Final de otoño, por la mañana temprano. Gianluca mira la hora. El tiempo justo para tomar un café antes de afrontar la prueba que le espera: cuatro horas de tests, primer paso del proceso de selección de un directivo en el sector del marketing. Agarra su maletín y va.
En la sala ya están los tres candidatos. Mientras les entregan las hojas con las preguntas, se abre la puerta. Gianluca levanta la mirada y reconoce a la persona que entra corriendo. Es un antiguo compañero de trabajo, que pide disculpas por el retraso y se sienta a su lado: «¿Todo bien?», «Sí, no encontraba aparcamiento…». Vale, se puede empezar.
Gianluca toma un bolígrafo y empieza a rellenar los tests. Pasan las horas. Hacia el final, cuando faltan las últimas cincuentas preguntas, lee la siguiente indicación: «Responder libremente a las siguientes preguntas». Le entra cierta curiosidad y lee por encima rápidamente. No son las preguntas de siempre. El tono es decididamente personal: «Llegará el día en que yo…»; «Me siento mirado por mi familia como…»; «Las tres cosas más bonitas de mi vida…», y así hasta el final. Empieza a contestar con calma. No le interesa escribir banalidades para disfrazar cómo es él en realidad. «Que piensen lo que quieran, pero yo soy así», dice para sí.
«Acaba, que dan las doce». En la habitación sólo han quedado su antiguo compañero y él. Antes de irse, se acerca a él para saludarle. El hombre tiene la mirada algo perdida: «¿Te pasa algo?», le pregunta. «Es que a estas preguntas no sé qué responder». Gianluca baja la mirada: en la mesa están los folios con las cincuenta preguntas.
Algunos días después llega el coloquio. Se empieza por el resultado de los tests. Todo avanza perfectamente. Luego, uno de los examinadores toma entre sus manos la última prueba. «Sus respuestas me han llamado muchísimo la atención. Por ejemplo, para completar la frase: “Yo seré perfectamente feliz cuando…”, usted ha escrito: “Dudo de que se pueda ser perfectamente feliz en esta tierra”. ¿Por qué piensa así?». «Lo digo por experiencia, no por una idea». Está por añadir: «Pero el secreto del mundo yo lo he descubierto: sólo Uno puede hacernos felices», pero su interlocutor añade: «¿Y sobre los colaboradores, por qué escribe: “Trato a cada uno de una manera diferente, teniendo en cuenta a quién tengo delante”?».
El coloquio sigue así, centrado en las últimas cincuenta preguntas. Luego, para comprender: «Disculpe, ¿ha cursado usted algún máster para responder así?». O: «Veo que ha trabajado como voluntario, a lo mejor depende de eso…». Y también: «Pero, ¿cómo puede una persona del ámbito financiero tener una visión de conjunto como la suya?». Gianluca se sorprende. Para él son respuestas elementales, para ellos, una novedad absoluta.
De vuelta a casa, piensa en este extraño coloquio. Satisfecho y, al principio, con cierta vanagloria. Luego entiende: «Con esa insistencia no querían sólo aclararse sobre mi currículum. Buscaban algo más. Querían entender el Origen de lo que les llamaba la atención. Es lo que me ha sorprendido también a mí, viéndome como un instrumento en las manos de Otro…».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón