EncuentroMadrid 2010
LAS PALABRAS DEL CARDENAL
Después del EncuentroMadrid la pregunta de los apóstoles ante Jesús: “Pero ¿quién es Éste?” resuena más que nunca en mi corazón, haciéndose eco de lo que nos dijo el cardenal de Madrid en su intervención del sábado. Mons. Rouco nos dijo que, al ver ciertas obras, cualquier persona no tiene más remedio que preguntárselo, tanto para asentir como para negarlo. Sólo desde esta pregunta puedo crecer, y yo me la planteo desde la conmoción por lo que acabo de vivir. El Lunes Santo mis tres hijos, mi mujer y yo bajamos a Granada a visitar a mis antiguos compañeros y tutores del seminario de Agustinos Recoletos donde pasé mi adolescencia como seminarista de dicha Orden. Fuimos a presentarles a nuestra tercera hija, Mónica, que lleva ese nombre por mis años agustinianos. Hace ya más de veinte años que salí de aquel seminario, pero la experiencia que se repite en mi corazón cuando les hago una visita es que estoy en mi casa, donde recibo el abrazo de mis hermanos. Les invité al EncuentroMadrid. Yo acudí a la Casa de Campo con mis tres hijos. Tuve otra vez la experiencia de ser abrazado y de estar en mi casa… a todos nos hiere la belleza y somos capaces de reconocerla. Este año, con el bebé, hemos estado un poco más relajados en lo de ir y venir de una conferencia a otra. Nos conformamos con estar allí y acudir sólo a algunos actos. Así, el sábado por la tarde, uno de mis antiguos compañeros del seminario, que actualmente reside en una casa de la Orden en Madrid, compartió con nosotros toda la tarde: después de acudir al acto organizado por Medicina y Persona y ver la Exposición “Vivir sin mentira”, sus palabras no eran sino de sorpresa por lo visto y oído, y de agradecimiento por la invitación. Como llevo algunos años (pocos) en el movimiento, me sorprendió su reacción. El domingo fuimos a misa en Villaverde, el barrio donde nos alojamos cuando vamos a Madrid. La iglesia estaba llena. Yo vivo en Cáceres y me conmovió el ver que la mayoría de los feligreses eran inmigrantes, de distintos colores, edades y “pintas”, y pensaba: «Señor, están lejos de su país, sólo Tú puedes dar unidad y sentido a su vida». Entonces resonó en mí la pregunta: “Pero ¿quién es Éste?”. Quién es Éste que ayer me sorprendió en el EncuentroMadrid y que hoy reúne a todas estas personas. Quién es Éste que ha escrito mi historia con una ternura increíble. Sólo me queda decir como Juan en el Evangelio de hoy: «Es el Señor».
Ángel, Cáceres (España)
LA MIRADA DE LA QUE HABLÁIS
Invité a una amiga al EncuentroMadrid para asistir al acto con Mario Melazzini. La conocí por casualidad, y curiosamente nos acercaba el hecho de tener el mismo trabajo, siendo ambas enfermeras. Su necesidad y búsqueda son patentes. Cree en Dios, pero no lo conoce. Esto me impulsó a invitarla. Cuál fue mi sorpresa al ver que invitó a dos amigas suyas, sensibilizadas con el dolor y el sufrimiento, por lo que buscaban nuevos conocimientos para afrontar su trabajo. Las conocí al finalizar el acto. Estaban contentas, sorprendidas, no dejaban de hablar de lo que habían visto y escuchado: «No conocemos nada parecido», «Necesitamos testimonios que nos digan estas cosas». Yo les decía: «Pues, EncuentroMadrid lleva siete años haciéndose y el próximo año será la octava edición». Y ellas: «Y nosotras sin saber nada». Quisieron saludar a Melazzini y me arrastraron con ellas. Lo buscamos, fuimos al stand de Medicina y Persona, no estaba; recogimos todo tipo de información, dimos nuestros datos para que nos mantuviesen informadas de las actividades de la asociación; les recomendé un DVD que habla del dolor y el sufrimiento y lo compraron (una de ellas se quedó impresionada por la imagen que aparecía en la carátula, diciendo: «Esta es la mirada de la que nos ha hablado Mario». Al final, lo encontramos en el Auditorio y, mientras esperábamos para saludarlo, les dije: «¿Os dais cuenta de que nosotras necesitamos esa mirada?». El encuentro con Mario fue un acontecimiento en acto: su mirada, su sonrisa, emanaban de la paz y tranquilidad que embarga su vida al sentirse querido, y que le hace vivir agradecido a pesar de su limitación manifiesta. Tenía el poder atractivo de quererte por el simple hecho de estar, de vivir. Al marcharse estas personas no se cansaban de agradecerme la invitación. Es evidente que el corazón que tiene una necesidad busca, se mueve y, cuando encuentra algo que le corresponde de verdad, no puede dejar de reconocerlo. Pero lo que más me desbordó fue ver que el Señor me ha tomado, con mis limitaciones pero querida, para ser instrumento suyo para darse a conocer. Realmente «la fe es el camino de la mirada». Nos lo jugamos todo en la relación con Cristo; siendo del Señor, soy feliz, y el bien para que otros Le conozcan.
Concha, Getafe (España)
MIRAR A DONDE OTRO MIRA
Soy arquitecto. Hace unos años conocí la historia de Etsuro Sotoo a través de la revista Huellas, y debido a mi interés por Gaudí, surgió en mí el deseo de conocerlo. Un tiempo después, falleció el hijo menor de una amiga mía, también arquitecto y admiradora de Gaudí. Frente a tanto dolor, quería decirle que Cristo la acompaña, y pensé que Etsuro y su «mirar a donde Gaudí miraba» podía ser la ocasión. A partir de una misa por su niño, volvimos a encontrarnos con amigos y profesores de cuando estudiábamos en la facultad. Y pensé que si Etsuro nos visitaba podía ser ocasión para todos. Nuestra facultad de arquitectura cumplía 50 años, y ésta podía ser la “excusa” para invitarlo. Hasta aquí, todo para mí era un deseo, pero imposible de realizar. Digo esto porque entonces actuó Su gracia. «Si tuvieran fe… nada les sería imposible». Lo que me oprimió el corazón durante tiempo, dejó lugar a «la certeza de que Dios es quien cumple», como dice la Escuela de comunidad: «si Cristo te da la seguridad de lo que te hace desear, entonces serás muy libre de las cosas». Llevé la propuesta a la facultad y quedaron encantados. El decano quiso que Etsuro visitara también las otras dos sedes, Posadas y Rosario. Con el Centro Cultural “C. Peguy” de Buenos Aires también se podía organizar un acto. A partir de entonces, surgieron muchas cosas bellas: la respuesta afirmativa de Etsuro y su señora; los amigos que el Señor se encargó de ponerme en el camino; la invitación a dar clases en la facultad. Y también el encuentro con el Cónsul de España en la ciudad de Rosario, donde nosotros habíamos reservado un auditorio para 200 personas. Al escuchar nuestra propuesta para el evento, dijo: «Merece un lugar más importante», y se encargó personalmente de conseguir el Centro Cultural Parque de España, un edificio emblemático, con un auditorio para 500 personas, y agregó: «Nosotros nos comprometemos a convocar las restantes»; la oportunidad de que Etsuro visitase la obra del P. Aldo; y muchas cosas más. Como escribe Carrón en Huellas: «Cuando uno se rinde ante la Gracia que sucede, experimenta una novedad». Quiero contar también que todo esto no ha estado exento de que se introduzca el mal, como cuando una noche, cuando llegué a mi casa, me di cuenta de que ese día me había ganado el escepticismo. El punto que estábamos trabajando del libro de Escuela de comunidad decía: «Y el pecado es esto: no confiar en Aquél a quien pertenecemos, sea cual sea la forma de nuestra desconfianza; fallarle a Aquél a quien pertenecemos y, por eso, carecer de la certeza de su salvación». Todo puede servir para ir al fondo de la relación con Cristo.
Ana, Santa Fe (Argentina)
UN ROSTRO AMABLE
Colaboré con EncuentroMadrid en la exposición de Solzhenitsyn. Realmente no hay nada mejor para invitar a nuestros amigos y compañeros del trabajo que trabajar nosotros para construir esta obra. Invité a unos cuantos compañeros de ambos institutos, y no precisamente muy cristianos, a que vinieran a ver la exposición. Muchos mostraron interés sólo porque son amigos míos. Alberto, Carmen y José Vicente vinieron a verla. Fue increíble ver las caras de asombro que ponían según iban viendo. Los comentarios al terminar la guía tenían un denominador común: agradecimiento. ¿Por qué? Por la belleza y el cuidado puestos en nuestro trabajo realizado. Se quedaron gratamente sorprendidos y, sobre todo, pudieron ver esa cara amable, cercana y amigable de la Iglesia a través de nuestra compañía. El sábado terminé a las 10 de la noche de explicar la exposición ¡y eso que ya se habían acabado los turnos! En un momento dado, pensé: «¿Cómo no les voy a insistir a mis padres para que también lo vean?». Así que, a esas horas, les llamé por teléfono y, después de la negativa habitual, conseguí que aceptaran. Cuando les recogí el domingo, no hacían más que refunfuñar porque les había sacado de su “rutina dominical”. No discutí. Simplemente les dije que no se arrepentirían de haber venido. Quedaron completamente asombrados de nuestra presencia cristiana. Al terminar de explicarles la exposición, mi madre vino a besarme conmovida porque jamás se habría imaginado que fuera capaz de ponerme delante de un grupo de personas a hacer algo del estilo. (Yo tampoco pensaba que sería capaz, pero está visto que Dios pone las palabras en tu boca, como hizo con Moisés cuando éste fue a pedir al faraón la liberación de su pueblo). Después, acudimos al acto con el Padre Aldo y Tim Guénard. Quedaron encantados con la potencia de vida que transmitían los testimonios. Con todo esto quería compartir con vosotros la alegría de esta experiencia, de cómo construye un alma como la de Matriona o la de Iván Denisovic.
Pilar, Griñón / Madrid (España)
UN RECÓNDITO RINCÓN
DE MI LIBERTAD
No sé si es porque he tenido que afrontar la enfermedad viviendo sola, o porque la enfermedad misma es una soledad que lo arroja a uno a la nada. Lo que sí sé es que uno siente una contradicción, como quien no es alguien para nadie. Hubo, sin embargo, un recóndito rincón en que mi libertad tomó una decisión, como me recuerda un sacerdote amigo mío. El caso es que este año he ido a los Ejercicios de la Fraternidad con una herida abierta, y desde el primer momento he experimentado que lo mejor que a uno le puede pasar en la vida es participar. Participar en el ser, que es participar en una experiencia comunitaria; comunión que equivale a ser alguien. En los Ejercicios vi que se es alguien abrazando a 1.200 desconocidos; ese abrazo, paradójicamente, tuvo el efecto de sacarme de un anonimato mortal. No dejé fuera del salón mi tristeza, mi miedo, mi angustia, las heridas producidas por la enfermedad, sino que participé con toda mi humanidad. Y en comunión descubrí que no existe una respuesta exclusiva para la enfermedad: ¿Quid animo satis? Este año no ha sido como otras veces, que había anotado en mi cuaderno fórmulas con la intención de aplicarlas, o había copiado mecánicamente un discurso para analizarlo después. En estos Ejercicios tampoco he convertido tantas ocasiones perdidas en una objeción. Acontecía lo que Carrón decía, contemporáneamente a mí. Cuando afirmó: «el drama de la libertad está teniendo lugar ahora», vi que era así. El domingo, al rezar el Angelus, escuché: «Hágase en mí según tu palabra». Miré sorprendida la expresión. Entiendo, lo entendía ya así mientras escuchaba a Carrón, que hay una palabra verdadera, una palabra generadora de experiencia, que hace lo que dice, y que conmueve. Me vienen a la cabeza unos versos de Eliot: «El ciclo interminable de idea y acción / invención inacabable, experimento sin fin, / trae conocimiento del movimiento, pero no de la quietud / conocimiento del lenguaje, pero no del silencio; / conocimiento de las palabras, e ignorancia de la Palabra». Ignorancia porque uno no cambia. Frente a una palabra que me cambia al pronunciarse porque es eficaz. «Hágase en mí según tu palabra». O, para mí, no tendría sentido hacer Ejercicios.
Caty, Madrid (España)
LA TARTA Y EL PROFESOR
Querido Julián: quisiera contarte lo que ha significado dejarme provocar por el terremoto de Haití. Mis compañeros y yo pensamos organizar una mesa en el comedor de la facultad de Arquitectura, para poder comentar con los alumnos y profesores el manifiesto “Nuestra vida pertenece a Otro”, hablarles de AVSI y CESAL y recoger fondos vendiendo tartas. Tras superar las primeras dificultades organizativas, se abrió un “mundo” extraordinario de solidaridad. Pero, ¡mira lo que me pasó a mí! Un profesor mío aceptó el manifiesto marchándose con aparente desinterés. Fui hasta él en las mesas de comedor y le ofrecí un trozo de tarta. Pensando en que lo hacía para recoger dinero, me preguntó irónicamente: «Pero la tarta, ¿va incluida en el manifiesto?». Empezó una conversación. Mi profesor trataba de justificar por qué desconfía de estas iniciativas, a contar sus malas experiencias en el ámbito religioso y, en especial, su prejuicio con respecto al movimiento. Terminó diciendo: «En el fondo, se trata de cuestiones políticas». Yo respondí que estaba allí simplemente porque mis amigos me habían ayudado a ir hasta el fondo de todo lo que vivo, no sólo del estudio, tratando siempre de dar un juicio. Esto despertó su interés y empezó a hacerme preguntas sobre cómo había conocido a mis amigos, qué me había sucedido en estos años de Universidad. Y terminó diciendo: «Seguramente tu experiencia sea distinta de la mía pero, por la certeza con la que hablas, no puedo decir que tu experiencia no sea verdadera». Con una confianza inesperada, empezó a hablarme sobre el drama de su hija enferma. «¡Ahora me fío de ti! ¿Cómo puedo fiarme también de AVSI o de los que firman el manifiesto?». «Sencillamente porque yo nunca le habría propuesto un gesto así si no estuviese segura de lo que le he contado sobre mi experiencia». Entonces leímos juntos el manifiesto, y al final me dijo: «Estoy muy contento de nuestra conversación. Todo lo que hemos dicho aquí es verdadero, lo único que en vez del nombre de Luigi Giussani (haciendo referencia al manifiesto), para mí aquí pone Lorena, porque no puedo dudar de lo que me has dicho». Entonces se levantó, tomó su cartera y acercándose al puesto nos dijo: «Yo nunca he creído en Comunión y Liberación ni en estas cosas, pero ahora doy este dinero por la confianza que tengo en Lorena, por la verdad de lo que me ha contado». Yo soy igual que este profesor: vivo de prejuicios sin mirar la verdad de las cosas, pero siempre me recupera el rostro familiar, sencillo y “cotidiano” del Misterio. El método del cristianismo es siempre el mismo: un acontecimiento que nos sale al encuentro a través de una humanidad.
Lorena, Reggio Calabria (Italia)
SIN MEDIDA
Nuestra hija Maddalena falleció el 6 de diciembre de 2009 a la edad de seis años. El abrazo de nuestros amigos nos ha sostenido siempre y estamos asistiendo al espectáculo de nuestros otros tres hijos que le piden todo a Maddalena. La relación con don Mauro ha crecido de tal manera que le hemos manifestado nuestra disponibilidad para el acogimiento, gracias a la sobreabundancia de lo que hemos recibido que nos hace decir: «Señor, somos tuyos». Un compañero de trabajo, un médico no creyente, después de la muerte de Maddalena, me dijo: «La pérdida de una hija de seis años sólo puede ser una tragedia... Sin embargo, envidio la expresión de tu rostro». Luego añadió: «Pero Sabina, ¿comprende usted que si secundara esta curiosidad tendría que hacer un gran trabajo?». Hemos podido ver también la conversión de mi madre, de 70 años, que por lo que vio a raíz de la muerte de Maddalena, ha entendido qué quiere decir ser amada. Después de 15 años de convivencia ha dejado una relación llena de pretensiones y explotación recíproca, ha vendido su casa y se ha venido a vivir cerca de nosotros. Ella, que había terminado con la Iglesia, ha vuelto a asistir a misa y me ha pedido hablar con “alguien de los nuestros”. Nuestra vecina de 80 años, que nos conoce desde hace un año, me dijo el día después de la muerte de Maddalena: «Yo no sabía quiénes erais. Dos buenos padres, por supuesto, pero he comprendido quiénes sois el día del funeral. ¡Se lo debéis contar a todo el pueblo!»… Por último, hemos visto suceder el milagro del nacimiento de una Escuela de comunidad en nuestra casa. Dios cumple la vida como quiere y se dona sin medida, y nosotros, fascinados por tanta belleza, vamos detrás de Él.
Sabina, Lodi Vecchio (Italia)
¡PARA EL TREN!
Esta mañana iba volado en bicicleta a la estación, pero era muy tarde y pensé: «Bueno, hoy lo pierdo». Entré en la estación y el tren estaba todavía allí, pero no quedaba ningún pasajero en el andén. Bajé de la bici y escuché: «¡Eh!». «¿Quién es?», miré para ver si era conmigo con quien hablaban. «¿Tiene que subir?». Era el jefe de estación (o alguno de los que bajan del tren para darle al maquinista el OK para partir). «Sí, tendría que subir» dije, y pensé: «Si me ha preguntado, ¿quiere decir que me está esperando?». Todos estaban sentados en el tren y yo tenía todavía que buscar un sitio para la bicicleta, quitarme los guantes y poner el candado. Traté de hacerlo con rapidez. El tren estaba todavía ahí. En cuanto terminé corrí hacia el tren y vi que ya no quedaba nadie en el andén. «Gracias», dije a la persona que me esperaba. Puede parecer algo banal, pero ese pequeño gesto hizo que mi día fuera distinto. Enseguida dirigí mi pensamiento a Dios y le di las gracias. Esa atención por parte de un desconocido me reclamó a Dios y me llenó de alegría.
Davide
ESE BESO EN EL METRO
Querido Julián: Cuando era pequeña representé con mis amigos de la parroquia la obra de Claudel La anunciación a María. Se me quedó grabada una frase: «¿De qué sirve la vida, sino para darla?», y entonces decidí que mi vida sería un don, porque sólo así sería feliz. En los años siguientes me entregué a fondo en todos los ámbitos: familia, trabajo, sociedad. Traté de entregarme, de no considerar mi vida como un tesoro que guardar, sino de ofrecerla a los demás. Últimamente, sin embargo, me he dado cuenta de que este ofrecimiento no basta para hacerme feliz. Mi familia en particular me está pidiendo muchísimo, y esto suscita en mí una cierta rebeldía. Con cuatro hijos adoptivos siempre hay problemas, pero los últimos están siendo muy difíciles de digerir. Esta mañana he acompañado a mi hija a hacerse una ecografía (espera un hijo y no está casada). Mientras mirábamos juntas el monitor me di cuenta de que las dos estábamos conmovidas por la criatura que lleva en su seno. Entonces me pregunté: «¿Acaso he mirado a mi hija alguna vez con esta conmoción? Sí, es verdad, he hecho mil sacrificios por ella, me ha hecho sufrir mucho y yo nunca me he echado para atrás… Pero, al mirarla, ¿me he conmovido porque existiera, porque tenía las manos así, por sus ojos, por su corazón que latía? Mi madre me miró así. ¿Y yo?». No es suficiente «darse» sin más. La clave está en el adjetivo “conmovido”, don de sí conmovido. De este modo, mientras volvíamos a casa en metro, la miré con gratitud porque existe, admirada por su belleza (¡es guapísima!), conmovida por todo lo que le espera, y le di un beso (no lo hacía desde hacía tiempo). No sé ella, pero yo he empezado a respirar de nuevo.
Raffaella, Milán (Italia)
NUEVO INICIO EN CASABLANCA
Querido Julián: La crisis económica me ha obligado a cerrar el estudio agrónomo que tenía en Varese, el sueño de mi juventud, y a los 50 años he tenido que cambiar toda la organización de mi vida. Después de meses de pequeños trabajos precarios, de promesas, desilusiones y desempleo, llega una propuesta: Marruecos. Hace años habría reaccionado con rabia por la desilusión de no haber sido capaz de mantener con mi profesionalidad la actividad que llevaba a cabo, o por las innegables dificultades que implica la organización aquí. Habría reaccionado también refugiándome en la ilusión de que antes o después algo cambiaría, seguiría en mi casa y evitaría el esfuerzo. Sin embargo, nuestra experiencia me acompaña a asumir una posición humana más verdadera, porque «las circunstancias por las que Dios me hace pasar son un factor esencial y no secundario de mi vocación». De este modo, ha cambiado mi forma de pensar, e incluso la lejanía de mi mujer y de mis hijos, el ambiente distinto, las relaciones laborales a veces difíciles forman parte de la tarea que se me confía: saber que todo sirve para que se manifieste que soy de Cristo y que lo cotidiano puede ser el cauce de este anhelo. La vida no depende de tener un sueldo seguro o realizarse profesionalmente, de las personas a las que echas de menos o de la vida europea a la que renuncias, depende de mi respuesta ante la realidad concreta. Al obedecer, no me ha faltado el ciento por uno. Mi familia está creciendo en responsabilidad; mis amigos me muestran su cercanía a través de correos electrónicos o sms; don Ambrogio Pisoni me ha facilitado el teléfono de una persona de los Memores Domini que trabaja a pocos kilómetros de mí… Con ellos voy a misa, quedo en la pizzería y empezaré pronto a hacer Escuela de comunidad.
Giancarlo, Casablanca (Marruecos)
NACER DE NUEVO
Durante este último año, he sido testigo de cómo dejar entrar a Cristo en la propia vida enriquece el ser. Es conmovedor, ver a mi padre, con una vida ya hecha, rendirse y entregarla por entero a Dios. En él ha florecido una nueva vida, un rostro lleno de curiosidad y la alegría de un niño. El reciente viaje a Tierra Santa para él fue la ocasión de volver a encontrarse con Cristo, con “un hombre vivo”, y el fruto ha sido esta preciosa poesía que recibí de él como mi mejor regalo de cumpleaños.
Una hija agradecida
Es aquí en Jerusalén, delante de sus murallas, donde he podido encontrarte, presente en la realidad.
Es aquí, en Jerusalén, en este huerto de olivos, donde he empezado a mirarme y a aceptar mi humanidad.
Atesorando vivencias, vacías de contenido, yo vivía, sin saberlo, creyendo que era feliz.
Afanado trabajando, disculpaba mi apatía, intenté justificarme, pero no lo conseguí.
Acallar aquel silencio que gritaba en mi interior ocupó todo mi tiempo. Pero no lo permitiste.
Las excusas no convencen cuando algo en tu interior obedece al que te hace y te pide vocación.
Confiar en tu presencia y acatar tu voluntad me sitúa en desnudez y confirma TU existencia.
Es un hecho que naciste y también tu vida entera. Los “caminos” que anduviste de tu sombra están tocados.
Lo sabías, lo asumiste, ... pudiendo haberlo evitado, lo ofreciste por amor.
No es posible asimilar a Cristo en toda su esencia sin quitar del corazón los murmullos rutinarios.
Son extraños, de este Mundo, son telón a la esperanza, nube oscura ante el perdón, velo extraño que atenúa los deseos más profundos.
Son reales, son humanos, son forzados por el miedo de enfrentarte a la razón.
No es posible asimilar de Jesús toda su esencia sin llegar a conmoverte por su vida y su pasión.
El sepulcro como sello de TU firme humanidad perpetúa TU presencia y TU muerte con dolor.
Y por ello estoy aquí postrado ante Tu presencia una pobre humanidad enfrentada a tu grandeza.
Mi pasado en el recuerdo y en tus manos mi destino abrazado a este Misterio, a Jesús de Nazaret.
Mi viaje a Tierra Santa ha cumplido su objetivo limpiar de mi corazón el olvido de tu esencia.
Creer no haberte querido ha conmovido mi alma, el haberte conocido ansía la salvación.
Mi viaje a Tierra Santa es un SÍ a tu nacimiento, es un SÍ a tu muerte humana, un SÍ a tu resurrección.
AMOR CON AMOR SE PAGA
Me miro y me veo cambiada. Y todo viene de ahí. Es un hecho. Y como dirían mis alumnos, lo flipo. También los demás lo dicen. Lo bueno de ser una tía como yo, bastante cabezota, burra o “cafre” es que se ve que este cambio de mentalidad no puede venir de mí, que a estas alturas de mi vida se podría decir que tendría que estar ya de vuelta de todo... O quizá sería más apropiado decir que, ya que en estos últimos meses estoy pasando por momentos muy difíciles (enfermedad de mis padres, problemas económicos...), tendría que estar desanimada. Y, sin embargo, estoy viviendo estos acontecimientos con una serenidad y madurez desconocidas, y con alegría. Tengo otra cara. No soy la de antes, la del cabreo permanente, la de la búsqueda desesperada como si nada me hubiera sucedido. Soy otra: una que se mueve por la energía de una Presencia real en la vida. La gracia de esa Presencia es el don de mi cambio, el don de descubrirme cambiada. Gracias al capítulo de la caridad, he podido poner nombre a lo que me está sucediendo, insisto, por pura gracia. Me siento muy amada y sostenida por Cristo a través de los rostros –el primero el de mi marido– que «existen para revelar el bello rostro de Cristo». Si soy amada de esta manera, puedo decir con un refrán castellano, que “amor con amor se paga”. Mi corazón está agradecido. Quiero conocer más a Quien me está transformando así y le pido que no deje de hacerlo.
Mª Ángeles, Parla/Madrid (España)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón