La misma experiencia de Zaqueo. La visita al barrio “Esfuerzo propio”, el encuentro con los voluntarios y la pregunta: “¿Qué puede saciar nuestra sed de justicia?”. El agradecimiento del intendente municipal por la labor social, pero sobre todo por el camino de fe, que da «verdadero sentido a la acción diaria: grande o pequeña, individual o colectiva»
«Vamos a visitarte, a tu casa», le dijo Julián de la Morena a Jorge, un carpintero y padre de cuatro hijos, casado con María Elena, responsable de la comunidad de Comunión y Liberación de Venado Tuerto, en la provincia de Santa Fe. De pronto, ese anuncio se transformó en una noticia apremiante: «Viene, con Cleuza y Marcos». Jorge así lo comenta: «Me pareció algo desproporcionado que vinieran a visitarnos a mí y a mis amigos de la comunidad de Venado Tuerto. Era algo esperado. Realmente me sentí abrazado, amado». Apenas llegaron los visitantes, les llevamos al barrio “Esfuerzo propio”, donde algunos amigos de Jorge ofrecen la copa de leche a los chicos del barrio y trabajan con la gente del lugar en procura de una mejora en las condiciones de vida.
Una caravana de autos llegó a un “campito” con un acoplado de camión por toda construcción, donde fueron cálidamente recibidos con chocolate y pasteles hechos por las mujeres del barrio. El atardecer fue testigo del intercambio de palabras entre nuestros huéspedes y quienes viven o trabajan como voluntarios en el barrio. Una hora más tarde, tuvimos una asamblea para responder a la pregunta: “¿Qué puede saciar nuestra sed de justicia?”. Los doscientos asientos del salón de actos fueron insuficientes para todos los que acudieron a la convocatoria.
Decir sí a la obra de otro. Cuenta Sergio: «Fui a la conferencia con expectativas de escuchar cómo habían logrado semejante obra. Al ver que le habían dedicado poco tiempo a la obra en sí, sentí inicialmente la decepción de estar en el lugar equivocado. De todos modos, me dejé llevar por respeto a los disertantes que habían llegado de tan lejos; algo interesante debían tener para contarnos, pensaba. De a poco, fui descubriendo el mensaje que traían. Comencé a entender que no importa cuán grande sea nuestra obra, sino el amor que pongamos en ella. Jesús se hace presente en todo lo que emprendamos. Sólo falta decir sí, dijo Cleuza. Y con la última pregunta de uno de los asistentes, terminé de entender el mensaje que nos quisieron dejar. Dijo Marcos: “En Milán conocí a una persona que sólo atiende a unos pocos niños (en realidad los adoptó), y atenderlos con mucha paciencia y respeto le ocupa las veinticuatro horas del día. Esta persona ama mucho más que yo, porque su corazón dijo sí a lo que Cristo le pidió. No importa si ayudas a uno o a cien mil, sino el amor que pongas en esto”».
Cleuza y Marcos dejaron muy claro que toda la obra a la que se dedican es de Otro y que ellos sólo dijeron: «Aquí estoy Señor».
Fidelidad y alegría. También Jorge comenta los testimonios. «Lo que escuché realmente cambia la vida. El sí que Cleuza dio ante la propuesta de su Párroco hace años, y la fidelidad a ese sí durante toda su vida, la salvó. En una conversación personal, Cleuza añadía que a menudo ponemos en primer lugar las “prohibiciones” y las obligaciones, y no la presencia de Cristo. No nos enamoramos de Él, que es lo primero».
A todos nos queda el juicio que Cleuza daba sobre la obra que realizan: «yo no hubiera podido hacer esto por mis fuerzas, sino sólo con la ayuda de Dios. Él conoce de mí hasta el último cabello». Es un testimonio de vida inmenso, junto con el de Marcos: «No hay tragedia que el hombre no pueda superar con la ayuda de Dios, no existe frustración, inconveniente, problema que el hombre no pueda sobrellevar con la compañía de Dios». «De Julián me queda la alegría que debe tener todo el que lleva a Cristo dentro», sintetiza Gerardo.
El Intendente Municipal, José Luis Freyre, nos acompañó durante la visita al barrio, la asamblea pública y el asado “íntimo” para cuarenta personas en casa de Abel. Nos hizo llegar su saludo y su disponibilidad en estos términos: «A través de estas líneas quiero felicitarlos por la convocatoria con motivo de la visita a nuestra ciudad de los dirigentes sociales Cleuza Ramos y Marcos Zerbini, Integrantes de la asociación Trabajadores Sin Tierra de San Pablo, Brasil, junto al sacerdote español Julián de la Morena. Me pareció muy enriquecedor el encuentro con ellos, el poder compartir sus experiencias, como movimiento en su trabajo social pero, sobre todo, por su experiencia enriquecedora como práctica personal y de vida, que los acercó en la fe, dándole verdadero sentido a la acción diaria: grande o pequeña, individual o colectiva. Estoy a disposición de ustedes para lo que necesiten».
En pocas horas. Testigos de la cotidianeidad de Cleuza, Marcos y Julián fueron Abel y Carlos, que los buscaron en el aeropuerto de Buenos Aires y trasladaron hasta Venado Tuerto, a 365 kilómetros de allí. En el viaje fueron interceptados por una manifestación que los retuvo durante una hora, pero a ellos hasta este imprevisto les sirvió. Abel alojó a Julián de la Morena, y Carlos y Elena a Cleuza y Marcos. Walter, que los llevó de regreso a Buenos Aires, comenta: «Me eduqué en pocas horas más que en mucho tiempo. Mirar lo que sucede es suficiente para vivir, no esperar lo que no está».
«A mí me está sosteniendo el testimonio de estos queridos amigos. Cuando Cleuza dice que ella en la Asociación tiene que afrontar muchos problemas junto a Marcos. O cuando habló de sus dolores por una enfermedad y, sin embargo, a la mañana se levanta contenta. Me ayudó a descubrir que en esta circunstancia que me toca vivir soy abrazado por el Misterio, y si soy abrazado, no reniego de mi suerte, de mi realidad, al contrario, la abrazo y la vivo con mayor intensidad. Los problemas pasan a ser desafíos para crecer», afirma Jorge. Y concluye: «Después de este encuentro, entendí esto de que “todo les será dado por añadidura”».
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