivimos. También la política sólo tiene sentido si se sabe el motivo por el que uno se dedica a ella. ¿Por qué tiene sentido para mí? Porque pertenezco a un pueblo y la política es un instrumento para ayudar a construir el bien común, el bien del pueblo. Si no, no tiene sentido.
Si en la comunidad no empezamos a intentar hacer política preocupándonos por cómo construir el bien de la comunidad, el bien de las personas a las que amamos, la política será siempre algo abstracto, separado de la vida. Éste es un argumento fundamental; es una obligación, nos guste o no, por suerte o por desgracia, no lo sé, pero no se puede vivir sin política, porque la ciudad, el Estado, el país viven “gracias” a los políticos. Que a su vez son el retrato del pueblo en que viven. Se suele decir que “los políticos son malos”. Son “malos” porque también los pobres son “malos”, las personas no participan, las personas no viven esta vida, las personas viven muy alejadas de este mundo. O lo tomamos en serio o es un disparate. Por ejemplo, si cada dos años se pusiera en discusión vuestro trabajo, vuestros hijos, ¿qué sucedería? Sería una tragedia. El gran problema que veo en la política es precisamente esto, que nos preocupa la política sólo cada dos años.

Un grupo de amigos. Me parece fundamental que se pueda discutir de política en este momento, creo que es esencial tener una opinión sobre política. Pero aquí quiero lanzar un desafío importante: las personas que tienen intención de construir el bien común deben discutir sobre política todos los días de su vida. Si no lo hacen personalmente, dentro de dos años estaremos otra vez pidiendo al movimiento que haga un juicio, y no cambiará nada. O empezamos a despertar a las personas que tienen una vocación así –y entonces estas personas empezarán a tener voz en la comunidad, que a su vez empezará a ser más consciente, o cada dos años la gente repetirá siempre las mismas cosas. Creo que las personas que tienen esta vocación deben empezar a unirse.
Hace tiempo hablé de política con algunas personas de Río de Janeiro con actividades en la vida pública. ¿Qué cosas puede cambiar la política realmente? En el ámbito político, las personas deberían repetir la misma experiencia que hacen dentro del movimiento: construir un grupo de amigos que se preocupa por la vida de los demás, que quiere demostrar que es posible construir una amistad verdadera incluso en el ámbito de la política. Personas que, más allá de las diferencias, deseen construir el bien común y, a partir de aquí, vivir plenamente la realidad. No hay otra manera, no hay otra solución.
No será un gran proyecto político el que cambie el mundo. Lo que puede cambiar el mundo es una amistad verdadera, personas que quieren verdaderamente el bien. A partir de aquí, las cosas empiezan a cambiar.
A veces, las personas me preguntan cuál es el criterio que debemos utilizar para decidir. Es muy sencillo, en mi opinión. El criterio, en primer lugar, es: ¿qué ayuda más a construir la Iglesia? O bien, para nosotros, que pertenecemos a este lugar, ¿qué es lo menos malo para la Iglesia?
En segundo lugar: la política que cree en la persona, que ayuda a construir la persona. De otro modo, lo que estamos viviendo dentro del movimiento no tendría sentido. Si vivimos en el movimiento, que afirma que debemos encontrar a un ser humano para encontrar a Cristo, tendremos que buscar a alguien que pueda ayudar a construir lo humano. ¿Qué política quiero yo? ¿Una que ayude a construir a la persona, o una que haga a la persona dependiente del Estado? ¿Y qué Estado quiero? ¿Quiero un Estado que ayude a aprobar leyes que favorezcan a la Iglesia, que ayuden a construir la Iglesia, o quiero un Estado que apruebe leyes que destruyan a la Iglesia, o que destruyan aquello en lo que la Iglesia cree? Me parece muy fácil entender cuáles son los criterios, la gente no necesita un gran tratado político, o teológico, o sociológico, o de cualquier otro tipo para decidir. La gente quiere ver quién se pone en marcha, la historia de las personas que se ponen en marcha, para preguntarse quién está trabajando más para construir a las personas y a la Iglesia.
La gente necesita dar un paso adelante, empezar a discutir, a estudiar, a hacer política, buena política, la política que cambia realmente el mundo. ¡Ah, qué difícil! Naturalmente que es difícil. ¿Pero alguien nos ha dicho que fuera fácil? Cristo no vino para prometernos la tranquilidad. En realidad, vino para decir: “Ganaréis la cruz, pero después os garantizo la Resurrección”. Ésta es nuestra tarea: aceptar el desafío de llevar la cruz con la certeza de la Resurrección.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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