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Huellas N.2, Febrero 2010

CULTURA / Exposición EncuentroMadrid 2010

Un hombre que canta en la miseria*

Marcelo López Cambronero

EncuentroMadrid 2010 presenta la historia biográfica y literaria de Solzhenitsyn. Una muestra de la lucha entre el “yo” que toma conciencia de sí mismo y el “mal anónimo” del sistema totalitario. En su dramático recorrido entre la guerra, el lager y el cáncer, el escritor se libra del chantaje del mal y reconquista la libertad y la capacidad de juzgar, convirtiéndose en piedra de toque para todo un pueblo

En 1949, la Academia de Ciencias de Moscú publicó en su revista “Naturaleza” una curiosa noticia, que después quedaría recogida en la primera página de Archipiélago GULAG: en unas excavaciones en el río Kolyma, en la Siberia Oriental, se había descubierto una antigua corriente prehistórica, helada desde hacía decenas de miles de años, en cuyo interior se hallaban fósiles de tritón. Desgraciadamente, concluía la noticia, unos zekos (presos de los campos de concentración) al ver a aquellos animales habían roto el cielo y los habían devorado con fruición. Tal era el hambre que los atenazaba.
En febrero de 1945, un joven de 26 años, Aleksandr Solzhenitsyn, fue condenado a otros ocho de trabajos forzados por la terrible falta de dudar de las capacidades militares de Stalin en una carta privada dirigida a un amigo. «Cada uno de nosotros es el centro de un mundo, y el Universo se resquebraja cuando le dicen a uno: queda usted detenido… se cerró para siempre, detrás de nosotros, la puerta de nuestra vida anterior», relata Solzhenitsyn. Desde aquel terrible día fue sometido a trabajos forzados en distintos campos, a la tortura, al hacinamiento, al régimen de vida brutal de un campo de concentración, a la pérdida de toda libertad exterior y a la implacable persecución de la libertad interior, al horror y al hambre.

Rosarios de miga de pan. Sin embargo, en un gesto de libertad que proclama la grandeza del hombre y de su destino, Solzhenitsyn retaba a la muerte robándole a la exigua ración diaria un trocito de pan, una pequeña bolita con la que hacía, poco a poco, cuenta a cuenta, un Rosario. Un Rosario para rezar por la noche, en la oscuridad. Un Rosario para abrazarse a la vida, para sostener la certeza, para seguir en la Esperanza. Otros presos, así nos lo cuentan las crónicas que poco a poco vamos conociendo, utilizaban cualquier mínimo trozo de papel, escondido en el colchón o donde fuese posible, para ir copiando los textos que recordaban del Evangelio, sabiendo que no volverían a leerlo en su fuente original en los siguientes veinte o veinticinco años. En la historia de Solzhenitsyn todavía podemos contemplar otro acto que no es de este mundo, un gesto sencillo en el que se expresa una forma purísima de caridad, de afecto por el destino del otro: a menudo regalaba estos Rosarios a otros, a aquellos que se acercaban a él buscando la Presencia de lo que les era más querido, y que ni siquiera la prisión de muros más elevados logró arrebatarles. Al día siguiente habría que volver a hurtarle al pequeño trozo de pan una nueva cuenta, para volver otra vez a empezar. Mientras, como también nos cuenta Dostoievski en sus dramáticas Memorias de la casa de los muertos, brillaban en todos los campos, aquí y allá, las luces de aquellos cristianos que sostenían la esperanza de tantos y les recordaban, en medio de aquel horror, que el Padre Bueno reservaba para ellos una vida grande.

En el “infierno”. ¿Cómo se puede afirmar que el Padre de la vida y del cosmos es bueno, mientras se permanece encerrado en un barracón sucio, repleto de piojos, pegados unos hombres a otros intentando dormir hacia un lado a la espera de que suene una sirena indicando a media noche que ya pueden todos girarse a la vez? Sólo alguien que ha sido amado sin condiciones, más allá de lo que podía esperar, más allá de las medidas con las que se sentía cómodamente situado en el mundo antes de la catástrofe de la detención, puede reconocer en cualquier circunstancia, incluso la más dolorosa, la presencia de un significado misterioso, de una “belleza” que transfigura toda la realidad. Sólo una experiencia humana, viva, cierta, que se sabe cambiada desde su raíz, libre porque ha sido rescatada del mal propio y ajeno, puede llegar a expresarse de esta manera.
Así, mientras descontaba su condena, Solzhenitsyn podía escribir versos como estos: «Miro, estremecido por el agradecimiento/ a mi vida. No es mi razón ni mi voluntad/ lo que ilumina cada una de sus grietas./ Es un sentido Superior, un resplandor sin igual/ que finalmente comprendí.» (A??????, “Oración”, 1952). ¿Cómo pudo un hombre estar agradecido a pesar del “infierno” en que se hallaba? Solzhenitsyn experimentó que «Jesucristo revela el hombre al hombre», que es capaz de explicarme lo que yo soy. Esto no fue debido a sus análisis, capacidades o esfuerzos, sino a la Gracia que le alcanzó e iluminó su vida, también las fracturas, los virajes, y cada una de las grietas o zonas más oscuras.

Vivir sin la mentira. Años más tarde, en 1972, Solzhenitsyn será desterrado de Rusia, no sin antes dejar un testimonio sobre el amor a la verdad y a la libertad que circuló constantemente, de mano en mano, como Samisdat.
“Vivir sin la mentira” es el texto que da título a una de las exposiciones del próximo EncuentroMadrid 2010, dedicada a este hombre extraordinario. La historia biográfica y literaria de Solzhenitsyn es una muestra inigualable de la lucha entre el “yo” que toma conciencia de sí mismo y el “mal anónimo” del sistema totalitario. En su dramático recorrido existencial entre la guerra, el lager y el cáncer, el escritor va librándose paulatinamente del tremendo chantaje del mal y reconquista su libertad y la capacidad de juzgar, convirtiéndose así en piedra de toque para todo un pueblo.
La exposición, a cargo de un equipo de estudios coordinada por Adriano Dell’Asta, Catedrático de Lengua y Literatura Rusa en la Universidad Católica de Milán en colaboración con la Fundación Solzhenitsyn de Moscú, fue presentada en el Meeting de Rimini de 2008.
En EncuentroMadrid 2010, el profesor Dell’Asta nos acercará a una persona que fue capaz de sostener las esperanzas de tantos hombres atraídos por su voz, serena y clara, que seguía cantando en la miseria.

* «El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria» (Ernesto Sábato, La resistencia, Seix Barral, Buenos Aires, 2001,p. 75.)


ALEXANDER SOLZHENITSYN NACE EL 11 DE DICIEMBRE DE 1918 EN KISLOVODSK. SE LICENCIA EN MATEMÁTICAS Y FÍSICA. COMBATE EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL COMO CAPITÁN DE ARTILLERÍA. ES ARRESTADO POR ALGUNAS CRÍTICAS A STALIN EN UNA CARTA A UN AMIGO DESDE EL FRENTE, Y CONDENADO A 8 AÑOS EN LOS LAGER SOVIÉTICOS Y DESTIERRO PERPETUO. DE ESTA DOLOROSA Y DECISIVAEXPERIENCIA NACERÁN OBRAS MAESTRAS COMO UN DÍA DE IVÁN DENISOVIC, PABELLÓN DE CÁNCER, EL PRIMER CÍRCULO, Y ARCHIPIÉLAGO GULAG. EN 1970 LE OTORGAN EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA, PERO RENUNCIA A IR A RECOGERLO A ESTOCOLMO POR TEMOR A QUE LAS AUTORIDADES SOVIÉTICAS NO LE PERMITAN REGRESAR. TRAS REQUISAR LA KGB UN MANUSCRITO DE ARCHIPIÉLAGO GULAG, decide publicarlo en París en diciembre de 1973. Acusado de traición es expulsado de Rusia en 1974, y vivirá en EEUUhasta 1994, cuando vuelve a su tierra tras la caída del bloque soviético y la recuperación de la ciudadanía. Muere el 3 de agosto de 2008 en Moscú.


EXPOSICIÓN “Vivir sin mentira” es el título de un manifiesto escrito por Solzhenitsyn en 1973, con motivo del secuestro del manuscrito de Archipiélago Gulag. Durante la venenosa campaña difamatoria levantada contra él, el escritor confesará haber experimentado la «pura luz de la alegría»: «¡Qué maravilla! ¡Finalmente he asumido mi posición original, natural!». ¿Qué camino había hecho para tener una gran certeza en medio de una feroz persecución?
La exposición consta de tres partes. En la primera se describe el ambiente en el que creció Solzhenitsyn y cómo abandonó su tradición familiar hasta hacerse un ferviente comunista. En la segunda parte se muestra la experiencia de los tres “descensos” (la prisión, el lager y el cáncer): «descendí conscientemente hasta el fondo y lo sentí sólidamente bajo mis pies». Pero, cuando parece que le hayan quitado “todo”, descubre la raíz de una verdadera libertad, que nadie le puede arrebatar: la pertenencia a Dios. De ahí madurará la conciencia de su vocación. La tercera parte de la exposición muestra la conciencia que tenía de su misión como escritor –“Para que la memoria viva”– y el trasfondo de sus principales obras. El valor de su obra rebasa la denuncia de los horrores y métodos del sistema totalitario y rinde homenaje a los que resistieron en virtud de la única fuerza que la vence a la ideología: la dimensión original del hombre, la dimensión religiosa. Escribía Eliot: «Si los hombres no construyen, ¿cómo vivirán?». Y, efectivamente, Solzhenitsyn testimonia que se puede vivir con verdad en cualquier circunstancia, también en el nihilismo alegre del mundo democrático occidental. Este mundo es el muestro. Nos toca discernir en él la falsa de la verdadera libertad.
(Soledad de las Hazas)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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