Grecia al borde del colapso y la especulación financiera. La Unión Europea se defiende con un mega-plan para hacer frente a un derrumbe que corre el riesgo de arrollar al euro y a otros países. ¿Una tormenta pasajera o una señal de decadencia? Entrevista a LUDGER KÜHNHARDT, director del Centro de Estudios sobre la Integración Europea, que nos explica qué es lo que está en la raíz de la debilidad del euro y desde dónde volver a empezar, «con la condición de que Europa se dé cuenta de que tiene un tesoro del que no siempre es consciente»
Al principio era el truco. El de retocar durante años las cuentas públicas de Grecia para escabullirse de los compromisos europeos (y de los controles prácticamente inexistentes). Pero, cuando empezó a arreciar la tormenta que ha llevado a Atenas al borde de la bancarrota, no fueron muchos los que se dieron cuenta de que la crisis, esta vez, podía realmente arrollarlo todo. El euro, presa repentina de los especuladores. Los otros países en riesgo, juntados con los griegos bajo el acrónimo PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia, Spain), en inglés, “cerdos”. Y Europa entera que, obligada a poner trozos y remiendos con un mega-plan de 750 mil millones, ha votado cruzando los dedos, a la espera de mejoras de momento imprevisibles. Porque las Bolsas bailan. La crisis amenaza de nuevo. Ahora no son sólo los expertos los que se preguntan qué es lo que no funciona en esa máquina llamada UE que Ludger Künhardt, politólogo, economista, director del Centro de Estudios sobre la Integración Europea de Bonn y profesor en media docena de ateneos mundiales, incluida la ASERI (Escuela Superior de Relaciones Internacionales) de la Universidad Católica de Milán, tiene sometida a observación desde hace años. Profesor, ¿crisis del euro o de Europa? ¿Bastan los motivos técnicos y los ataques especulativos para explicar lo que sucede? «No. La crisis es más profunda. Es el resultado de una integración económica sin integración política. En los últimos 50 ó 60 años hemos construido las instituciones europeas, pero no hemos hecho nacer al europeo. Tenemos una moneda común, pero sin un sistema político común verdaderamente eficaz. Sin contar con otro aspecto».
¿Cuál?
La solidaridad entre los países europeos no es un camino de un único sentido. Está claro que los demás países deben ayudar a un país en crisis, si fuera necesario. Pero también es una forma de solidaridad aceptar lar reglas comunes. Grecia –pero también la mayor parte de los demás países, incluidas Alemania, Italia y España–, en el último decenio, no lo ha hecho. El ejercicio de la solidaridad en Europa no ha funcionado.
¿Está hablando de las violaciones del pacto de estabilidad y de los famosos parámetros de Maastricht?
Exacto. El pacto europeo no es un pacto que vale sólo para los días de fiesta, sino para todo el año. También en los meses malos. Los gobiernos de Schröder y Chirac fueron los primeros en romperlo, en 2002, violando dichos parámetros. Abrieron un camino. Y hoy, de alguna manera, pagamos las consecuencias de aquello. Por eso es necesario volver a un acuerdo fuerte, claro, con reglas transparentes. Ésa es la base de un sistema verdaderamente solidario.
Es interesante que vincule la solidaridad con las reglas. No son meras valoraciones técnicas de euro-burócratas: nacen de la idea de una tarea común, aunque ésta se traduzca en cifras, porcentajes y parámetros de déficit que no hay que superar...
Verá, la base de todo el sistema europeo es la confianza. En las instituciones y en las reglas. Hoy en día esta confianza ya no existe. Por poner un ejemplo, en Alemania hay un clima fuertemente contrario a Europa, contrario al desarrollo de la integración e incluso contrario al euro: la mayoría de los alemanes querrían volver al marco. Es una valoración de fondo equivocada, claro está. Y muy a la ligera. Pero es también la consecuencia de una falta de confianza en el comportamiento de los demás países.
¿Pero no es reductivo apostar todo sobre cifras y reglas? A medida que se avanzaba, la idea de que las reglas tuvieran su origen en un ideal común se ha perdido por el camino. Han permanecido los vínculos, éstos se han vuelto un lastre, y ahora la gente ha perdido la confianza.
Las reglas no son abstractas. Deben estar vinculadas con las instituciones que se ocupan de su desarrollo, su mejora y su aplicación. De un sistema de gobierno, en suma. De una gobernabilidad efectiva. En esto estamos atrasados.
¿Y un sistema de gobierno no necesita ideales, puntos de referencia, en los que apoyarse? ¿No es la crisis de una Europa sin alma?
El alma de Europa no es aceptar todo aquello que hacen los griegos porque son los herederos de Sócrates. El alma es aceptar los valores, principios y reglas comunes. Yo fui muy crítico con Schröder y Chirac hace diez años. Pero hoy es lo mismo; los países que viven por encima de sus posibilidades destruyen el alma misma de Europa. Porque tienen un comportamiento egoísta que mina la confianza de los demás, que después tienen que pagar por ellos. El alma sólo funciona si la sangre corre por todo el cuerpo, no en un único sentido.
Sin embargo, quizá nos encontramos aquí ante un olvido más serio: para ser más explícitos, ¿la pérdida de un proyecto global no le parece que va ligada a la negación de las raíces cristianas? La idea de solidaridad nace allí, tiene una profunda relación con el cristianismo. Y se trata de un vínculo que se ha roto...
Sí y no. Es verdad, quizá hemos olvidado las raíces cristianas: las ideas de amor, solidaridad y justicia proceden de allí. Pero hemos olvidado también cierto sentido de self-interest (propio interés) iluminado, la atención al propio interés en sentido positivo. Ser conscientes de que cuando vivimos juntos, en una comunidad, debemos aceptar todas las consecuencias que ello implica. Existe la idea de vivir en una comunidad, pero esto tiene fuertes límites, porque el dinero no lo es todo. En este sentido, creo que Europa ha olvidado lo importante que es reclamarse a la idea de una comunidad de valores. Se ha convertido en una expresión retórica. La consecuencia es el riesgo de volver a sentimientos nacionalistas, a la idea de que tu Estado pueda salvarte de los fuertes vientos de la globalización. Pero es una ilusión. Lo vemos en estos días; cada vez necesitamos más soluciones europeas. No sólo para salvar a Grecia, sino a todos nosotros.
¿Cómo se recupera la confianza en la Unión?
Con acciones serias a favor de la comunidad. Y con transparencia. El euroescepticismo y el populismo nacionalista existen en todos los países. Incluso el CSU bávaro se ha convertido en un partido casi antieuropeo. La cuestión es que no podemos vivir sin mecanismos europeos, pero la gente no tiene claro por qué los necesitamos. Ese conjunto de personas que se reúnen en Bruselas se ha convertido, de hecho, en nuestro gobierno. Pero la gente no tiene la sensación de que sea un gobierno efectivo. Lo siente lejano.
Si embargo existe quien, en esta crisis, ve una señal de la decadencia global de Europa. Y subraya que el centro de gravedad de la economía global se está desplazando a otro lugar...
La gente tiene miedo de la decadencia, porque ve que todos los demás países –China, India, Brasil– crecen. Tenemos la sensación de que la consecuencia inevitable es una situación de zero sum, suma cero: si ganan los chinos, nosotros tenemos que perder por fuerza. Pero ésta es una correlación simplista. Existen aspectos en los que perdemos, es inevitable: en ciertos ámbitos de la producción industrial, por ejemplo. Pero en otros puntos, no. Podemos vencer si invertimos en sistemas de educación que ayuden a desarrollar la sociedad, los servicios y las comunicaciones. O en nuevas tecnologías, que producen un valor añadido. Estoy pensando en la sanidad, en la educación, en las infraestructuras urbanas. Son problemas urgentes en todo el mundo subdesarrollado. Pero la potencialidad europea es aún grande sobre todo en otro ámbito.
¿En cuál?
Podemos ayudar a definir los principios que ayuden a vivir en un mundo más humano. Países como China o la India no son sólo mercados y economías en rápido desarrollo, son países que tienen graves problemas sociales. Problemas que obligan a volver a discutir el contenido mismo de la idea de desarrollo. ¿Cuáles son las condiciones para un desarrollo verdaderamente humano? ¿Basta con el crecimiento vertiginoso del PIB? Es ahí donde Europa tiene mucho que decir. Y que compartir con el resto del mundo.
Pero tiene tanto más que decir cuanto más ahonde en sus raíces culturales, si no...
Es verdad. Raíces culturales y religiosas. Pero también políticas. En todos estos aspectos, Europa es más que un continente en decadencia. Con la condición de que se dé cuenta de que tiene un tesoro escondido del que no siempre es consciente.
Incluso la mirada de EE.UU. sobre nosotros está cambiando. Miran al Este y al Sur, se vinculan más a menudo a las economías emergentes. ¿Cómo influye esto en la percepción que Europa tiene de sí misma?
Para muchos es normal. Obama es el primer “presidente pacífico”: nació y creció en Hawai, es lógico que el Pacífico, para él, esté mentalmente más cerca que Europa. Pero ya ha estado aquí muchas veces desde que es presidente. Verá, los Estados Unidos son un poder global. Siempre lo han sido. Y lo son también en virtud de un atractivo cultural global: el american dream, el sueño americano, y es algo que atrae a gente de todo el mundo. Mientras que no existe un sueño europeo. Necesitamos hacer dos cosas a la vez: reactivar este sentido de solidaridad interno en la Unión Europea, y abrirnos verdaderamente a la globalización. El destino de Europa es integrarse en el mundo tal como es hoy, y dejar de ser una fortaleza protegida que tiene miedo de sus fisuras.
¿Qué escenario ve a corto plazo? ¿Qué pasará con el euro?
En base a la economía real, deberemos tener casi una paridad entre el euro y el dólar. Pero la bajada del euro no es tan grave como parece. Hemos vivido mucho tiempo con un euro a menos de 1 dólar, y no era ciertamente una situación positiva para las exportaciones europeas. Hoy volvemos hacia un equilibrio. No es el final del euro: son fluctuaciones normales. Lo que no es normal es el endeudamiento de los Estados de la Unión Europea. Debemos luchar todos contra esto. Y fortalecer el gobierno europeo.
¿Y los PIGS?
Depende de lo que hagan sobre el sistema político. Hace dos o tres años incluso Letonia estaba a punto de saltar: llevaron a cabo un estricto programa de austeridad y se recuperaron. Irlanda va por el mismo camino. Es posible también para Portugal, España e Italia.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón