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Huellas N.6, Junio 2010

BREVES

Responden los hechos

FRANCIA, EL BALÓN Y LA PEQUEÑA SACUDIDA
QUE DIOS NOS HA DADO

John Waters

Comienzan los Mundiales y los irlandeses nos encontramos ante un dilema:
¿a quién apoyar? Sin embargo, "contra quién" estaremos, está claro...


Comienzan los Mundiales de fútbol y los irlandeses nos encontramos ante una encrucijada: ¿apasionarnos o apagar el televisor? Y si decidimos verlos, ¿de quién seremos hinchas? Contra quién estaremos es, sin embargo, una cuestión más simple. Estaría completamente fuera de lugar no rezar para que Francia sea apaleada en toda posible ocasión.
Ni miles de años de cristianismo pueden abrirnos el corazón a otra posibilidad. Y ni siquiera san Patricio se opondría a un ruego de este tipo. Es algo que va mucho más allá del fútbol, aunque comenzara ahí. Hace veinticinco años, un señor inglés llamado Jack Charlton vino a Irlanda y nos enseñó a ganar los partidos, o al menos a no perder tan a menudo. Como resultado, casi llegamos a una semifinal de los Mundiales. Y si no os parece una meta tan importante, queridos amigos italianos, intentad imaginar que vuestro equipo, un día, se debilite hasta el punto de poder esperar como mucho una “victoria moral”. O bien, una derrota con menos de tres goles de diferencia. Y he aquí que, con la llegada de Charlton, Irlanda salió de esta pesadilla. Justo después, nuestra economía empezó a mejorar. E incluso el tiempo se hizo más soleado.
Sin embargo, después Charlton se marchó. Y todo volvió a su lugar. Los resultados volvieron a ser malos, e incluso las victorias morales fueron cada vez más escasas.
La economía cayó en picado. Y la lluvia se hizo más densa que nunca. Y entonces se nos ocurrió una idea brillante: contratar a un italiano y ponerlo en el banquillo. Tiene un nombre extraño, que empieza por “T” y que para nosotros es difícil de pronunciar. Pues bien,ha funcionado estupendamente hasta una tarde del pasado noviembre, cuando la fortuna ha cambiado una vez más. Era un partido contra Francia. Estaba en juego la calificación para los Mundiales. Y estábamos jugando a lo grande, antes del...desastre. No, qué digo desastre: tragedia. No, más que tragedia: la perfidia absoluta. Un jugador francés, cuyo nombre no queremos ni mencionar los irlandeses, coloca el balón con la mano y hace que un compañero marque un gol. Lo ven todos, incluso el árbitro. Lo peor es que nadie intenta ni siquiera negar que ha sido una falta con la mano. Incluso Francia, después, admitirá que el resultado es injusto. Pero ni en sueños ofrecerá volver a jugar el partido, o encontrar otra manera de limpiar de nuevo el honor de una nación.
Ésta es la razón por la que cada irlandés, en la actualidad, tiene dentro de sí un sentimiento de rabia que grita venganza en presencia de Dios. Y por eso incluso pensar en los Mundiales nos causa fatiga. Algunos, aquí, han comenzado a hablar de irse de vacaciones a España en esa época y apoyar a lo grande a la Furia roja, esperando que sean ellos quienes castiguen a Francia. Pero el volcán islandés puede negarnos también esta satisfacción. De este modo, poco a poco, nos estamos haciendo a la idea de quedarnos en casa y contemplar los límites de la justicia terrena.De todos modos, los hechos responden. Y lo que parecen decirnos, esta vez, es que debemos olvidarnos de obtener justicia en esta vida. Es como si Dios hubiera decidido darnos una pequeña sacudida. Ponernos ante algo inevitable. Y aceptar que la Justicia, en el fondo, le pertenece sólo a Él.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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