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Huellas N.7, Julio/Agosto 2010

ACTUALIDAD / Vista desde el Parlamento europeo

Todas las reservas sobre la presencia de Turquía en Europa. La primera: la libertad

Davide Perillo

La ocupación de Chipre, los derechos humanos y religiosos, las nuevas alianzas… Mario Mauro nos explica por qué está todavía lejos el ingreso de Ankara en la Unión Europea

«¿Prejuicios? Ninguno. Pero los documentos hablan. Y nos dicen que Turquía va por detrás en muchos puntos». Por eso se ha atascado el diálogo y el ingreso de Ankara en la Unión Europea, operación frontera de la que se habla desde hace más de diez años y que para muchos se traduciría en un enganche al tren europeo de un vagón estratégico por situación y por población (76 millones de musulmanes), se halla en una vía muerta. O casi. Es lo que se deduce de la conversación con Mario Mauro, jefe de grupo del PDL en el Parlamento europeo y representante de la OSCE contra el racismo, la xenofobia y la discriminación de los cristianos. Y el motivo no es el islam. «Se ha discutido durante mucho tiempo si Europa era o no un club cristiano. Al final, la respuesta ha sido clara: no. La Unión no es una construcción identitaria, sino un sujeto político, que encuentra sentido en la ayuda que presta a los contrayentes para obtener paz y desarrollo. Pero esto exige unos requisitos indispensables. Y en Turquía faltan todavía algunos que resultan fundamentales».

¿Cuáles?
En primer lugar, el asunto de Chipre. Desde el año 74, Turquía ocupa militarmente una parte de un Estado de la Unión. Si este problema no se resuelve, es difícil pensar en un ingreso en Europa. Está además la connotación misma del Estado. Es cierto que se trata de una democracia, pero durante años la lucha por el poder ha implicado a protagonistas no políticos –el primero de todos, el ejército– que arrojan algunas sombras. Por otro lado, países fuertes como Francia y Alemania ponen algunos impedimentos.

El resultado es que Turquía se vuelve hacia Oriente…
Ankara está buscando nuevas alianzas. O, por lo menos, lo deja entender. De este modo, Rusia, enemiga desde siempre, se está convirtiendo en un socio importante. Mientras que el replanteamiento de una convergencia histórica con Israel y un cierto giro en la política hacia Oriente Medio son fruto, paradójicamente, de la presión de Estados Unidos: los americanos han pedido un apoyo decidido en Irak y Afganistán, y Turquía se ha visto en dificultades con los países musulmanes. En cuanto a Israel, todavía no han forzado mucho la mano. Pero las señales son claras.

Otro punto candente: el asesinato de monseñor Padovese. Derechos humanos y libertad religiosa, ¿no son acaso los obstáculos más serios a las relaciones con Turquía?
Sí. En estos aspectos, existen normas en Turquía difíciles de aceptar por parte de Europa, cuando no en abierta oposición con nuestras normas. Además está la actitud del gobierno hacia los cristianos. La acusación de proselitismo casi produce risa, al tratarse de una minoría minúscula. Está claro que son actitudes instrumentales con vistas a gestionar situaciones internas. Pero el resultado es éste. Hay muchas sombras. El asesino de don Santoro, por poner un ejemplo, ha sido fotografiado mientras tomaba algo con la policía. No me gustaría que sucediera lo mismo en el caso Padovese.

Tampoco es que Europa haya hecho mucho por reclamar justicia.
Hay una cierta dejadez en la Unión con respecto a este tema. Se han conformado enseguida con la posición de la policía: un acto aislado, las sospechas de locura del asesino… En mi opinión, hay muchos aspectos inquietantes. Europa no puede cerrar los ojos ante esto por cuestiones internas.

El ingreso de Ankara en la Unión, ¿es posible o no?
Por ahora, no. La solución más plausible es la condición de “socio preferente”, con una actitud flexible. Pero esto requiere dos cosas: plena convergencia euro-atlántica y avance decidido en los requisitos exigidos. Empezando por la libertad religiosa.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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