Natalia es una profesora de Biología que trabaja en tres escuelas secundarias de Santa Fe. Con algunos amigos ha organizado en este curso dos exposiciones junto con alumnos y profesores. Su testimonio responde a la insistencia de Julián Carrón en la necesidad de documentar a través de los hechos la novedad que introduce Cristo en la vida. «Mirando de frente los distintos hechos que vienen ocurriendo no puedo dejar de preguntarme: “¿Quién genera todo esto?”»
“El rostro humano del embrión”
«La vida humana, el mayor de los dones, tiene un valor inviolable y una dignidad irrepetible». «El derecho a la vida no es una cuestión de ideología, ni de religión, sino una emanación de la naturaleza humana» (Juan Pablo II). Con estas palabras dimos comienzo a la conferencia de prensa que presidió monseñor Arancedo el 27 de marzo en el Predio Ferial, donde se hizo el lanzamiento y apertura de la exposición sobre “El rostro humano del embrión”. Estaban presentes el delegado episcopal para la Educación y los miembros de Grávida (centro de asistencia a la vida naciente). Del 3 al 7 de abril por la mañana y por la tarde, visitaron la muestra 32 escuelas secundarias de nuestra ciudad y del interior de la provincia, sumando un total de 2.900 alumnos desde 7º año de EGB hasta el 3º año del nivel Polimodal, también una escuela de niños hipoacúsicos que la disfrutaron con traducción de sus profesores en lenguaje de señas. Por la mañana los paneles eran expuestos y las visitas guiadas por setenta alumnos de la Escuela Monseñor Macagno de 9º año a 3º de Polimodal.
Por la tarde y la noche las visitas eran guiadas por docentes de otras escuelas y voluntarios de Grávida. Unas 3.000 personas visitaron la exposición.
Cuando recibí la llamada de Emilio (responsable de Grávida) a fines del año pasado para proponerme que organizáramos juntos la muestra no podía imaginar cómo se sumarían muchos otros a ese “sí” inicial. Primero fue mi directora, luego mis compañeras del departamento de Ciencias Naturales, luego se implicaron las profesoras de Enseñanza Religiosa y Educación para el Amor. Y por último toda la escuela quedó comprometida en sus diferentes departamentos. Trabajamos mucho en estos meses y tuvimos que sortear muchas dificultades, pero también surgieron muchos encuentros y diálogos interesantes entre los docentes. Se generó un espacio para mirar juntos la realidad de los chicos a raíz de lo que íbamos estudiando para la muestra, cosa que nunca se había dado. Se profundizó una amistad con mis compañeras en torno una tarea objetiva. Otro aspecto importante fue la propuesta a los alumnos. Jamás imaginé la respuesta que dieron los chicos. Cuando les propusimos preparar la muestra en sus caras se reflejó la percepción de estar llamados a algo grande. Una propuesta que reclamaba su libertad; varios que al principio se anotaron para “zafar” de clase, terminaron siendo protagonistas y asombrando a docentes y compañeros. Los chicos están llamados a algo grande y cuando alguien se lo propone, les corresponde absolutamente. Hablando con la directora y algunas compañeras me decían: «Hay un antes y un después de la muestra para la escuela». Es impresionante comprobar que los chicos, cuando un adulto les acompaña, son capaces de lanzarse a la realidad superando el miedo. El método es siempre el de la compañía atenta y cercana. Me daba cuenta también en estos días que esto fue posible porque yo pertenezco a nuestro pueblo, que comienza con los rostros de mis amigas de la casa de los Memores Domini, que me acompañaron y escucharon pacientemente, con la ayuda de P. Miguel que consiguió la plata del sonido y tantos otros contactos para otros muchos detalles. ¡Qué gracia tan grande pertenecer a una historia que nos educa, nos lanza a la realidad y me permite experimentar que Cristo está presente y cambia por completo mi trabajo!
“La Rosa Blanca”
En la segunda mitad del año, comenzamos a preparar y estudiar la muestra sobre el grupo de “La Rosa Blanca”, como nos había sugerido el padre Alberto. En Pilares (una escuela no confesional de las afueras de Santa Fe) la idea surgió a raíz del interés de dos alumnas que eligieron el tema de Hitler y los experimentos nazis como tema de la Feria de Ciencias; entonces les propuse estudiar y exponer la muestra. Muchos chicos se sorprendieron, pero en muchos otros aparecía una impenetrabilidad última frente a los ideales que se ven el recorrido de la misma.
En la escuela San Roque, comenzamos a estudiarla con dos chicos que siguen la experiencia de GS, y algunos alumnos míos de tercer año de Polimodal; finalmente la presentamos con Ignacio, Pablo y Carlos. Del grupo inicial quedamos pocos, pero si bien no pudo verla toda la escuela por detalles de horarios y organización, supuso una gran experiencia ya que fue nuestro primer gesto público con los chicos de GS allí. Muchos profesores quedaron conmovidos y varios chicos pasaron de la indiferencia inicial a las lágrimas.
En la escuela Macagno le propuse a una compañera mía, abogada, que da clase de Historia, que la preparásemos juntas; veinte chicos se anotaron para estudiarla, si bien fue bastante engorroso y sacrificado, ya que había que reunirse durante el cursado de clases. El trabajo de los chicos para comparar lo que leían con su propia experiencia fue lo más interesante para mí. En la guía de la exposición se leía: «Puede suceder cualquier cosa, yo he echado el ancla. En el fondo nada me puede turbar. Hans Scholl». Entonces les preguntamos a ellos: «Pero y para Uds., ¿cuál es su ancla?». Mi compañera, absolutamente provocada, me preguntó a mí delante de los chicos cuál era mi “ancla” (ella sabe de mi vocación y de que pertenezco a los Memores Domini). Me vi obligada a ser muy explicita delante de mis alumnos y a decirles cuál es el fundamento de toda mi vida –como Sophie Scholl, que no tiene miedo de decir “Jesús” con todas las letras–, y cómo Él me salió al encuentro en los amigos que conocí en la universidad. En otra ocasión ellos mismos reconocían cómo viven homologados igual que los chicos de la juventud hitleriana a través de la ropa, el viaje de egresados a Bariloche o la música que escuchan. Vimos juntos la película de Sophie Scholl, los últimos días, y luego, al hacer un juicio juntos de la misma, retomé la frase de Hans Scholl, cuando le dice a su hermana: «Hoy vamos a llevar un poco de esperanza a la universidad», lo cual me recordó las palabras de Benedicto XVI: «Quien ha encontrado en su vida algo verdadero, hermoso y bueno corre a compartirlo con todos, en la familia y en el trabajo, en todos los ámbitos de su existencia. Este es el mejor servicio de la Iglesia a los hombres». Y les decía a mis alumnos: nosotros estamos llamados a ser portadores de una esperanza para todos estos, este es el valor del cristiano.
Para mí y muchos alumnos esta iniciativa supuso una gran apertura de la razón, como una ventana que nos iba abriendo a otros intereses, por ejemplo, el de aprender un poco más de historia, descubrir la película Karol y como Juan Pablo II vivió y afrontó el periodo nazi en su juventud, o las palabras de Benedicto XVI pidiendo perdón en Auschwitz. Mi compañera estaba fascinada con el trabajo que han hecho los chicos, y me decía: «Es genial porque ellos aprenden los valores que yo doy en mi materia encarnados en jóvenes que los vivieron y son hechos históricos». Lamentablemente, no podemos exponerla este año y hemos decidido presentarla a comienzos de 2007. Ya me pidió de hacer algo juntas el año que viene.
«El conocimiento afectivo es el conocimiento de aquello a lo que se entrega la vida. Conocer afectivamente quiere decir apegarse, dar la vida a lo que se conoce como bueno. La cultura moderna se opone a esto porque es relativista, y como dice Malraux: “No existe un ideal por el cual podamos sacrificarnos, porque de todos nosotros conocemos la mentira, nosotros que no sabemos qué es la verdad”». Esta frase nos provocó, y al hilo del recorrido de la muestra surgió esta pregunta con mis alumnos: pero entonces ¿a quién entregar la vida? ¿A nosotros mismos? Pero si la vida la reservamos, la encerramos mezquinamente, la vida se acaba muriendo. Como le dice el pastor a Sophie antes de morir repitiendo las palabras de Jesús: «No hay mayor amor que dar la vida por los amigos».
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