Va al contenido

Huellas N.11, Diciembre 2008

CL - Caritativa

Giovanni y la ley de la existencia

Paola Bergamini

Historia de un hombre sencillo que mediante un gesto de caridad ha recobrado su valor como persona y de tres mil personas que, llevando un paquete de comida a quienes lo necesitan, aprenden la verdad de su condición humana. Testimonios de la Asamblea de los BdS del pasado mes de noviembre en Milán

Sábado 1 de noviembre. Sobre el escenario del Teatro Smeraldo de Milán hay únicamente una mesa, dos sillas y un micrófono. Poco a poco se va llenando el patio de butacas. Pero no se trata del público habitual de conciertos y musicales. Entre los asistentes hay amas de casa, empleados, empresarios, profesores, pensionistas –más de uno ha tenido que hacer un largo viaje para llegar–, mujeres y hombres de todas las edades procedentes de toda Italia, que tienen en común un gesto muy sencillo: la entrega de paquetes de alimentos a personas que se hallan en dificultades económicas. Los Bancos de Solidaridad celebran hoy su asamblea anual. Un gesto nacido hace unos 10 años, y que hoy cuenta con 120 grupos esparcidos por todo el territorio nacional italiano –y desde octubre presente también en Madrid, Villanueva de Cañada y Fuenlabrada–, 3000 voluntarios y 25.000 personas asistidas. Pero más que los números, aunque son muy importantes, resulta sorprendente la riqueza de historias, relaciones y experiencias ocurridas como «un día feliz» para los que lo hacen, para los que llevan los paquetes.

El deber supremo
«Estamos aquí porque, en un momento dado, hemos experimentado el abrazo de Cristo a través del abrazo de un hombre. Queremos dar testimonio de cómo, en virtud de este abrazo, el Banco de Solidaridad nos educa y cambia nuestra vida». Son las palabras con las que Andrea Franchi introduce la asamblea con Julián Carrón, ante 2000 participantes.
Llevar un paquete de alimentos a quien lo necesita es, en primer lugar, un gesto útil para uno mismo, porque permite «cumplir el deber supremo de la vida –más bien, el único– que es realizarnos a nosotros mismos» (Cf. El sentido de la caritativa). Lo cuenta Paola di Salsomaggiore: «Al principio me sentía en la obligación de responder a una necesidad, pero las cuentas no salían, porque las peticiones de las familias a las que iba a visitar eran muchas y llenas de contradicciones. A veces me enfadaba». Pero todo cambia cuando lo que hacemos sirve en primer lugar a quien lo hace. «Al principio tenía un cierto sentido de culpabilidad sólo con pensar que este gesto pudiera suponer una compensación para mí. En cambio, se me decía que tenía que quererme como Cristo me quiere, porque sólo de esta forma podría ayudar y querer a los demás. La verdad es que es increíble: ¡la ayuda que yo presto a personas que no conozco me ayuda a mí en primer lugar!». Es increíble porque cambian las relaciones cotidianas con el marido, los hijos, los alumnos. Se desmoronan las pretensiones.
Los relatos se suceden ante el micrófono. Es conmovedor, la razón y el corazón perciben que un gesto tan simple tiene un valor educativo para uno mismo y para los que le rodean. Así es para Delfio.

Los milagros existen
Delfio, de Como, conoció el Banco a través del centro de recuperación para toxicómanos en donde reside. Su problema es la gestión del dinero. «Ganaba 1000 euros y me gastaba 3000. Entonces pensé: a lo mejor trabajando en esta asociación comprendo cómo salir de esto. No sólo voy mejorando mi economía, sino que he conseguido dar un sentido a mi vida. Me he acercado al Señor. Cuando iba todos los miércoles a preparar las cajas de alimentos me sentía útil, me encontraba a gusto conmigo mismo. Me sentía bien porque veía la estima de los amigos del Banco hacia mí. Estos amigos me han comunicado el deseo de dar sentido a mi vida, cosa que había perdido hacía muchos años». Un sentido también para los que llevaban años en el movimiento y que, en un momento dado, decidieron abandonarlo, como Fabio, de Domodossola. Después de dejar todo, va al Meeting de Rímini para acompañar a su mujer, y ahí escucha a Vicky (Cf. Huellas, septiembre 2008). «Volví con esta pregunta: ¿por qué los milagros les suceden siempre a los demás?». «Pero si Vicky puede vivir contenta en una situación tan tremenda, ¿no puede haber una esperanza también para ti? », le interrumpe Carrón. «Efectivamente, después los milagros me han sucedido también a mí». A la vuelta, como Fabio no había encontrado un sustituto, retoma su trabajo en el Banco. Un día le acompaña a su entrega de paquetes una chica de 14 años que quiere empezar a participar en esa acción caritativa. Durante el trayecto en el coche habla mucho, y le dice que ella se siente “llevada” por la caridad. Fabio calla. Al terminar la entrega, la señora de la familia a la que han llevado los alimentos abraza a la chica como si fuese una hija. Algunos días después la chica comenta: «He comprendido que el Banco no es sólo llevar un paquete de alimentos, sino llevar un abrazo y unas relaciones». «Esta fue la primera estocada –cuenta Fabio–. Luego llegó la segunda. Yo soy policía. Un día, la patrulla de guardia intervino para salvar a una persona que había intentado suicidarse. Después de una semana la misma persona volvió diciendo que temía volver a intentarlo. Mis colegas me la mandaron a mí. No se me ocurrió otra cosa que decirle: “Ven a cenar con mis amigos del Banco de Solidaridad. Tú necesitas alguien que te quiera, y creo que ese es el mejor lugar”. Estos dos hechos me han llevado a creer de nuevo». «Has dicho: “me han llevado a creer de nuevo”, es decir, te han abierto la mente y el corazón», comenta Carrón.
Giovanni vive en Palestrina, una pequeña isla cercana a Chioggia, y es albañil. Gracias a un amigo conoce CL, «esta maravillosa realidad» como la define. Después viene la propuesta del Banco. «Cada mes entregamos 13 o 14 paquetes, algunos los dejamos delante de la puerta de casa, otros los entregamos directamente a las personas. Cada vez que lo hago siento dentro de mí una alegría inmensa, es una maravilla que me cuesta describir. Te sientes nuevo, hasta el punto de que después de la primera entrega, fui corriendo a confesarme con el párroco. Mi mujer, que no pertenece a CL, me dijo: “¿Era necesario el paquete para que te fueras a confesar?”». «¿Por qué se te ocurrió ir a confesarte?», pregunta Carrón. «Porque en aquel momento sólo sentía una cosa, sentía que ante mí había Otro, como me decían mis amigos, como explica la Escuela de comunidad. Yo trato de explicarle esto a mi mujer, a los amigos de mi compañía, que me dicen: “El cambio que se ha producido en ti es asombroso”». «“Una alegría inmensa” –explica Carrón–. Se hace carne lo que dice don Giussani en la primera línea del cuaderno sobre la caritativa: “Cuando experimentamos algo hermoso nos sentimos empujados a comunicarlo a los demás. Esto lo consideramos como una ley de la existencia. Nosotros vamos a la caritativa para satisfacer esta exigencia”. Es impresionante ver cómo el Misterio presente te hace abrazar incluso tu mal».

Escuela de comunidad
Llevar un paquete de alimentos significa responder a una necesidad precisa, pero también manifiesta el deseo de compartir, dentro de una amistad, un deseo más profundo al cual sólo Cristo puede responder, como explica la Escuela de comunidad. «En el capítulo sobre la obediencia se nos muestra uno de los rasgos inconfundibles de Jesús: cuál es su postura ante la necesidad. Es imposible leerla y no conmoverse, porque nosotros hemos sido mirados así. Tener piedad de la gente porque no conoce su destino y tener piedad de la gente porque tiene hambre es lo mismo, es el mismo gesto. Al realizar el gesto de entregar el paquete aprendemos a mirar la necesidad del otro en todo su alcance y a hacernos conscientes de que sólo si compartimos lo que hemos recibido gratuitamente podremos querer a otro de verdad. Esta mañana hemos tocado con la mano Su Presencia, porque lo que hemos escuchado no nace de nosotros. Son hechos que ocurren ahora, como en el pasado, porque Él está presente y actúa», añade Carrón.
En un momento de grave crisis económica el riesgo es el de encerrarse, de defenderse, de ocuparse tan sólo de las propias dificultades. Partir de la plenitud que experimentamos y no de lo que falta, abre un horizonte nuevo y muestra un origen distinto, una cultura distinta.
Por eso ha concluido Carrón: «Queremos ofrecer a todos lo que hemos recibido, queremos expresar la gratitud porque alguien nos ha mirado con piedad». Y lo hacemos llevando un paquete de alimentos.


¿Cómo nace un Banco? Mayo de 2008. Manute se halla en Italia para pasar unos días de vacaciones con sus amigos italianos del movimiento. Allí le llevan a conocer la caritativa del Banco de Solidaridad. Se queda impresionado por esta experiencia, sobre todo por lo que cuentan los que la llevan a cabo. Pero ahí parece quedar todo. De regreso a Madrid vuelve a su trabajo en el banco. También en España la situación económica se hace cada vez más difícil, y son muchas las situaciones dramáticas que Manute ve pasar por su oficina. Un día se le presenta un cliente suyo: está desesperado. Tiene dos hijas, está sin trabajo, el subsidio de desempleo está a punto de terminar y ya no le queda dinero, no sólo para pagar la hipoteca, sino para hacer la compra. Manute se acuerda de la experiencia de Italia, sobre todo de esa mirada buena sobre sí mismos y sobre la realidad que los amigos italianos habían aprendido realizando este gesto. Busca la dirección del cliente y pocos días después va a verle llevándole un paquete de alimentos. Es el primer gesto del Banco de Solidaridad en España. Actualmente, ofrece ayuda a algunas familias en Madrid, Villanueva de la Cañada y Fuenlabrada.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página