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Huellas N.7, Julio/Agosto 2010

PÁGINA UNO

Responsabilidad: conversión del “yo” a un acontecimiento presente

Julián Carrón

Apuntes de la síntesis en el Consejo Nacional de Comunión y Liberación. Milán, 8 de junio de 2010

«La responsabilidad es la conversión del “yo” al acontecimiento presente». Con estas palabras, don Giussani nos ofrece el criterio adecuado para juzgar nuestra responsabilidad. Sería más fácil pertenecer a una asociación, porque no tendríamos que hacer las cuentas con una frase semejante; pero como no pertenecemos a una asociación, sino a un acontecimiento presente, la cuestión es si estamos disponibles a seguir lo que Otro hace, a convertirnos al acontecimiento presente. Ésta es la primera responsabilidad que tenemos: si uno no estuviese disponible a esto, debería dimitir. Lo digo por su responsabilidad, por su salvación, porque no estamos aquí para jugar a las asociaciones.
¿Cómo puede ver cada uno de nosotros la forma en que ha vivido esto?

1. Los hechos poseen un cierto carácter inevitable, dice don Giussani. Lo hemos visto en estos últimos tiempos: si proponemos ir a Roma para encontrarnos con el Papa, cada uno de nosotros debe hacer las cuentas con el hecho de ir o no ir. Los hechos poseen un carácter inevitable, nos ponen contra las cuerdas, no nos dejan la posibilidad de no decidir. Uno podría pensar que esto es una desgracia, o bien –como de hecho sucede–, que se trata de la gran ternura del Misterio para con nosotros, que nos reclama de una forma tan potente que no deja lugar a las coartadas, permaneciendo nuestra libertad intacta. Y en estos últimos tiempos, hemos tenido ante nosotros hechos más que suficientes, que paso a resumir: las elecciones, la cuestión de la pedofilia en los periódicos, los Ejercicios de la Fraternidad, Roma, la Escuela de comunidad. Todos ellos son hechos respecto a los cuales cada uno debe medirse, más allá de sus intenciones: ¿cómo los hemos vivido? ¿Qué actitud hemos tenido? Y no se trata de un reproche, sino del deseo de que las cosas se aclaren. Para aquel que quiere caminar con claridad hacia el destino, la cuestión decisiva es saber si está caminando o no, porque permanecer en la ambigüedad no nos ayuda. El hecho de que el movimiento o la vida nos desafíen (porque muchas veces no decidimos nosotros la realidad, como pretenden los periódicos) nos pide una respuesta. Y cada uno puede ver en sí mismo –éste es el verdadero examen de conciencia– si ha tomado en consideración los hechos o ha permanecido indiferente.
Nosotros hemos vivido todos estos hechos delante de una propuesta. Podríamos haber vivido las elecciones como otras veces, pero esta vez nos hemos dicho: las elecciones son una ocasión para verificar la fe. ¿Hemos tomado mínimamente en consideración esta propuesta? Nos hemos dicho: no vamos a Roma para sostener al Papa, sino para ser sostenidos por él. ¿Cómo se ha puesto cada uno de nosotros en juego ante estas razones? Hemos participado en los Ejercicios de la Fraternidad. ¿Cómo lo hemos hecho? Se nos ha propuesto la Escuela de comunidad. ¿Cuál ha sido nuestra actitud ante ella? ¿Cómo hemos vivido nuestra responsabilidad? ¿Hemos facilitado el acceso a todos a la Escuela de comunidad, o hemos sido un obstáculo para que llegase a todos aquellos que lo deseaban? Porque se había propuesto así, como una propuesta libre, pero dirigida a todos. ¿Ha interpretado cada uno esta propuesta según sus propios criterios (como las elecciones o como Roma)? He aquí el carácter inevitable de los hechos, que desenmascara nuestra posible ambigüedad. Los hechos son un desafío para el “yo”, un reto ante el que no se puede hacer trampas. ¿Los hemos reconocido como un signo que nos remitía más allá o han sido únicamente una ocasión para los juegos de la interpretación?
2. Como cada uno de nosotros ha vivido estos hechos de una manera determinada, cada uno puede verificar qué ha sucedido, puede mirar su propia vida y ver lo que ha sucedido, independientemente de la decisión que haya tomado. ¿Ha acontecido un nuevo nacimiento del “yo”? Porque ésta es la verificación del acontecimiento cristiano. Es decir: yo, al final de este año, ¿cómo me encuentro? ¿Qué camino he recorrido? ¿Veo en mí la experiencia de haber nacido de nuevo? ¿Ha pasado este año en vano? Cada uno puede ver en sí mismo, sin sombra de dudas, más allá de la palabrería (perdonad por el término), los hechos, el nuevo nacimiento que se ha producido en mucha gente. Nosotros, como responsables, ¿participamos de esto o no?

3. La caridad verdaderamente arrolladora del Misterio respecto a cada uno de nosotros se nos ha dado (y no es algo obvio) dentro de una presencia histórica. El carisma es una presencia histórica que nos permite vencer la confusión. Pero para que uno pueda vencer la confusión, debe dejarse generar, para poder ver así la conveniencia de la fe para su vida. “Dejarse generar” quiere decir que mi “yo” es despertado en una relación, una relación con esta presencia histórica: hoy puede darse en un punto y mañana en otro, pero ésta es la modalidad con la que el Misterio actúa verdaderamente de forma misteriosa. Todos nosotros tenemos la tentación de vaciar este impacto, y entonces la alternativa a dejarse generar es permitir que venzan las resistencias. Pero cuando uno se deja generar, se impone ante sus ojos aquello que permite esta generación. La presencia con la que uno se topa tiene tal capacidad de aferrarnos que nos genera, que suscita en nosotros un sobresalto, que es la victoria sobre la fractura entre el saber y el creer, porque aparece cada vez con mayor claridad que la verdad cristiana es un acontecimiento que sucede en el sujeto, un acontecimiento del que somos los primeros en asombrarnos. Es algo misterioso, pero tan real que toda la vida está determinada por este evento.
Estamos hablando del acontecer de la criatura nueva, que no es fruto de esfuerzo alguno por nuestra parte, sino que es una gracia. ¿En qué se percibe esto?
4. El acontecimiento nos pone en marcha, es decir, provoca todo nuestro “yo”, con su razón y su libertad, lo aferra y lo mueve, lo solicita, y por eso llega hasta el juicio. No es algo que se quede en la pura estética o en la devoción, sino que pone en marcha toda la capacidad de la razón para ponerse en juego en la cuestión de las elecciones, de la pedofilia, del trabajo o de cualquier otro aspecto de la realidad. Esto es lo que nos permite decir una palabra distinta, porque únicamente un “yo” movido por este acontecimiento, puede ponerse en juego ante las cosas y juzgarlas. La ambigüedad permanece allí donde falta este trabajo. La frase del Papa que he citado casi todos los días desde que la escuché dice lo siguiente: «La contribución de los cristianos sólo es decisiva si la inteligencia de la fe se convierte en inteligencia de la realidad» (Benedicto XVI, Discurso a los participantes en la Asamblea plenaria del Consejo Pontificio para los Laicos, 21 de mayo de 2010). Y para que la inteligencia de la fe se convierta en inteligencia de la realidad (lo cual no es automático), es necesario que el acontecimiento de la fe despierte toda la inteligencia para entrar en la realidad, y de este modo, con esta inteligencia abierta (ampliada, como diría el Papa), puedo comprender mejor la realidad, puedo dar un juicio más adecuado, ponerme en juego ante las cosas.
Si falta esto, nuestra contribución nunca será decisiva, porque repetiremos lo mismo que todos, con más agudeza o con más terquedad, pero no será distinto, y por tanto no será decisivo. Y esto, amigos, nos dice que para que la inteligencia de la fe se convierta en inteligencia de la realidad es necesaria la educación: es lo que don Giussani nos ha testimoniado siempre, y lo que los Ejercicios de la Fraternidad han propuesto de nuevo siguiendo a don Giussani. Porque los Ejercicios son la respuesta a la fractura entre el saber y el creer, entre la inteligencia de la fe y la inteligencia de la realidad (por decirlo con otra fórmula), fractura que nosotros no podremos vencer si no continúa sucediendo el acontecimiento cristiano, si no estamos dispuestos a seguirlo hasta llegar a juzgar cualquier aspecto particular. Esto es lo que hace del sujeto una presencia, por la novedad que aporta; no por su discurso correcto, sino por la novedad que aporta al mirar la misma realidad que miran todos.
Sin esto, el núcleo duro de nuestra mentalidad permanece tal cual, y no emerge por ningún lado la criatura nueva. Porque un sujeto nuevo no puede permanecer como verdadero sujeto ante la realidad si no entra en los aspectos particulares y no llega a ser pública su posición cultural, pues de otro modo el cristianismo se reduce a una devoción. Esto quiere decir que, si nosotros queremos ofrecer una contribución más allá de nuestra intención, debemos preguntarnos si estamos dispuestos a esta conversión de la que hablábamos al principio, y a la que el Papa nos está invitando de mil formas distintas. En este momento crucial de la Historia, la Iglesia, a través de su autoridad máxima, nos llama a la conversión. Nosotros podríamos reducir este llamamiento de forma moralista si el carisma no nos ayudase verdaderamente a comprenderlo en su verdadero alcance, que es el alcance original que nos muestra el Nuevo Testamento: el cambio de la mentalidad, la metanoia, el cambio del nous.
Amigos, ésta es la aventura apasionante en la que nos hallamos inmersos, y este año, justamente por todos los hechos que nos han desafiado, nos ha ofrecido la oportunidad de que salieran a la luz muchas ambigüedades y, por ello, la oportunidad de ver cómo el Misterio tiene piedad de nosotros. Uno puede percibir como una desgracia que todas estas cosas salgan a la luz, o puede considerarlo una gracia, como dice el Papa: la conversión es una gracia, porque es una paz. En la medida en que cada uno de nosotros se tome en serio este desafío, podremos también nosotros ayudar a dar un juicio a nuestros amigos en todas las comunidades –al terminar el curso, durante las vacaciones–, podremos situarlos en la condición adecuada, podremos ofrecer a todos los instrumentos necesarios para hacer un juicio, para mirar lo que ha sucedido, para dar un paso de conciencia que nos interesa en primer lugar a nosotros mismos, a nuestras comunidades, y que es la única posibilidad de ser decisivos para el mundo.


FRASES DESTACADAS

«Los hechos son un desafío para el “yo”, un reto ante el que no se puede hacer trampas. ¿Los hemos reconocido como un signo que nos remitía más allá o han sido únicamente una ocasión para los juegos de la interpretación?» 

«Para que la inteligencia de la fe se convierta en inteligencia de la realidad es necesaria la educación: es lo que don Giussani nos ha testimoniado siempre, y lo que los Ejercicios de la Fraternidad han propuesto de nuevo»

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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