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Huellas N.4, Abril 2010

AMÉRICA LATINA / Asamblea de responsables

Movidos por un amigo

Davide Perillo

Han llegado en gran número a São Paulo desde varios rincones de América Central y del Sur. Pero cada uno estaba allí en primera persona. Tres días de encuentros fruto de una sacudida que recorre el Continente

Chiara Lubich está allí y sonríe, desde la enorme foto colgada en la pared del salón. Mirada aguda, de quien en la vida ha visto muchas cosas. Pero quizá nunca hubiera imaginado que un día, en su casa, se montaría un espectáculo como éste. Doscientos ochenta amigos llegados de toda América Latina aquí, a Mariápolis, a 70 kilómetros de São Paulo. Un centro de los Focolares ha sido durante tres días la sede del ARAL, la Asamblea de Responsables de CL del Continente. ¿El tema? Preside en el cartel del fondo, donde el portugués señala un punto en su desafío lingüístico con el español que permanecerá durante todo el gesto: «Oque deveria vibrar emnossos olhos todos os dias». Y lo que brilla en los ojos estos días es evidente. Basta una mirada al corro de gente que se ha formado allí al fondo, en torno a aquel grupo: Marcos, Cleuza, Bracco, el padre Aldo, Julián de la Morena... En una palabra, una amistad.

Cocos y curvas.Por eso valía la pena venir desde Italia hasta aquí. Veinte horas de viaje, incluyendo una escala llena de abrazos y saludos, porque los amigos embarcan en grupos desgranándose poco a poco sobre la pantalla de las llegadas: Lima, Asunción, Buenos Aires... 17 países en total. A pesar del terremoto, llegarán también de Chile. Mientras tanto, los autocares trepan por las colinas en torno al Rodoanel, en un paisaje a medio camino entre el Trópico y los Apeninos: bosques espesísimos y arcilla color rojo fuego, cocoteros y curvas tortuosas. Nos paramos ante un lago,«uno de los que suministran agua potable a la ciudad», nos explican. Barquito, travesía y llegamos a un resort en la selva: el lugar del primer encuentro. Una especie de degustación de los trabajos.
Todavía no están todos, pero el punto de partida es fuerte. Como el abrazo que te reservan Marcos y Cleuza, que no veías desde hacía meses. O la provocación con la que Julián Carrón abre la primera ronda de intervenciones: «Lo último que me podía esperar era esta explosión de vida. Pero esto plantea una pregunta: ¿la propuesta que hacemos es o no adecuada para la circunstancia que vivimos? Tendremos que trabajar sobre esto». Y sobresalta el corazón escuchar al padre Aldo Trento mientras cuenta el descubrimiento del último mes: «Se me ha concedido pasar de una adhesión a Cristo como idea a un sí a Cristo como acontecimiento presente. De un Cristo de la paciencia a Cristo resucitado». Con una consecuencia inmediata: «Nuestra tentación ha sido siempre la de analizar lo que decía don Giussani para aplicarlo a la realidad latinoamericana. Volvíamos de La Thuile y de las asambleas de responsables con ideas que pretendíamos poner en práctica aquí. Pero de ahí resultaba una especie de nacionalismo “celino”, con las fronteras bien cerradas. Lo único que podía abrirlas era Su Persona, el método es la Encarnación: un rostro y una amistad». No son objeciones a la historia pasada, es la sopresa por una novedad que crece.

Barajar las cartas. A la hora de la comida llega también el arzobispo de São Paulo, el cardenal Odilio Scherer. Fiesta y tarta para Cleuza, que cumple años, y el saludo de Su Eminencia, amistoso y paterno al hablar del cristianismo «no como una doctrina, sino por aquello que es: una relación personal con Cristo». Es decir, un vínculo con Cristo. Y con quien le mira a Él, que está a tu lado. Sales de allí para embarcarte de nuevo hacia Mariápolis y te haces una idea. La clave para comprender el movimiento que recorre América Latina es precisamente ésta: el nacimiento de una amistad.
Dondequiera que preguntes, te lo explican así. Recuerdan una frase de Carrón durante una conferencia por skype: «Siento curiosidad por ver lo que nace de vuestra amistad». Desde el otro lado del océano, hay otros se la toman en serio, como de costumbre: los Zerbini y sus amigos brasileños, que se sorprenden también por otra sugerencia: «Permaneced con el padre Aldo». De ahí nace una fraternidad verdadera, un vaivén continuo entre São Paulo y Paraguay, y una trama de relaciones que se extiende por todo el continente, animado por la curiosidad de las distintas comunidades: México, Argentina, Perú. «Un atractivo contagioso», dice Julián de la Morena, el responsable del movimiento en la zona. Algo que está sembrando por todas partes el deseo de participar de una amistad así, de no perderse una vida como ésta.
Es algo que baraja las cartas en lugares donde el movimiento lleva décadas existiendo. Los esquemas saltan por los aires. Y puede suceder que se vean hechos como las vacaciones de Foz de Iguazú (ver Huellas, nº 2/2010), con novecientas personas de distintos países disfrutando del gusto que supone afrontar todo partiendo de esa amistad. Y de uno mismo. Carrón lo hace al introducir la Asamblea: «El movimiento es la persona, no una asociación. ¿Qué significa existir con todo nuestro ser? Que tenemos en cuenta nuestra urgencia, el grito que somos. Cada uno está aquí por él mismo, porque ésa es la única manera de ayudar a los demás. Porque una gracia dada a uno es dada a todos».

El funcionario y los rostros alegres. Lo que significa lo captas durante la velada de los testimonios. De la Morena los introduce así: «El terremoto ha mostrado que todo es frágil, y nosotros vemos que nuestra historia es sólida porque se apoya en una certeza». Cleuza nos cuenta los viajes de los últimos meses: Argentina, México, Paraguay. El descubrimiento de que «el seguimiento consiste en seguir a una persona, a un rostro, no a una idea». La respuesta a quien, a su regreso tras una visita al padre Aldo y a sus enfermos terminales, le preguntaba: ¿quieres abrir un hospital como ése también aquí? «Y yo le digo: no, queremos aprender a tener la mirada que tiene Aldo». E inmediatamente después es el propio Aldo quien interviene, contando «el gusto de descubrir el propio yo, no como un obstáculo para el camino, sino como la condición imprescindible para él. El movimiento es un tú conmovido delante de Cristo». Después, Rosetta Brambilla, que lleva en Brasil toda una vida (ver Huellas nº 1/2010), habla de estos meses como de un «comenzar de nuevo desde el principio, viendo un horizonte: es la posibilidad de permanecer joven para siempre». Un poco antes, estando a la mesa, también el padre Vando –un misionero italiano que vive aquí desde 1974– había utilizado más o menos las mismas palabras: «Es la segunda vez que veo renacer el movimiento. La primera fue después de 1976, cuando don Giussani volvió a tomar las riendas. Cuando me fui, me dijo: vas para ayudar a la Iglesia local, a los movimientos de allí, no para hacer CL. Pues bien, ahora con los Zerbini está pasando lo mismo...».
Sábado por la mañana. El desayuno es un cruce de rostros y de historias, de reencuentros con viejos amigos, como Paolo, que hoy está en Lima, trabaja en la universidad; y conoces a otros nuevos: Alejandra, Marisa, Kathrina... Miras las caras alegres de algunos sacerdotes, en misión desde hace años o a punto de marcharse. Asistes a diálogos políglotas y multicolores. Un espectáculo de unidad. Pero la impresión clara, clarísima, es que cada uno está allí en primera persona.
Luego, al salón para la asamblea. Introduce Julián De la Morena: «Hemos pedido a todos una contribución personal. Han llegado más de cien correos. Y la mayor parte gira en torno a tres temas. Primero: la referencia a lo humano, al yo. Nuestra humanidad no es un obstáculo, pero la dificultad está en reconocer esto. Segundo: la gracia de la amistad que ha nacido entre Cleuza, Marcos, el padre Aldo... E incluso el impacto público que ha tenido. Pienso en el acto en la Universidad de Ciudad de México, donde se ha podido hablar de Cristo después de setenta años de veto. O en Argentina, donde un funcionario de la Universidad Nacional de La Plata, uno de los más alineados ideológicamente, le dijo a los Zerbini: “Sería estupendo pasar un día con vosotros”. No le dijo: confrontémonos. Entendió que se trataba de otra cosa... Después, un tercer hecho, clamoroso: las vacaciones de Iguazú, que han sido la apoteosis de esta amistad. Y esto suscita preguntas. ¿De dónde nace esta especie de resistencia última ante hechos que cambian la vida? ¿Y las dificultades para hacer un juicio?».
Siguen las intervenciones y la riqueza que conllevan, porque –recuerda Carrón– «desde que el Verbo se ha hecho carne no tiene otra manera de comunicarse que mediante el testigo». ¿Primer tema? No hace falta decirlo: la amistad. Vando nos habla del inicio de una unidad nueva con los demás sacerdotes que colaboran con él, y de un problema ante el cual parecía que aquella unidad no sirviera. Luego, dialogando, Marcos le dice: «Recuerda que la amistad entre vosotros es más importante que resolver ese problema». Y Carrón añade: «Debemos comprender si esta amistad responde mejor a las necesidades que tenemos. La amistad no como algo sentimental, sino como caminar juntos al destino. Es un juicio». ¿Y los problemas? ¿Y el malestar cuando las cosas no marchan bien? «Menos mal que existen. Son el último recurso para darnos cuenta de Quién nos falta. El problema no es nuestra humanidad: ésta funciona de maravilla. Y no se trata de un problema moral. La moralidad es sólo ser leales con esta necesidad». Entonces, de repente, la verdadera cuestión aparece clara: «¿Es posible nacer de nuevo? ¿Aprender de nuevo aquello que creemos ya saber? Éste es el desafío de la Iglesia: si un yo, ya formado en su carácter y mentalidad, puede ser cambiado. Hasta el fondo, en su núcleo duro. Porque si no es así, el cristianismo se queda en algo externo. Un adorno. Como un sombrero puesto en la cabeza de un yo ya hecho».
Desde ese momento se sucede una ráfaga de intervenciones sobre el descubrimiento de que «la fe no nace de un discurso, sino de una conmoción». O sobre el cansancio de ciertos momentos en los que, como cuenta Carolina, nos reunimos y «se habla de todo, pero no de la fe». «No partas de los demás y de lo que falta», rebate Carrón: «Tu inquietud es un don. Pero si no te mueves tú, no esperes que los demás cambien». Laura, de México, habla la sospresa de un grupo de intelectuales ante un testimonio sobre subsidiariedad. Carrón: «Es el desafío de la experiencia. Porque dice cuál es el valor metafísico del hecho, de un ejemplo. Un simple acto lleva dentro una potencia que responde a las preguntas y a las dificultades mejor que miles de palabras. Y el movimiento está repleto de estos hechos». ¿Y sobre el ambiente? «El problema es si tenemos una posición original, capaz de desafiar a unos y a otros. No un muro frente a otro muro».

Sin conformarse. Marcos cuenta del reportaje de una enviada a convivir con los Sin Tierra publicado en la revista brasileña Época. «Ha sido una provocación para estar más atento a la vida de la Asociación. Si una revista tan importante pone a una persona durante seis meses a trabajar sobre nosotros, ¿qué peso tiene nuestra compañía? Ahora conozco más a quien piensa distinto que nosotros. Pero también comprendo mejor que todas las circunstancias son esenciales para mi vocación. Y me doy cuenta de lo que decía Carrón cuando preguntó a algunos que se dedican a la política: ¿pero por qué queréis conformaros con las migajas del poder?».
Después de la comida, grupos de trabajo: sobre política y obras. Y además la educación, la exposición sobre el Bicentenario de la independencia... En medio de todo, las camisetas azules de la secretaría. Muchos son chicos del CLU; junto a los brasileños, un grupo de argentinos. La unidad se ve también aquí. En personas que florecen. O vuelven a florecer.

La unidad de Aníbal. Aníbal Fornari, responsable de Argentina, abre la asamblea de por la tarde. Yendo hacia Mariápolis contaba cómo conoció el movimiento a través de Methol Ferré. Luego, con Giussani. Es una larga historia la de Aníbal, profunda y marcada por curvas cerradas: el régimen, el exilio en Brasil, la carrera universitaria. Es como si todo hubiera sido recapitulado en el acontecimiento de estos últimos meses. También para él fue decisiva la visita de Marcos y Cleuza a Argentina para volver a descubrir la unidad de uno mismo, la incidencia de la fe en la vida, en toda la vida. «A la Iglesia le interesa don Giussani por esto: porque muestra esta incidencia hasta el detalle», anota Carrón. «Si la fe no puede vencer el dualismo, deja de interesrnos». La fila es larga. Imposible que puedan intervenir todos. «Pero si uno ha escuchado con atención, decidme si no vuelve a casa con una hipótesis de respuesta a su pregunta».
Por la noche, más testimonios. Camilo, de Aracaju, a más de dos mil kilómetros. Nos habla de un “no” a la fe dicho de joven, «porque la Iglesia no me interesaba», pero también de una sed que la política no lograba apagar. Buscaba atajos en la lectura: Dostoievski, Los hermanos Karamazov, aquel «si Dios no existe, todo está permitido» que reabre una herida, una enfermedad, para agravarla. Hasta formar un grupo de amigos para leer y estudiar. «Había vuelto a Cristo, pero para mí era una afirmación, no una experiencia». Al menos hasta llegar a aquel libro de don Giussani descubierto casi por casualidad. Desde entonces, preguntas, encuentros, un viaje de Julián de la Morena al nordeste. «Y la vida se ha hecho densa y libre. Porque Cristo está presente». Densa y libre. Como la de Pedro, que nos habla de la caritativa que ha nacido en la cárcel de Asunción, en Paraguay, y que ha desembocado en algo que abarca todo: de ahí ha nacido la casa “Virgen de Cuaacupé”, donde un centenar de chicos aprenden a vivir abandonando el crimen. «Es impresionante ver cómo, cuando la propuesta es verdadera, surge una humanidad verdadera», observa Pedro.
Esto es, una propuesta verdadera que a la mañana siguiente (temprano: los primeros vuelos de regreso son a mediodía), en la síntesis, toma la forma de un desafío. Se comienza con un canto (I wonder), pero se parte de uno mismo: «Porque un canto como éste sólo puede nacer de un yo conmovido hasta la médula por este hecho imprevisto, único, sin precedentes, del Misterio que viene al mundo a morir por un pobrecillo como tú y como yo. Pidamos siempre ser movidos, conmovidos en lo más profundo. Porque para nosotros a menudo este hecho decae, se reduce a una fórmula. Mientras que el cristianismo es un acontecimiento al que debemos mirar, para que cada día entre de nuevo en nuestra vida, para que entre en las fibras de nuestro ser».
Ahí es donde se descubre su conveniencia humana y el verdadero interés del cristianismo: «Porque si lo dejamos penetrar hasta allí, nos cambia. Cambia el rostro de la gente». Basta mirar la propia experiencia, mirar estos días y a los testigos que están delante. «Y si lo hago, no puedo dejar de reconocer que Cristo es contemporáneo. No puede ser un recuerdo del pasado, porque eso no me cambia ahora. Y sólo si me veo abrazado en este momento puedo responder con razón a la pregunta de Dostoievski. Y podemos hacerlo para nosotros, cada uno para sí mismo, porque este desafío lo vivimos nosotros. ¿Sucede ahora? ¿Es posible ahora que penetre en el núcleo duro de nuestro yo?».
La pregunta es más aguda aún para nosotros, que en el fondo somos los primeros «en vivir en un mundo sin Cristo, después de Cristo», donde la tradición ya no existe, se ha acabado: «En esta circunstancia histórica, el cristianismo ¿puede generar una criatura nueva?». ¿Cuál es el problema? «Que para muchos de nosotros el cansancio, el límite, nuestra debilidad, son percibidos como un obstáculo. Mientras que basta con mirar el Evangelio para ver lo falso que esto es. Donde Cristo ha mostrado toda su fuerza es ante nuestra debilidad». Entonces el punto de partida se clarifica: «Se trata de cómo nosotros interpretamos los síntomas de nuestra humanidad. Porque no es una enfermedad: es nuestra grandeza. Y cuanto más pasa el tiempo, más agradecidos estamos al carisma de don Giussani, porque nos ha enseñado a mirar nuestra humanidad como ningún otro. Y solamente Cristo es capaz de generar una mirada como ésta».

Estáis todos invitados. ¿Cómo permanece aquel carisma? «Con el cambio de la persona, no con la interpretación». Como Zaqueo, que acoge a Cristo en su casa «lleno de alegría». O la visita a Filipo, en Samaria: «Y hubo gran alegría en aquella ciudad» (Hech, 8,8). «Eso es lo que sorprende: la alegría. Una persona cambiada. No las interpretaciones. Esto puede hacerlo sólo la experiencia de Su Presencia». Y nuestra lealtad con la necesidad que somos, «porque es lo que hemos visto estos días: gente que se ha tomado en serio a sí misma y la propuesta de don Giussani. Podemos ver todos la novedad que se ha introducido en sus vidas de esta manera».
Es lo que queda en tu corazón mientras montas de nuevo en el autocar: una novedad. Para mí. La primera tanda de saludos ya ha tenido lugar, la otra llegará en el aeropuerto. Pero lo que te llevas a casa es mucho más que un abrazo. Es la propuesta lanzada por Julián de la Morena con una sonrisa decidida que desarma: «¿La propuesta? Es simple: hacer que crezca esta amistad. Y estáis todos invitados».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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