La compañía
El coche rebosaba vituallas. Latas y cajas de todo tipo metidas en cualquier hueco libre. Era tal cantidad de comida que, viendo a los voluntarios del Banco de Alimentos que estaban cargando el material, Roberto se quedó atónito. Vale, el Banco sirve para recoger los excedentes alimentarios y repartirlos a los indigentes. Nadie lo sabe mejor que él, que es responsable del Banco de una región entera, la de Campania, pero, ¿por qué toda esa comida? Roberto sonríe, se acerca al coche y pregunta: «¿Qué pasa, señora, tiene que abastecer a un ejercito?». La señora le devuelve una sonrisa y le cuenta algo que más bien le da que pensar.
Su marido y ella habían puesto en marcha una Casa de Acogida en un pueblecito a unos 200 kilómetros de Nápoles. Todo por esa fe que les había impulsado a acoger a un niño, luego a otro, luego… hasta veintidós. Pero su marido acababa de fallecer víctima de una enfermedad despiadada. «Antes de irse me dijo: “Hazte cargo de los chicos”. Yo lo intenté con todas mis fuerzas, pero estuve a punto de dejarlo. Luego os conocí a vosotros».
Roberto se queda mudo. Ya conocía esa historia, pero ahora tiene delante un rostro. «Señora, aquí nos tiene para echarle una mano con los alimentos, ciertamente, pero como vive tan lejos es difícil para nosotros hacerle compañía…».
Elle le mira un instante fijamente. Se le escapa una lágrima, una sola. Luego dice algo que a Roberto se le queda grabado: «No es verdad. Vosotros sois mi compañía. La compañía cotidiana de Dios y de mi marido a mi vida».
Pensad en Roberto. Su corazón y su mente, en un instante, se revolucionan y empiezan a funcionar a tope. Empieza a llamar a los amigos, a organizar un fiesta con los niños de la Casa de Acogida, a pensar en quién puede visitarles. Quiere conocerles, establecer una relación más familiar.
La fiesta ya se ha celebrado, primero en el corazón de Roberto, luego en el de sus amigo, y ahora también en la Casa. Es la fiesta de la fe, como dice la Escuela de comunidad. Lo que le ha sucedido a Roberto es para siempre: «Me ha obligado a entender por qué trabajamos con el Banco de Alimentos. Para que Cristo se haga presente en mi vida y para que alcance a todos».
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