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Huellas N.11, Diciembre 2008

CARTAS

Bergamo, Buenos Aires, La Habana...

a cargo de María Rosa de Cárdenas

Lo que persuade
Querido Julián: Mi segundo hijo, Giovanni, ha nacido con una gravísima cardiopatía congénita que nos obligará a realizar un trasplante de corazón dentro de unos años. En julio de este año recibí una llamada imprevista: era Vittoria, una mujer que vive en Roma, embarazada de seis meses. Hacía muy poco tiempo que había descubierto que el hijo que esperaba nacería con una cardiopatía muy similar a la que padece mi hijo. Me comunicó que al día siguiente partiría con su marido hacia Barcelona con el fin de abortar (en Italia ya había superado el tiempo permitido legalmente para hacerlo). Una sobrina de Vittoria que vive en Como y que por extrañas circunstancias conocía mi historia había recuperado mi número de teléfono y le había puesto a su tía en contacto conmigo. En un primer momento Vittoria no quería ni siquiera saber el número de teléfono. Era demasiado doloroso remover la decisión que ya había tomado y además estaba preocupada por la salud de su marido que en el pasado había sufrido una grave depresión. Un inexplicable “come-come” le obligó a llamarme sin que el marido lo supiera. Hablamos cerca de media hora. Mientras me hablaba comprendí que la cardiopatía de su bebé era más grave de lo que ella misma pensaba y omití voluntariamente decírselo para no poner en peligro la vida del niño. Le conté a mi marido esta conversación. Él con decisión me dijo: «Cristina, ¿don Giussani te ocultó en algo lo fatigoso que es la vida o apostó todo sobre tu libertad? Ayudemos a Vittoria a mirar todos los factores en juego en su embarazo para que pueda tomar su decisión». Pensamos ponerla en contacto con nuestra cardióloga para que la informara con todo detalle sobre la cardiopatía de su hijo. Le volví a llamar para darle su número de teléfono y pedirle si le podía llamar al día siguiente para saber qué le había dicho la doctora (también era el pretexto para volver a hablar con ella). Al día siguiente Vittoria me llama y me dice que está en el aeropuerto a punto de salir para Barcelona. Se me heló la sangre. Sin embargo, ella rápidamente añadió: «Hemos comprado el billete también para Alicia (su primogénita), nos vamos de vacaciones. Ya no vamos a abortar». Es imposible describirte la alegría que me produjo. Le dije que estaba muy contenta de que la cardióloga le hubiera tranquilizado, pero ella me contestó: «La cardióloga no tiene nada que ver, ya lo había decidido después de vuestra llamada: tú has salvado la vida de mi hijo». Después de varias llamadas de teléfono, surgió el deseo de conocerla personalmente por lo cual a mitad de octubre me fui un día a Roma. En un principio, mi marido Sergio y yo dudamos, debido al precio de los billetes para Roma y al sacrificio que conllevaba la organización familiar. No obstante, bastó para decidir el que nos preguntáramos: «¿Cuál es el precio que estamos dispuestos a pagar por obedecer al Misterio de la manera que éste se muestra en nuestra vida?». No fue necesario mucho más para que juntos recordáramos lo que dice la Escuela de comunidad en la página 142: «¡Jesús fue obediente hasta la muerte! Como la actitud de obediencia de Cristo hacia el Padre, así debe ser la nuestra con respecto a Cristo. La obediencia define la actitud de Cristo frente al Padre. Cristo reconoce, acepta y se adhiere a la voluntad del Padre de manera que cuando la voluntad del Padre implica su muerte, reconoce que ése es el camino de Su Vida. Por esto Dios lo ha glorificado y le ha entregado todo». Decidimos ir a Roma obedeciendo hasta la muerte de nuestro todavía demasiado burgués uso del dinero y del tiempo libre.
En Roma me acogieron como a una reina. Mientras paseábamos por la ciudad pedí a Vittoria que me dijera qué le había persuadido, dado que no me parecía haber dicho nada decisivo. Ella me respondió que le había llamado la atención que yo fuera una mujer feliz y que con mi marido hubiéramos decidido tener otros dos hijos después de nuestro Giovanni, que tiene en estos momentos cinco años. Ella no se explicaba cómo era posible que con un hijo así, gravemente enfermo, hubiéramos decidido no solamente no abortar sino tener más hijos. «Es sencillo –le dije–, teníamos necesidad de decir a Giovanni, sin decírselo, que la vida es un bien. Pero esto él sólo lo puede entender si nos ve a mi marido y a mí ciertos de esta bondad. ¿Qué modo mejor que regalarle un hermano?». Ella añadió: «Esto me ha persuadido». Después de haber pasado la mañana y la primera tarde juntos me llevaron al aeropuerto. Piero, su marido, no acababa de creer que yo hubiera ido a Roma sólo para conocerles gastando tiempo y dinero. No paraba de decirme: “pensaba que habías venido a Roma por tus cosas en lugar de estar solamente aquí por nosotros. Nadie en el mundo haría una cosa así.” Yo le respondía que había una larga lista de amigos que habrían querido estar allí conmigo pero que no habían podido. Una vez en casa, esa misma tarde corrí literalmente a casa de Franco para contarle el día que había pasado en Roma (¡Como Pablo, después de tantos kilómetros, yo también debía volver a Jerusalén!). Le conté todo a Franco y me dijo que no había ido a Roma sólo en mi nombre sino en el nombre de todos y por eso algunos amigos habían hecho una colecta para pagarme el viaje (250 euros)… ¡Como los primeros cristianos! Agradecida llamé a Vittoria para contarle lo que había sucedido. Le dije que mi abrazo era el de todo un pueblo y ella, sorprendida y conmovida, me pidió que diera las gracias a todos de parte de su marido y suya. Quisiera compartir contigo otro hecho –éste decisivo–, que me dejó sin habla y ha sido lo que me dijo Vittoria hecha un mar de lágrimas cuando me dirigía a la puerta de embarque en el aeropuerto: «No quiero perderte, tú le has dado la vida a mi hijo». Yo sonreí pero hubiera querido gritarle: «No soy yo, sino es Él quien se nos está entregando en este instante, quien nos ha entregado la una a la otra». Guardé silencio y sonriendo la miré a los ojos, con una ternura desconocida y le dije: «No llores». Durante el viaje en avión volviendo a pensar en este hecho, me encontraba apesadumbrada por no haberle dicho lo que pensaba. En la tarde del día siguiente, estudiando la muestra sobre san Pablo que presenté en la feria “Bérgamo Incontra”, leo en una audiencia del Papa: «Según san Pablo, la vida cristiana implica una identificación de Cristo con nosotros y de nosotros con Cristo. Pablo escribe: “Estamos unidos completamente a Él”, “Cristo está en vosotros”, “Cristo está en mí”». Cuando terminé de leer volví a pensar en la escena del areopuerto y casi sin aliento me vino a la cabeza el encuentro de Jesús y la viuda de Nain: «Mujer no llores…» y le devolvió a su hijo. Desde ese momento me domina un pensamiento: ¿es posible que Cristo se haya plegado sobre mi nada para hacerme una con Él? ¿Pero quién es Éste que ha tenido piedad de mi nada? ¿Quién es Cristina para que la cuides? ¿Y qué hace Cristo conmigo? Ha decidido molestarse por esta pobre mujer, una nada, una nada absoluta a la que Él ha decidido darle todo, ser una sola cosa con Él. ¡Gratis! ¿Pero quién es Él? ¡Dios mío, qué gratitud! Como de costumbre, el Amado me corta la respiración!
Mientras tanto, el pequeño ha nacido, se llama Filippo y tiene ya un mes. Está ingresado en el hospital “Bambin Gesú”. En este tiempo Vittoria ha conocido a Paola, una amiga del movimiento de Roma que tiene seis hijos de los cuales el tercero tiene un autismo severo. También la humanidad y la alegría de Paola están ayudando y confortando a Vittoria y a Piero. No sé qué será de ellos, si alguna vez se enamorarán de lo que a nosotros nos ha enamorado. Pero sí sé bien lo que quiero de mí: loca o equilibrada, enferma o sana, quiero ser de Él, toda Suya… ¡Otra cosa no me interesa! Me confío a Filippo, a su familia, a Franco, a ti y al movimiento entero, a don Giussani, a san Pablo y a Andrea Aziani. Han sido a ellos, misioneros por antonomasia, a los que confié mi viaje a Roma.
Cristina, Bergamo (Italia)

Vicky, en mi empresa
Hace un tiempo empezamos una Escuela de comunidad una compañera de trabajo y yo. Nos juntábamos todas las semanas y, como ya habíamos terminado de leer el capítulo sobre la obediencia, para no dejar de vernos propuse ver juntos el vídeo de Vicky. Durante el fin de semana se me ocurrió decir a mi jefe que íbamos a usar el proyector del trabajo e invitar a todos a ver el testimonio, porque percibía que lo que Vicky encontró es lo que todos esperamos, y lo mejor que podemos ofrecer es un testigo de carne y hueso de la verdadera esperanza. Ese día fue un poco confuso y desordenado. Conseguí el vídeo en el último momento y todavía no había invitado a nadie, pero lo pensé y dije: «Yo invito igualmente. Quién sabe lo que Dios quiere, y quién soy yo para medirlo». Entonces, fui uno por uno a invitar a todos sin excepción, desde limpieza, depósito, oficina, y a todos les decía: «Traje un vídeo buenísimo sobre el testimonio de una mujer con sida que “estaba muerta”, era una esclava y ahora es libre. ¡Tienen que venir!». Y mi compañera, que recién empieza a venir a la Escuela, me acompañaba y me hacía de retaguardia. Era muy gracioso porque, cuando alguien quería hacerme una broma, ella los hacía callar y les pedía que escucharan. Llegó la hora, y cuando estaba preparando el proyector para pasar el vídeo, sin ninguna seguridad de si alguien vendría o no, comenzaron a caer uno a uno los que había invitado y algunos otros. En ese momento un compañero (segundo jefe mío), que mantiene una amistad conmigo pero no con el movimiento, cuando los vio entrar me dijo: «¡Pedí pizza para todos!», y yo le contesté: «Pero no me alcanza la plata», y él: «Paga la empresa». ¡Fue como la multiplicación de los panes! Todos se acomodaron y uno de nosotros iba traduciendo la conferencia. Había un silencio absoluto, y cuando terminó el silencio continuó. ¡Es un milagro! Yo no paraba de ofrecer en esos momentos y me acordaba de cuando me contaron que, el día en que murió Andrea en Perú, lo habían visto arrodillarse y persignarse frente a su trabajo y entendí por qué: porque estaba en suelo sagrado. Yo miraba a esas personas y pensaba en el don que el Señor me daba. Estaba pisando suelo sagrado y me temblaban las piernas al darme cuenta de mi responsabilidad; y también la voz me temblaba cuando tuve que explicar al final del vídeo por qué los había invitado: para que vieran una experiencia de fe que es posible vivir, e invitarlos a Escuela de comunidad. Después de esto me salió casi de inmediato comenzar a servir a todos; les ofrecía las pizzas, les servía las bebidas, me entregaba totalmente a Jesús a través de ellos. Una de las chicas se me acercó y me dijo: «Yo quiero conocer el movimiento»; otra me dijo que el testimonio le había removido toda por dentro; otro, que es un ateo enojado contra Dios, me escuchaba mientras le contaba a otro cómo nació el movimiento: «El movimiento nació porque don Gius tenía esa mirada, y se la transmitió a Rose y ella a Vicky, y así sucesivamente; pero antes de todo fue Jesús el que transmitió este amor infinito a los apóstoles; y cuando uno es amado, desea transmitirlo». Un chico que estaba al lado dijo: «Por eso yo las quiero a ustedes». Había comprendido que su afecto le era dado, ¡que tenía un origen! Fue increíble. No podía dejar de pensar también, cuando miraba el vídeo, en el milagro de Vicky; porque cuando ella dijo que su cuerpo estaba como en estado de putrefacción y sin esperanza, ¡quién iba a imaginar, ni ella misma tampoco lo imaginaría, que al otro lado del mundo una pequeña empresa con 20 personas reunidas íbamos a participar de ese milagro, y que eso nos cambia! Lo más impresionante es que ese día yo me había levantado triste y en la Misa de la mañana le había preguntado en oración: «Jesús ¿dónde estás?». Al finalizar el día, recordé esta pregunta y me largué a llorar, porque Él había vencido toda mi fragilidad.
Viviana, Buenos Aires (Argentina)

Vuestra mirada...
Se cumplen diez años de presencia en Córdoba de una comunidad de las Hermanas de la Caridad de la Asunción, conocidas con el nombre familiar de las “suorine”. Publicamos una carta de agradecimiento por su testimonio.

Queridas hermanas de la Caridad de la Asunción: Hace ya diez años que estáis entre nosotros y no podemos menos que expresar nuestro agradecimiento. Vosotras y vuestra vida sois hechos grandes y bellos que Dios hace suceder entre nosotros: «El Señor nos responde haciendo suceder continuamente cosas bonitas para que te dejes vencer por ellas y estés contento: ¡qué ternura la del Misterio!». La relación entre vosotras es un espectáculo que hace palpable, con sencillez, en qué consiste la compañía para la vida que propone don Giussani. Es una amistad que acoge de modo impensable al que os encuentra. Vuestra mirada hacia todos nosotros –la comunidad de CL de Córdoba, las personas a las que atendéis, la gente que os encuentra– siempre ha sido una mirada llena de afecto verdadero, no sólo a lo que somos y a nuestro Destino, sino en la espera de lo que el Señor puede llegar a hacer en cada uno de nosotros. Una mirada al mismo tiempo sin pretensiones, con un respeto absoluto a la diferencia que el otro es, es decir, con una gratuidad y una caridad que me han hecho comprender hasta qué punto una mirada así sostiene y reconstruye a la persona. Vuestra mirada ha sido un lugar concreto al que referirnos para encontrar la mirada de Cristo. Me viene mucho a la memoria la presencia discreta y totalmente gratuita de una de vosotras que me acompañó en mi complicado embarazo durante muchas semanas. Y como éste, mil ejemplos que hacen real y concreta la bondad de la vida, sean cuales sean las circunstancias que estemos viviendo. Agradecemos a Dios vuestra caridad y vuestra presencia entre nosotros, vuestra fidelidad al carisma de don Giussani y vuestro sí cotidiano a ese Tú que satisface la vida y la llena de humanidad y de sentido.
M. Carmen y fraternidad de Córdoba (España)

Como al principio
David está en 3º de primaria. Un día, al hablar en clase de los misioneros, comentó que él tenía un tío que era misionero; la profesora le animó a que le preguntara a su tío por qué era misionero y qué hacía en Miami. Publicamos la respuesta.

Querido sobrino y ahijado SuperDavid: Me alegra mucho que ya puedas escribir correos. De este modo tú me puedes contar cosas de tus amigos y yo de los míos. Soy muy feliz teniendo la vida que tengo y viviendo en EEUU porque es lo que Dios ha querido para mí. Lo que me hace feliz es hacer la voluntad de Dios, hacer la voluntad del que ha creado el cielo y la Tierra, y también nos crea a ti y a mí. Como hace 2000 años, Jesús el hijo de Dios, sigue eligiendo amigos para que estén con Él y les asigna una tarea. Al principio Jesús escogió unos amigos y les invitó a que fueran con Él de vez en cuando: a pescar, a una boda, etc. Después les invitó a que estuvieran con Él algún fin de semana, visitando algún pueblo. Después a algunos les invitó a que estuvieran con Él siempre. Y a estos les asignó también algunas tareas. Por ejemplo ir de dos en dos a otros pueblos, a otros países a hablar de Él a la gente: de cómo la vida cambiaba estando con Él, de cómo eran felices y qué milagros sucedían. De la misma manera Jesús eligió en Italia a Luigi Giussani, y a través de él, a otros amigos en Madrid. Entre ellos, están algunos maestros de tu colegio, como Enrique, Juan Ramón, tu maestra Gloria y también yo. Compartir la vida con Jesús es una aventura tan bonita que la amistad entre el grupo de amigos explota como si fuera una carga de dinamita. Y cada trocito que sale disparado va a al sitio que Jesús le asigna. Por ejemplo, de esos amigos míos de Madrid, Jesús envió a Carrón y a Carras a Italia, a Enrique, Juan Ramón y Gloria a construir el colegio donde estudias, a Juan Miguel a Alcalá de Henares, a Julián de la Morena a Brasil, a Pancho a Alcobendas, a Javier de Haro a México, a Lucía a Albania, a Paloma a Irlanda, y a mí a Puerto Rico y luego a Miami. Yo vivo en Miami lejos de ti y de los abuelos no porque no os quiera, sino porque es el sitio que Jesús ha elegido para mí, y por eso yo estoy contento y soy feliz. Y por haber hecho lo que Jesús quiere, no sólo no te he perdido a ti, a la familia y a los amigos de Madrid, sino que he ganado cien amigos más. Mi trabajo aquí es como el de los maestros de tu cole. Yo doy clase de Matemáticas y de Historia. Tengo 150 estudiantes. Algunos se portan bien y estudian y otros se portan mal y no estudian nada, pero yo les quiero a todos por igual. Por las tardes, después de clase rezo por ellos. Algunos días hago una excursión y vamos al mar. Miami es muy bonito, tiene rascacielos, un río, playas y mar. Algunas calles son de agua, por eso a veces se utiliza el barco en vez del coche. Algunas veces alquilo una lancha motora y llevo a mis amigos a ver la ciudad desde el agua, o vamos a alguna isla a bucear y ver peces de colores. Acordarme de que Jesús está conmigo en el colegio me hace ver a mis estudiantes de otro modo, me hace trabajar y estudiar más contento. Si tú estas contento y feliz, hay muchos que quieren estar contigo, y quieren conocer el motivo por el que tú estas contento. Y ese motivo es Jesús. Lo más importante para mí es seguir a Jesús siguiendo a los amigos que Él está cambiando y haciendo más felices. El hecho de que tú me has escrito no para hablarme de tus juguetes, sino para preguntarme por la misión, es un cambio en tu vida y es el signo de que Jesús está en tu vida, en tu clase y con tus amigos. Sigue escribiéndome para que pueda seguir viendo como Jesús te hace más feliz a ti y a tus amigos, y eso también me hará feliz a mí. La vida es una aventura, como el día que pasamos juntos este verano en Picos de Europa. ¿Te acuerdas? Un beso muy fuerte para ti, para Cristina y para Ignacio. Y saludos para Gloria y para tus compañeros de clase.
Pepe, Miami (EEUU)

«Yo hago nuevas todas las cosas»
«Aquí estoy». Respuesta a una llamada. Personal. De mí hacia Él. Llevo mucho tiempo recibiendo su gracia y sentía deseos de decirle que estaba para servirle. Leyendo últimamente a la Madre Teresa entiendo que es una gracia darse cuenta de que puedes sentirte cerca o lejos de Él, pero sabes que Él es el centro. Es impresionante y milagroso lo que el Señor va haciendo en mí cada día. El corazón se va convirtiendo más y más. Cuanto más conoces una cosa, más ganas tienes de ella. Con el tiempo voy viendo cómo en mi cambio no hay ni la más mínima desviación de mí mismo, sino todo lo contrario. «Yo hago nuevas todas las cosas». Frase que me acompaña siempre al echar la vista hacia atrás. Estando el sábado en la Celebración del sacramento de la Confirmación lo tenía muy claro. Y además miraba todo el rato al crucifijo con plena conciencia de que esos brazos abiertos eran para mí acogida. Cristo me recibe en sus brazos. Estaba con Él. Pero lo más bonito e impresionante es que Él siempre los ha tenido abiertos y fue el otro día cuando le dije: «Aquí estoy». De una forma personal y en Sacramento. «Hoy la salvación ha llegado a esta casa». Vivir este sí ahora ha sido magnífico. Saber que tenía al lado a Elio, justo detrás a Isabel, cuatro bancos atrás a mis padres, el resto del “ejército” desperdigado por la iglesia y muchos unidos en la oración, me daba el respaldo y la compañía para afirmar que no he estado, no estaba ni estaré nunca solo. El paso era mío pero acompañado por todos vosotros. Ordenado caballero queda la tarea de duplicar los talentos que Él me ha regalado. Dar fruto. Pero como nos ha enseñado el Papa, todos los santos y la gente de bien, sólo podremos dar fruto en la medida en que le busquemos a Él, quaerere Deum. Como le gusta decir a Elio citando a Isaías: «Somos constructores de ciudades derruidas». Contad conmigo para esta tarea. «Desde mi pequeñez».
Jaime, Madrid (España)

Realmente libres para que las cosas sean “mías”
Llevo algún tiempo impactado por los testimonios de los presos de Padua (“privados de libertad”) que acudieron al Meeting de Rímini, y me deja sin aliento el diálogo entre Vicky y un condenado a cadena perpetua. Todo esto supone una provocación a mi libertad. En la Escuela de comunidad estamos trabajando sobre la obediencia: «Si no dijese “sí”, la felicidad que alcanzase no sería mía. Para que sea mía tengo que elegirla, tengo que quererla, tiene que ser objeto de mi libertad», escribe Giussani. Siempre recuerdo la escena en Matrix cuando Neo tiene que elegir entre olvidar todo lo que vale o continuar en la lucha por la verdad. Agradezco a esta compañía que me “obliga” siempre a ejercer mi libertad.
Andrés, La Plata, Buenos Aires (Argentina)

El sepulcro vacío
Iba a irme de peregrinación a Tierra Santa y le pedía al Señor que me sirviera para amarle más. Ahora, vuelvo con esa petición cumplida con creces. Que el Señor del universo y de la historia decidiera tomar una carne humana para hacerse uno más y que yo le pudiera conocer, es algo que siempre había oído, pero que al ver estos santos lugares se me ha hecho mucho más real y me hace ser más consciente de la desproporción entre Su amor y mi nada. No puedo poner en palabras las cosas como yo quisiera pero, por poner un ejemplo: estuvimos de pie una hora y media para entrar en el Santo Sepulcro. Durante todo ese tiempo, estuve recordando uno por uno a todos los que había apuntado en mi lista de peticiones, llorando por todo lo que Él me había dado y sabiendo que, aunque aún no lo había visto, el Calvario estaba allí al lado. La visita al sepulcro vacío se hace muy deprisa, por la cantidad de gente, y quizá por eso me impresionó menos que el Calvario, que vimos al día siguiente. El hecho de ver la roca, meter la mano en la hendidura y besar el agujero donde estuvo clavada la cruz, y saber que por allí corrió su Sangre, fue para mí lo más impresionante de todo. El Calvario es el sacrificio, y el sepulcro vacío es la esperanza para siempre. También recorrer la Vía Dolorosa, desde el lugar de la flagelación y tras haber visto el calabozo donde estuvo. Podría contaros hasta aburriros las vivencias en cada sitio, pero por no alargarme, quiero contaros otro aspecto que me he traído de allí. Y son las “piedras vivas” de allí, es decir, los pocos cristianos que quedan y gracias a los cuales los santos lugares no son museos: los franciscanos, que llevan allí 8 siglos ayudando a la gente, cristiana y musulmana, muchas veces jugándose la vida; conocer a Sobhy Makhoul, a Jorge, el guía cristiano palestino que tuvimos, y a Samar, la Memore Domini palestina de nacionalidad israelí que se juega la vida por mantener en Betania un orfanato de niñas... Y tantos otros desconocidos que viven su amor al Señor en una situación tan difícil que ni nos imaginamos. He venido con todos ellos en el corazón, y pido por ellos, para que no desaparezcan los cristianos en Tierra Santa y haya paz. “No se puede amar lo que no se conoce”: yo ahora les conozco y puedo llevarles en el corazón. Y por último, otra cosa grandiosa ha sido la unidad que ha habido entre la gente que íbamos en el grupo, que no nos conocíamos muchos de nosotros, pero se veía que nos movíamos por Algo más grande, como una sola cosa, como cuando fuimos la frater de peregrinación a Asturias. Por eso a la gente de la parroquia de Getafe también la tengo ahora en el corazón.
Se lo decía a Berna el otro día, cómo la capacidad de amar va aumentando en mí a medida que soy más consciente de lo mucho que me quiere Cristo, y veo cómo Él me ha introducido en una historia, en una compañía, para salvarme.
Elena, Madrid (España)

Fuente viva de esperanza
En los últimos días de noviembre de 2008, un encuentro llenó de esperanza a los miembros de la comunidad de San Antonio María Claret, en San Antonio del Sur, pueblecito costanero de Guantánamo, la más oriental provincia de Cuba. En la ocasión, viajamos desde La Habana algunos amigos de Comunión y Liberación –Yordania, Yorner y yo–, en calidad de organizadores del acto. A propósito del trienio preparatorio para celebrar el Jubileo por los 400 años del hallazgo de la imagen de la Virgen de La Caridad del Cobre, pudimos reflexionar acerca de la importancia de la Virgen María en la historia de la humanidad. Un texto de don Giussani escrito en 2002, sirvió de «fuente viva» para razonar la fe aprendida por aquellos que nos antecedieron. Dos días de debate donde afloraron pensamientos: nuestra Virgen Madre es ejemplo de amor y humildad, de seguimiento a la voluntad de Dios Padre cuando dijo “sí” al Señor y su gesto, también de esperanza –a más de 2000 mil años de lo ocurrido– incide todavía en la humanidad. Lisnaida, en una oración dirigida a la Virgen, dijo: «en mi familia, todos estamos contentos de haber conocido tu historia y la de Dios y de habernos hecho cristianos»; Maykel habló de María como de una persona a quien él se dirige; Nidia se expresó en versos: «Este sencillo homenaje / lo hago con mucho amor, / demostrándote, Virgencita, / por ti mi gran devoción»; «este es sólo el inicio –comentaba Yorner, animando la noche de premiaciones del concurso dedicado a la Virgen–. Llévense una, dos, o todas las palabras»; Yordania exhortó después de que yo leyera el “Himno a la Virgen” de Dante Alighieri. Casi al final del encuentro, el padre Luis Manenti, un sacerdote de la comunidad claretiana, evocó a los niños que pasan por la acera acompañados de su madre o su padre y al ver la imagen de la Virgen en el nicho les piden a su protector: «Llévame a mirar». María continúa acogiéndonos en su seno, intercediendo ante el Creador. Seamos humildes como ella y como esos niños que se detienen a la vera del camino atraídos por su imagen, por su misterio divino.
Osmany, La Habana (Cuba)

La evolución de Francis Collins
Publicamos un pasaje de la entrevista del predicador del Papa a Francis Collins.

Hace unos días tuvo lugar en el Vaticano una sesión plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias, con el tema “Miradas científicas en torno a la evolución del universo y de la vida”, con la participación de los más importantes científicos de todo el mundo, creyentes y no creyentes, muchos de ellos premio Nobel. En el programa sobre el evangelio que presento en RaiUno, entrevisté a uno de los científicos presentes, el profesor Francis Collins, jefe del grupo de investigación que ha llevado al descubrimiento del genoma humano.
Le pregunté: «Si la evolución es cierta, ¿queda aún espacio para Dios?».
He aquí su respuesta: «Darwin tenía razón en formular su teoría según la cual descendemos de un antepasado común y ha habido cambios graduales en el transcurso de largos periodos de tiempo, pero este es el aspecto mecánico de cómo la vida ha llegado al punto de formar este fantástico panorama de diversidad. No responde a la pregunta sobre el por qué existe la vida. Hay aspectos de la humanidad que no son fácilmente explicables, como nuestro sentido moral, el conocimiento del bien y del mal que a veces nos induce a realizar sacrificios que no están dictados por las leyes de la evolución, que nos sugieren preservarnos a nosotros mismos a toda costa. ¿Esta no es quizás una prueba que nos indica que Dios existe?».
Le pregunté también al profesor Collins si antes había creído en Dios o en Jesucristo. Me respondió: «Hasta los veinticinco años fui ateo, no tenía una preparación religiosa, era un científico que reducía casi todo a ecuaciones y leyes de la Física. Pero como médico empecé a mirar a la gente que tenía que afrontar el problema de la vida y de la muerte, y esto me hizo pensar que mi ateísmo no era una idea enraizada. Empecé a leer textos sobre las argumentaciones racionales de la fe que no conocía. En primer lugar, llegué a la convicción de que el ateísmo era la alternativa menos aceptable, y poco a poco llegué a la conclusión de que debe existir un Dios que ha creado todo esto, pero no sabía cómo era este Dios. Esto me movió a llevar a cabo una búsqueda para descubrir cuál era la naturaleza de Dios, y la encontré en la Biblia y en la persona de Jesús. Tras dos años de búsqueda me di cuenta de que no era razonable oponer resistencia, y me he convertido en un seguidor de Jesús».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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