La incapacidad de perdón. La dificultad de la sociedad para entender la carta del papa. Y la pregunta: ¿qué haría Cristo?
Uno de los aspectos más curiosos de la cultura laica es su incapacidad de perdón. Los periodistas le dicen obsesivamente a Tiger Woods lo que tiene que decir a los que ha ofendido. Se supone que ha ofendido a muchas personas. ¿Pero a quién ha ofendido Tiger Woods, aparte de su mujer y sus hijas? No ha cometido ningún delito, y lo que sabemos de su comportamiento no debería causar tanto impacto en una cultura que desde mediados de siglo festeja la absoluta libertad personal. Se dice que, por el hecho de que se le ha tomado como modelo de comportamiento, sus graves infidelidades conyugales habrían podido causar traumas de alcance no especificado a sus fans y a los consumidores de las marcas que promociona. Su única posibilidad de expiación es conceder una serie ininterrumpida de entrevistas a quienes lo acusan.
Pensaba yo sobre el perdón en el contexto del interminable debate relativo a la serie de abusos sexuales perpetrados por sacerdotes católicos y encubiertos por las autoridades eclesiásticas irlandesas. Es difícil hablar de perdón para este tipo de pecados, que, a diferencia de los actos de Tiger Woods, son de lo más vergonzoso.
Cristo fue claro: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Es un buen punto de partida para todos los cristianos. Sólo que el debate actual no se desarrolla entre los cristianos, sino en el ámbito de una sociedad laica en la que el Estado y la esfera civil tienen la supremacía. También los cristianos, al ofrecer su contribución a la sociedad, tienen que adaptarse a la lógica del poder civil, y proponer un criterio de juicio a partir de la lógica del cristianismo parece un intento de minimizar los delitos de los culpables.
Por eso ha resultado tan difícil para la sociedad irlandesa acoger la carta pastoral del Papa del mes pasado. En el seno del sistema de pensamiento cristiano, cada cosa que dice el Papa es razonable. Pero según el criterio laico más amplio, lo importante era si el Papa quería entregar a los responsables al juicio de las autoridades civiles y si tenía la intención de castigar directamente a todos los que han cometido este pecado. El Papa no ha hecho ni una cosa ni la otra, sencillamente ha pedido a los culpables que asuman la responsabilidad de sus acciones y que colaboren con las autoridades.
Si Cristo estuviera aquí para hablar hoy a nuestra cultura, ¿sería capaz de enmarcar en una sola perspectiva todos estos aspectos tan diferentes implicados en este drama? ¿Sabría abrazar todo el horror generado por los abusos y, a la vez, sacar a la luz la humanidad de los que los han cometido? ¿Podría hacer todo esto sin equívocos, sin que pareciera que reduce la responsabilidad ante la sociedad y la cultura?
Nos parece que Él tendría una respuesta, y de hecho una respuesta existe. No sabemos qué diría, pero, a partir de cómo describen los Evangelios su relación con los pecadores, podemos intuir que no vería las cosas como nosotros, cristianos o laicos secularizados.
Ésta es pues la única posibilidad para nosotros: pensar, por lo que sabemos de Él, qué nos diría. Tal vez diría sencillamente: “Vete, y no peques más”.
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