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Huellas N.3, Marzo 2010

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

SÓLO CRISTO VENCE A LA MUERTE
Querido Carrón: Mi mujer, Elena, de 35 años y con un hijo de 8, ha muerto repentinamente el pasado 24 octubre. Conocí CL hace veinte y cinco años. Me licencié en 1993. Luego conocí a Elena, en 1996. He vivido estos últimos quince años entregado a mi carrera y a mi familia. Dejé de participar en la vida del movimiento y de ir a Misa. Sólo persistía en mí la necesidad de volver a lo que tanto me había dado en mis años juveniles. Me resultaba imposible volver a vivir la compañía de esos años, tanto que llegué a maldecirla. Ahora veo que el drama de la muerte de Elena me ha llevado a comprender una serie de evidencias que no me entraban en la cabeza. El día en que ella murió se me hizo trágicamente patente que yo vivía por ella. Mirar con entusiasmo los escaparates de las tiendas del centro era para volver a casa y contárselo a Elena; tener éxito en el trabajo era para ella; el dinero, la casa en Milán, el barco, todo tenía sentido porque estaba ella. Al irse ella, me di cuenta de que la razón de mi vida se había ido. Empecé a necesitar una razón “racional” para seguir viviendo. En la homilía del funeral, el padre Emilio dijo: «Ante sucesos como estos, faltan las palabras. Pero hay que tomar postura ante ellos. Para que me entendáis: es como si un padre, al volver a su casa, le diese un azote al hijo y éste se echara a llorar; pero, en lugar de escapar, se tirara a los brazos de su padre preguntando: “¿Pero, por qué, papá?”. Yo, ahora, estoy así, dolorido, preguntándome el porqué de algo tan incomprensible, pero en un abrazo». Entonces, me di la vuelta, miré el ataúd de mi mujer, mi hijo, Mateo, la gente que abarrotaba la iglesia y me mirada dolorosa y afectuosamente. En ese instante entró en mi corazón una paz, e incluso un gozo silencioso. Me embargó la conciencia de que Elena estaba entrando en su destino feliz, y de que yo estaba allí, a su lado, acompañándola en el día de su plenitud. Era éste el significado de nuestro matrimonio. No importaba entender el porqué tomaba esa forma, lo importante era, aun sin comprender, ver que podía ser así. La razón culmina en la fe, nos enseñó don Giussani. Empecé a entender la fe, al verme privado de la persona que más he amado en mi vida: en medio de una situación incomprensible, irritante, dolorosa, la evidencia de una realidad misteriosa y presente, la evidencia del Misterio presente. Tan presente como la muerte de Elena. Percibía claramente que no podía aceptar la muerte de mi mujer sin que ese Misterio asumiera un rostro para mí. La presencia constante, discreta, continua de rostros amigos, viejos y nuevos, lo hizo posible. El testimonio de un amor que trasciende sus personas ha dado cuerpo a una Presencia que no me deja solo. Desde allí, una conciencia que puede parecer banal: al escuchar frases como «Cristo vence la muerte», siempre me habían parecido abstractas y formales; ahora tengo experiencia de ello. Jesucristo, la compañía que Cristo hace a mi vida a través de Su cuerpo misterioso, a través de unos amigos, vence la muerte. Cristo se encarna en una realidad que se acerca a mí, me abraza, cena conmigo el sábado por la noche, va al cine con mi hijo, me acompaña a hacer una visita al cementerio, canta conmigo, habla y me permite vivir la muerte de mi mujer como el mayor gesto de amor que ella hubiera podido hacer por mí, si hubiese seguido a mi lado. Nada podrá ser como antes. Tengo la certeza de que debo testimoniar lo que me ha sucedido. Muchos me preguntan: ¿cómo puede ser esto? ¿Cómo puede haber tanta alegría en tanto dolor? No puedo más que responder: por la presencia de Cristo, a través de su cuerpo misterioso, la Iglesia viva, la compañía de las personas que comparten conmigo la vida cotidiana. Cristo está presente en la carne, hoy, para mí y para los demás.
Mauricio, Agrate Brianza/Milán (Italia)

LA MANO BONDADOSA QUE NOS SOSTIENE
Hoy María tiene 6 años. Nació con una grave malformación cerebral y acaba de ser operada por segunda vez de una luxación de cadera. Su madre escribe a un amigo.
Ayer nos dieron el alta y estamos en casa. La evolución ha sido francamente buena. No se ha quejado de dolor, no ha tenido fiebre y no ha habido absolutamente ninguna complicación respiratoria por la anestesia, que tanto tememos siempre. Los traumatólogos estaban contentos. Decían que realmente estaba muy mal, y que habían quitado un montón de callo que había expulsado por completo la cadera, pero que había quedado muy bien colocada en la intervención. (…) Parece que la recuperación no será tan larga como la otra vez, quizá solo un mes si todo va bien. Le temo mucho a las escaras, y desde el primer día estamos aplicando todas las prevenciones que nos han indicado.
Damos muchas gracias a Dios por lo bien que ha ido todo, y tenemos muy clara la protección maternal de la Virgen a María, pues así fue desde el principio. Que un cuerpecito tan débil y tan al límite se mantenga ahí frente a nosotros de nuevo, es signo de la mano bondadosa de Dios que le sostiene. Y no tiene otra explicación. También para nosotros es la corroboración de la tarea a la que nos llama día a día, y así me encuentro en paz deseando atenderla lo mejor posible en su recuperación. Cuando entro en su cuarto –que en estas semanas va a ser la sala de estar de la familia– y veo su cuerpecito yacente, inmóvil y magullado (tiene un enorme hematoma en la zona del pañal), tengo la sensación de entrar en un santuario donde solo cabe el silencio y la contemplación, mi nada, su nada frente al Misterio.
Me han conmovido mucho todos los gestos de petición de tantos amigos, que van creciendo en número en estos años, como demuestra la cada vez más numerosa lista de destinatarios de los mensajes sobre cada intervención o mala racha de María. Todas estas cosas son para nosotros el modo en que Dios nos sostiene, en que Él y la Virgen nos cuidan día a día, y creo que es la experiencia de la sobreabundancia que, porque te desborda, va más allá de lo que puedes imaginar.
María José, Madrid (España)

A CUATRO MESES DE LA BODA
Recibí la noticia que pronto habrá un recorte estratégico en el Banco para eliminar mi puesto de trabajo. Evidentemente, vino un dolor y una incertidumbre por este hecho inevitable. En ese momento el dolor no me permitía realizar mis labores, porque repentinamente afloraba. Me di cuenta que quería evadir este dolor, porque atrasaba –según yo– lo más importante, que era seguir con las tareas pendientes. Como lo que menciona Carrón: «Nos parece que nuestra humanidad es como un escollo que hay que superar, hasta el punto de pensar que primero debemos poner en orden esta humanidad y tal vez, luego, podremos empezar la relación con Cristo. Es como si nuestra humanidad fuese en realidad un obstáculo en esta relación». Al día siguiente amanecí contento, por comenzar el día con la lectura de los Ejercicios del CLU. Luego, en el trabajo, estando frente al ordenador, afloraba nuevamente el dolor y la incertidumbre. Pero caí en la cuenta de que me estaba preguntando: «¿Por qué se me da esta humanidad? …si censuro mi humanidad y no soy leal con esto que me sucede, no podré estar totalmente abierto para reconocer a Cristo». Así lo hice. También comienzo a comprender lo que Cleuza dijo una vez en México: «Mi esposo es la compañía preferencial que Cristo me ha dado». En estos días, he compartido mi dificultad con Elizabeth. Al principio lo dudaba, no quería preocuparla a cuatro meses de nuestra boda. Al compartirlo con ella, percibí esta mirada que sólo Cristo muestra, y que es la misma que reconozco en los amigos de la Escuela de Comunidad. Ahora tengo una certeza mayor de que el Señor está presente y me acompaña, en primer lugar, dejando aflorar mi humanidad.
Sebastián, Villahermosa / Tabasco (México)

TODO HA SIDO
Una cena con amigos para celebrar un cumpleaños. En realidad, se celebra algo mucho más grande, que merece la pena contar.
Creo que alguno de vosotros puede haber pensado que la invitación del otro día era por mi cumpleaños y, aunque hay razones para pensarlo, no es así. El verdadero motivo tiene que ver con la siguiente pregunta-respuesta: «¿Cómo manifiesta Dios al hombre su voluntad, cómo comunica al hombre el plan inteligente que asegura el significado de todo? La comunicación tiene lugar a través de la aparente casualidad de las circunstancias, de los condicionamientos banales que determinan cada instante del hombre» (Luigi Giussani, El sentido religioso, Ed. Encuentro, pp.176). Casualidad de las circunstancias ha sido conoceros, estudiar con vosotros, las visitas a Escalona, hacer el Camino de Santiago y compartir la esterilla, ha sido una pasta con tomate Orlando en la calle de Cáceres, ha sido cambiar hasta la cazadora de la adolescencia, ha sido una ración de pulpo en una marisquería gallega, ha sido una copa en la calle Altamirano, ha sido tener una cama en el Guijo y otra en la calle Juan Duque, ha sido tener un cumpleaños con Almudena y la familia Marbán, ha sido una noche en la casa del pueblo de la familia Uña, ha sido una camisa, ha sido un musical, ha sido un concierto en el Auditorio, ha sido recibir un “Amor y Exilio”, ha sido ver “El Pórtico de la Gloria”, ha sido todo. Porque eso es lo que ha sido: TODO. E igual de banal ha sido que me hayan dicho: estudia Magisterio; vete de la Guardia Real, nosotros te apoyamos; prepárate una oposición, yo lo debería haber hecho; contestar a un mensaje de Navidad... Es decir, que sois vosotros a través de los que el Misterio me lo ha dado todo, en cada instante. Aunque todo esto es insuficiente para devolverlo con una cena, lo que nunca podré devolver es todas las veces que me habéis perdonado por algo que he hecho, por algo que no he hecho o simplemente por cómo soy. Espero haber dado un poco de luz al “posible equívoco”.

EN CONCIERTO
Keep the link es el nombre de la amistad entre algunas personas unidas por la pasión por la música que, tras años de conciertos y veladas, han decidido proponerse un objetivo más grande. Más aún, infinito. Decidimos así destinar todo lo que recaudamos en nuestras actuaciones a AVSI. Creemos que, quien conoce a alguien de AVSI, conoce a un amigo que puede ayudarle en un momento de necesidad; más aún, de alguna manera, conoce a nuestro Señor. El domingo pasado, en el pueblo de Malgesso, por enésima vez, Él ha salido a nuestro encuentro a través de lo que hemos visto y tocado: un amigo nos puso a disposición gratuitamente un centro comercial, porque le había llamado la atención la humanidad con la que algunos chicos habían servido las mesas («¿Qué podría hacer para que mis hijos fueran como ellos?», preguntó el médico que había organizado el evento); la comida preparada con todo detalle, la lotería, el saludo del obispo. Pero quien no se hizo mucho esperar fue Él. Jesús estaba allí con nosotros mientras, mirando todo aquello, cantábamos ante personas poco acostumbradas al inglés, pero sumamente atentas a captar la diversidad humana que esos cantos dejaban traslucir. «The things that I see make me laughing like a baby» (Las cosas que veo me hacen reír como un niño), pero, sobre todo, «make me crying like a man» (me hacen llorar como un hombre): uno no puede dejar de conmoverse ante Su presencia que, discretamente, toma asiento en primera fila para escuchar canciones que tú has tocado y cantado mil veces, pero que un día, de repente, se hacen instrumentos de una caridad que ninguno de nosotros, los del escenario, hemos tenido nunca con nuestro marido o nuestra mujer. Y que, de repente, toman cuerpo en personas que te dan las gracias a la salida por esta experiencia.
Los amigos de Keep the link

ROBO EN MISA
El otro día me robaron el bolso durante la Misa. Volví a mi casa hecha polvo, pensando en que tenía que rehacer todos mis documentos. Unos días después me llama el padre Jacobo, de la iglesia de Santa Teresa, y me dice que mi bolso está allí, en la sacristía. Le pido a mi marido, Marco, que vaya a por él. Más tarde le llamo por teléfono, y me dice, riendo: «Fui a por el bolso, y estaba a punto de irme cuando me di la vuelta y fui a pedir que dijeran dos misas por el ladrón». ¡Y pensar que hace dos días me había comentado que la Escuela de comunidad le remueve, pero no consigue decir nada…! Es verdad que uno cambia por ósmosis.
Susi, Verona (Italia)


Buenos Aires (Argentina)
RESCATADO POR CRISTO
Querido Julián: Al poco tiempo de comenzar el movimiento su presencia en Argentina, el encuentro con los padres misioneros italianos don Cesare Zafanella y Leonardo Grasso, y por medio de ellos con don Giussani, salvó mi vida cristiana y sacerdotal.
Cuando me puse a trabajar personalmente en El sentido religioso, descubrí por primera vez lo que significa ser hombre. (¡Tenía yo ya… 30 años!) Y trabajando Los orígenes de la pretensión cristiana, descubrí (¡siendo ya sacerdote!) lo que significa ser cristiano. Mi vida fue transcurriendo como una aventura colmada de encuentros que dieron siempre más vida a mi vida. Pero nada debe darse por descontado. Con el paso del tiempo, fui ganado por la infidelidad y la tibieza. El hecho es que a principios del año pasado (2009) llegué a estar muy deteriorado de salud física, psíquica y espiritual. Con una movilidad muy reducida a causa de una hernia de disco lumbar, fui transferido al Hogar Sacerdotal, lugar adonde concurren los curas jubilados. Quedé como recluido socialmente, y yo me encerré más todavía. Lo que mantuvo levemente mi llama encendida fue la fidelidad del padre Enrique Serra que, cada vez que había encuentro de curas, me pasaba a buscar con su auto. En uno de esos encuentros de curas, el padre Mario Peretti me invitó a que fuera a confesar todos los domingos a la capilla del colegio donde concurre a misa gente del movimiento. Para concretar la invitación, María Luisa –una vieja amiga de la Escuela de Comunidad a quien había dejado de tratar hace años– se ofreció a pasar a buscarme por el Hogar. De este modo, me reencontré con amigos que había dejado de lado en el camino. Después, María Luisa y algunos otros viejos amigos me pidieron guiarlos en Escuela de Comunidad, por lo cual comencé yo mismo a hacer la Escuela de comunidad cotidiana. Además de la última Apertura de curso en Milán, que me volvió a colocar en el núcleo esencial del carisma, otro gesto culminante para mí fue la celebración de mis Bodas de Plata Sacerdotales, que la Comunidad de Buenos Aires quiso ofrecerme como regalo. ¡Ahí comprendí cuán fecunda había sido mi vida en esta comunidad, más allá de mi fragilidad y mis pecados! Hoy soy profundamente feliz. He recuperado la pasión por la vida, la pasión por Cristo, la pasión por el mundo. Una vez más –y también te lo debo agradecer a ti– he sido rescatado por Cristo, a través de una compañía humana.
Padre Francisco Delamer

Padua (Italia)
«ANTONIO HABRÁ AGRADECIDO NUESTRA PRESENCIA»
Queridos amigos: Llevamos más de quince años en la cárcel, tras haber vivido experiencias dramáticas que, en cualquier caso, nunca nos han llevado a pensar en serio en acabar con nuestra vida. Luego, cuando ya parecía que nada pudiera cambiar, llegaron personas y se dieron encuentros que han iluminado nuestro largo y difícil camino, aunque aún queda mucho por recorrer, ya que estamos condenados a cadena perpetua. Pero, cuando se empieza ampliar el propio conocimiento, cuando se sobrepasa el límite de la razón común, se percibe una mano más fuerte que nos sostiene, que nos guía… La fe en Jesucristo. Con esta fuerza, se gana libertad, esperanza y obediencia. También cobra un valor inmenso la pobreza. En estos días, en Padua, está teniendo lugar un acontecimiento extraordinario: la ostensión de los restos de nuestro Santo, Antonio. ¡Cómo nos gustaría estar allí! ¡Poder estar a su lado para transmitirle todo nuestro afecto y nuestra devoción! Algunos compañeros nuestros han tenido la oportunidad de ir a verle. Siendo sinceros, tenemos que admitir que les tenemos envidia de la buena. Pues, por nuestra condena, nosotros no podemos gozar de ese permiso penitenciario. Entonces, hambrientos de saber, pedimos que nos contaran la emoción y la belleza única de ese encuentro. El aire que se respiraba, y la bendición que recibieron, llegó hasta nosotros. De alguna manera, también nosotros estuvimos en la Basílica, con Antonio, porque nuestras almas estaban allí en la oración. Y estamos seguros de que él las ha escuchado, y habrá agradecido nuestra presencia. Nosotros hemos percibido la suya aquí, entre estos muros de cemento armado, con barrotes en las ventanas, que aprisionan nuestro cuerpo, pero no nuestra fe y nuestra alma. También esto es obediencia: decir siempre que sí a Jesús, aceptando también este sufrimiento, y confiándonos, con nuestras oraciones, a la voluntad del Señor.
Marino y Alberto

Un reflejo de nieve ilumina la habitación, la belleza del tiempo se despliega avanzando paso a paso hacia el punto que exalta el infinito. Lo que acontece supera toda espera. Y estar vivo es Misterio que irrumpe en el instante. No es volver a lo vivido. Ninguna nostalgia por el pasado. En lo que acontece irrumpe Dios y colma el deseo, esa promesa que sólo Dios conoce.
Gianni Mereghetti (Febrero 2010)

CHILE
LA BRIGADA ESPERANZA
Se movió la tierra, se cayeron casas, edificios, puentes y carreteras. Murió gente, desapareció otra cantidad indeterminada, pero dentro de esta dramática y dolorosa circunstancia también se derrumbó el muro que cubre nuestro corazón satisfecho de cosas, que aparentemente llenan esta sed de felicidad que todos tenemos. Pero no es verdad que lo satisfacen. El corazón del hombre grita que no son estas cosas las que quiere, es más, es mucho más. Entonces comienza el remezón verdadero, el de jóvenes y adultos que se reconocen pertenecientes a la Iglesia; y, conmovidos por el dolor ajeno, comienzan a moverse intentando responder a sus necesidades, ofreciendo gratuitamente su ayuda. Un grupo de veinte jóvenes, universitarios y secundarios, bautizado como “brigada esperanza”, comienza levantando los escombros de su colegio, luego recorren su ciudad y se ofrecen a las personas que sufrieron derrumbes en sus casas. Cuando terminan, salen fuera de la ciudad, a los pueblos cercanos, para seguir ofreciéndose. ¿Qué les mueve? Cuando alguien se siente necesitado, se abre también a las necesidades de los otros. A continuación, algunos testimonios de estos chicos.

Me dije: son mis amigos, por lo tanto acudo a ayudarlos. Con Max teníamos el deseo, pero no sabíamos cómo, entonces fuimos a los bomberos, a los carabineros, pero en todas partes se nos dijo que no era posible que ayudáramos. Entonces surge la petición de uno de los adultos de nuestra comunidad –hay que sacar los escombros de una muralla que se vino abajo en nuestro colegio–. Partimos rápidamente. Desde ese día en adelante, salimos a recorrer nuestra ciudad con palas, picotas y carretillas, intentando aminorar el dolor de algunos. Comenzó, así, a moverse un grupo cada vez más grande. Las mujeres juntan ropa, la clasifican y ordenan, los alimentos se guardan en cajas para su posterior reparto. No queríamos ser esclavos de las noticias, ver tanta información, tantas imágenes. Parecía una película, algo irreal. No queríamos eso, queremos ser protagonistas, no olvidarnos de la realidad, y por eso nos juntamos y comenzamos a trabajar.
Camilo

Uno vive su miedo, y empieza a ver las noticias. En comparación con lo que pasó en algunas partes, se da cuenta de lo bien que está. Entonces surge la inquietud de ayudar a la gente que esta muy mal, y comencé a moverme, eligiendo primero lo que tenía más cerca, nuestra comuna, nuestro lugar, y con nuestros amigos; entonces empezamos a ayudar… comenzamos seleccionando ropa, porque no creo haber sido útil sacando escombros. No puedo quedarme en casa con pena, mi mamá está mal, y pese a esto fui a ayudar. Quizás ése es el problema de algunos adultos. No se mueven ante la primera inquietud que se les presenta. En cambio, los jóvenes nos movemos rápidamente.
Joy

Para mí, ayudar a otro es ayudarme a mí mismo. Cada vez que voy a una casa y recojo escombros, me siento bien, estoy contento.
Gabriel

Me sentía impotente de no poder hacer nada más. El miércoles no aguanté más y me tiré en la cama, lloré y me pregunté por qué estaba ahí y no ayudando. Logré contactarme con Max y supe que estaban organizados, haciendo cosas. En mi casa seleccionamos toda la ropa que teníamos, la clasificamos para donarla. Hoy comencé a trabajar con estos amigos y fuimos a un pueblo, que era lo que yo quería. Lo que más quería era ayudar a la gente afectada y hacerla sentir mejor. Que tuvieran esperanzas de que todo va a mejorar.
Cristóbal

Era muy conmovedor ver las noticias, ver a la gente buscando personas desaparecidas, llorando, sin nada, con incertidumbre, y yo en mi casa, sin luz, solo con una radio, pero todos juntos y con un techo donde dormir. Soy una persona que quiero a mi país y deseo ayudar a las otras personas, pero, sinceramente, no me hubiese movido de la forma como lo hice si no hubiesen estado estos amigos que me motivaron a levantarme temprano para ir a ayudar. Estamos todos contentos, ver a la gente agradecida, a pesar de haber perdido a un familiar (en una de las casas en las que trabajamos había fallecido una persona aplastada por un muro), nos daban bebida en forma de agradecimiento… iban a comprarnos bebida, pudiendo darnos solo agua… nos daban las gracias por toda la ayuda que les dimos. Han sido varios días de mucho trabajo, estamos muy cansados, pero ha sido la oportunidad de volvernos más amigos y de conocer gente. Como país tenemos que levantarnos, pero no mirando la tele. Hay gente que va a misa porque es lo único que puede hacer, pero nosotros, que somos jóvenes, tenemos que ir a levantar escombros, ayudar a la gente, y también rezar.
Marcelo

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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