A los cinco años del dies natalis (22 de febrero de 2005), la Iglesia y las comunidades de CL de todo el mundo han recordado a don Giussani y ofrecido misas en su memoria en 240 ciudades (www.clonline.org). Publicamos algunos pasajes de la homilía del Prefecto Emérito de la Congregación para la Causa de los Santos
Cardenal José Saraiva Martins
(Roma, 22 de febrero)
PASIÓN POR CRISTO Y POR LA IGLESIA
Hace cinco años, el Señor llamaba a su seno a don Luigi Giussani, un cristiano con un fuerte sentido de la Iglesia, un sacerdote ambrosiano, el fundador del movimiento eclesial de Comunión y Liberación, un extraordinario educador. (…)
Don Luigi Giussani vivió profundamente la comunión con la Iglesia visible a través de la comunión con su propio obispo y con el Papa. «Ésta es la “forma” de toda verdadera comunidad cristiana, el factor que asegura su autenticidad, su integración en el misterio del Cuerpo Místico, y por tanto también su participación en la fuerza redentora de éste», escribía en uno de sus primeros libros. Giussani vivió esta comunión durante toda su vida, expresando cada vez más su obediencia devota a todos sus obispos ambrosianos. Y dicha comunión fue también su principal preocupación con los sucesores de Pedro, con los cuales tuvo una relación de devota obediencia y seguimiento convencido: desde Pablo VI hasta Juan Pablo II.
A lo largo de su vida, don Giussani insistió en dos prioridades: «En la medida en que está avalada por la autoridad, la comunidad cristiana en un determinado ambiente constituye la presencia misma de Jesucristo y la potencia divina que obra el adviento de su Reino y lo extiende; todo ello en la medida en que es “misión” y se vive como “misión”».
El segundo elemento sobre el que insiste es la unidad expresa de manera sensible en la participación consciente en la vida de la Iglesia y en los sacramentos, los cuales «tienden a generar toda una vida comunitaria…, desde el modo de concebir la propia existencia y la del mundo hasta el modo de valorar los acontecimientos, planear el futuro, abordar nuestro trabajo, manejar la realidad y, en particular, usar los bienes que tenemos». El testimonio cristiano nace de estos dos factores, que culminan en una conciencia misionera.
Don Giussani fue, sobre todo, un hijo convencido de la Iglesia, y precisamente de esta pertenencia brotan la fecundidad de su carisma misionero y su fuerte compromiso educativo. (…) El anhelo misionero y ecuménico movió siempre a don Giussani, desde los primeros tiempos de su formación en el seminario, a una apertura a cualquier lugar y a cualquier persona en donde se pudiese encontrar una manifestación del Misterio de Dios como Verdad y Belleza. Esta pasión por Cristo y por Iglesia se manifiesta en la fecundidad eclesial de innumerables obras. (…)
El método del anuncio cristiano que nació de él se apoya en dos fundamentos: la conciencia decidida de que los contenidos de la fe deben ser abrazados conscientemente, y la necesidad de verificar esta propuesta en la acción. Todo es juzgado a la luz de la experiencia elemental, es decir, de ese conjunto de evidencias y de exigencias que constituye la estructura original de todo hombre en su relación con la realidad. (…)
De este modo, el anuncio de Cristo, acontecimiento totalizador para la vida del hombre y centro de la Historia, propuesto a la libertad de las personas, se convierte en una propuesta de vida mediante el encuentro con la comunidad cristiana. De ahí nace un itinerario de verificación según tres dimensiones subrayadas constantemente: cultura, caridad y misión. (…) En una época difícil, don Giussani ayudó a miles de personas a redescubrir la razón profunda de su pertenencia a la Iglesia, amada en su concreción histórica.
De aquí nace el reconocimiento y la adhesión a la Presencia de Cristo en la vida de la Iglesia y, por tanto, la tensión a la santidad. Cuanto más toma Cristo posesión de la vida, tanto más advierte el hombre la urgencia de entregarle todo su ser aún dentro de su fragilidad humana: es el “sí” conmovido de Pedro a la triple pregunta del Señor. La presencia de Cristo se manifiesta continuamente para nosotros en el misterio de la misericordia del Padre, a través de la obediencia, virtud suprema cuyos aspectos más importantes sintetiza Pablo tomándolos de la experiencia humana de Jesús.
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