El testimonio de Amparo Espinosa y de Jesús Carrascosa en la apertura de la Campaña Manos a la obra
«Yo miraba y seguía». La frase es de Amparito. Trabaja con las familias y los jóvenes de los proyectos de CESAL en Ecuador. Comenzó ante los más de doscientos asistentes al acto de presentación de la Campaña Manos a la Obra 2008 pidiendo perdón porque «nunca he estado delante de tanta gente». La suya es una vida marcada por el sufrimiento –con una madre ausente, una abuela que la educó en la fe que estaba perdiendo, un marido que la abandonó y dos hijos fallecidos– que la llevó a interrogarse por un significado y a pedir ayuda a Dios ante tanto dolor. Su espera se vio respondida cuando Ana, una de las Hermanas del Sagrado Costado, le propuso trabajar en un proyecto a cargo de la ong AVSI Internacional. La propuesta le llegó al día siguiente de requerir a Dios algún signo después de haber muerto su hijo Antonio, de cinco años y medio. Amparito recuerda que cuando conoció a Stefania, una chica italiana que trabaja para AVSI, «tenía una sonrisa tan amplia como si la conociese de toda la vida». Es a ella a quien Amparo mira y sigue. Empezó a trabajar con ella, primero como secretaria y más tarde como orientadora PELCA (Preescolar en la Casa), orientando a madres de Pisullí, el barrio en la periferia de Quito donde vive Amparito, para que puedan educar mejor a sus hijos. «Con ellas ha nacido una gran amistad», dice Amparito. Y añade que esos niños necesitan amor, esperan ser mirados de otra forma, son pequeños que se han convertido en suyos: «Tengo muchos hijos». Su gran preocupación ahora son los jóvenes. En Pisullí viven dos mil ochocientas familias. Quince mil personas entre las que habitan la delincuencia, el alcohol y la droga. El 27 de junio falleció su hermano José en una reyerta. El dolor reaparece, «pero la presencia de Cristo se hace más evidente que nunca en los rostros de Stefania, Katy, Lucía…». El Señor sigue obrando en Pisulli, añade Amparito. Lo atestiguan las historias de uno de sus primos, Jairo, –que participa en la Escuela de comunidad y ha dejado un trabajo oscuro– y de 20 jóvenes como él, que ahora están estudiando y antes pasaban el día en la calle. Es cierto que «Una mirada diferente saca lo bueno y lo humano que hay en cada uno de nosotros».
No hay desarrollo sin persona, ni persona sin educación, comentaba Jesús Carrascosa al comienzo de su intervención. La experiencia de AVSI y de CESAL provoca entusiasmo: «Sólo quien ha descubierto que la vida tiene un significado puede reconocer en los seres más indefensos un valor infinito». La cuestión por tanto es encontrar a testigos como Sefania o Amparito, de los que surge un interés por la vida y por su significado. Ellas demuestran que la caridad es la forma verdadera de abrazar la realidad.
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